Radek Sánchez Patzy (Bolivia)

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Por Nodal Cultura

Pocas tareas tan reparadoras y justas como la de proponerse rescatar la obra de un músico que dejó una huella perdurable en la canción andina pero que parecía haberse perdido en el anonimato y el olvido. Más aún cuando este artista entregó un repertorio alimentado por el eco de los valles, los colores sin par de los cerros, las formas imposibles de las quebradas y la inmensidad del altiplano o puna. Tarea artesanal y virtuosa que implica retomar y conmoverse, de principio a fin, ante la historia de un guitarrista autodidacta y formador de orquestas “típicas”, que concibió su música como una exhalación del terruño propio sin dejar de abrirse a un diálogo fructífero y abierto con otras vertientes y espacios de la cultura popular. Hallazgo que interpela a propios y ajenos cuando se llega a una imagen que contrasta con un tiempo en el que imperan los muros y la segregación: la de un puente que une lo que nunca debe estar separado. Un artista de frontera que superó cualquier división, cualquier miramiento o límite, a través de una búsqueda que amalgamó lo nativo y lo criollo, lo americano y lo europeo. Un mestizaje creativo que logró plasmar y recrear las antiguas corrientes que ligan al noroeste argentino con el suroeste boliviano desde antes de la llegada del español, sólidas y vigentes hasta el día de hoy pese a los vaivenes históricos.

Esa realización fue la que llevó adelante Radek Sánchez Patzy (que aparece hablando en la foto, el primero a la derecha entre los disertantes), un sociólogo y musicólogo boliviano que hace varios años vive en Tilcara, Argentina. Fruto de años de indagaciones, averiguaciones y encuentros azarosos, Patzy logró recuperar muchas de las canciones de Felipe V.Rivera, un compositor clave de la música andina con una notoria importancia en la primera mitad del siglo veinte tanto en Bolivia como en Argentina. Como resultado de sus esfuerzos y de una articulación entre la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional del ministerio de Cultura argentino y la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, logró su gran anhelo: recuperar buena parte del legado musical de Rivera, digitalizarlo y ponerlo en condiciones adecuadas para su difusión.

Durante dos días de actividad incesante, este investigador del Instituto Interdisciplinario Tilcara (que depende de la Facultad de Filosofía y Letras) presentó, en el pueblo homónimo y en La Quiaca, el libro- disco “Felipe V. Rivera: un puente fecundo. Música andina en las fronteras”, tal como fue informado en esta nota. En ese marco, Sánchez Patzy dialogó con Nodal Cultura.

En su investigación dialogan constantemente lo musical con un análisis más académico y sociológico que actúa de trasfondo a la hora de situar los elementos principales que recorren la obra de Rivera ¿Cómo se combinaron esas dos vertientes en su propia historia de vida?

Yo soy boliviano, nací en Sucre y viví la mayor parte de mi vida en Cochabamba. Ahí, desde los ocho años, empecé a estudiar música y luego me recibí como sociólogo. De ahí que mucho del trabajo de investigación que abordé, desde el lenguaje de las ciencias sociales, suele tener que ver con la música y los músicos. Una de mis intenciones, desde mis primeros años de formación y lecturas, fue reflexionar sobre el fenómeno musical y entenderlo  no como mera diversión, recreación o distracción en el tiempo de ocio, sino como un espacio en que se juegan muchas cosas que refieren a configuraciones sociales y diversos vínculos identitarios. Vivo en Tilcara desde hace casi quince años así que la mayor parte de mi vida profesional la desarrollé en la quebrada jujeña. Trabajé muchos años en gestión cultural y, desde el 2003, comencé a realizar un abordaje de tipo etnomusicológico. A partir de ahí inicié un camino que, de alguna manera, me llevó a Felipe Rivera.

¿Por qué se interesó por la obra de un músico boliviano, afincado en la Quiaca hace más de sesenta años, que había pasado prácticamente a ser un desconocido?

