Puerto Rico: Teatro romántico que trasciende el tiempo

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No siempre tenemos la oportunidad de ver teatro romántico. Sin entrar en los costos de una puesta en escena de este estilo, algunos piensan que al público en general no le interesa. No obstante, somos testigos, el teatro romántico fascina cada vez que se presenta, y es una buena alternativa para las escuelas de teatro con el objetivo de que, no solo el público, también los estudiantes, tengan una experiencia insuperable. Puerto Rico cuenta con uno de los mejores dramaturgos románticos y realistas del siglo 19 en Latinoamérica, sino es el mejor: Alejandro Tapia y Rivera. Hay expertos que afirman que la fama de Tapia no equiparó la de otros dramaturgos de su momento por falta de exposición. Pero la fuerza del trabajo de un artista, toca la sinceridad de la conciencia como misión más allá de una época. Un grupo de teatro con sentido de misión es glorificación.

Luis de Camoens (1524-1580), figura en la cual se inspira este drama, es orgullo de Portugal. Su obra se sitúa entre el manierismo y el clasicismo con saludos del barroco. El premio que lleva su nombre es el más importante en lengua portuguesa y fue instituido en 1988 por los gobiernos de Brasil y Portugal. La vida de este insigne poeta fue intensa, llena de persecuciones, traición, aventuras románticas y escándalos. La obra de Tapia usa su licencia poética para hacer un comentario sobre la relación que el poeta tuvo con la joven aristócrata Catalina de Ataide y la oposición de un padre quien desea casarla con un conde, de la misma manera lo hace la adaptación de Roberto Ramos-Perea, quien añadió un prólogo donde explica su complicidad. Alejandro Tapia y Rivera fue un gran defensor de la mujer, a quien creyó subestimada, pero nunca indefensa y débil. Su personaje Catalina integra esta defensa del autor, compartida por el adaptador, Tapia y Ramos-Perea, respectivamente. La joven, con valentía romántica, le hace frente a la oposición y mantiene su fiel valentía aun después de creer muerto al poeta. En tal y otros sentidos, es Catalina de Ataide la verdadera protagonista de la obra y de su adaptación.El pasado domingo 13 asistimos al Ateneo Puertorriqueño a ver “Camoens”, adaptación y dirección de Roberto Ramos-Perea de la obra de Alejandro Tapia y Rivera (1826-1882), padre del Teatro Puertorriqueño.

“Camoens”, escrita dos años después (1869) que la obra más conocida del autor, “La cuarterona” (1867), es el más desconocido de los dramas de Tapia, y es, además, una pieza de teatro romántico en toda la definición del estilo. La adaptación de Ramos-Perea suprimió las rimas y los apartes, pero destacó la esencia del autor y su momento real histórico. El montaje, de estilizada belleza, con los integrantes del Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo Puertorriqueño, fue visualmente moderno con aires contemporáneos en el llamativo vestuario (rojo, azul, blanco y negro) y en el ambiente que establecieron los elementos, sobre todo en la excelente selección de la música ecléctica (Barry White, tangos, Albinoni), y la utilería (Ana María Marrero Sicardo, Beatriz Rivera Molina). La premisa fue directa y sin lugar a dudas: “Vestidos como estamos, rodeados de elementos comunes a nuestra sociedad actual, declaramos que, nuestro padre, Alejandro Tapia y Rivera, vive, más allá de ‘Camoens’, con nosotros, por nosotros y para todos”.

“Camoens” fue escrita y leída en Madrid en 1869. Estrenó con éxito en Puerto Rico en 1878 por la compañía de Eugenio Astol y no volvió a representarse hasta ser rescatada por Roberto Ramos-Perea para el Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo Puertorriqueño. Dado que fue don Alejandro Tapia y Rivera el fundador de la primera compañía de teatro en el Ateneo y que fue allí donde nuestro padre dio su último respiro, nada pudo ser más justo y significativo.

