Argentina: Historias orales para la imaginación

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La 14ª edición del encuentro FESTIVAL INTERNACIONAL DE CUENTACUENTOS comenzará hoy a las 18 en el Teatro del Pasillo, con una conferencia de Jorge Dubatti. Hasta el martes 8, narradores extranjeros y argentinos presentarán espectáculos, darán talleres y participarán en mesas redondas.

Las orejas se abren de par en par cuando llegan los narradores orales con un puñado de historias para asombrar, despertar nuevas ideas, sembrar preguntas inesperadas, conmover y hacer reír. El 14º Festival Internacional de Cuentacuentos Palabras más, palabras menos empezará hoy a las 18 en el Teatro del Pasillo (Colombres 35) con una conferencia inaugural de Jorge Dubatti. Esta edición del festival, que se extenderá hasta el martes 8, reunirá a narradores extranjeros y argentinos que presentarán espectáculos, darán talleres y participarán en mesas redondas en teatros, bibliotecas, museos y escuelas. Pep Bruno Galán (España), Carolina Rueda (Colombia), Chusa Pérez de Vallejo (España), Pía Córdova (Venezuela), Jackelinne Rico (Colombia), Gazel Zayad (Colombia), Darwin Caballero (Colombia) y Florencia Canales Bastida (Perú) son los invitados internacionales. Entre los argentinos se destacan María Heguiz, Gabriela Aguad, Olga Walter, Claudia Stella, Oscar Nemeth, José Luis Gallego y Roxana Drucker.

“En Colombia se utiliza el nombre cuentero, que incluye tanto el oficio tradicional como la práctica urbana de la narración oral”, dice Carolina Rueda a Página/12. “El cuentero es un artista y comunicador que utiliza recursos propios y variopintos para proponer un relato oral de historias que invitan a través de la imaginación a encender espacios espirituales donde habitan el universo simbólico y de conocimiento del ser humano.” Pep Bruno Galán (Barcelona, 1971) prefiere que lo llamen cuentista, “pero en España el término que se trata de reivindicar es el de narrador oral, básicamente por dos razones: por un lado, la palabra cuentacuentos está bastante connotada –como algo sólo para público infantil y, por lo tanto, como si eso implicara algo de mala calidad– y, por otro lado, nosotros no sólo contamos cuentos”. Bruno Galán agrega que la narración oral implica “un acto de comunicación, un diálogo y no un monólogo”. A la venezolana Pía Córdova le gusta que la llamen cuentacuentos. “Soy cuentacuentos y no soy purista para contar: uso títeres, objetos, música, salto, grito, susurro… Lo que la historia y el contexto manden. Contar cuentos para mí es un acto expresivo, vivencial, estético y de profundo contacto con el otro. En los talleres de formación, cuando ayudo a otros a contar, impulso a no ponerse límites, a que la propuesta salga de las entrañas. Eso sí, contar puede ser una práctica aficionada o todo un arte, y si uno tiene pretensiones de espectáculo escénico, hay que prepararse de manera específica y disciplinada. Adquirir herramientas para sostener y proyectar la historia, cautivar al público, ‘poner en escena’ el cuento.”

En tiempos tan acelerados por las nuevas tecnologías, ¿qué desafíos tiene la narración oral? ¿Cómo construir espacios y tiempos para la escucha de historias? “La droga de la actualidad es la adrenalina”, plantea Rueda. “La adrenalina nos mantiene en un estado de alerta y acción que complica mucho el silencio, la escucha y los hallazgos de los viajes interiores. Entre el ruido de la tensión y la aceleración, la presión social y económica y, por otro lado, el afán y vicio por lo extremo, nos enfrentamos cada vez más, cada uno, no sólo los cuenteros, al miedo de la soledad. La reflexión, llevar al público a ese lugar, a ese encuentro con sus más hondas dudas y temores, a su exploración y diversiones, es un trabajo que implica hacerlo cruzar el umbral, ya que la adrenalina es el marco de la puerta. La ansiedad es estar estacionado antes del salto al abismo; saltar, tomar el riesgo, y no por eso ser presa del miedo. Esa es la dificultad y el camino para combatir la tensión. Saltar, arriesgar, reír y disfrutar la aventura, no esperar en el filo en ese eterno coitus interruptus que mantiene la expectativa y evita el fracaso, pero no deja crecer y moverse.”

