El albañil boliviano que se convirtió en un arquitecto reconocido en el mundo

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En la práctica, las condiciones físicas no han cambiado tanto para Freddy Mamani Silvestre (1971). De niño creció rodeado de martillazos, polvillo y cemento, como ayudante de su padre albañil. Aprendió el oficio rápido para ayudar a su familia y sus seis hermanos, pero él tenía sueños más ambiciosos. Con 10 años ya sabía que de grande quería convertirse en ingeniero para construir puentes, carreteras y edificios gigantes. El destino no lo llevó tan lejos de sus planes: hoy, con 44 años, es el arquitecto más reputado de El Alto, la ciudad que con 4.070 pies de altura sobre el nivel del mar, es la más poblada de Bolivia y también la más pobre.

Mamani sigue rodeado de tierra y materiales de construcción, pero ahora desde otro estatus: como diseñador, jefe de obras y fundador de la hoy mundialmente conocida Arquitectura Andina. “Mi ciudad tenía una imagen muy deprimente, muy monótona. Yo quería darle vida, llenarla de colores”, dice el arquitecto que esta semana visitó en Chile, para dar  una conferencia en Santiago, en la Facultad de Arquitectura de la U. de Chile, y otra en el Parque Cultural de Valparaíso, invitado por el colectivo La Nueva Gráfica Chilena y el Consejo de la Cultura en el marco del Mes del Diseño.

 De El Alto al mundo

Desde 2005, Mamani comenzó a invadir con sus edificios El Alto, convirtiendo sus calles polvorientas, casi sin árboles, y  casas a medio terminar, en una fiesta de colores. Todas se asemejan a fábricas de dulces, algo así como el hogar de Willy Wonka: por fuera los naranjos, verdes y amarillos flúor se combinan con espejos, y en el interior todo se sostiene con llamativos pilares que terminan en balcones ondulantes. Mientras brillantes luces led pegadas al techo se mezclan con doradas lámparas colgantes. Por sorpresa, sus diseños se inspiran en la cultura aimara, la más representativa de Bolivia y en su ciudad más milenaria: Tiahuanaco.

“Me baso en los tejidos indígenas y en la iconografía geométrica de estas ruinas. Quiero revalorizar nuesta cultura y llevarla a mi ciudad, que tenía una arquitectura muy dormida. Para mí El Alto es como un Tiahuanaco moderno”, explica Mamani.

Claro que al  principio no fue fácil. Su colorida obra no fue bien recibida por los arquitectos más puristas, que la tacharon de kitsch y decorativa. Despectivamente la llamaron “cholets”. A Mamani no le gustó el nombre. “Recibí críticas destructivas, pero para mí fueron un empuje a defender más la Arquitectura Andina. Decían que un ingeniero no podría transformar una ciudad, así que hace tres años me titulé de arquitecto, y ya no pudieron seguir hablando”, dice el alteño. “Se llama Andina porque esta basada en una cultura amplia, con referentes en México, Ecuador, Perú y Chile, representa a toda Latinoamérica”.

El tiempo parece darle la razón a Mamani. En El Alto ya suma 60 obras: sus clientes son comerciantes de origen aimara, transportistas con pequeñas empresas, gente dedicada a la industria minera. Un clase media pujante que ve en sus obras un nuevo símbolo de estatus. El valor de las construcciones va de  los US$ 250 mil a los US$ 600 mil.

Y de apoco, también se ha ido extendiendo afuera, con edificios en Perú y Brasil. Mediáticamente, la Arquitectura Andina también ha sido una explosión: en los últimos años se ha corrido la voz sobre la nueva cara de El Alto y Mamani ha sido entrevistado por medios internacionales como BBC Mundo, The Guardian y The Washington Post. Además, en 2014 la arquitecta Elisabetta Andreoli y la artista Ligia D’Andrea, ambas italianas, publicaron el libro Arqutiectura Andina de Bolivia, sobre el trabajo de Freddy Mamani, que le ha dado un espaldarazo internacional al autor.

“A través de esta arquitectura se revaloriza a una sociedad discriminada. Antes de la llegada de Evo (Morales) muchas culturas no estaban incluidas en la constitución política, pero ahora sí lo están. Esta arqutiectura también las intenta promover”, dice Mamani. “Mi sueño ahora es tener una escuela de arte que enseñe la Arquitectura Andina para que se expanda aún más. También quiero construir más obras públicas, porque hasta el momento la mayoría de mis edificios son privados y no todo el mundo puede entrar para recorrerlos por dentro”.

Admiradores chilenos

“Mi obra está consolidada ahora, es un ícono en la ciudad y tiene un atractivo turístico”, asegura Mamani. Algo hay de cierto. Desde Chile, dos artistas vieron en las obras del boliviano el escenario perfecto para realizar sus producciones. El primero fue el cantante Gepe, quien en abril de este año lanzó el videoclip de su canción Hambre, acompañado por la cantante peruana Wendy Sulca y filmado en el interior de uno de los edificios de Mamani. El otro es el artista visual Demian Schopf, quien el próximo jueves inaugura en el Museo de Bellas Artes su exposición La nave: una serie de fotos protagonizadas por bailarines del carnaval de Oruro, quienes posan en las construcciones del arquitecto, pero antes de que se vistan de color.

Publicado en La Tercera