Inauguran una gran muestra reunirá 400 obras que sintetizan 30 años de arte argentino

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Obras de Liliana Porter, Rogelio Polesello, Fabián Burgos, Jorge Macchi, Ana Gallardo, Mónica Girón, Matías Duville, Pablo Siquier, Gachi Hasper, Nicola Constantino, Marcos López, Andrés Paredes, Carolina Antoniadis, Alfredo Prior, Mauro Koliva, Leandro Erlich, Adrián Villar Rojas, Diego Bianchi y Tomás Espina, son parte de la colección del cirujano plástico y mecenas Esteban Tedesco, un patrimonio que ahora se abre al público.

Del Grupo de la X hasta la contemporaneidad más actual como la obra de Beto Álvarez, este intenso pasaje que va de los 80 al 2015 con lo más variopinto del escenario local, incluye un «diálogo» o una «danza» de todo tipo de técnicas: mural -Burgos, por ejemplo, lo hace in situ-, pintura, fotografía, instalaciones, intervenciones y esculturas, refrendado con piezas de la nueva figuración, la abstracción y el mundo kitsch.

«La idea de esta muestra es que sea representativa, por eso elegimos un curador que en 1989 llevó a los artistas argentinos a centros culturales franceses y conoce profundamente la escena contemporánea local. Esta exposición es una situación de aprendizaje y belleza porque te da una visión muy extensa y está tan bien montada que es mágica», cuenta a Télam Lía Cristal, productora general del proyecto.

Curada por Philippe Cyroulnik, parte de esta colección ya se pudo ver en Argentina en dos ocasiones, también algunas obras partieron rumbo al Reina Sofía en España, fueron como préstamo al Malba y recalaron en Brasil, pero la dimensión que esta vez ostenta con «Diagonal Sur» es una suerte de piedra angular del mundo del arte argentino en el último cuarto de siglo.

El crítico francés, quien viaja continuamente a Buenos Aires para estrechar lazos con artistas locales que comparten una misma aproximación estética, sostuvo durante una recorrida con la prensa que esta exposición «es el encuentro de dos miradas, la primera son las obras de la colección de Tedesco, la segunda es la mía personal con artistas que conozco y otros nuevos para mí».

Esa visión, de amplia óptica, mezcla artistas de distintas generaciones donde el concepto que las aúna -y también las bifurca- «es el arte, no el tiempo», dice Cyroulnik en un pastoso español afrancesado con giros italianos, un crítico con las miras también puestas en «la periferia» de la escena argentina.

Las 400 obras se distribuyen en todas las instalaciones del Centro Cultural Borges, desde los salones más escondidos hasta el espacio distribuidor de los pabellones que balconea con las galerías Pacífico. Las diversas visiones o formas de recorrer la muestra se pueden encarar «como una composición musical -con sus silencios y compases- o como un viaje analógico y de oposición. Cada mirada puede seducir al pensamiento», invita el francés.

«Diagonal Sur – Arte Argentino Hoy» -título que alude a «un cambio de dirección posible»-, apuesta a «las relaciones», dice su curador. Allí, en ese universo de cruces, se miden el cuerpo, sus propias relaciones y sus estigmas, la naturaleza, la urbanidad, el contexto social, la historia, la vida y la melancolía que genera ese pulso vital, la tierra y el cielo.

«Cada obra tiene poder de significación», resume el crítico que aboga por darle «tiempo» a cada pieza y propone «que cada uno encuentre su punto de entrada a la muestra, que no haya una única vez y que se olviden de su propio gusto».

Mientras apuraban detalles para la inauguración de pasado mañana, el propio Esteban Tedesco, dueño de las ‘masterpieces’ que visten los muros del lugar, daba vueltas por las salas y chequeaba el montaje: «A los 18 años empecé con obras de los clásicos argentinos que no eran de muy buena calidad, impresionismo de los años 20 y 40. Continué con artistas de los 80, los 90 y hasta ahora y lo que se puede ver acá es un tercio de la colección», dijo a Télam.

