Alberto Fuguet: hurgando en la oscuridad del escribir

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Alberto Fuguet: «Me interesa más el mal escritor muerto que el bueno y correcto»

Cuando cumplió 40 años, el uruguayo Gustavo Escanlar escribió un cuento. Era uno de los autores con más pólvora reunidos por Alberto Fuguet en esa antología provocadora titulada McOndo. Y había sido una de las estrellas hardcore del Congreso de Literatura Joven de Madrid en 1998. Pero Escanlar se había alejado de la literatura y estaba en una carrera de excesos, farándula y escándalos bajo los focos de la TV.

El cuento se titula Cuarenta y allí dice: “Una tarde, mientras la esperaba en la cama, vi mi imagen reflejada en el espejo. La cara de la desgracia. El viejo Onetti sin el talento del viejo Onetti (…) Uno llega a ese estado de frigidez y congelamiento que llamamos vida cotidiana por miedo. Miedo a mis padres, a los maestros, a la policía, a los profesores (…). Miedo al ridículo, a la exclusión, a la marginación, miedo a que nadie quisiera bailar conmigo en las fiestas de quince (…). Miedo a quedarme sin trabajo, miedo a no tener casa, miedo a no tener guita… No sé si dormirme de nuevo, si pegarme un saque o suicidarme. Me pego un saque. Hay quien dice que eso es suicidarse lentamente. Me pongo a escribir. Escribir es todo lo contrario. Es la única chance que tenemos los cagones de llegar a ser eternos…”.

Gustavo Escanlar murió ocho años después, en 2010, de un ataque al corazón. “Es el primer McOndo que cae”, le escribió entonces Edmundo Paz Soldán a Fuguet. “Quedé con la boca abierta”, recuerda hoy Fuguet, “y sentí que tenía que escribir algo”.

Lo hizo: viajó a Uruguay, se entrevistó con amigos, familiares y la viuda de Escanlar, y preparó un perfil para Los malditos, antología editada por Leila Guerriero y la UDP sobre escritores malditos latinoamericanos. Después publicó una edición sin cortes en su libro Tránsitos. Ahora la lanza en forma individual, más  agregados y fotos, con el título Todo no es suficiente.

El libro no es sólo el perfil de Escanlar, suerte de Bukowski televisivo,  amigo de dealers y prostitutas: es también sobre la búsqueda y las emociones del cronista. “Fui tras un escritor y volví salpicado de sangre, algo asqueado. Perseguí un espectro que seguía vivo y, como en vida no se dejaba atrapar, huía, se escapaba”, escribe Fuguet. Muchos de los entrevistados se arrepintieron, entre ellos la viuda, Leonora Navatta.

Esto partió como un texto de encargo para el libro Los malditos, pero terminó como algo muy personal. ¿Cómo fue el proceso?

Yo conocí a Escanlar y le tuve simpatía. No sabía en lo que se había convertido, pero después sentí que tenía como una misión. Me encontré con un mundo frikeado y con lo peor de la tele. Pero sentí que por ser uno de los Macondos tenía que salvarlo y tenía que hacer un texto más personal.

¿Está detrás su interés de hacer un mapa literario?

Se dice que un escritor tiene que publicar cada tantos años y estar en los  bestsellers, pero la tarea de un escritor también es rescatar a otros, armar un mapa: quiénes son tus pares, quiénes son tus referentes. Este tipo hacía falta en América Latina, porque era valiente, era loco, no sabía lo que estaba haciendo, era autodestructivo, tanto que se destruyó como escritor, luego como apellido y como persona.

En sus inicios, ustedes tuvieron cosas en común.

Sí, pero yo nunca he sido tan loco como él. Si tu sacas un libro titulado Oda al niño prostituto, que fue su primer libro, estás frito en el mundo literario. Nadie te va a tomar en serio; tal vez los freaks, pero en Uruguay no hay tantos freaks. Yo escribí contra García Márquez, pero después me calmé. Pero Gustavo dale y dale contra Benedetti. Y no podís dedicarte toda la vida a odiar.

Ud. nunca fue tan frontal.

Yo siempre he sido chico bueno, y lo único que quería era que el cura (Valente) me aplaudiera, que Arturo Fontaine presentara mis libros. Igual yo fui al taller de Donoso y Skármeta. Escanlar inventó un mundo más border del que había en Uruguay. Y se fue al chancho, sin calcular nada.

¿Qué sintió en la investigación?

Me sentía detective, me preguntaba qué pasaría si yo estuviera muerto, qué diría la gente, y poco a poco me di cuenta que yo era la albacea de él. Que esto iba más allá de Los malditos, que había que protegerlo, porque había un escritor ahí, que se equivocó.

Ud. pensó que haría una viaje literario, pero fue muy distinto.

La moraleja es que con los medios no se juega. Si este libro lo lee un escritor joven, le diría que tenga cuidado con la tele, que tenga cuidado con Twitter, que tenga cuidado con los medios y la fama y la plata. Todo eso es peligroso, no sólo para tu carrera y tu imagen, sino para tu vida.

La fama lo trastornó…

Si me trastorno ser famoso por los libros,  imagínate ser famoso a nivel mediático como polémico y que todos hablen de lo que haces.

Y también la droga.

Los excesos, el quererlo todo, no saber lo que quería. Me pareció fascinante y tristísimo que nunca se calmó; era como el comercial de las baterías: se iba consumiendo a sí mismo. Sí creo que es uno de los más brillantes. Me interesa más un mal escritor muerto que un escritor bueno y correcto que haya  ganado premios. Creo que a nivel literario va a ir creciendo y tiene más energía que muchos.

El libro va a rescatarlo.

Yo quería ayudarlo, pero el texto nunca se conoció en Uruguay. Volví a Montevideo el año pasado y se estaban armando leyendas de que  había sido censurado. Hablé con un editor uruguayo y lo rechazó: estaba reeditando a Escanlar y por acuerdo con la viuda, no podía publicar mi texto. Ahora sale por Alfaguara. Me gusta como quedó, convive bien con Missing. Creo que Gustavo podría ser un personaje mío.

La Tercera

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