Perez Gay: «Mirar a México con los ojos del historiador, pero con la piel de la literatura»

1.783
Por NodalCultura
Rafael Perez Gay es uno de los visitantes mexicanos en Buenos Aires en el marco de la Feria del Libro que se desarrolla en la capital argentina. Entre otras actividades presentó su última novela El cerebro de mi hermano, en la que recorre el tiempo en el cual su hermano, diplomático e intelectual destacado, transitó por una enfermedad mental que lo sumió en la oscuridad, la falta de la palabra y el olvido. Contada con sencillez, precisión y belleza, la historia entrama a partir de la enfermedad la vida familiar, los encuentros y desencuentros entre hermanos, el marco intelectual en que ambos crecieron -literatura, psicoanálisis, sueños revolucionarios- y la historia política y social de México. Así como lo personal es político, aquí lo político es personal y atravesó de modo determinante la intensa y amorosa relación entre estos dos hermanos mexicanos.

“El cerebro de mi hermano” parece contar más que el deterioro físico y mental de su hermano el modo en que uno –el familiar, el amigo, el que está al lado- vive ese proceso. ¿por qué definió ese punto de vista que permite subjetivar aquella cuestión?

La novela es, como tú sabes, el breve relato de los pocos años de la enfermedad y muerte de José María Perez Gay, mi hermano, escritor, diplomático, traductor del alemán. Es importante que lo presente así, porque como cuento en el libro, el derrumbe psíquico fue mucho más duro viniendo de donde venimos todos nosotros, los que escribimos y leemos, del mundo de las letras. El derrumbe en un caso como el suyo es muy notable y estrepitoso. Contar esto para mí fue una elección. Conté como puede uno relacionarse ante un hecho tan definitivamente catastrófico. Yo, que vengo de la prensa literaria, me pregunté: “¿Vas a dejar que pase ante tus ojos este hecho terrible sin dar noticia de él? No puede ser, tienes que escribir de esto que está ocurriendo”. De algún modo es como el trabajo de los reporteros de guerra, que van a dónde es horrible y tienen que ver y tienen que escribir sobre eso. Esta es una guerra personal, íntima, privada y terrible. Es un libro indeseado, pero tenía que escribirlo. De hecho yo interrumpí la escritura de una novela cuando mi hermano entra en la fase final de su enfermedad. Una enfermedad que como cuento en el libro nunca supimos bien que era, el diagnóstico se movía, fallaba. Hablaban de esclerosis, hablaban de parálisis supra nuclear, hablaban de mal de Parkinson. Entonces es la historia de una enfermedad vista a través del hermano. Paradójicamente, un hermano que también ha enfermado. Porque como cuento en el libro yo he tenido un cáncer. Entonces mi hermano estaba sano. Y yo estoy aquí y mi hermano ya no está. Son de algún modo esas cartas que la vida va jugando.
Lo hice bajo el género que los españoles han denominado con el pomposo nombre de “autoficción”: uno se toma a uno mismo como un personaje de ficción, lo que no deja de ser interesante. El libro está construido de ese modo. Tiene, digamos, cierta destreza técnica. Está construido en pequeñísimos capítulos que se ordenan del siguiente modo: familia, ciudad, enfermedad, hermandad. Si te fijas esa estructura está repetida a lo largo de toda la novela.

De algún modo lo privado opera como espacio para permitir hacer aparecer la historia de un momento particular del México moderno, de la historia política e intelectual de su país. ¿Hay una suerte de un relato auto consciente de ustedes como participes de la Historia?

Si, y corresponde dar noticia de ello de algún modo. Yo quería darme noticia a mí mismo de lo que había pasado en nuestra vida, porque habíamos sido muy buenos hermanos y habíamos tenido una muy buena relación literaria. Mi hermano provenía de las letras alemanas y yo de las francesas y desde esa diferencia teníamos mucho intercambio. Y luego se metió entre medio la política. Él se tiró de cabeza a participar de la candidatura de Andrés Manuel López Obrador y yo he sido un crítico del populismo de López Obrador y entonces había que dar una noticia privada, pero también una noticia pública. Y al dar la noticia pública encuentro que la política nos separó un tiempo y nos unió la enfermedad, pero era demasiado tarde para que pudiéramos reconstruir la hermandad que habíamos tenido durante años. Era demasiado tarde porque él ya estaba muy enfermo.

Aparecen dos ejes para analizar el libro. El primero es que el texto suena a una tercera despedida. La primera ocurrió cuando su hermano parte hacia Alemania, la segunda despedida sería esa separación política y de algún modo este libro es la tercera, en tanto incluye aquello que por su enfermedad nunca hubieran podido decirse.

