Patricio Guzmán: «Llegar a las personas es mi principal móvil»

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Patricio Guzmán, el documentalista de la memoria, que acusa a la TV chilena de falta de comprensión histórica

En «El botón de Nácar», su más reciente película, que acaba de estrenarse en Fidocs, Guzmán combina la memoria y el agua con un sentido de responsabilidad, que tiene el género documental, de contar una verdad. Una responsabilidad, que no reconoce en los exhibidores y mucho menos en la TV chilena, a quienes acusa de falta de ética al robar imágenes, calificándola de subdesarrollada. Respecto del anunciado canal cultural, el realizador afirma: ver para creer.

Hace poco Patricio Guzmán regresó por unos días a Chile. Venía a presentar en el Festival de Documentales Fidocs, su último y aplaudido documental: El botón de Nácar, una película por la que ganó el Oso de Plata en Berlín y se encuentra participando en las principales instancias del cine internacional, donde ha sido ovacionada. Es una película sobre la memoria, la nuestra, la chilena y la suya personal. Un registro metafórico que penetra de manera punzante la realidad, removiéndola.

-En entrevistas ha dicho que el género documental es como un «virus» de la creación artística. ¿Cómo así?

-El documental siempre remueve.Es un elemento que súbitamente deposita una verdad en medio del ambiente cinematográfico; no quiero decirte que esto ocurra siempre, pero un buen documental sobre Centro América, sobre Guatemala, sobre Nicaragua, sobre Salvador, de pronto establece una verdad que nadie antes había conseguido con tal fuerza. El documental tiene la capacidad de poner en la mesa un tema que nos interesa a todos de cualquier país del mundo y de una manera nueva y no con largas explicaciones un poco aburridas, con expertos que con pipa o cigarrillo hablan delante de la cámara y son muy aparatosos, no, la realidad misma. Si hoy hubiera una cámara sumergida en Irán, no siguiendo las noticias sino dando cuenta de un proceso, sería extraordinario

Los procesos y conflictos con flash de noticias cada vez se entiende menos.

-¿Por eso consideras que el documental requiere más ética que la ficción?

-La ficción también requiere ética, los dos por igual. Lo que pasa es que en ficción hay un deslizamiento hacia el escándalo, constantemente. En el documental no lo puede hacer tanto porque se nota. Si de repente empiezas a hacer una película sobre Medio Oriente o sobre Centroamérica, y te lanzas con una tesis extraña, se nota. Se ve que hay una manipulación que no concuerda con lo que tú has oído del tema. Y eres descubierto y tu película cae en el descrédito inmediatamente. No te la compra nadie, etc. Es decir, tienes que tratar, en lo posible, de ser correcto, sincero, llegar hasta un punto en que lo entiendas y decir ‘esto de acá no lo entiendo’, pero decirlo todo. Y así la película queda verdadera. Y si queda verdadera, va a tener éxito, sin ninguna duda.

-Para alcanzar esa verdad, la incomodidad que provoque es vital, ¿no?

– Lo que pasa es que algunas películas, por ejemplo La batalla de Chile, si se la muestras a la gente de la derecha, se van a ir, o van a decir, “no, esto no fue así, es una mentira, es falso, toda esta película es manipulada, han hecho una mezcla aquí”. Porque ellos creen que lo que hicieron fue muy bueno. Y no lo fue, fue el resquebrajamiento de un sistema democrático que duraba mucho tiempo, de una manera absoluta. De eso se trata todo, el documental como un espejo.

-¿Le cuesta a Chile revisar sus tragedias?

Sí, y creo que es fundamental hacerlo, o sea no hay una colaboración expresa de tanta gente como uno quisiera, yo creo que los textos existen y es cosa de que los profesores digan lean esto, pero no sé si lo hacen, no tengo idea, porque lo que yo veo es que hay un deseo de olvidar el Golpe de Estado rápidamente y tu sabes que esas cosas no se pueden olvidar, finalmente no es una historia tan compleja, pero no veo un espíritu común de profesores apasionados que quieran transmitir, el revés, lo quieren olvidar, un pueblo que olvida su historia está perdido. Y si se olvida al punto de como se hace aquí en Chile, porque si tu vas a Argentina la gente sabe que hubo un Golpe de Estado y lo que significa eso, los 30 mil desaparecidos, hay una conciencia de lo que pasó, aún existen asociaciones que exigen aclaraciones con respecto a las injusticias de la dictadura, en cambio aquí no hay casi nada, todo es muy moderno hoy en Chile, pero nos olvidamos de lo que pasó.

