Tercer día en el Festival de Cine de Mar del Plata: De padres, madres, hijos y un largo tiempo sin verse en dos películas brasileras

01/2014 - Still longa metragem ' Que Horas Ela Volta' - De Anna Muylaert foto: Aline Arruda
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Un título apropiado para hacer justicia a lo que ocurrió en durante este fin de semana en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata podría ser “Un Festival a sala llena”. Las funciones se desarrollaron con las salas colmadas, con la reiterada indicación de que no disponían más localidades para las funciones y largas filas a toda hora frente a las boleterías

Sin dudas una de las cosas más interesantes que tiene como marca de identidad este festivales el carácter masivo y popular del mismo. Porque el cine, a diferencia de la televisión u otras formas de consumo privado y personal, es un arte que se constituye en la misma práctica social de ir a la sala. “Cine” no es un mecanismo tecnológico de reproducción de imágenes. “Cine” es el lugar donde las personas van a presenciar colectivamente un espectáculo audiovisual. El festival de Mar del Plata es en ese sentido, un gran festival de cine. No hay entre el público cortes generacionales, ni sociales, ni intelectuales. Las salas convocan y reciben a todos. La convocatoria es explícitamente hecha desde un lugar  diferente a la actual maquinaria económica financiera que domina las pantallas cotidianas, tanto como a la excentricidad de un grupo cerrado de iluminados del séptimo arte. El público, con esta cuestión en claro, acepta la propuesta. Va al cine y se encuentra con la película muchas veces sin saber mucho sobre ella.

Así el cine vuelve a ser el lugar de encuentro de amigos, vecinos y desconocidos. En un lugar de magia y sorpresa. En ese sentido, la dupla que componen José Martínez Suarez como presidente y Fernando Martín Peña como director artístico es fundamental para dar este tono potente en lo artístico, popular en su concepción de lo que es el cine y masivo por la oferta variada tiene un perfil consolidado, lo cual es meritorio y digno de elogio.

Masivo y popular es el futbol en todos nuestros países, y como pocos en Brasil. Y mucho más si se trata de un campeonato mundial. Pero “O Futebol” (El futbol) remite a este mundial como excusa y como escenario de una historia personal y familiar contada con una particular capacidad de observar y una distancia y pudor dignas de elogio. Sergio Oksman se reencuentra con su padre después de 20 años sin verse y le propone compartir los días del mundial de futbol 2014 en San Pablo, Brasil como modo de reconstruir (o no) una relación largamente interrumpida. Cada día marcado por un partido –algunos en los que el “scratch” aparecerá allí como telón de fondo más que como centro de la escena- serán los tiempos compartidos por padre e hijo.

La película es un casi un acto performátivo. En su misma construcción se produce el (re)conocimiento del padre por parte del hijo. Cada plano, cada sonido es un hecho de la misma reconstrucción de la relación y no una mera ilustración. Simao, el padre, es un hombre absorbido por una suerte de melancolía permanente, como si el tiempo ya no fuera el propio, como si se hubiera quedado en aquel recuerdo del futbol de 1954, como si fuera increíble que el mundial de Inglaterra de haya ocurrido hace ya 48 años y él no se dio cuenta del tiempo perdido. No parece añorar una vida mejor, parece añorar un tiempo anclado en la memoria en el que tal vez no fue feliz, pero si algo tenía algún sentido. Ahora, atendiendo un taller de electrónica de poca monta y haciendo crucigramas, no parece tener siquiera la memoria para extrañar otros momentos de su vida.

Si el plan de Sergio era conversar con su padre sobre su relación, recuperar los viejos momentos, conocer más del enorme en el que no se vieron, eso no existe. O futebol es una bella película de pequeños detalles, sonidos que hablan de las personas, gestos y algunas escenas memorables (como aquellas en la que cantan Simao y alguien que pasa por allí). O Futebol, cuenta a un hombre común. No es muy común que el cine logre hacerlo con recursos tan sencillos y sin grandilocuencia.

La segunda película brasilera presentada en este fin de semana corresponde a la sección dedicada en Mar del Plata al Festival de cine de Gramado. “Que horas ela volta?” de Anna Muylaert se puede inscribir en una cierta tradición de las películas dedicadas a las empleadas domésticas en Brasil. El uso de la palabra “dedicada” tiene explícitamente un doble sentido, hay por un lado cierto sentido de promover una dedicatoria a esta protagonista clave de la vida en las altas burguesías urbanas brasileras, como una serie de películas que han observado puertas adentro de los hogares el rol de las empleadas y las relaciones particulares que se generan entre ella y los distintos miembros de la familia. Ya esta cinematografía había presentado dos películas interesantes en festivales internacionales: Domésticas (2001) de Fernando Meirelles y  Nando Olival  y Doméstica (2012) de Gabriel Mascaró, que desde un formato documental (ficcionado uno de ellos) daban cuenta de una serie de rituales, prácticas, relaciones y convenciones que constituyen esta particular relación laboral.

Val es la empleada, que dejó a su hija en su pueblo para ir hacia San Pablo a ganarse el dinero necesario para su manutención. Obediente, sumisa, impecable, rutinaria, Val ha criado a Fabinho, el hijo de sus patrones, como si fuera propio. Lo arrulla aun en su adolescencia y lo consiente a escondidas de su madre, la que no ha estado para la crianza del niño. En este juego de traslaciones, hay quien crió también a la hija que Val no pudo criar, Vanessa. Ella irá a San Pablo a estudiar en la universidad y su ingreso en la casa será el detonante de las tensiones. Será quien mire con ojos extrañados esa dialéctica entre la explotación, el maltrato y la sumisión que se produce en este tipo de vínculo. Pero además será la portadora de la nueva visión de una sociedad que se ha transformado. Un solo gesto cinematográfico servirá para dar cuenta de esto. Una escena donde la joven explica que viene a San Pablo a dar el ingreso a la universidad, y la patrona de Val al enterarse que pretende ingresar a la misma universidad que su hijo dirá: “Como ha cambiado este país”. Sencillo y categórico. El Brasil tradicional que trajo el esquema de relaciones de la vieja dominación de los Coroneles en la Estancia desde el siglo XIX es el que en estos días pugna por sostener un modelo de transformación de las relaciones sociales o detener el proceso sosteniendo un régimen de dominación como este.

Con una actuación excluyente de Regina Casé, quien da vida a Val, la película transcurre con pasos de comedia inolvidables y cuenta con un muy interesante manejo de los espacios de la casa. Los espacios vitales, los ocultos, aquellos a los cuales no debe ingresarse.

El público presente aplaudió sostenidamente al terminar la proyección.

 

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