Una entrevista desconocida en su paso por Perú

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Historia secreta de una entrevista

El diálogo sí se produjo y lo publicó el diario “La Prensa” el cinco de agosto de 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, con el sencillo título de “Con Orson Welles”. Para garantizar la veracidad de la entrevista, Tealdo publicó una fotografía del cineasta y un autógrafo que dice: “For La Prensa with every good wish. Sincerily, Orson Welles” (Para La Prensa con los mejores deseos. Sinceramente, Orson Welles”. Si consumieron pisco sour, aparentemente no fueron muchas rondas porque Tealdo consiguió que su entrevistado le respondiera las preguntas ue formuló. Además, logró que testificara con su puño y letra que había conversado con él.

George Orson Welles (1915-1985) no llegó a Lima a rodar una película ni mucho menos. Venía de Río de Janeiro, donde se embarcó en un proyecto para filmar un documental sobre el carnaval, en parte por encargo del gobierno de los Estados Unidos que buscaba una acercamiento con los países latinoamericanos, en parte interesado por el fenómeno de la samba que movilizaba a millones de brasileños. Pero la aventura resultó un fracaso. “No me gustó”, le dijo a Peter Bogdanovich, en una entrevista que aparece en el libro “Ciudadano Welles”: “Me encanta la samba pero no quiero irme a vivir a América del Sur, la parte del mundo que ocupa el último lugar entre mis preferencias”. Curiosamente, había venido América del Sur por encargo de las autoridades de Washington para filmar películas con el propósito de atraer a los norteamericanos hacia esta parte del continente (ver la entrevista completa al final).

Alfonso Tealdo estaba muy bien informado sobre Welles, y no sólo respecto a su carrera cinematográfica, que arrancó con el clásico “Ciudadano Kane», que estreñó un año antes de venir a América del Sur. Además, el periodista peruano sabía que Orson Welles era una celebridad desde que el 30 de octubre de 1938 emitió desde una radioemisora de Nueva York una adaptación del libro de Herbert George Welles, “La guerra de los mundos”, como si se tratara de un reporte noticioso, lo que hizo creer a los espantados radioyentes que los extraterrestres habían invadido el planeta. Por eso, Tealdo comenzó así la entrevista:

“¡Orson Welles! El hombre que hizo temblar a Nueva York. Aquí está, señores.

“—Whisky and soda?

“–¡No! Peruvian drink.

“–¡Pisco sour!

“Trago peruano”.

El director estadounidense en ese momento era conocido porque detestaba a la prensa y a los periodistas. Sin embargo, Tealdo había conseguido entrevistarlo y tomarse algunos tragos con él. El periodista dominaba el inglés, así que eso pudo haberlo ayudado mucho para acercarse a Welles, aunque también debe haber contribuido mucho que Tealdo supiera que el director de “El Extraño” (1945) tenía debilidad por las bebidas espirituosas y exóticas, como el pisco sour.

“No sé cómo hizo mi padre para conseguir la entrevista. Debió ser porque es muy insistente y caía bien a todo el mundo”, explica Ana Rosa Tealdo, la hija mayor del periodista: “Él me contó que le pareció que Welles le pareció una persona maravillosa”.

Lourdes de Rivero, la viuda de Alfonso Tealdo, relató que luego de la entrevista con Orson Welles, a pesar de las copas que tenía encima, cumplió con entregarla a “La Prensa”. “Cuando despertó al día siguiente, Alfonso creyó que se había olvidado de escribirla. Salió a comprar el periódico como era su costumbre y se dio con la sorpresa de encontrar su entrevista publicada. Había bebido tanto con Orson Welles, que había olvidado que al salir del hotel Bolívar se dirigió a ‘La Prensa’ para pasar a limpio la entrevista”.