-¿La televisión pública también es responsable de esta falta de comprensión histórica?

-Desde que la televisión volvió a la democracia no ha hecho un verdadero repaso histórico a lo que ha pasado aquí. Hubo un intento cuando se cumplieron 40 años del golpe, y se hizo lo mejor posible, se habló mucho del Golpe de Estado, de la Unidad Popular de Allende, etc. Agarraron cientos de partes de la Batalla de Chile y los pasaron, pero nunca la dieron entera, se habló mucho pero al final daba la impresión de que solo eran hechos del pasado muy puntuales pero que no inciden en el presente y es todo lo contrario; nosotros somos hijos directos de un Golpe de Estado y tenemos que sacudirlo de encima hablando de él y mientras más lo hablemos y lo analicemos y lo estudiemos, se va a superar. Mientras no hagamos eso vamos a seguir entrampados y va a pasar el tiempo y vamos a morirnos todos los que estuvimos ahí y van a tener que seguir los más jóvenes, porque un país con ese problema no despega, hay casos de países con hechos terribles no resueltos y han dado como resultado países fantasmas.

-Pero aún cuando los testigos directos vayan muriendo, quedarán las imágenes…¿Ha logrado llegar a acuerdo respecto al derecho de tales registros con TVN?

-No, ellos me han robado sistemáticamente imágenes, durante años, años y años. Yo al principio reclamaba y mandaba cartas y una vez uno de los directores de TVN me pagó como 20 o 30 minutos que dieron en la televisión, me los pagó, era de apellido Piñera (Pablo, el hermano de Sebastián) Fue el único correcto y me pagó lo que correspondía, pero se ha seguido exhibiendo. Robaron mis películas y no solo las mías; han robado imágenes de agencias, sobre Chile, también sin pagarlas, porque en TVN hay muy poca ética en ese sentido, es una televisión completamente subdesarrollada.

-¿Esta crítica es solo para la Tv chilena?

-Es un comportamiento bastante esparcido en América Latina. En las televisiones de Brasil, de Colombia pasa cualquier cosa. Por eso que a muchos productores de cine de ficción no les interesan estos mercados, porque saben que van a pagar poco y que además les van a robar copias, entonces no mandan la película y ese es el resultado de que América Latina este desprovista de materiales cinematográfico modernos. Hay pero poco si tu lo comparas con lo que hay en Europa y Estados Unidos, en donde existe un respeto por quien hizo las imágenes, por quien se la jugó por tomarlas, un respeto al productor de esas imágenes que quiere tener acceso a lo que históricamente relatan.

-¿Y qué hay de la institucionalidad? ¿ del apoyo al género documental?

– Yo la única vez que he obtenido el Fondart fue el con El botón de nácar, pero en las 13 que hice antes no me dieron un centavo y lo pedí siempre, lo pedí desde La memoria obstinada y para 5 producciones posteriores y me las rechazaron todas. Entonces  pensaba que yo no tenía cabida, pero hay muchos realizadores chilenos a quienes les han rechazado sus proyectos también. Es un aporte importante lo que entregan. Con 100 mil dólares te alcanza para hacer un documental.

Para esta última película  me lo dieron. Pienso que que tal vez pensaron: “Este se va a morir y nunca le hemos dado el fondo”, pero es una situación mala, porque hay muchos chilenos que seguimos haciendo cine fuera de Chile, algunos ya han muerto, otros van y vienen como Valeria Sarmiento y hay otros como Marilú Mallet, que es una gran documentalista que vive en Canadá y que nunca le han dado bola.

-El pasado 21 de mayo, la Presidenta Bachelet prometió un canal de tv cultural ¿confía en que se materialice el proyecto?

