“Hago cine porque hay imperialismo”

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Santiago Álvarez ha sido un cineasta militante en el más cabal sentido del término.

Fundador de la tradición documental cubana, fue el creador del noticiero semanal del ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos) en 1960. Su obra se caracteriza por la creación de una propuesta revolucionaria tanto en los mecanismos de producción como en su concepción estética. Revoluciona el cine, lo cuestiona, lo trastoca, en consonancia con el proceso revolucionario cubano al que adhería. Es por ello, por su permanente construcción de un discurso crítico renovando las anteriores concepciones formales, que el cine de Santiago Álvarez a la vez que difunde la actividad del gobierno revolucionario, participa del propio proceso de transformación, al tiempo que influye en el cine político del resto del tercer mundo de allí en adelante.

El cine de Santiago Álvarez, y el documental cubano en general, han tenido una influencia central en la que fue tal vez la película bisagra en la historia del género “La hora de los hornos” de los argentinos Octavio Gettino y Fernado “Pino” Solanas ambos parte del grupo «Cine Liberación», como también en Raymundo Gleizer y el grupo «Cine de la base», en quienes abreva sin dudas el movimiento diverso que constituye el gran momento del cine documental en Argentina.

No es entonces extraño que un documental sobre el gran cineasta cubano haya sido realizado por un grupo de cineastas argentinos, el “Grupo de cine insurgente”. Con dirección de Fernando Krichmar y producción de Alejandra Guzzo, la película es a la vez una mirada sobre el noticiero documental del ICAIC, su propuesta política y estética, tanto como una película que asume la propuesta de reproducir en el presente las premisas básicas del cine de Álvarez.

La película comienza con testimonios de quienes lo acompañaron en la producción del noticiero, su compañera del cine y la vida, Lázara Herrera, el maestro Fernando Birri y el destacado miembro de la trova cubana, Silvio Rodríguez, quien acompaña con su relato y canciones la totalidad de la película. La estética del cine de Santiago Álvarez se hace presente tanto como la propia historia cubana de los que dan cuenta sus pequeñas piezas semanales. Nada es antojadizo en la película. “El camino de Santiago” descansa tanto en las imágenes, como en una precisa estructura narrativa muy bien articulada a lo largo del relato.

¿Cómo logra el documental de Krichmar pensar desde el presente el trabajo de Santiago Álvarez como una herencia política y una tradición formal? La película es un documental sobre documentales, pero también es en sí misma una operación que opera en la relación entre el pasado y presente. Los realizadores convocan para esto a un grupo de jóvenes cineastas cubanos a que revean los noticieros ICAIC, debatan a propósito de esa obra y produzcan en una semana un noticiero en homenaje al pionero. Y luego los acompañan en un proceso de proyección en diferentes espacios sociales.

En ese final, bello e inteligente, aparecen en simultáneo dos obras que se reapropian de la estética y política de Álvarez: la pieza realizada por los jóvenes cubanos y el mismo documental que da cuenta de los debates y el pensamiento crítico que surgieron de las proyecciones.

Sobre Álvarez y su método, Fernando Krichmar, realizador de “Por los caminos de Santiago”, comentó a la agencia Telam: “Santiago hizo algo que ya es inhabitual: registró directamente, viajando a la realidad latinoamericana y mundial in situ, dando una visión cubana y latinoamericana a hechos estratégicos que se daban en todos los continentes. Fue el organizador de un colectivo que potenció al máximo las energías creativas de cada uno de sus miembros, un artista que nutrió y se nutrió de la savia joven de un colectivo en acción integrado al mango a un proceso revolucionario muy profundo y eso resuma en cada material, incluso algunos documentales dicen en los créditos «realización» y luego una larga lista sin jerarquías ni detalles de su función en el film.”

“Uno de los grandes aportes de Santiago al documental mundial, es ese uso tan latinoamericano del humor y la parodia. En ese sentido nos permitió el uso de este recurso que agiliza cualquier documental y colabora en el proceso de distanciamiento como decía Brecht para convocar a la actividad y participación mental del espectador del documental.” Sostuvo Krichmar

Sobre cuáles son las marcas claves de su obra afirmó: “Creo que ofrece una idea de cómo la Revolución Cubana construyó sus herramientas audiovisuales de interpretación de su propia realidad y del mundo a través de la figura de su máximo documentalista en una mirada, una reconstrucción y un homenaje de quienes se formaron, y formaron su obra, con él y de los jóvenes actuales que viven otra realidad y que se asoman a la producción cinematográfica sin haber pasado por su «tutoría» y sin casi haber conocido sus películas ni sus noticieros.”

“El camino de Santiago” se estrenó en Buenos Aires y constituye un puente entre el futuro y la historia, entre Cuba y la Argentina, que permite entender el presente del cine documental en América Latina,  no solo desde los movimientos sociales o de la presencia pública en algunos países, sino de la potente tradición estética política que fundaron entre otros cineastas como Santiago Álvarez.

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