No lo pensé así, pero estaba presente todo el tiempo. Y quizás es una cuarta despedida, porque tal vez hubo una tercera cuando yo me doy cuenta que su cerebro ya es una casa deshabitada. Ahí estamos prácticamente despidiéndonos. Yo entro a una casa oscura, a oscuras en una casa negra, a buscar algo, lo que queda, y él me encuentra en algún momento. Cuando digo que éramos buenos amigos digo que yo estuve cerca y fui viviendo minuto a minuto su desgaste y su derrumbe psíquico. En esa casa a oscuras nos encontramos alguna vez.
Luego, por supuesto, sobreviene la última despedida que es este libro. Mientras yo escribía este libro, en mi mente había otros libros que no volví a leer, pero que conocía bien. “La invención de la soledad” de Paul Auster. Un libro que para mí es un clásico, de un autor que admiro mucho, “Una historia de amor y oscuridad” de Amos Oz y también “Patrimonio” de Phillip Roth. Por esos libros entre otros, sabía que se podía escribir sobre esto en la forma del ensayo personal.  El ensayo personal es ese momento en el cual el autor inquiere a su propia alma sobre asuntos fundamentales de su vida y trata de dar respuestas sobre ello. En el fondo este relato, este informe, quiere ser un ensayo personal que se encuentra siempre con un pie en la literatura, porque fue lo que unió a estos dos personajes y lo que los hizo crecer. Somos los libros que nos han hecho mejores, como dijo Borges.

La segunda lectura que entiendo organiza la novela son tres ejes que tienen que ver con ese mundo intelectual y el pensamiento moderno que están puestos en tensión, como tres enfrentamientos marcados: El psicoanálisis vs la neurología, la literatura alemana vs la francesa y la izquierda vs el populismo. Son tres ejes que nos permiten pensar toda la historia intelectual que ustedes construyeron juntos.

Esa hermandad trata exactamente sobre esto que estás diciendo. Mi hermano, gran especialista en América Latina sobre psicoanálisis en el sentido más amplio y noble de la palabra, fue expulsado del análisis. Yo le decía: “Eres la única persona que conozco que ha sido expulsado del diván ¿por qué? ¿Es que acaso mentías demasiado?”. Nunca supe porque ocurrió eso, pero era sorprendente en alguien tan profundamente vinculado intelectualmente con esa disciplina. Y yo tengo otra relación con el psicoanálisis. He platicado mucho con mi hija que es una joven médica especialista en neurociencias acerca de esto: Freud retrasó el avance de la neurología. Freud en su genialidad nos descubrió todo lo que podemos saber acerca de nosotros mismos, pero retrasó ese avance, porque todos los médicos que se dedicaban o dedican a eso que llamamos “mente” se alejaron de aquello que llamamos “cerebro”. Esto ocurrió hasta hace algunos años  en que las neurociencias tomaron un lugar fundamental en el estudio de la cabeza y que en algunos momentos ha sido fuertemente crítica con Freud y la teoría del psicoanálisis.  Que te vengo a decir a ti, Argentina es la cuna del psicoanálisis…

La cuna o el diván del psicoanálisis…

Claro, Argentina es el diván, es cierto (Risas).
Por otro lado, presento esa suerte de disputa entre las letras alemanas y las francesas. Yo bromeaba mucho con este personaje que está en el libro, porque hay que tener en cuenta que en la novela nunca están mencionados el nombre de mi hermano ni el mío, a quienes prefiero presentar simplemente como dos hermanos, que pueden vivir tanto en San Telmo como en el Distrito Federal. Y yo siempre le decía –él era un notable germanista- “que autores más aburridos son los que a ti te gustan”. Entonces discutíamos y él me preguntaba que me gustaba, y yo que “obviamente el realismo francés”, y bromeábamos. Yo le proponía que tenía una tercia de reyes que no podría matar con nada: Flaubert, Balzac y Stendhal. Y aunque él obviamente los conocía bien, me proponía lecturas germánicas para enfrentarlos. Ha sido una suerte de juego y una forma de toma de posición.

En tercer lugar mencionas un dilema que vivimos hoy en América Latina, que tiene que ver con la bifurcación que ha tomado la izquierda y que lleva al populismo. Esto ha ocurrido prácticamente en toda la región, pero en México especialmente ha tomado lugar con la figura de López Obrador. Para mí era imperdonable que una mente dotada como la de mi hermano hubiera entrado a la política activa con López Obrador.