-Quiero creer en el proyecto y si me pidieran mi apoyo lo daría, quiero verlo primero, si lo ha prometido la Presidenta y dice que lo va hacer, quiero verlo en marcha y cuando esté en marcha diría “miren aquí tengo La batalla de Chile cada parte vale, por decir algo diez mil dólares y son tres partes, si ustedes la quieren pasar hagamos un contrato, si dicen que sí y lo hacen sería estupendo, pero no me creo hasta verlo en marcha, porque los cineastas estamos aburridos que durante años no hayan robado tantas películas.

Tanto se habla de lo moderno que es de la economía ¿y la cultura qué? ¿y las imágenes qué? En Chile hay 10 directores de ficción interesantes 4 o 5 documentalistas muy interesantes, que ganan festivales, pero venden sus trabajos afuera no aquí y luego te das cuenta que afuera se conoce a Chile mucho más de lo que los chilenos conocen a Chile, es el colmo, porque si los chilenos fueran a París y se dieran cuenta que El Botón de Nácar se de en cuatro salas durante siete meses la irían a ver, pero aquí pasa todo lo contrario, se da en diez salas en todo el país y en dos meses está fuera.

Acá a se trabaja como un cine amateur, eso ha imperado aquí durante mucho tiempo y más con el documental que con la ficción, porque el documental se considera inferior

-Fuera de esta situación, «El botón…» es parte de una trilogía. ¿Y estás trabajando en esta que tiene la Cordillera de Los Andes como eje central?

-Quiero hacer una última película a partir de esas montañas, que comienza en Alaska, sigue por Estados Unidos, México, centro América, etc, pero yo voy a tomar el trozo chileno, porque es un muro que arrincona al país y hace pensar ¿qué sería de Chile si no existiera esa cordillera? Si fuera plano, por ejemplo, uno pudiera pasar a argentina en auto tranquilamente, que significa que esas montañas hayan condicionado nuestra idiosincrasia, nosotros somos así porque hay una cordillera y quiero saber por qué, ese tema me atrae, voy a tratar de entrar a algunos lugares y conversar con alguien, porque hay gente que vive ahí, pero te estoy hablando de una película que va a estar terminada en tres cuatro años más, por que yo hago películas en mucho tiempo.

Publicado en El Mostrador

 

Patricio Guzmán: «Por alguna razón de país aislado, estamos hechos para hacer documental»

En 2011 Patricio Guzmán (74) viajó a Chile para conocer el Estrecho de Magallanes. Acompañado por su asistente y un sonidista, navegó durante una semana por las frías aguas del extremo sur. Allí conoció el que fue durante siglos el asentamiento de los kawésqar y los selknam. “Queríamos ver el ambiente donde vivieron los indígenas. La zona es muy bella, pero no hay absolutamente nadie. En Punta Arenas localizamos a los únicos indígenas puros que existen. No son más de seis”, cuenta el documentalista, quien estrenó el martes, en Fidocs, su más reciente trabajo.

El botón de nácar es la segunda parte de la trilogía iniciada por Nostalgia de la luz, la que conecta el exterminio de los indígenas en la Patagonia con los prisioneros arrojados al mar durante la dictadura de Pinochet. En poco más de 80 minutos de película, Guzmán lleva a cabo una operación narrativa de alta complejidad, desplegando un relato que abarca miles de años, desde el poblamiento del extremo sur por parte de los indígenas, hasta los campos de detenidos de Pinochet; yendo desde el detalle, como una piedra de cuarzo o una gota de agua, hasta los confines del universo. La cinta, que pareciera establecer lazos entre temas remotos y distantes entre sí, usa el agua como hilo conductor y a un botón de nácar como unión entre ambas masacres. Se presenta hoy a las 19.45 en la Cineteca Nacional y el 15 de octubre llega a salas.

