Novela sobre Agustina Iturriaga, bandolera chilena

1.138

“Miren como anda el mundo, Damián, bendito sea Dios, no acaba nunca la persecución de los pobres”, dice un personaje al comienzo de “Agustina la salteadora a la sombra de Manuel Rodríguez”. Pero los pobres también se defendían. De eso y de mucho más habla una novela sobre una histórica bandolera chilena, Agustina Iturriaga, que fue presentada ayer en el Café Literario de Providencia.
Se trata del libro más reciente de la escritora chilena Virginia Vidal (Santiago, 1932), y está ambientado en un tiempo histórico durante los primeros años de la República.
En este nuevo libro, Vidal narra las aventuras de Agustina Iturriaga, la heroína de esta historia ambientada en el siglo XIX, una mujer que se incorporó a una partida de bandoleros, donde ejerció sin desmayos el insólito oficio de salteadora, como su propia opción de vida.
La novela se basa en acontecimientos reales, donde se pone de relieve a esta protagonista femenina y a algunas de las heroínas anónimas que amaban, criaban hijos, aposentaban a fugitivos y se empeñaban en construir la patria y la historia “desde abajo”, según explica la autora.
El país, su capital, sus abruptas montañas y buena parte de su territorio, cuerpo vivo y dinámico que vibra con la acción de sus habitantes, es el escenario de intrigas y de un juego político de una oligarquía empeñada en proteger sus intereses y ejercer el poder con la misma contumacia que empleó durante los tiempos de la Conquista y la Colonia.

MALAS COSTUMBRES

Vidal cuenta que se enteró de la historia de la mujer al leer un libro de Ana María Contador, “Los Pincheira. Un caso de bandidaje social. Chile. 1817-1832” (Bravo y Allende Editores, Santiago, 1982). “Me llamó la atención la existencia de una bandida en un período donde hubo muchas bandas y salteadores”, relata.
El personaje la cautivó “al saberla  perseguida por la justicia, mujer de ‘malas costumbres’ las cuales eran ‘excedentes a las de los peores salteadores’”, según las autoridades de la época. “Además la acusaban de haber dejado la ropa de mujer y vestirse de hombre. Me empeñé en buscar mayor información sobre ella, pero no la conseguí, ni siquiera en el Archivo Nacional, como tampoco hallé ningún otro caso de una mujer bandida”, señala. Iturriaga fue borrada por la historia oficial: no sabemos nada de su lugar o fecha de nacimiento, ni tampoco las circunstancias de su muerte.
Vidal quiso rescatar su valor, “su capacidad para romper con el destino que le había sido impuesto, su espíritu aventurero, su sed de entender la realidad”.
“Comencé a imaginar cómo sobrevivía en una época de mucha violencia, pues la de la independencia fue una verdadera guerra civil; de tantos crímenes de Estado, de asesinatos atroces como los de los hermanos Carrera y Manuel Rodríguez”.

SED DE JUSTICIA

Vidal destaca que Iturriaga fue una de las personas que admiraba a Rodríguez “por sus audaces acciones, su valor, sus principios”.
“Él trascendió como el héroe más popular en la lucha por la independencia de Chile. No olvidemos que Rodríguez, el primer detenido desaparecido de este país, y José Miguel Carrera fueron los pocos patriotas que quisieron una república y no una monarquía para Chile”, acota.
Esta bandida  se puso al servicio de aquellos que tenían “sed de justicia”, en medio de una cruenta guerra civil. “La lucha por la independencia de Chile tenía como grandes protagonistas a los miembros de la clase dominante, pero atrás estaba un pueblo víctima de atroces injusticias, sometido por los dueños de las tierras, de las minas, que además debían seguir a los patrones en la lucha misma, ya fuera a favor de la república o contra la corona española”, afirma la autora.

OTRAS MUJERES

Vidal asegura que Iturriaga no estuvo sola y que hubo otras mujeres como ella hubo en aquella época, surgidas del pueblo mismo, “de la “chusma” como se decía en este país segregacionista”, como Nicolasa y Marina Romeros, Josefa Garrido, Manuela Mendoza, Cristina Sobarzo y Rutilia Cimillo.
“Eran torturadas, presas, encerradas en conventos, expatriadas, rapadas, ahorcadas, sus cuerpos desnudos expuestos en la plaza pública, por ser por ser aposentadoras, es decir, ayudaban a los perseguidos dándoles alojamiento, curándolos de sus heridas, buscándoles cabalgaduras, o por no haber aceptado las imposiciones de los esbirros” realistas, recuerda.
Todas ellas, al igual que Iturriaga, han sido olvidadas por la historia oficial, que “ni siquiera ha valorado a las heroicas mujeres de la clase alta. Apenas si hay referencias sobre Javiera Carrera, Mercedes Fontecilla, Ana María Pérez Cotapos o Paula Jaraquemada”.

El Mostrador

 

También podría gustarte