Ocurrieron dos cosas que me convencieron de la importancia de visibilizar un repertorio como el de Rivera: por un lado que me mostraba otro tipo de repertorio musical que no había sido poco revisitado por los musicólogos y antropólogos venidos de Buenos Aires. Había varios vacíos de información sobre los repertorios criollos vinculados al nativismo. Ya no ceremonias nativas, rituales agrarios como pasa con las ruedas de coplas o sikus, más bien grupos de músicos mestizos, no indígenas a los que desde Buenos Aires no le prestaban atención. Estos grupos hicieron un tipo particular de música que tiene que ver, como decía, con el criollismo y el nativismo a la vez. El trabajo de campo mismo me llevo a problematizar lo que aconteció con estos músicos y, también, con celebraciones carnavalescas en Humahuaca y Xavi, y también de alguna manera en La Quiaca y Abra Pampa. Empezar a escarbar sobre estas cuestiones me llevó a otra instancia más, a una variable muy significativa: el hecho de concebir a Jujuy como una provincia de frontera donde se juegan un montón de cuestiones y tensiones a nivel político, social y racial.

Encontrar en Rivera una experiencia de vida similar a la suya, como boliviano migrante, ¿en qué medida lo hizo comprometerse y consustanciarse aún más con el tema de investigación?

Es indudable que mi propia biografía me pega de una manera muy fuerte en este trabajo. Igualmente, creo que en ningún caso un investigador debe nada mira las cosas por fuera, como si estuvieras mirando un hormiguero, que no te afecta en lo más mínimo. Y eso claro, sucede aún más cuando hay cosas que te conmueven especialmente, de una manera muy intensa.

¿Cómo es el vínculo de Rivera con la Argentina?

Llega a ser artista del sello discográfico RCA Víctor, en Buenos Aires. Le había costado llegar allí pero, una vez que lo logra, nota que comienza a valorarse su música. En Bolivia también tuvo repercusión en vida porque había muchas giras que él hacía por allá, de recopilación o temas propios suyos y siempre está haciendo audiencias radiales. A eso hay que sumarle que todos los discos que grababa en Buenos Aires, a los diez días estaban en La Paz u Oruro gracias al ferrocarril. Sobre todas las cosas era un artista en tránsito. La idea de tránsito es muy importante en la obra de Rivera. Indudablemente, pensar eso me hacía pensar en mi propia condición como boliviano del otro lado de la frontera, donde se juegan cosas muy fuertes en términos de la presencia de los estados, el estado argentino y del otro lado el boliviano y también las identidades nacionales: de un lado y del otro del río La Quiaca.

¿Y por qué la idea del legado de Rivera como el de un “Puente fecundo”?

Quise retomar la imagen del puente porque me pareció valioso pensar que el puente que une a La Quiaca con Villazón, que significa que es el puente que une a la Argentina con Bolivia, no es un espacio fácil. Es un espacio que yo mismo he vivido de una manera cruel y oprobiosa. Y eso que en los momentos que sufrí esa situación, el trato de gendarmería hacia mí fue más amable que el que le propinaban a cualquier compatriota mío con los rasgos más homologables al del estereotipo andino. Eso siempre estuvo presente aunque estos últimos años ha cambiado positiva y notoriamente. Sin embargo, en el proceso de la investigación, y en el tiempo que llevó reunir y digitalizar parte de la obra de Rivera, reflexioné también que la cultura trascendía esta y cualquier frontera. Y, en este sentido, se me ocurrió pensar a Rivera como un puente fecundo porque de hecho, al día de hoy, los jujeños saben mucho de música boliviana, hay mucha presencia de las danzas bolivianas y existen grupos de Bolivia que están muy presentes en Jujuy como Los Kjarkas. De la misma manera, del otro lado, siempre hubo mucho interés por la chacarera, la zamba. Se toma mate en el sur de Bolivia, en Tarija, el chaco boliviano. Siempre se ha sabido mucho del tango, las generaciones de mis padres y abuelos eran tanguerísimas y había muchas orquestas típicas bolivianas. Incluso hay un tema que los paceños tienen como su segundo himno que se llama “Illimani”, por la montaña que corona la ciudad de La Paz, que es un tango compuesto por paceños.

