Falleció el escritor Néstor Taboada Terán el 8 de junio

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El prolífico escritor, novelista, historiador, periodista y docente universitario Néstor Taboada Terán falleció anoche en Cochabamba, causando conmoción en sus familiares y seguidores y dejando tras de sí un legado de 128 libros escritos.

Taboada Terán tenía 87 años de vida y estaba internado en la Clínica Belga, atendido de una infección urinaria, pues además sufría de problemas del corazón y padecía diabetes.

Hace dos días, el escritor fue dado de alta y trasladado a un departamento en el centro de la ciudad (vivía en Sumumpaya, Colcapirhua), pero anoche cerca de las 19:00 el eximio escritor dejó de respirar, según relató anoche entre lágrimas Alcira Novillo, su segunda esposa, quien lo acompañó durante los últimos 15 años.

Los restos de Taboada Terán son velados en la sala de sepelios Samay Huasi (México entre Hamiraya y Tumusla), donde se esperaba la visita de los dolientes. El entierro está previsto para mañana, aunque, hasta anoche, no se decidió la hora ni el lugar, y se comentaba que probablemente las autoridades le conferirían algún sitio de honor en el Cementerio General.

Sin embargo, según su viuda y su hijastro, Carlos Miranda Novillo, el historiador y escritor vivió sus últimos días casi olvidado de las autoridades, sin seguro de salud y con una renta de 550 bolivianos, fruto de la jubilación por una de sus docencias universitarias.

Durante sus últimos días, según relata su viuda, Taboada Terán recopilaba más pruebas para sustentar su libro “Salvador Allende. ¡Mar para Bolivia!”, editada por Kipus, y la que expone que el expresidente chileno ofreció al país una salida soberana al Pacífico.

También había recibido una oferta de la editorial Planeta para la impresión de otros 3.000 ejemplares de su novela Ollantay.

Se desconoce en qué quedará este preacuerdo.

“Fue un gran hombre. Él siempre decía ‘Mi espada es la pluma’. Lástima que las autoridades no lo hayan ayudado en sus últimos días”, lamentó Miranda, a tiempo de mencionar la variedad de reconocimientos que obtuvo, pero que no le sirvieron en sus últimos días.

La primera esposa de Taboada Terán falleció hace tiempo, lo mismo que su hija Ekaterina. Sus otros dos hijos viven en el extranjero: Varinia en Francia y Camilo en Buenos Aires.

Unas 128 obras en su haber, desde novelas hasta historia

Néstor Taboada Terán, según documentos mostrados por la familia, nació en La Paz el 8 de septiembre de 1927. Trabajó en su juventud como linotipista en imprentas hasta llegar a ser periodista de varios diarios. Dirigió también revistas culturales.

Fue miembro de la Academia Boliviana de la Lengua. Varias de sus obras han sido traducidas al inglés, francés, italiano y alemán.

Además, asumió como faja de honor de la Sociedad Argentina de Escritores, Caballero de Honor de las Artes y Letras de Francia, Premio Nacional de la Academia Boliviana de la Lengua y Premio Nacional de Cultura (2008). También logró el Premio Nacional de Novela por su obra La Virgen de los Deseos (2008), además de una docena de distinciones internacionales.

También ocupó varios cargos públicos, todos relacionados con actividades culturales.

Tiene más de 128 obras en su haber. Las más conocidas son El precio del estaño (1960), Indios en rebelión (1968), El signo escalonado (1975), Manchay Puytu: el amor que quiso ocultar Dios (1977) y Angelina Yupanki: marquesa de la conquista (1992) y el célebre ensayo Salvador Allende: Mar para Bolivia (2004).

Los Tiempos

En memoria de Néstor Taboada Terán

No he conocido hasta hoy una inclinación por las letras como la de Néstor Taboada Terán, ni una abnegación y amor tan grande como el de Alcira Novillo. Néstor conoció el olor a imprenta como linotipista, pues era obrero gráfico, pero, al calor de la política, escribió más de un centenar de libros todos alineados en posiciones de izquierda y de denuncia en las cuales no siempre coincidimos, pero me merecen el máximo respeto.

Recuerdo las noticias clandestinas que llegaban cuando la dictadura banzerista: que a Néstor “lo habían fajado” en Buenos Aires. En realidad, era una mala broma, pues le habían concedido la Faja de Honor por ser el autor del libro más vendido en la Feria de esa hermosa capital, editado por Sudamericana.

Las librerías tenían los escaparates llenos de libros de ajedrez, por mandato de los paramilitares de extrema derecha, que continuamente efectuaban requisas. Un buen día encontré a un costado de la vitrina de Los Amigos del Libro dos títulos de escritores bolivianos: «El último filo», de Renato Prada, y «El signo escalonado», de Néstor Taboada. Compré los dos y quedé deslumbrado por el enorme salto que había dado la literatura boliviana que yo conocía.

Quizás por ese influjo, cuando llegó a Cochabamba luego de haber sido decretada la amnistía, fui a recibirlo al viejo aeropuerto y lo invité a pasar la noche en mi casa, donde esperaba un grupo de amigos. Fue una jornada memorable, porque festejamos al escritor boliviano como se merecía, luego se acostó y al día siguiente se fue a su casa, que quedaba en la calle Ladislao Cabrera. Fue un impulso romanticón y juvenil, pero gracias a Néstor pude llevarlo a buen término.

Me lo encontré en la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, deseoso de que le aprobaran una pensión vitalicia por casi ochenta años de dedicación a las letras comprometidas. Al final, no pudieron hacerlo y, en todo caso, la pensión sería muy estrecha, no obstante que insistí varias veces en que debería darse una pensión vitalicia similar a la de un ex Presidente a todos los Premios Nacionales de Cultura, que son pocos y se nos están muriendo.

Ir y venir cada miércoles minaba su salud, cosa frecuente para quien sube y baja a la altura de La Paz, y por fin dejó la consejería  y se retiró a Cochabamba. Justamente Alcira Novillo me insistió en que no le faltaba nada pero él se empecinaba en viajar a La Paz porque tenía la intención de escribir sus memorias, quizá como obra última o póstuma. No sé si la vida le dio tiempo para eso, pero tenía mucho que contar como protagonista desde los años 40 hasta nuestros días. ¡Tremenda época que le tocó vivir!

Hoy sólo se puede decir, nada más ni nada menos, que murió escribiendo, que es el consuelo más grande para Alcira, porque no dejó de escribir desde que fuera obrero gráfico, y luego pudo cultivar la amistad de connotados escritores latinoamericanos, entre los cuales están Pablo Neruda y Eduardo Galeano, y políticos como Salvador Allende, para decir lo menos.

Néstor se nos fue pero quedó de él una obra copiosa que marca cerca de ochenta años de literatura boliviana.

Correo del sur

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