Posporno: Una performance en una universidad argentina revive debates que revelan incomprensión e ignorancia

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«En  la vereda de enfrente a estas producciones eróticas y pornográficas masivas, emerge la postpornografía como una plataforma autogestiva de producción, distribución y consumo que intenta visibilizar las experiencias sexo-disidentes plegadas a la experimentación erótica de los cuerpos y desafiar lo que el discurso hegemónico del porno había vuelto decible respecto al sexo y los géneros. Desde una perspectiva feminista, en la postpornografía se muestran corporalidades declaradamente artificiales, híbridas, tecnológicas; al tiempo que se indaga en la multiplicidad de placeres posibles en nuestra sexualidad. Cuerpos que juguetean con lo cyborg, con lo andrógino, lo post-genérico, se vinculan entre sí para entregarse libremente a la experimentación sexual al tiempo que incorporan a sus discusiones y prácticas aquello que acontece en la corporalidad y la sexualidad de personas trans, gordxs, con diversidad funcional, entre otros. Como consecuencia, las representaciones creadas allí no trabajan sobre la correspondencia entre sexo, género y práctica sexual, sino que experimentan una autorización plena al juego y la libre combinación entre estos tres elementos»

(Extraído de «50 sombras del Postpono»)

En la noche del miércoles 1 de julio se llevó a cabo en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, una performance que como parte del proceso de investigación sobre género y nuevas sexualidades incluyó prácticas sexuales diversas en los espacios de circulación. Inscripta en el marco de la tradición conocida como «Posporno» que nace de las teorías post feministas, la misma pretende desmontar las éticas y estéticas heteronormativas, los roles sexuales instituidos y la construcción de los cuerpos de acuerdo a formas de deseo culturalmente cristalizadas. Si la pornografía refiere a un negocio, a una jerarquía de los cuerpos, a modos legitimados de la sexualidad, a la privatización del placer y a un modo de explotación, la pospornografía contrapone la liberación de las prácticas, reivindica el goce para los cuerpos dejados de lado por la industria del porno y la sexualización de los espacios públicos.
Dos preguntas que en general no se han hecho sobrevuelan el debate: ¿Qué espacio más pertinente que el universitario para proponer debates, disrupciones y combates a los culturalmente cristalizado? ¿Cuál es hoy la potencia transformadora real de una performance como esta?
Lo que sigue es una nota que ejemplifica el modo en que los medios masivos construyeron la idea de «escándalo» a propósito de la misma, la reacción de la agrupación de izquierda que conduce el centro de estudiantes de la facultad, el comunicado oficial de la dirección de la casa de estudios y una reflexión en relación con los sentidos culturales de tales reacciones

Escándalo por una performance porno en una facultad de la UBA

Una actividad extracurricular llamada “Miércoles de Placer” relacionada con el porno revolucionó ayer las aulas y los pasillos de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires: la performance con actores incluyó escenas de sexo explícito entre cinco personas sobre un escritorio, prácticas sadomasoquistas y sexo grupal, frente a cientos de alumnos y profesores que reaccionaron con sorpresa e incredulidad.

La performance fue ayer a las 19.30 en el hall central de la Facultad, frente al aula 8, a la vista de todos, según relataron los testigos. Se trata de un ciclo temático de varias jornadas sobre el “posporno”, en el que se discute los nuevos formatos de pornografía, con especialistas, conferencias y debates en la sede ubicada en el barrio de Constitución de la Facultad.

Uno de los participantes defendió la actuación como “un grupo de personas que estaban dando y recibiendo placer, en un ámbito político”. La Facultad de Ciencias Sociales aclaró que el ciclo cultural “Miércoles de placer” está organizado por el área de “Comunicación, géneros y sexualidades”, integrada por investigadores, docentes y estudiantes de la casa de estudios.

Las autoridades de la Facultad aclararon, además, que no fueron informadas acerca del contenido de la actividad del día de la fecha y que no existía autorización alguna para su realización en los espacios de libre circulación: “Se citará a los responsables del área y se establecerán las sanciones correspondientes”. Desde el rectorado de la UBA dijeron: “no sabíamos nada y nos sorprendió”.

Alberto Barbieri, rector de la Universidad de Buenos Aires, se refirió al escándalo provocado la performance pornográfica en declaraciones a radio Mitre: «Los responsables deberán dar las explicaciones del caso, en qué se basan desde el punto de vista académico y científico para hacer esto”, afirmó Barbieri. Y anunció que la UBA seguirá los mecanismos formales para aclarar el asunto.

También el minstro de Educación de la Nación se refirió a la performance realizada en Sociales. “No es el ámbito para estas prácticas”, dijo Alberto Sileoni. “Se puede discutir el concepto de posporno, hasta académicamente. Pero este tipo de prácticas no ayudan, confundieron el lugar con el objeto de lo que querían transmitir”, afirmó el ministro.

Y, como era de esperarse, el tema se apoderó de las redes sociales. El hashtag #fsoc estuvo presente en una inmensa cantidad de tuits. En las redes sociales hubo lugar para todo: desde la indignación a la defensa de la performance, sin dejar de lado, por supuesto, el humor.