¿Cómo es la situación entre el populismo y las izquierdas en México en el presente?

En México la izquierda pasa por un momento muy duro y difícil. Trato de explicar porque. Yo digo que hay girones de izquierda. Y es por eso que soy muy crítico con López Obrador, pues considero que él es uno de los que ha ocasionado que nuestra izquierda se retrase, que no crezca como debe crecer o como debió crecer. Él agrupó durante un tiempo alrededor del PRD, el Partido de la Revolución Democrática, a un interesante grupo de hombres de izquierda. Pero como la vocación de todo líder autoritario es la destrucción en el sentido más lato de la palabra, fue perdiendo el partido a lo largo de los años a sus hombres más inteligentes y fue quedándose con un núcleo duro, dogmático, autoritario, ignorante, anti intelectual y ese es el momento por el que pasa hoy la izquierda en México. López Obrador quedó finalmente con un partido que está comenzando que se llama Morena y en el PRD actualmente de algún modo quedó la peor parte de la izquierda. Hay una amplia franja de la sociedad que no tiene por quien votar. Va y vota o anula sus votos. No es necesariamente una mayoría, porque yo no hablo de mayorías. Hablo de núcleos de intelectuales que acompañen una transición y que puedan aportar a resolver los enigmas de ese país. Sin eso, los países corren el peligro de perderse en una izquierda sin rumbo.

Supongo que la actualidad concreta desde la asunción de Peña Nieto y la violencia que se hace patente como nunca con la desaparición de los estudiantes de Ayozinatpa será muy determinante en este sentido.

Si, la desaparición de los 43 es la gran crisis de todo el sexenio de Peña Nieto aun cuando le faltan dos años y casi te diría que fue la expresión de una crisis profundísima de violencia e inseguridad. Te recuerdo que la desaparición de los 43 estudiantes ocurrió bajo un gobierno PeeRreDista de izquierda que es el de Iguala, con un alcalde criminal que fue llevado a su cargo por la izquierda, en un estado gobernado por la izquierda. Es por ello que esto demuestra que estamos frente a un abismo muy serio, porque quiere decir que la izquierda, o esa parte de la izquierda para ser justos, se ha corrompido y no ha atendido bien lo que tiene que atender. Es deber estar atentos. Porque estamos acostumbrados a decir “estos agentes de las derechas y tal”, pero no, fue la izquierda. Curioso es que Peña Nieto pague el costo completo de algo que también debería costarle a la izquierda. Y el problema de la violencia que ha rebasado al país, lo ha sumido como en un estado de postración, de debilidad y de depresión en muchos casos. No creo exagerar.

Volviendo a la novela, uno podría como una novela de ficción que cuenta el mundo intelectual de México en un presente cercano. Podríamos pensarlo como un recorrido personal sobre la intelectualidad mexicana en los últimos 40 años. ¿Cuál es el presente del complejo, contradictorio, siempre movilizado universo intelectual mexicano?

En las breves páginas de “El cerebro de mi hermano” late también una época y una defensa de las letras como fuente de conocimiento. De los libros como posibilidad de ventanas a mundos fundamentales. En ese sentido está presente un mundo intelectual que existe en México y que merecería tener en algún momento un lugar en el que políticamente tuviera cabida. Hay un divorcio, como ocurre en el cerebro de mi hermano, entre el mundo intelectual mexicano y sus políticos. Creo que eso ocurre en toda América Latina. Pensamos que la democracia traería por si misma grandes dones, pero resulta que la democracia no trae mejor economía, que la democracia no trae vida intelectual por sí misma. Que la democracia no trae incluso a veces tolerancia dentro de ella. En México, como en otras partes de América Latina hay una separación entre la vida intelectual rica, un país abierto, un país de encuentros, un país de gran tolerancia en ese mundo y la clase política desfondada desde hace rato en todos sus puntos cardinales, es decir desfondada tanto en la derecha como en la izquierda.

¿Puede arriesgarse que el deterioro, el apagarse del cerebro de su hermano, pueda tener que ver también con el deterioro del cuerpo intelectual mexicano?

Ojalá que tu comentario inteligente, sea absolutamente falso. Sería horrible que estuviéramos entrando a una casa a la que se le fueran lentamente cerrando las ventanas y apagando las luces de los cuartos. Quiero por un momento permitirme una brizna de optimismo y pensar que no, que la situación por la que pasa México es similar a la que han pasado muchos países y que es preciso ver con ojos de historiador, pero con la piel de la literatura.

 

 

 

 

 

 

 

También podría gustarte