“Luego de mi viaje al sur, vine a Santiago para seguir investigando sobre los detenidos desaparecidos. En el museo de Villa Grimaldi hay un trozo de hierro con un botón incrustado. Asimismo, en el sur existe la historia de un indio que viajó a Londres en el siglo XIX porque el capitán le ofreció un puñado de botones de nácar. Inmediatamente encontré una similitud entre ese botón que vi en la Villa Grimaldi y el botón de nácar de Jemmy Button. Ese fue el nombre que los ingleses le pusieron al indio, algo así como Jaime Botón”, explica. “Después de un año en Inglaterra, trajeron a Button de regreso a Chile. Aquí el indio se volvió a quitar la ropa y se dejó el cabello largo. Vuelve a ser lo que era, pero ya no es lo mismo, está contaminado por otra civilización. Incluso ya no puede hablar su lengua. No pudo adaptarse, su mujer lo dejó y terminó viviendo muy mal. Murió solo en una isla”.

Ganadora del Oso de Plata a Mejor Guión en el último Festival de Berlín, la película también reconstruye el modo en que los militares empaquetaban los cuerpos de los detenidos y cómo luego eran arrojados al océano. La cinta profundiza en el caso de Marta Ugarte, cuyo cuerpo fue encontrado a las orillas del mar. “Me parece que esta mujer era igual que Jemmy Button, representaba lo mismo. Era un enemigo, una persona que no tenía destino en la sociedad pinochetista, y fue torturada y asesinada”, dice el realizador radicado en Francia, de visita en Chile para la XIX versión de Fidocs, festival que él mismo fundó en 1996.

¿Cómo condensó tantos elementos en 80 minutos de película?

Se hizo mediante una síntesis enorme en la puesta en escena y una reflexión grande en el montaje. Es una cuestión de oficio, de muchos años de profesión. Poco a poco se va aprendiendo cómo narrar una historia sintéticamente, sin dar la impresión de que se está contando rápido. El trabajo de montaje es   lento, todo es bastante gradual, la voz en off se desarrolla con mucha calma.

Ud. trata temas complejos manera amena ¿Le interesa conectar con el público?

Yo trato que todas mis películas sean amenas, nunca he realizado bloques difíciles de comprender. Hay que procurar conectarse con la gente lo más posible. Las películas deben construirse dramáticamente de tal  manera que el público vaya siendo seducido por la historia. Llegar a las personas es mi principal móvil, junto con ser fiel al tema que trato.

¿Qué espera del estreno de El botón de nácar en el país?

No mucho. Tenemos un público cautivo, pero es pequeño. Estimamos que unas 12 mil personas la verán. Gracias a la distribuidora, haremos que circule por un circuito alternativo, lo cual hará que la película dure un poco más. También nos preocuparemos de que llegue a las escuelas, porque es documental apto para todo público.

¿Qué puede adelantar de la tercera parte de esta trilogía?

Será sobre la Cordillera de los Andes. Creo que es una frontera poderosísima que ha aislado a Chile del mundo. Hay una enorme ignorancia sobre esta mole ¿Quién vive ahí? ¿Hay pueblos? ¿Hay caminos? Todos esos misterios que tiene este país, que no hemos estudiado, son los que configuran nuestra idiosincrasia. Estoy seguro que nuestra soledad o nuestra forma de comunicarnos, tiene que ver en parte con esa cordillera.

¿El documental chileno pasa por un buen momento?

Yo creo que sí. Por alguna razón extraña de país aislado, solitario y reflexivo, estamos hechos para hacer cine documental. Tengo la seguridad de que cada vez aparecerán más realizadores. Sería importante romper la barrera de las escuelas y meter las películas en los colegios y en las universidades. Pero el trabajo de la distribución es muy difícil. El Estado no presta demasiado apoyo y el Ministerio de Cultura es apenas un puestecito al lado de los otros ministerios. Aquí la cultura se ha dejado como última prioridad.

En la apertura de Fidocs conversó con el ministro Ottone ¿Pudo plantearle estas inquietudes?

No, además que tampoco se quedó a la proyección de la película, lo cual me pareció muy feo de su parte. Un ministro no debe asistir a un estreno solo para hacerse notar, sino que debe quedarse hasta el final.  Yo soy educado y me despedí muy respetuosamente de él, pero considero que cometió un error.

Publicado en La Tercera

 

 

 

 

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