Julio Higashi, amigo, compañero de trabajo y cómplice de bohemias de Alfonso Tealdo en “La Prensa”, dijo que se había inventado muchas historias sobre el afamado diálogo con Welles. “Muchos hablan de esa entrevista pero muy pocos la ha leído, por eso circulan demasias especulaciones sobre cómo la consiguió”, declaró: “Yo creo que esa insistencia con la que Alfonso se afanaba para obtener lo que se proponía fue decisiva para abordar a Welles. Era un periodista muy preocupado por tener toda la información necesaria sobre su entrevistado. Desde el primer día que sabía que entrevistaría a alguien, se empapaba al máximo del tema. Hacía un seguimiento a fondo del personaje, no quería que lo sorprendieran con algún dato que no sabía”.

No se trata de una entrevista común y corriente de pregunta y respuesta. Debido a la dimensión de Orson Welles, Tealdo anotó cortas pero eficaces pinceladas descriptivas de su entrevistado, lo que permite al lector sentir como si tuviera al frente al director de cine.

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“Saco azul a rayas blancas, pantalones plomos, camisa blanca a rayas negras, corbata roja. Igual a todos. Aire mongólico en los ojos. Acciona como un títere. Pro no es un títere. Es un hombre excepcional. Profundamente sincero. Cuando usted le dice:

“El Ciudadano (Kane) es la mejor pel´picula que se ha hecho en los Estados Unidos.

“Él responde:

“–¡Yes!

“Sin que le brillen de vanidad los ojos. Y es verdad. Naturalmente, usted no estuvo entre los que se salieron cuando se exhibió esa magnífica película. Usted comprendió hasta el último centímetro de celuloide. ¿Verdad?”.

Welles había estrenado, como director y actor, el clásico «Ciudadano Kane», a la que siguió, en el mismo año que estuvo en Lima, «Los magníficos Ambersons» (1942), película a cuya productora denunció por haber manipulado el contenido, de allí que le tuvo poco afecto. También emprendió otros dos proyectos en 1942, «It’s all true», que no alcanzó a culminar por discrepancias con la compañía cinematográfica, y «Tanks», que jamás se proyectó. Entonces Orson Welles se hundió en un periodo de conflictos, insatisfacción y hartazgo. Recién después de tres años presentaría «El extraño» (1945), la historia de un criminal nazí, muy ajustada a la época.

De acuerdo con la biógrafa de Orson Welles, Barbara Leaming, dejó Río de Janeiro el 29 de julio de 1942 y luego hizo una escala en La Paz, Bolivia, por lo que debe haber llegado a Lima en los primeros días de agosto, porque la entrevista que concedió a Alfonso Tealdo apareció el cinco de agosto en «La Prensa». Welles había salido de Brasil «con la sensación de haber sido alcanzado por un rayo», dice Leaming. De modo que no debió ser fácil para Tealdo animarlo a decir algunas palabras. Aquí debió cumplir un papel importante el «pisco sour».

Alfonso Tealdo Simi (Lima, 15 de agosto de 1914-31 de julio de 1988), es uno de los periodistas más influyentes de la segunda mitad del siglo pasado. Fundó publicaciones que sacudieron los esquemas de su época, como «Equipo» (1947), «Gala» (1948), «Ya» (1949), «Pan» (1949) y «El Diario» (1961). Su prosa era incisiva, su verbo ágil y avispado y su estilo deslumbrante. De inclinaciones políticas controversiales, atacó a Pedro Beltrán Espantoso y a su periódico «La Prensa», para luego escribir en «La Prensa» y sacar el diario vespertino «El Diario» con financiamiento de Beltrán. Y en 1976, Alfonso Tealdo aceptó el encargo del dictador Francisco Morales Bermúdez de dirigir «El Comercio», cuando este periódico se encontraba sometido al régimen.

En su conocida columna «El Mirador», bajo el título de «Yo no soy nazi», el 26 de mayo de 1944 explicó entonces su posición política. «Yo no soy nazi porque no soy alemán. Yo, tampoco, soy fascista, no obstante el 75 por ciento de mi sangre, porque esencialmente la sangre es el suelo donde uno nace y yo he nacido en el Perú. Yo no soy filatélico y a mi nunca me ha gustado ponerles etiquetas a mis ideales políticos y a mis creencias sociales», escribió: «No soy, de otra parte, un pesiminista que no cree en nada, pero tampoco un optimista que cree en todo».

