Falleció el gran percusionista y compositor brasileño Naná Vasconcelos

1.533

El virtuoso percusionista y compositor brasileño Naná Vasconcelos murió esta mañana a las 71 años víctima de cáncer de pulmón y rodeado de sus afectos, anunció la prensa de su ciudad natal.

Durante su carrera, Vasconcelos tuvo preferencia por los instrumentos de percusión y en los años 60 se hizo conocido por su eximio talento con el birimbao.

A partir de 1967 actuó como percusionista junto a músicos como Jon Hassel, John Zorn, Ralph Towner, Pat Metheny, Jan Garbarek y Egberto Gismonti, entre otros.

Entre 1978 y 1982 formó el grupo de jazz Codona, junto a Don Cherry y Collin Walcott, con quienes editó tres discos.

Publicado por Télam

Naná Vasconcelos: El señor percusión

Por Rodrigo Rojas

Naná Vasconcelos nació hace 71 años en Recife, nordeste brasileño. Si bien trascendió desde el berimbau, fue elegido ocho veces como el mejor percusionista del mundo y su fama lo llevó a grabar y compartir escena con enormes músicos como Path Metheny, quien lo llama de «doctor» y codearse con artistas como Bernardo Bertolucci, quien no admite que lo llamen «músico», sino «La música». Naná visita Córdoba por primera vez para brindar un workshop y un concierto,  y en la previa no esconde su entusiamo por llegar a la Argentina. «Nunca estuve en Córdoba, pero Argentina es muy importante para mí, allí conocí a artistas como Domingo Cura y Mercedes sosa, y además fue desde ahí que partí para el mundo. Es que, yo estaba en Brasil cuando el Gato Barbieri me invitó a realizar una serie de shows en Buenos Aires. Cuando estábamos allá, al Gato le salió un contrato para hacer un disco en Estados Unidos. Me preguntó si quería ir, y allá fuimos. Me quedé 20 años…

Vasconcelos no tuvo una educación musical formal y por seguir los pasos de su padre fue que un día se encontró arriba del escenario. Desde allí, todo cambió. «cuando tenía 7 u 8 años tocaba en casa todo el día las cacerolas. Pero nunca hice nada al respecto, nunca fui a la escuela de música, aprendí de manera autodidacta. A los 12, le pedía a mi padre que me lleve al club nocturno donde él tocaba. De insistir, un día me llevó. Tuvimos que hacer una autorización de la policía de menores y una de las condiciones era que no podía bajarme del escenario en el intervalo. La otra ley era respetar la sentencia de mi padre. Lo que se veía allí, quedaba ahí», recuerda Naná.

-No estudió música, ¿tal vez apelando a ritmo que los brasileños llevan en los genes?

-Claro, el swing brasileño obedece a que Brasil es una mezcla de diferentes partes de África, algunas que ya no existen más incluso, y esas partes se encontraron por primera vez en Brasil. Y a eso se le agregan instrumentos como el pandeiro, que es oriental, y que por primera vez se utiliza en estos ritmos y ciertas cosas de europea, principalmente Portugal.

-A veces puede resultar difícil clasificarlo, ¿dónde cree que se encuentra usted en la música de Brasil?

-Lo único que sé es que no soy parte de la música popular brasileña. Acá tenemos la música «popular» y la música «pra pular» (para bailar). Pero yo escucho mucha música y distinta, y eso me abre el panorama. Aprendí mucho oyendo.

-¿Pagó un costo por esa idea de libertad?¿Acaso no entrar a la industria?

-¡Cuando me muera voy a ser muy famoso! (ríe a carcajadas), en otras partes del mundo sueno en las radios, sólo en Brasil es que no soy parte.

-Pero ha sido premiado y elegido el mejor percusionista del mundo, ha ganado Grammys…

-¡Sí! Porque estaba en Estados Unidos. Y es una historia curiosa porque no había una categoría para la música improvisada y la percusión y la tuvieron que poner por causa de Hermeto Pascoal, Airto Moreira y de mí. Estaban los centroamericanos que tocaban maracas en el cha cha cha, pero llegamos los brasileños con nuestros petates y reformulamos la percusión.

-¿No se siente profeta en su tierra?

-Ahora puede ser un poco, por causa del exterior. En mi tierra (Recife) yo soy respetado por el trabajo con los niños que hago, la fundación que tengo. El reconocimiento es por mi aporte cultural.

-¿Cómo es ese trabajo con niños?

-Los niños, que son el futuro del Brasil están en la calle. En mi época no había niños en esa situación, pasé muchos años fuera de Brasil y cuando volví y vi esto pensé en que tenía que ayudarlos de alguna forma. Chicos oliendo pegamento, drogándose… lo que haya que hacer estoy dispuesto a hacerlo para ayudarlos. Eso sí, los proyectos tiene que ser independientes de la política.