¿Cómo se gestó esta iniciativa de recuperar la obra de Rivera?

En un inicio fue fundamental encontrarme con un cancionero de él, en el año ´97, que había encontrado en Tilcara, y que fue editado en el año ´45. Años después me vinculé con un sobrino-bisnieto de Rivera, muy interesado en su obra y en la de su abuelo que había formado parte de la Orquesta Típica boliviana de Rivera. Es interesante reparar en el nombre de Orquesta Típica porque habla de estos usos comunes del lenguaje, de algo muy cercano entre lo boliviano y lo argentino por más que se trate de geografías, géneros y repertorios distintos. Y, finalmente, conocí a Ilda Rivera, una de sus hijas, y terminé de darme cuenta de la existencia de un cuantioso material y empecé a saber que muchos de sus familiares y coleccionistas contaban con estos materiales. Venía fantaseando con la idea de digitalizarlo en buenas condiciones, conocí a Javier Tenenbaum, se pudo presentar el proyecto a la Secretaría de Coordinación Estratégica para el  Pensamiento Nacional y me lo aprobaron. Así fue que junto a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, se combinó hacer una coedición. La materialización de eso fue el disco acompañado de mi investigación. El disco es una selección de 25 temas de un total de 140 temas digitalizados de 350 que tenemos de Rivera. Es la colección más grande que hay de su música. Y, esto es importante agregarlo, con una pretensión académica y sin fines de lucro porque su obra pasa a ser de dominio público al superar los setenta años de producida. Todo gracias a la venia de la familia de Rivera. Particularmente, la figura de Ilda es impresionante porque durante muchas décadas ella quiso visibilizar la obra de su padre. Este proyecto es algo muy emocionante para todos.

¿Cómo analiza que en este momento político-cultural que viven tanto Argentina como Bolivia puede darse un proyecto como este?

Que a un Ministerio de cultura, a través de una Secretaría que tiene que ver con el pensamiento nacional, le parezca importante apostar por la publicación de la obra y vida de un boliviano de la primera mitad del siglo veinte y pensar que eso tiene mucho que ver con la cultura argentina, con cierto ideario vinculado a las músicas nacionales y regionales, me parece muy valioso y prueba que es un momento muy rico el que estamos viviendo. Desde el 2003 a esta parte se abrieron ciertas posibilidades que antes no estaban. Hay una profunda correspondencia entre los gobiernos, con un proyecto común marcado por la integración. En Bolivia, el gobierno de Evo Morales, tiene un interés muy particular en el mundo indígena y me parece muy importante, en el caso de la Argentina, el hecho de abrirse a otro tipo de repertorios que no sean solamente los vinculados a la élite o a repertorios que se ganaron su espacio como cierto tipo de folclore o música popular. Que haya una apertura a otro tipo de géneros del interior del país es fascinante. Eso refleja un momento único que somos felices de poder vivirlo.

¿Por qué cree que, históricamente, las elites dirigentes le pusieron tantas trabas al proceso de integración entre ambos países?

Lo boliviano fue un marco negativo de todo aquello que la Argentina no debía hacer en ese proyecto político liberal-positivista cimentado a fines del siglo diecinueve. Las elites dominantes pensaron a la Argentina como un país que tenía que ser más europeo que americano y llevaron adelante una política de exterminio de buena parte de la población nativa, sobre todo en el sur y en el Chaco. Se buscó invisibilizar a lo boliviano. Esa misma actitud se puede encontrar al día de hoy cuando algunos medios se refieren a la “invasión” de bolivianos que llegan a la Argentina. A un hijo o nieto de italianos se lo considera lógicamente argentino mientas que a un hijo de bolivianos se lo sigue tratando como un otro, un ajeno. En este sentido también es algo muy valioso rescatar a un músico boliviano que influyó en la cultura musical argentina.

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