Los buñuelos queretanos

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Desde 1929, Santa Rosa Jáuregui enaltece su amplia gama gastronómica con un dulce tesoro: los buñuelos Soto, tradición que se preserva por el entusiasmo familiar de mantener esta empresa artesanal, que ha traspasado fronteras y ha llegado a países como Estados Unidos, Canadá, Panamá y algunos europeos como Francia.

“Los originales de Santa Rosa” -como lo dice su eslogan- son altamente demandados durante las fiestas decembrinas, cívicas y patronales, cuentan Ángela y Pueblito Soto, pilares de la empresa familiar que les legaron su abuela Teodosia Sánchez y sus papás Pablo Soto y Balbina Guerrero.

Buñuelos Soto, en sus inicios, para sus ventas se alojó en la plaza principal de esta delegación, y al paso de los años fue cambiando de lugar, hasta establecerse en su casa, a donde llegan los parroquianos deseosos de estas tostaditas acarameladas, que son consideradas una de delicia gastronómica.

“Ahí se dieron a conocer los buñuelos, Ya estamos un poquito mejor, ya tenemos más aceptación, mucha aceptación con la gente de aquí, de Querétaro y de otras partes, ya ven que hay muchos visitantes en Santa Rosa. Ahora ya estamos mejor y atendemos a más”, platica doña Pueblito en lo que su hermana Ángela hace buñuelos.

Su abuelita –narra- hacía las tostadas de gran tamaño y las colocaba en un canasto, ponía su cazuela en un anafre para calentar la miel, que era “más aguada”, con canela y piloncillo, “los vendía así, mojaditos” con atole blanco en jarros, “eso era en año nuevo”.

Dice que ahora los buñuelos los elaboran con la receta tradicional, aunque ya de tamaño más pequeño y caramelizados con piloncillo espeso, porque su clientela así lo pidió.

Pueblito recordó que cuando su mamá vivía se espantaron porque les pidieron el máximo pedido de entonces: 500 buñuelos; “dijimos son muchos y ese fue el primer pedido de tantos buñuelos, pero ya hacemos más, eso sí divididos en más personas desde 30 hasta 200”.

Ella agradece a todas las personas que han aceptado sus buñuelos y que los promueven cuando los llevan de regalo; “les debemos este éxito y les pido disculpa al no atender a todos, porque es un trabajo manual y no podemos con todos los pedidos”.

Para Pueblito este negocio es su vida misma, porque desde niña aprendió el oficio, y desea que sus hijos y sobrinos “aprendan bien” los sistemas de producción y ventas, porque es una fuente de trabajo para la familia.

Ángela, que deja las bolitas de masa para incorporarse a la charla, expresa orgullosa que Buñuelos Soto para ella es lo máximo, porque es “una bendición que nos dejaron nuestros antepasados, imagínese que es nuestro medio para nuestros gastos. Dios nos socorre. Me siento feliz de estar aquí con mis hijos”.

En tanto, Gema Hernández –hija de Ángela- expresa su alegría por ser de la tercera generación, “que Dios nos dé licencia para que crezca más el negocio y un día nosotros también nos vayamos como los buñuelos a España y Canadá”.

Y el hijo de Pueblito, que ya es licenciado en idiomas, también da gracias al negocio, porque de esta manera se cubrieron los gastos de su carrera, “me siento orgulloso y aunque tengo trabajo me gusta estar aquí, es algo que no cambiaría. Tengo mis planes, pero seguiré aportando para la expansión del negocio”.

Publicado en El Sol de México

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