Lo diremos una vez más, los montajes del Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo Puertorriqueño siempre nos conmueven. El grupo hace el máximo con lo mínimo, con ese envidiable orgullo del corazón nacional. El público siempre responde a esa sinceridad a casa llena. Esta puesta en escena integró participantes de la Compañía Nacional de Teatro del Ateneo, del Taller Superior de actuación, Actuación Avanzada, Actuación Básica y la Facultad.

Nuestro encuentro con la escenografía, una plataforma negra negro colocada en forma diagonal, arena a dos lados, con una rampa en uno de los lados y escaleras colocadas en forma estratégica, sirvió como heraldo de la refinada estética que íbamos a presenciar. La primera escena recreaba un baile de máscaras con música de la década de 1970 y una coreografía muy bien pensada. Desde ese momento en adelante se presentaron los personajes y con ellos, el drama. Destacamos en el recuerdo del segundo acto, la roja belleza en la escena de la boda y la escena de la revuelta liderada por Camoens. ¡Belleza con sentido de misión!

En esta versión se destacaron las actrices. Mayra I. Echevarría, lució hermosa y convincente como Catalina de Ataide, segura y muy emotiva, digna mujer “romántica-tapiana”, buena voz y excelente dicción. Sus mejores escenas fueron las que compartió con Edgar Quiles Ferrer (Conde de Ataide), muy posiblemente porque la experiencia y agilidad del profesor ayudó a que afloraran ambas actuaciones con armonía. Gina Figueroa Hamilton impartió aún más picardía a su pícaro personaje de Paje del Rey. Como Inés, María del Carmen Muñiz bordó la seria solidaridad velada que requería la nana, con elegancia. La escena de las enfermeras (Karla Malavé y Beatriz Rivera Molina) en el segundo acto brilló con sinceridad histriónica. Tal vez deban ambas actrices trabajar con la proyección de sus articuladas y emotivas voces.

Los actores Roberto García (Cabral), Israel Solla (Marqués de Souza) y Rolando Reyes (Camoens), cumplieron con dignidad en la encomienda de sus difíciles personajes. Tal vez, Reyes y García deban trabajar con la profundidad emotiva en los momentos más dramáticos, sobre todo en las reacciones interiores, en el silencio. Le creímos a Solla su marqués. Reyes logró una muy buena escena final, la más difícil de la obra, a toda capacidad.

Como coreógrafa, Astrid Ayala García no subestimó los límites de seres humanos que no son bailarines profesionales. El grupo se colocó en la línea de sus intenciones y ella brilló como solista con técnica y sensibilidad. La coreografía del tango (Yari Heldfeld, Arturo Gaskins) fue sencilla y bonita.

Con el mínimo de instrumentos de iluminación, Verónica Rubio logró el ambiente tenebrista de aparecidos y fantasmas, fiesta de máscaras, boda, ambiente de combate, escenas íntimas en habitaciones y la rigurosa solemnidad de un hospital. El fuerte del decorado fue la coordinación del vestuario de Gina Figueroa Hamilton y los elementos de la utilería, minimalista.

Felicitamos a todas las personas que tuvieron que ver con este montaje. “Camoens”, producción general de Jaislinn González, cerró trigésimo séptimo Festival de Teatro del Ateneo y forma parte de las celebraciones del Ateneo Puertorriqueño, en unión a otras instituciones culturales como el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, en torno a don Alejandro Tapia y Rivera. El próximo semestre se ofrecerá en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe el curso Alejandro Tapia y Rivera: vida y obra, a cargo del Profesor Ramos-Perea. En marzo de 2016 subirá a escena “La cuarterona” de Tapia, a cargo de la Compañía de Teatro Nacional del Ateneo como una actividad promovida por la unión de las instituciones mencionadas. Allí estaremos. Apoyamos al Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo Puertorriqueño y nos solidarizamos con su eternidad.

 

Publicado en PrPop
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