Córdova advierte que el desafío es conquistar espacios para que los internautas se detengan un momento y se entreguen con placer al íntimo encuentro con el que les narra un cuento. “Hay que salir a la calle, a los parques, al asado del domingo, al abrazo de buenas noches. Hay que democratizar esta arte de contar y ayudar a los posibles contadores de cuentos a ¡que se den cuenta de que lo son! Y sí, también por supuesto, avanzar en la conquista del contar cuentos como otra alternativa de espectáculo escénico y como práctica profesional. Yo llevo adelante un grupo de narradores comunitarios, somos vecinos con vocación de contar cuentos y estamos llenos de anécdotas de la fascinada primera vez de muchos de los que nos escuchan. Las tecnologías, eso sí, están siendo poderosas para la gestión de esta arte. Los cuenteros estamos conectados cada vez más tras fronteras”, celebra la cuentacuentos venezolana.

Bruno Galán subraya que la narración oral es más necesaria que nunca porque es una propuesta artística que “rompe el ritmo desaforado, que busca la calma, que valora el silencio, que ahonda en el sentido de las palabras, que conecta a la comunidad y, sobre todo, en la que te miran a los ojos”. “Contar y escuchar cuentos hoy en día es un acto de rebeldía y, al mismo tiempo, una imperiosa necesidad, porque los cuentos contados han sido el alimento esencial para nutrir nuestra necesidad de ficción. Y la ficción, no lo olvidemos, es lo que nos diferencia de los animales. Por eso es preciso seguir creando y preservando los espacios de la palabra dicha.” Bruno Galán señala que los textos más narrables son los que provienen de la tradición. “Los textos de autor son textos escritos que utilizan estrategias y recursos distintos a los orales y, por lo tanto, para ser contados precisan un proceso de oralización en el que se pierden algunas cosas, y también pueden ganarse otras. Lo importante en todo caso es que el resultado sea respetuoso con el texto escrito y con el autor, y que, además, funcione de manera oral.” Córdova explica que llevar un texto a su formato oral requiere de adaptaciones. “Los tiempos de la escucha y del acto vivo son distintos a la intimidad de la lectura. El cuento adaptado a veces se distancia un poco del original, aunque mantiene la estructura del relato, pero es muy común que los escuchas, niños o adultos, sientan ganas de leer el original u otras cosas del autor. Por eso, el narrador es un gancho para las editoriales. La hermosura del texto escrito es distinta. A mí en particular me gustan mucho los cuentos de tradición oral, relatos de los pueblos originarios. Creo que fui ‘envenenada’ con ellos de niña por diversos personajes de mi entorno”, admite la narradora venezolana, que llevará a escena cuentos aymaras, quechuas, mapuches, pemones y waraos.

“Creo que todo se puede narrar y todo puede ser inenarrable, depende de tu frontera o el riesgo que estás dispuesto a correr –aclara Rueda–. Lo ideal siempre es contar cosas que no podés contar, que se consideran incontables. Pongo el ejemplo de novelas contemporáneas psicológicas o textos de géneros como la ciencia ficción, o textos de mitos de comunidades originarias cuya fuente narrativa nos resulta tan lejana como incomprensible; es en ese ejercicio frente a la dificultad como vamos desarrollando, más que la lógica de los posibles narrativos de Todorov, la lógica de los posibles narradores que podemos ser. Cada texto, sea que logremos o no llevarlo a buen término con el público, debe ayudarnos a reconocer y explorar nuestras fronteras narrativas, y enseñarnos nuevos ritmos y estructuras que desarrollen el animal narrativo que somos.”

Página 12

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