Paralelamente incursionó en la radio, instalándose como columnista de los programas noticiosos de las emisoras Libertad, Central y Panamericana, donde se le presentaría la oportunidad de conducir «Ante el público», en Canal 13, y «Pulso» y «Tealdo pregunta», en Canal 5. Pronto se convirtió en el mejor, el más respetado y más temido entrevistador. El periodista Hernán Velarde, en su libro «El cronicante: reportajes y narraciones», abordó a Tealdo en plena fama y le preguntó su ardoroso estilo: «–¿Aceptas el título de verdugo de la televisión?–. Me mira con algo que puede ser traducido como: ¿Quispe, están Huamán?. –Me friegan las interpretaciones bastardas. La mía es una línea especial de entrevista, que se opone absoluta y terminantemente a que el elntrevistado retenga la palabra, como el mal futbolista retiene la pelota: no hay en mi actitud ninguna pretendida crueldad mental ni otra paparrucha por el estilo».

Aficionado al boxeo desde adolescente, probablemente el deporte de los puños lo habituó a desafiar frontalmente a su oponente cada vez que lo tenía al frente para interrogarlo. «Él fue el iniciador de ese tipo de entrevistas», explica la viuda del periodista, Lourdes De Rivero, sobrina del ex presidente José Luis Bustamante y Rivero: «Antes, cualquier bromista te hacía cualquier cosa. Alfonso era culto e inteligente, y con mucho sentido del humor, con el que se ganaba la simpatía del entrevistado. Al final, él sabía más que el propio entrevistado. Discutía mucho porque sabía bastante del tema».

Su hija Ana Rosa Tealdo relató un día habitual de Alfonso Tealdo: «Era un hombre muy dedicado a su trabajo. A mí me llevó varias veces a la redacción porque le gustaba compartir lo que hacía. Le gustaba comprar los periódicos muy temprano. Era el primero en abrir los paquetes que llegaban a los quioscos. Mi padre era un hombre muy sencillo, algo que mantuvo incluso cuando lo nombraron director de El Comercio. No recibía regalos de nadie y tampoco se aprovechó de su puesto. En esa época continuó manejando su viejo Volkswagen».

A pesar del éxito que alcanzó como director, editor, columnista y entrevistador en radio y televisión, Alfonso Tealdo siempre destacó el episodio de la entrevista con Orson Welles como uno de los mejores de su carrera. Será por los piscos sour que liquidó con el director de cine. O porque consiguió sorprender al gigante de la cinematografía con peculiares preguntas. Como en el siguiente fragmento:

«Los ojos se prolongan en arrugas cuando piensa.

«–¿Cree usted que hay vida en Marte?

«Y ríe estrepitosamente. Como un muchacho.

«–¿Y entre nosotros, aquí, en la Tierra?

«Y se quedó callado, dramáticamente.

«–Y ese famoso pánico, allá en Nueva York, cuando usted transmitió una audición, simulando que los marcianos nos habían invadido, ¿a qué lo atribuye usted? ¿A la técnica de la radio o al carácter del hombre norteamericano?

«–¡Protesto!

«Él cree que cada pueblo está dominado por un instrumento. En estados Unidos es la radio y nada más.

«–Aquí, en el Perú… ¿Cree usted?

«Y él nos dijo que sí.

«Y ríe. Marte, para él, es su principal motivo de risa.

«–Yo le hice un gran daño a la radio –nos dice–. Antes de mi obra sobre la invasi´pon de los marcianos, se creía que era verdad lo que la radio decía. Después, no.

«–¿Y usted estaba seguro de provocar un pavor colectivo de esas proyecciones?

«–Sí.

«–¿Por el carácter del pueblo norteamericano? ¿O por…?

«–¡Protesto!».

A Alfonso Tealdo le disgustaban las frases gradilocuentes, en particular si se trataba de hablar de la profesión de periodista. Así que es mejor citar lo que escribió en su columna «El Mirador», en «La Prensa», el 22 de abril de 1944: «Se nace para muchas otras desgracias, pero no se nace para ser periodista». No hace falta ni una palabra más.

Taller de Periodismo de Investigación de la UPC

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