En su apuesta a jóvenes artistas, aún sin subir al podio del reconocimiento, Tedesco se asume como «un visionario» y concede: «tuve suerte con todos, no le erré a ninguno, todos han sido exitosos después».

«El arte cuanto más contemporáneo más me gusta, pienso que cuando te deja de gustar lo contemporáneo es que envejeciste. Yo trato de ir mirando qué es lo que hace la gente joven. Estéticamente todas las épocas me gustan, todo lo que tengo me gusta y no envejeció mal», reconoce el coleccionista.

Desde cuestionamientos a las tradiciones del paisaje y del relato, del gesto o de la línea, pasando por el arte minimalista y conceptual, llegando a las fuentes mismas del pop o explorando los territorios del expresionismo, la muestra permite volver, redescubrir y conocer nuevos artistas, al tiempo que es testigo latente de la fertilidad y eclecticismo de los argentinos en el arte.

“Nos cruzaremos -dice Cyroulnik- con creadores del dibujo, la pintura, la fotografía, la performance, la instalación y la escultura.

Por su amplitud, constituirá una de las exposiciones más importantes sobre el arte argentino contemporáneo. En una tradición venida de las vanguardias abstractas o inspirándose en lo histórico y urbano constituye una travesía de lo real y lo imaginario».

La exposición podrá verse a partir del próximo jueves hasta el 27 de marzo en el Centro Cultural Borges, ubicado en Viamonte 525, de lunes a sábados de 10 a 21 y los domingos de 12 a 21, con la entrada a 40 pesos.

Publicado por Télam

30 años, 100 artistas, 400 obras: un dream team que une dos siglos

Hay que acercarse a centímetros de la obra para distinguir la palabra Seine, recortada de un mapa de París por Jorge Macchi en la década de 1990. Tal vez sea el detalle más pequeño de esta ambiciosa muestra que abarca todas las salas del Centro Cultural Borges. Diagonal Sur-Arte Argentino Hoy exhibirá desde pasado mañana hasta marzo unas 400 obras de más de un centenar de artistas en los últimos 30 años.

Se trata de un dream team que convierte a Diagonal Sur… en un puente entre dos milenios. Marcos López, Nicola Costantino, Leandro Erlich, Adrián Villar Rojas, Diego Bianchi, Ana Gallardo, Mónica Girón, Matías Duville y varios de los que integraron a fines de los 80 el mítico Grupo de la X -como Carolina Antoniadis, Pablo Siquier, Ernesto Ballesteros y Macchi- son sólo algunos grandes referentes del arte contemporáneo argentino incluidos en esta lista.

La amplitud del panorama fue posible gracias a la mirada, la generosidad y la constancia de Esteban Tedesco. Todas las piezas -dibujos, pinturas, fotografías, esculturas e instalaciones- pertenecen a este cirujano plástico que empezó a comprar obras a los 20 años.

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Llenó su departamento del piso al techo hasta cubrir incluso baños y cocina y se convirtió en uno de los principales coleccionistas de arte contemporáneo del país. Es la primera vez que exhibe tantas obras juntas, que representan apenas un tercio de su acervo. Parte de la colección fue presentada al público en 2009, también en el Borges, y en 2013 integró Algunos Artistas/90-Hoy, en Fundación Proa, junto con las de Gustavo Bruzzone y Alejandro Ikonicoff.

«Esta muestra ocupa 10 salas del Borges; son 3000 metros de pared», dice orgullosa Lía Cristal, productora general de la exposición, que viene impulsando este proyecto desde hace años. Para lograrlo contó con el apoyo de la Fundación Tres Pinos, que está construyendo el Museo de Arte Contemporáneo (Marco) en La Boca.