En tanto, desde el Centro de Estudiantes acusaron a Carta Abierta, la agrupación de intelectuales ultra K, de estar detrás de la organización del evento. Nahuel Fernández, presidente del Centro de Estudiantes de Sociales, dijo que “lo organizó NEXO, que es la organización que dirige la carrera de Comunicación y que pertenece al espacio político de Carta Abierta”.

Clarín

La gestión que coje, mea y no limpia

Aclaración sobre la performance “Posporno” en Sociales
Nuestra facultad está en los medios de comunicación debido a la actividad “Posporno”, organizada por la dirección de la carrera de Comunicación que conduce la agrupación NEXO del decano Glenn Postolski.
El “Posporno” podría haberse desarrollado en la dirección de la carrera, en el auditorio o en la oficina de cualquiera de sus funcionarios-organizadores. Otra opción era usar las mesas de La Cámpora o La UES, las agrupaciones que coordinan cotidianamente su actividad con la gestión de Sociales.
Sin embargo, la actividad se montó sobre las mesas de las fuerzas de izquierda que conducen el Centro de Estudiantes. Queremos decir que no solamente no nos consultaron sino que, después de orinar y eyacular sobre nuestros materiales, no limpiaron y dejaron preservativos usados acompañados por proclamas contra el Centro, sus espacios de organización y de gestión.
A la gestión le gusta provocar pero sería más positivo que coloque su libido en resolver los problemas que tenemos los estudiantes, docentes y trabajadores no docentes de Sociales.
UJS – PARTIDO OBRERO
Presidencia del Centro de Estudiantes de Ciencias Sociales

Fuente: Facebook Conducción del Centro de Estudiantes

Sobre la actividad artístico política Posporno en la Facultad de Ciencias Sociales

La Facultad de Ciencias Sociales de la UBA ratifica hoy que las actividades realizadas en el marco del ciclo cultural Miércoles de placer fueron organizadas por el Área de Comunicación, géneros y sexualidades de la Carrera de Ciencias de la Comunicación, integrada por investigadores/as, docentes y estudiantes de la casa de estudios.

El área en cuestión trabaja temáticas referidas a los géneros y las sexualidades desde 2012, con una perspectiva crítica que problematiza las visiones hegemónicas al respecto. Desde entonces, lleva desarrollados una gran cantidad de debates e intervenciones performáticas. En este caso, la actividad Posporno fue programada, al igual que las anteriores, en un espacio áulico cerrado como una intervención artística de vanguardia acompañada de debate académico.

La universidad pública constituye un ámbito de libertad irrestricta, pluralidad ideológica e intercambio permanente de ideas. Se trata de una comunidad integrada por personas adultas que asisten a cada aula, auditorio o espacio de uso público con pleno conocimiento de los contenidos de cada propuesta.

Se desmienten enfáticamente las versiones que señalaron la presencia de menores de edad y se niega cualquier direccionalidad partidaria de un hecho que pretendió tener un sentido artístico, político y académico.

Finalmente, las autoridades de la Carrera de Ciencias de la Comunicación y de la Facultad de Ciencias Sociales lamentan si se hirió alguna sensibilidad al haberse desarrollado una parte de la actividad fuera del espacio inicialmente asignado.

Secretaría de Proyección Institucional
Facultad de Ciencias Sociales (UBA)

Academia, libido y vergüenza

Por Rafael Blanco

Al igual que ayer después de la performance en la Facultad de Ciencias Sociales, cuando en 2012, en la Universidad de la Plata se decidió que los baños no tendrían más género, hubo intensas polémicas periodísticas y en las comunidades académicas: debates en torno a la naturalización de las relaciones sociales y las tensiones entre lo que es público, lo privado y lo íntimo en la vida universitaria. En este ensayo, el doctor en Ciencias sociales y miembro del área de Comunicación, Géneros y sexualidades de la UBA Rafael Blanco reflexiona sobre cómo, desde ayer, esta compleja relación se tramó de nuevo a partir de un significante insistente: el de vergüenza.

Hace cinco años, haciendo entrevistas para una investigación acerca de la cotidianidad universitaria, una estudiante de Psicología me dijo que era necesario -retomando una reflexión de Michel Foucault- “libidinizar el espacio universitario”. Ese comentario me resonó ayer cuando se llevó a cabo una actividad denominada “Posporno”, como parte del ciclo denominado “Miércoles de Placer” que se realiza periódicamente desde el año 2012 en la Facultad de Ciencias Sociales de de la UBA organizada por el Área de Comunicación, Géneros y Sexualidades. La décima edición de este ciclo contó con dos partes: una performance en espacios de tránsito de la Facultad a cargo de artistas activistas y del grupo español “PostOp” y posteriormente un debate, de hora y media de duración, entre quienes integran ese colectivo y estudiantes, investigadores/as y docentes de la Facultad.

