Jorge Baradit: «Fueron los intereses económicos los que generaron la guerra del pacífico, no sus pueblos»

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Son trece las historias que cuenta Jorge Baradit (Valparaíso, 1969) en su último libro: «Historia secreta de Chile» (Sudamericana). De ese total, dos nos remontan a uno de los hechos que ha marcado la historia de Perú y Chile: la Guerra del Pacífico. Una historia que, en su mayoría, ha sido relatada desde un punto de vista ideológico, y otras veces con dosis de nacionalismo extremo. Señala Baradit que las historias de su libro han estado basadas en hechos que se pueden comprobar. Ha sido todo un éxito en ventas en Chile, pero él sostiene que es más esperanzador que la gente compre libros de historias, de su propia historia.
En Chile se han vendido más de 14.000 ejemplares de su libro. ¿Lo ha abrumado? 
Para nada. Si bien esos números para nuestro país son muy inusuales, el impacto ha sido más que positivo; le ha dado notoriedad a mis tesis y ha volcado a mucha gente que no entraba a una librería no solo a comprar un libro, sino a comprar un libro de historia, una de las asignaturas más “aburridas” de la escuela. No es abrumador, es esperanzador.
¿Cuántas historias sobre Chile crees que no se han contado bien? 
Creo que en todo país la elite esconde ciertos hechos y promueve otros con fines muy precisos: imponer su punto de vista y favorecer valores que sean funcionales a sus objetivos. En el caso chileno creo que la gran historia que no se ha contado es justamente la de la gran masa que no pertenece a esa elite, la historia de los trabajadores, de los obreros masacrados por nuestro propio ejército, los huesos y la sangre que nuestros mineros dejaron en la minería del norte, los profesores y estudiantes. Todos quienes han construido el país con sus músculos y sus mentes, que son desaparecidos de los libros de historia de casi todos los países.
¿Es por eso que hace énfasis en describir los acontecimientos importantes que pasaron en Chile, y que a veces se dicen muy a la ligera? 
Uno de los problemas que tiene la enseñanza de la Historia es la falta de empatía con el lector. Los eventos narrados, en el afán de aparecer objetivos y factuales, evitan la emoción y se distancian del lector. Lo que busco con la descripción, no solo del evento mismo sino también de su carga emotiva, es justamente crear un vínculo afectivo entre lo que cuento y el lector, utilizando técnicas narrativas no usuales en la enseñanza de la Historia, acercarlo al hecho para que viva, sienta, experimente miedos y dolores que el mero dato no puede transmitir.
Claro. Por ejemplo, en el Perú conocemos la carta que le envió Miguel Grau a la esposa de Arturo Prat. Poco sabemos que él se dedicaba al espiritismo. ¿Causó ese mismo asombro en Chile? 
En Chile sentimos gran admiración y respeto por Miguel Grau. La manera como se comportó con los heridos y prisioneros luego del combate naval de Iquique, la delicadeza que tuvo con los restos de Prat, sus pertenencias y su esposa son parte importante de la enseñanza en nuestras escuelas. Con respecto a Prat, desgraciadamente el gesto de sacrificar su vida por su patria lo ha convertido en un símbolo algo plano, una estatua. Su acto ha ensombrecido una vida llena de matices y dimensiones enormes, algunas fantásticas, como el hecho de practicar el ocultismo y el espiritismo en una época, que si bien no era tan extraño, nos parece alejado de las acciones esperables de un héroe. Acá se produjo un grado de conmoción importante; he sido entrevistado en noticieros de varios canales de televisión al respecto con el tema como asunto principal.
No lo vamos a contar, pero esa nueva versión de la muerte de Prat resultó espantosa. ¿Todavía sigue existiendo la duda de cómo murió?
Es importante que sepamos que una guerra es algo espantoso para los pueblos y para quienes combaten. No hay nada bueno en la guerra, salvo hechos puntuales, extraordinarios, que usualmente no están motivados por la guerra misma, sino que son una reacción a su circunstancia. Es importante que la gente sepa que las muertes son atroces, que el sufrimiento de los hombres que combaten es espantoso, que no es un juego patriotero, que son vidas que se pierden. La pérdida de Prat es un espanto para Chile. Aún no está del todo claro cómo muere. Hay versiones que incluso hablan de un machetazo que le habría partido la cabeza hasta la mandíbula, otras de un proyectil que le habría destrozado la cabeza, etc. Todas horribles.
Cuando empezaste a revisar la historia de la Guerra del Pacífico a fondo, ¿con qué idea fuiste? ¿Hubo de esa objetividad relativa, como dice el historiador Sergio Villalobos?
Mi impresión, intuitiva porque no soy un académico, es que no existe algo así como una “historia objetiva”. Existen los hechos, que son comprobables como que la Esmeralda se hundió, que la Independencia se escoró, etc. Pero la historia es la interpretación de esos hechos y ahí el contexto cultural, la circunstancia y los intereses conscientes o inconscientes del historiador van a influir en su relato.
Lo que yo intenté fue acercarme sin patrioterismos baratos y entendiendo que la Guerra del Pacífico fue una guerra de intereses económicos de la elite, no de sus pueblos. Que los soldados chilenos, peruanos y bolivianos que murieron no tenían mucha idea de por qué se disparaban entre sí, salvo el odio imbécil que sus oficiales les inocularon con “argumentos” del tipo: los peruanos son salvajes, los chilenos son crueles, los bolivianos son cobardes, etc.
Es por ese desconocimiento de la historia que luego de mucho tiempo queden rencillas entre peruanos y chilenos, que no se pueden justificar, porque la guerra pasó. ¿La ignorancia nos está jugando una mala pasada? 
Por supuesto. «Quien controla el pasado, controla el futuro”, dice Orwell. A los Estados les conviene mantener una permanente hostilidad entre países vecinos, necesitan dividir para gobernar, echar mano de problemas con el otro para esconder los propios, usar el patrioterismo cuando tu gestión es pobre. Ahí la Historia se vuelve una herramienta de poder sobre el pueblo. Se usa de la peor manera. Nada más perverso que usar las abstracciones amplias como “el pueblo chileno es así” o “el pueblo peruano es asá” para confundir a dos comunidades que tienen muchísimo en común. Chile fue parte del imperio incaico como Perú también lo fue, como Bolivia, Ecuador y parte de Argentina, nos unen religión, lenguaje, cosmogonías y experiencias comunes, como el haber sido arrastrados a guerras fratricidas por intereses económicos que no tenían nada que ver con nosotros, por ejemplo. Cada vez que un escritor chileno va a Lima, es bien recibido. Cada vez que un escritor peruano viene a Chile, es bien recibido también. Nadie se acuerda de la Esmeralda o de Miraflores, o que ustedes devuélvannos el barquito y que ustedes nunca devolvieron los restos de no sé qué soldados, etc. Siento profunda admiración por la cultura peruana, tengo amigos peruanos y sueño con el día en que nuestros gobernantes dejen de avivar ese fuego imbécil que nos separa y que desgraciadamente siempre estamos dispuestos a comprar.
Publicado en La Hora
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