-En estos últimos meses el brasileño ha salido a las calles a protestar contra los políticos

-Era una necesidad. Lo único que no me gusta es cuando hay vandalismo. Jóvenes involucrándose para parar la corrupción, eso está perfecto. Los jóvenes se tiene que meter en la política, tiene que «hacer» porque lo que hay ahora huele a podrido.

¿Qué puede contar del show en Cordoba?

– Mi último disco «4 Elementos» es imposible de llevar al escenario, porque más allá de la música es un concepto. Lo que estoy llevando es un show que crié en Inglaterra. Un show que no es una exposición de instrumentos en escena, ni para ver quien toca más fuerte. Es un show musical hecho con percusión, que apela a la potencia visual de la música, algo que aprendí oyendo la música de Villa Lobos. Por ejemplo, decir: vamos a la selva, y llevar al público a ese lugar a través de la música. Es muy interactivo, porque la música se comparte con el público.

Publicado por La Voz del Interior

Pernambuco perde o batuque do percussionista Naná Vasconcelos

O coração do grande percussionista Naná Vasconcelos, de 71 anos, bateu pela última vez nesta quarta-feira, dia 9 de março. Filho de um violonista do Recife, Naná teve na infância influências musicais que iam de Villa-Lobos a Jimi Hendrix. Especializou-se em instrumentos de percussão brasileiros, particularmente o berimbau. A primeira universidade a que teve acesso foi a Universidade do Samba de Sítio Novo, imaginária entidade nascida das lucubrações do professor Jomard Muniz de Britto nos idos de 1966, onde Naná se graduou no instrumento que o fez ganhar o mundo. Juvenal de Holanda Vasconcelos (nome de batismo) nasceu no Recife mas ficou conhecido em outros países – morou 27 anos nos Estados Unidos e outros cinco em Paris, onde trabalhou e gravou discos.

Depois de tocar por algum tempo em cabarés e bandas da capital pernambucana, ainda jovem mudou-se para o Rio de Janeiro, onde conheceu Luiz Eça, Wilson das Neves, Gilberto Gil, e passou a acompanhar Milton Nascimento e o Som Imaginário. Em 1970 foi convidado para integrar a turnê do saxofonista argentino Gato Barbieri pelos Estados Unidos e Europa.

Foi nessa época que Naná radicou-se em Paris, onde gravou seu primeiro disco, “Áfricadeus”. Em 1973 gravou no Brasil “Amazonas”, que se tornou um marco na combinação de percussão e voz na MPB. De volta ao País, trabalhou com Egberto Gismonti por oito anos, tendo gravado juntos três álbuns, entre eles o aclamado “Dança das Cabeças”.

Na década de 70, o pernambucano tocou com grandes nomes da música internacional como Pat Metheny, B.B. King e Paul Simon. Foi eleito oito vezes o melhor percussionista do mundo pela revista americana Down Beat e ganhador de oito prêmios Grammy.

Publicado por Ne10

Eleito 8 vezes ‘melhor percussionista de mundo’, Naná era festejado no exterior

Algo era mais do que percussão quando Naná Vasconcelos erguia seu pau de chuva para o céu. A chuva logo virava uma tempestade e quem estava diante dela podia sentir até os trovões. Os sons de Naná ganhavam vida além da música que fez desse pernambucano um gigante. Ele dominava de plateias enormes em salas de concerto a humildes salas de aula pelo interior do País com alunos interessados em sua magia. O mundo o descobriu com a surpresa de quem se vê diante dos bruxos.
Naná era no batismo Juvenal de Holanda Vasconcelos, nascido a 2 de agosto de 1944 no seu eterno Recife. A revista norte-americana Down Beat, referência no meio do jazz e da música instrumental, o elegeu por oito vezes como «o melhor percussionista de mundo». Tudo o que sabia havia sido semeado nos dias de sua infância, quando acompanhava o pai em uma banda marcial recifense.

Naná foi abraçado pelos músicos brasileiros desde que se mudou para o Rio de Janeiro, em 1967, para gravar dois discos com Milton Nascimento. O assombro com sua capacidade de criar climas e de fugir das convencionais percussões de acompanhamento foi imediato.

Mesmo sabendo que estava doente desde 2015, Naná Vasconcelos não dizia não aos convites que lhe surgiam. Os pernambucanos, que o têm como uma entidade, não deixaram de chamá-lo para ganhar honras de Estado sobretudo durante o carnaval.