Lo que circuló acerca de los propósitos y del marco en que se realizó la actividad en redes sociales, medios de comunicación y el boca a boca es una versión simplificada. La intervención artística, que como toda manifestación es plausible de ser juzgada en términos de gusto (“eso no es arte”, “me gustó”, “me pareció de más”, “es de mal gusto”, “no me dijo nada”, “me pareció como de los ochentas”, “del Di Tella” y otros juicios que se comentaron en estas vertiginosas horas), dio lugar a debates hasta ahora incipientes de la vida universitaria. Pareciera que ayer la sexualidad entró a la universidad, allí donde no estaba. Pero lo cierto es que la relación entre universidad y sexualidad es estrecha, y no se limita al hecho puntual de ayer como dan cuenta otros acontecimientos similares.

En el año 2009 parte de la comunidad académica de la carrera de Sociología de esa misma Facultad junto con un colectivo de artistas realizaron una intervención artístico-política denominada “Baño Revolution”. Esta consistió en modificar los cásicos íconos que indican la identidad femenina o masculina de los baños de una de las sedes de Ciencias Sociales, remplazándolos “por una multiplicidad de coloridas siluetas” diferentes de las conocidas, con el propósito de desnaturalizar “la binariedad impuesta”, y buscando así transformar “los baños en espacios de una universalidad que pretendía incluir todos los cuerpos y todos los géneros” en la facultad (Aguilar et al., 2009: 20). En 2012, por decisión de las autoridades de la Facultad de Periodismo y Comunicación de la Universidad Nacional de La Plata, “dejaron de existir los baños separados” por géneros: el comunicado institucional señala que “a partir de hoy, lunes 4 de junio, no existirán baños separados para varones y mujeres, sino que ahora serán en forma indistinta para varones, mujeres y para lo que cada uno decida y quiera ser”. Ambos hechos dieron lugar a intensas polémicas periodísticas y en las comunidades académicas respectivas, que se desarrollaron en distintos registros: desde el debate de ideas al agravio, en torno a la naturalización de las relaciones sociales y las tensiones entre lo que es público, lo privado y lo íntimo en la vida universitaria

Esta compleja relación se tramó de nuevo desde ayer a partir de un significante insistente: el de vergüenza. Fue usado como hashtag (#verguenzaFsoc), en intervenciones en los muros de las redes sociales (“siento vergüenza de estudiar acá”), o en su ajenidad (“da vergüenza que esto suceda en la universidad pública”). Pero la vergüenza es para mí un término muy escuchado en entrevistas a estudiantes: la vergüenza está presente en el modo en que se regula cotidianamente las formas posibles de habitar la vida universitaria. Sólo por tomar un ejemplo entre muchos, un grafiti en una pared del baño de mujeres de Psicología que encontré en 2009 decía: “¿dónde están las lesbianas en esta facultad?”. Otro sostenía: “Levanten las manos las les y bi de Psico, me siento la única acá”. Estas preguntas en las paredes, en una facultad en la que el 81,7% de sus estudiantes son mujeres, era un primer indicio para pensar el umbral de visibilidad que regula las expresiones de género y las identidades sexuales posibles en el espacio universitario. Si luego del año 2001, en la ciudad de Buenos Aires los debates en torno a la modificación de los marcos legales (las leyes de unión civil o matrimonio igualitario, entre otras) forjaron una redefinición de los márgenes de visibilidad de algunas sexualidades no heterosexuales (Hiller, 2010: 86), este proceso parecía presentar una discontinuidad en la vida universitaria.

La vergüenza está también presente en las formas desiguales de circulación de la palabra en la vida universitaria, desde en las clases hasta en las asambleas estudiantiles, donde a veces la profusa agenda política en torno a los géneros y sexualidades no redunda en una reflexividad sobre las propias prácticas y espacios de militancia a la hora de tomar la palabra, proponer agendas o modificar dinámicas. Nuestras prácticas docentes e investigativas también suelen esconder u olvidar el cuerpo, cuerpo siempre genérico y sexuado, algo que desde tradiciones feministas se buscó restituir en el espacio académico. Es el hecho de sentir vergüenza,  el llamado a discreción o la autocensura de  algunas  expresiones, prácticas e identidades de género y sexualidad opera en la Universidad  disciplinando lo visible, lo esperable, en el espacio público- político universitario (Blanco, 2014).    Desde ayer, en el interior mismo de la comunidad de la Facultad algunos opinan que quienes organizaron la actividad son “inútiles” que deberían ir a estudiar, que se trató de una muestra de “autoritarismo” sin antecedentes, una banda de “onanistas teóricos”, o una opereta en momento electoral (del que no se salva casi ningún candidato ni espacio político). También circuló el humor: “se terminó el mito de que en Sociales no se coge”, se tematizó el destino de la mesa en que se realizó un momento de la performance, o la del micrófono. Pero más allá del fulgor del acontecimiento, de la inmediatez de la respuesta ante la pregunta amarilla, del gusto personal o del sentido de la oportunidad de la intervención, la actividad de ayer puede ser una provocación en otro sentido: una invitación a repensar las regulaciones cotidianas de las expresiones e identidades de género en la vida universitaria, que hoy no son visibles, o dicho de otro modo: que permita redefinir las alcances de lo público de la universidad pública.

Revista Anfibia

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