¿Cómo presentar un panorama tan extenso? Convocando a un buen curador. «No pretendí hacer una muestra exhaustiva», aclara de entrada, con fuerte acento francés, Philippe Cyroulnik. Este crítico de arte que dirigió durante dos décadas Le 19, el Centro Regional de Arte Contemporáneo de Montbéliard, se apasionó por el arte argentino cuando viajó, en 1989, a Buenos Aires para ser jurado del premio Gunther en el recordado Centro de Arte y Comunicación (CAyC), creado por Jorge Glusberg. Desde entonces siguió de cerca la obra de muchos de los participantes de esta exposición.

«La colección de Tedesco tiene artistas muy importantes, como Eduardo Stupía y Marcelo Pombo, que no están incluidos aquí -agrega el curador, que trabajó asistido por Verónica Di Toro-. Construí una historia que no es necesariamente una narración, sino una relación de significación entre las obras. Pero no quiero que mi palabra domine la obra, sino que le permita existir sin mí.»

El cuerpo y el movimiento, por ejemplo, predominan en una sala que incluye trabajos de Erlich, Marcelo Grosman, Mariana Tellería y Elisa Estrada. El curador decidió contrastarlos con un mural abstracto realizado especialmente para la muestra por Fabián Burgos, cuya colorida obra sorprendió a los porteños en 2008 al cubrir la fachada del emblemático Edificio Del Plata.

Carolina Antoniadis y Mariano Ferrante también realizaron murales in situ. Gachi Hasper, ampliamente representada en la colección de Tedesco, produjo especialmente una enorme obra para esta muestra. Y Andrés Paredes instaló personalmente en la entrada la monumental mariposa negra calada con la que participó en 2011 de la Bienal del Fin del Mundo, en Ushuaia. Un verdadero trabajo en equipo que refleja el vínculo logrado entre artistas, coleccionista y curador.

Cyroulnik parece atento a cada detalle. Detenido frente a un dibujo que representa una huella de borceguí, señala con el dedo: «Macchi realizó estos trabajos durante su residencia en Francia. Sus primeras obras estaban relacionados con heridas y arquitectura religiosa. Si observás bien, aquí podés ver la cúpula de una iglesia», dice el hombre que apoyó desde sus comienzos el trabajo de uno de los artistas contemporáneos argentinos con mayor proyección internacional. En ese selecto grupo que viaja y vende por el mundo se cuenta también el rosarino Adrián Villar Rojas, representado en esta muestra con una de sus obras menos conocidas: una pintura realizada sobre una puerta que representa a un ser mutante avanzando por encima de un bosque, debajo de la palabra «¡Váyanse!».

Es el pasaje hacia el sector con la atmósfera más kitsch de la exhibición, en palabras del curador. En el pasillo que conduce a la Escuela Argentina de Tango hay obras de Marcos López, Res, Rosana Schoijett, Leonel Luna, Javier Barilaro. Una vez más, el cuerpo, pero «como alegoría, construido como escultura». El cuerpo imponente de un gallo pintado por Cynthia Cohen, por ejemplo.

Un clima muy distinto del que se respira en otra de las salas, donde el cuerpo se vincula con la destrucción para «actualizar la historia argentina». Aquí una instalación de Alexis Minkiewicz, que para Cyroulnik evoca La lección de anatomía de Rembrandt o las esculturas de Norberto Gómez, se exhibe junto con fotografías de militares tomadas por Marcelo Grosman; con obras de Nicolás Mastracchio que el curador relaciona con «la desaparición de libros en tiempos difíciles»; con un registro de carteles de servicios de seguridad privada compilado por Luciana Lamothe; con las conocidas escenas violentas de la vida urbana recreadas con pólvora por Tomás Espina y con una pintura de Daniel García que alude a un cuerpo herido.

Los vínculos son menos obvios en la sala que reúne a Gabriel Valansi, Marcela Astorga, Ignacio Iasparra y Pablo Accinelli. Allí, Cyroulnik buscó «una relación formal entre obras muy diferentes, como un partido de ping-pong». Aunque parece haber logrado realizar un sólido relato propio con el variado material que tenía a mano, el curador insiste: «No quiero reducir la obra a una significación. Si no puede resistir a mi interpretación, no es una obra grande.»

Publicado por La Nación

 

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