En los murales

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Monseñor Romero desde el arte

La figura de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, asesinado en marzo de 1980, ha recorrido el mundo y ha sido interpretada desde una perspectiva religiosa, política, social y artística. Este último plano fue el objetivo de la investigación de Manuel Elías, productor y fundador del programa «Arte y Fe Network», que se transmite por Canal 8, en la televisión local.

La visión que se tiene del personaje como fenómeno cultural y artístico es estrictamente lo que Elías ha plasmado en el documental «Universalidad de Monseñor Romero a través del arte», que será transmitido hoy a las 8:00 de la noche.

Hay cientos de monumentos, murales, esculturas, pinturas y composiciones musicales, alrededor del mundo, que han retomado al obispo salvadoreño, pues «representa un símbolo trascendente a la memoria de él», como lo afirmó el pintor muralista, Isaías Mata en su artículo «La Influencia de Monseñor Romero en las Artes Plásticas«.

Elías quiso destacar aquellas obras que han sido creadas por artistas nacionales e internacionales. Para analizar este fenómeno cultural, Mario Castrillo, crítico de arte; Romeo Galdámez, artista visual y André Guttfreund, como cineasta, intervinieron en este documental de una hora de duración.

Sesenta minutos en los que también se documenta tres obras en torno al arzobispo. Rafael Varela, como creador del mural ubicado en el Aeropuerto Internacional «Monseñor Óscar A. Romero»; Guillermo Perdomo, quien realizó una escultura del arzobispo que estará ubicada en la Plaza El Salvador, en Roma, Italia, y otro mural exhibido en el Ministerio de Relaciones Exteriores con el sello del escultor y artista visual Romeo Galdámez.

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Elías contó que logró filmar cómo Perdomo elaboró la pieza de Romero antes de que partiera hacia Italia, y cómo el artista defendió su obra ante un consejo, en dicho país europeo, para que fuera establecida en una plaza italiana.

«Mi objetivo es que la gente de El Salvador sepa que hay plazas y otro tipo de obras sobre él (Monseñor Romero), quien fue conocido también a través de expresiones artísticas y no solo de su mensaje», apuntó el productor.

En Italia; en la abadía de Westminster, en el centro de Londres; en plazas de Estados Unidos; en Panamá, Costa Rica, Nicaragua y, por supuesto en El Salvador, la imagen del arzobispo ha sido plasmada por profesionales del arte y también por aficionados.

Elías relaciona este fenómeno afirmando que «Monseñor Romero es el salvadoreño más universal», sobre todo, en el contexto de la beatificación a celebrarse el próximo 23 de mayo.

La próxima beatificación sumada al segundo aniversario del programa cultural fueron los motores para grabar este documental especial y no producir el formato tradicional de «Arte y Fe Network»: un artista invitado para hablar sobre su obra.

«He visto un montón de cosas que han hecho sobre monseñor, pero nadie ha hablado desde el punto de vista del arte. Quizá porque a nadie le interesa. A mí me queda perfecto porque el programa reúne el arte y la fe… al final toda obra de arte eleva el espíritu, toca la parte más sensible de lo humano», afirmó Elías.

Aunque la imagen del arzobispo ha sido enarbolada con un sinfín de propósitos, el documental concluye que, el ejemplo, la obra y la valentía de Óscar Arnulfo Romero han sido inspiración para artistas salvadoreños y de otras latitudes.

ElSalvador.com

País de murales

Las sociedades hablan a través de sus muros. La nuestra también. Por suerte, en ellos no todo es alambre espigado y publicidad. En los últimos años se viene produciendo, de forma casi inadvertida, una corriente de “muralismo” que expresa los sentires de la gente. Rachel Heidenry,una becaria Fulbright, ha recorrido buena parte del país fotografiándolos. Su trabajo está produciendo el registro más completo del muralismo salvadoreño.

Cuando se habla de “muralismo” se piensa de inmediato en el movimiento mexicano que tuvo lugar a principios del siglo XX. Recogiendo el legado cultural prehispánico, artistas como Diego Rivera y José Clemente Orozco usaron las fachadas e interiores de edificios públicos para exaltar los triunfos de la Revolución mexicana, y darles protagonismo a indígenas, campesinos y mestizos.

El muralismo en El Salvador comenzó a tomar auge tras el fin de la guerra interna. Desde luego que antes de 1992 hubo murales, pero fue hasta después de esa fecha que comenzó a configurarse una tendencia gráfica y artística en la que participaron tanto artistas de la elite como artistas populares anónimos. Esto es explicable. El muralismo que no tiene funciones decorativas, sino que sirve para plasmar la memoria y los conflictos que se viven, solo es posible en sociedades abiertas. Y fuera de algunos momentos excepcionales, el siglo XX salvadoreño estuvo marcado por la represión y la intolerancia.

Rachel Heidenry ha viajado de oriente a occidente, y de norte a sur, cazando murales producidos por artistas populares, en Quezaltepeque, Santa Ana, El Paisnal, Arcatao, Perquín y La Palma, entre otros lugares. Su registro incluye los trabajos de artistas y colectivos más tecnificados, como el que se aprecia en la pared principal del mercado San Miguelito, en San Salvador, sobre la avenida España, o el que puede verse al final de la avenida Constitución, en dirección norte, dedicado a las migraciones.

A menudo decimos que El Salvador es un país sin memoria. Esto no es completamente cierto si vemos el enorme esfuerzo de decenas de comunidades organizadas en el interior del país, que utilizan los muros para fijar eventos que marcaron sus vidas.
En muchos casos los murales están asociados a la religiosidad popular y son parte de un esfuerzo consistente para dejar huella de las injusticias y colocar de manera visible a las personas que encarnan su dolor y esperanza. Para el caso, en la iglesia de Arcatao los misterios del Vía Crucis se ilustran con dibujos que rememoran los sacrificios que vivió aquella comunidad chalateca.

El personaje más invocado y representado es Óscar Romero, el obispo mártir. Su figura aparece en innumerables lugares. En Perquín, Morazán, ocupa la posición central en una colorida y bien elaborada versión de La última cena, rodeado de hombres y mujeres de razas diversas. El sacerdote Rutilio Grande, asesinado en 1977, es otro de los personajes más reiterados.

Los murales han comenzado a plasmar también una realidad nueva: el deterioro del medio ambiente. Esto es evidente en municipios predominantemente rurales y donde existen conflictos por el uso de los recursos naturales. Por ejemplo, en Cabañas, el rechazo a la minería ya se expresa en murales. Existen también murales que exaltan las tradiciones culturales y el sacrificio de los que migran a Estados Unidos. El muralismo salvadoreño, por supuesto, no se agota en estos ejemplos.

Rachel Heidenry hizo en 2011 su tesis de grado sobre el muralismo de El Salvador. Ese mismo año obtuvo una beca Fulbright para continuar sus investigaciones. A partir del 28 de abril presentará fotografías sobre sus hallazgos en el Centro Arte para La Paz, en Suchitoto.

Blog Talpajocote

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