Entrañable encuentro de la caricatura argentina y brasileña

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La excusa del encuentro fue conmemorar los 50 años de Mafalda y eso unió a ambos caricaturistas en el edificio ubicado en avenida Belgrano 552, donde se descubrió un dibujo con los emblemáticos personajes de ambos artistas y la presencia del Embajador del Brasil en Buenos Aires, Everton Vargas.

De Sousa creó en 1963, inspirado en su propia hija, su personaje más conocido, «Mónica», una niña rechoncha, de dientes de conejo, baja estatura y personalidad fuerte que en 1970 obtuvo su propia revista; a tal punto que sus historias ganaron reconocimiento internacional y fueron adaptadas a la televisión, el cine y los videojuegos.

En 2007 Mónica fue nombrada «Embajadora de UNICEF» por parte del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia; en la misma ceremonia, su creador fue homenajeado como «Escritor para Niños de UNICEF».

La historia del mendocino Quino, Joaquín Salvador Lavado Tejón, y su creación, también una niña regordeta que reflexionaba sobre el mundo de una manera sagaz, vio la luz en 1964 en el semanario «Primera Plana» y sus historias fueron publicadas regularmente hasta junio de 1973, pero su éxito traspasa décadas y generaciones.

Vestido de negro, Quino recibió a la prensa, en su mayoría del país vecino, con su amplia sonrisa y descubrió, junto a su colega, el dibujo homenaje donde se ve a Mónica ofreciéndole a Mafalda (ambas vestidas de rojo) un conejo celeste.

El salón se llenó de elogios por parte de ambos dibujantes quienes recordaron las épocas en que había, a pesar de no haber tanta tecnología como hoy, más comunicación entre artistas del continente.

«Lo importante de este encuentro es que nos juntamos, lástima que no sea más seguido —dijo Quino— «hay poco intercambio de material no solo con Brasil sino con otros países de Latinoamérica y eso demuestra un poco como somos nosotros».

¿Qué tienen en común?, preguntó un periodista carioca, a lo que Quino respondió levantando sus hombros «yo las noto muy distintas pero ambas pretenden llamar la atención del público sobre problemas que tenemos que resolver entre todos. Uno de ellos es la destrucción del Amazonas. ¿Por qué lo seguimos haciendo? —se preguntó—. Estamos rompiendo nuestra casa».

A su tiempo, De Sousa señaló que «los niños sienten naturalmente las cosas y tienen la necesidad de hacer las cosas bien, sobre todo con la naturaleza, pero los adultos están cada vez más ignorantes. Desgraciadamente, los problemas siguen intactos. Nos falta instalar esos temas en la mesa de los políticos o de las grandes empresas».

Ante la pregunta de si le gustaría hacer nuevas historietas, Quino sostuvo: «Reviendo mis trabajos me doy cuenta que los temas que me preocupan son los mismos que me preocuparon hace tantos años, seguiría diciendo las mismas cosas pero ya las he dicho».

Un punto en el que ambos artistas coincidieron fue en que la educación «debería ser el tema principal de todos los gobiernos y de los grandes empresarios, porque es la mejor arma contra la ignorancia, la desnutrición y las guerras».

No es solo nuestro continente, es un problema mundial la falta de educación y de escuelas, advirtieron.

Sobre su manera de trabajar, Quino aseveró que no le gusta que lo vean dibujar porque le pasó muchas veces que ante un dibujo inconcluso le digan «no se entiende» o le pregunten si va a seguir y «uno se pone muy mal porque no sabe qué hacer… es una situación muy difícil».

Por otra parte, De Sousa explicó que lo obligó a trabajar en público «gente alrededor gritando, tecleando», en referencia a las redacciones de periódicos por las que pasó: «Me acostumbré a trabajar en medio de la confusión —rememoró—, me habitué a eso pero no es lo ideal».

Finalmente, Quino explicó que en su época «el movimiento de liberación de la mujer era muy fuerte, muy importante y como además siempre me gustaron más las mujeres que los hombres, me pareció justo apoyarlas en su batalla para conseguir los puestos que se merecen».

De Sousa recordó entre tanto que sus primeros personajes fueron todos varones o chiquitos y que un día desde un diario le acercaron la propuesta de hacer un personaje femenino: «Yo ni sabía cómo pensaban, no tenía cultura para hacer eso, no había sido una mujer nunca», disparó entre risas.

Así fue como, trabajando en casa, comencé a mirar a mis hijas, María Ángela saltando, Mónica arrastrando su conejo de peluche por la casa y Magali comiendo una sandía entera. Comencé a observarlas y, como a los hijos se los conoce por los ojos, descubrí cómo eran esas mujeres y fue relativamente fácil crear personajes basados en personas que yo conocía y muy bien», concluyó.

Alba Cultural

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