Em fevereiro, foi Naná, em pleno tratamento contra o câncer no pulmão, quem deu a largada às festas dos recifenses no Marco Zero. Era lá, em uma das festas de maior riqueza do País por explorar não um, mas vários ritmos, que Naná tinha seu trono. Sua última abertura dos festejos contou com a presença de onze nações de maracatu e quatro tribos de caboclinho, duas manifestações das mais importantes que determinaram a personalidade de Naná Vasconcelos.

No carnaval de 2013, sua presença havia sido ainda mais forte. A abertura feita com o amigo Milton Nascimento contou com um acompanhamento de 500 percussionistas. Ao todo, Naná abriu o carnaval dos pernambucanos por 13 vezes.

O músico usava também de forma não convencional o berimbau, uma de suas marcas. Ele sobrepunha sua voz ao som da corda vibrante e conseguia efeitos surpreendentes.

No exterior, Naná se tornou um dos representantes da música brasileira mais festejados no mundo. Gravou ou atuou no palco ao lado de Jon Hassel, Pat Metheny, Evelyn Glennie, Miles Davis, Jack DeJohnette, Trilok Gurtu, Jan Garbarek. Ao lado de Don Cherry e Collin Walcott, formou, entre os anos de 1978 e 1982, o grupo de jazz Codona e lançou com ele três discos. Em 1981, se apresentou no Woodstock Jazz Festival em comemoração ao décimo aniversário do Creative Music Studio. E em 1998, participou do projeto Onda Sonora: Red Hot Lisbon, uma compilação beneficente em prol do combate à AIDS, produzida pela Red Hot Organization.

Naná lutou o quanto pode contra a doença nos pulmões. Acreditou que não seria levado tão cedo pelos deuses que tanto evocou girando instrumentos ao céu ou soltando sons que pareciam se comunicar com seres de outro mundo. Quando foi diagnosticado com o câncer no pulmão, em 2015, submeteu-se ao tratamento doloroso, ao menos, com aparente tranquilidade, sem desespero. Mas fez como Dominguinhos, outro pernambucano arretado que partiu vítima da mesma doença, no mesmo órgão que parecia indestrutível quando o músico estava sobre um palco. Naná e Dominguinhos resolveram permanecer na estrada até que soasse o último sinal.

O primeiro contato de suas mãos com a pele de algum instrumento de percussão se deu cedo, aos sete ou oito anos, quando Naná foi admitido pelo próprio pai para tocar bongô e maracas em um conjunto do Recife. A música invadia sua casa pelo rádio da sala e pelo violão do velho Vasconcelos. Naná sentiu a música nascendo em casa, assistindo ensaios que o pai fazia. Seu primeiro instrumento profissional, no entanto, não foram os sets de percussão que mais tarde ele mesmo criaria e aumentaria, mas a bateria.

A liberdade no discurso do free jazz dos anos 80 foi algo definitivo na construção da linguagem do percussionista. E sua escalada rumo ao mundo dos titãs do jazz começa muito antes, em São Paulo. Com Nelson Angelo, Franklin e Geraldo Azevedo, formou o Quarteto Livre para acompanhar Geraldo Vandré na antológica Pra não dizer que não falei de flores, defendida na fase paulista do III Festival Internacional da Canção.

O boca a boca sobre seu nome aumentava. Em 1969, ele aparece ao lado de Gal Costa para um show no Museu de Arte Moderna de São Paulo. Forma então o Trio do Bagaço, com Nelson Angelo e Maurício Maestro, e vai até o México convidado pelo pianista Luizinho Eça. Trabalha ainda para a trilha sonora do filme Pindorama, de Arnaldo Jabor, e ali conhece o saxofonista argentino Gato Barbieri.

Barbieri o leva para a gravação de um disco em Nova York (EUA), sem saber que abria um portal sem volta para Naná Vasconcelos. Depois de participar de uma série de festivais de jazz, o pernambucano grava com nomes como Jean-Luc Ponty, Don Cherry, Roff Kün, Oliver Nelson e Léon Thomas.

De volta ao Brasil, Naná se torna a maior autoridade na percussão do País. Fez com Egberto Gismonti, em 1976, um de seus discos mais importantes chamado Dança das Cabeças. Aos que tinham dúvidas do que ele poderia fazer com alguns instrumentos no palco, bastavam minutos diante de sua performance para entender o fascínio que Naná causava no mundo. Ele regia a plateia, dividindo-a em ‘naipes’. Alguns batiam palmas, outros assobiavam, outros tocavam as bochechas. E todos eram transportados para algum canto criado pela imaginação de Naná Vasconcelos.

Publicado por Diario do Grande ABC
También podría gustarte