Chile: el cuarto entierro de Pablo Neruda

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¿Puede una persona ser sepultada cuatro veces? Aunque parezca increíble, sí. El protagonista de esta historia es Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, nombre legal del poeta chileno Pablo Neruda, Premio Nobel de Literatura 1971.

Neruda, cuyos restos se encuentran este lunes en el edificio del ex Congreso Nacional, ha tenido hasta ahora tres funerales y sumará un cuarto mañana martes, cuando sea enterrado, ojalá en forma definitiva, en su querida casa de la localidad de Isla Negra, aquella donde escribió, por ejemplo, el célebre “Alturas de Machu Picchu”.

La historia oficial cuenta que Neruda murió el 23 de septiembre de 1973 en la Clínica Santa María de esta capital producto de las complicaciones que le generó el cáncer de próstata que padecía, además de un estado de desnutrición que le significó perder peso en forma notoria.

Sin embargo, las más recientes investigaciones judiciales dan cuenta de un eventual envenenamiento por agentes de la dictadura, lo que debería ser corroborado en las próximas semanas.

Dos días después de ese trágico día, que marca a fuego la historia cultural chilena, se registra el primer funeral de Neruda en el Cementerio General de esta capital, tras el velatorio de rigor en “La Chascona”, la casa que el poeta tenía a los pies del Cerro San Cristóbal y que fue saqueada por los militares tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.

Cientos de personas caminaron junto al ataúd desde la residencia de Neruda, hoy convertida en una casa-museo, hasta el principal camposanto de Santiago, en un recorrido de unos tres kilómetros al cual se fue sumando gente en forma espontánea y que se convertiría en la primera protesta contra el régimen de facto.

El Premio Nobel quedó sepultado en aquella oportunidad en el mausoleo de la familia de la escritora Adriana Dittborn, quien ofreció el sepulcro en medio de los aciagos primeros días de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).

Sin embargo, la tranquilidad para la viuda de Neruda, Matilde Urrutia, y el resto de la familia duraría unos meses ya que en abril de 1974 reciben una carta de las hermanas de Adriana, Marta y Elena Dittborn, quienes le piden que saque el ataúd del poeta chileno.

El segundo entierro, al que asistieron un puñado de personas, se produce el 7 de mayo de 1974, de madrugada, sin los medios de prensa, sin invitados especiales ni discursos donde se valoren los atributos de Neruda.

Los restos del vate quedan sepultados entonces en un nicho del llamado “módulo México”, el que albergará sus restos hasta el 11 de diciembre de 1992, cuando son exhumados para cumplir con su deseo, manifestado en varias oportunidades, de ser enterrado en su casa de Isla Negra, mirando el mar y junto a Matilde Urrutia, quien murió en 1985.

Al igual como acontece este lunes, los restos del exsenador y exdiplomático fueron llevados al ex Congreso Nacional para rendirle un homenaje, tras lo cual fueron llevados a Isla Negra y sepultados ante la presencia de unas tres mil personas en un acto que contó con la presencia del presidente Patricio Aylwin (1990-1994).

Y allí permanecieron hasta el 8 de abril de 2013, cuando el juez chileno Mario Carroza, quien investiga la muerte de poeta, ordena la exhumación de los restos para que parte de las osamentas fuera sometida a estudios en Chile y el extranjero.

En la actualidad, una parte mínima de los restos siguen siendo examinados por expertos de Dinamarca y Canadá para intentar determinar el origen de la bacteria que le habría provocado la muerte al vate.

Científicos de esas dos naciones iniciaron el estudio de la bacteria estafilococo dorado, ya que ésta no se puede asociar al cáncer a la próstata que padecía el poeta.

El Programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior precisó en un comunicado que los estudios determinarán si la bacteria ya estaba en el organismo de Neruda antes de su ingreso a la clínica o si se contagió con ella en ese recinto.

Según expertos, esa bacteria no era común en Chile en 1973 y el conocimiento de su ADN, a partir de exámenes que comenzaron este mes, permitirá saber de dónde provino y cuál podría ser su primer origen.

El juez Carroza investiga las causas de la muerte de Neruda, ya que en un primer momento se mencionó que fue por el cáncer de próstata, pero después surgió la versión que fue envenenado por agentes represivos de la dictadura (1973-1990).

La causa judicial sobre el deceso del poeta chileno data de 2011, cuando el Partido Comunista presentó una denuncia fundamentada en las declaraciones del chofer de Neruda, Manuel Araya, quien dijo que el exdiplomático había sido envenenado.

Este lunes se realizará un homenaje a Neruda en el Salón de Honor del Congreso, donde intervendrán representantes de legisladores, escritores y la familia, en tanto el martes sus restos serán trasladados a Isla Negra para lo que se espera sea su entierro definitivo.

Publicado en Vanguardia

El cuarto entierro de Neruda

El primero, dos semanas después del golpe militar, fue un funeral vigilado. El segundo, casi en secreto, fue en 1974. Para el tercero, en Isla Negra, recibió honores de Estado. Tras las investigaciones judiciales sobre su supuesto asesinato, el próximo martes los restos del poeta vuelven a Isla Negra. Este cuarto entierro será un funeral dividido, con sus principales herederos enfrentados.

Desde hace tres años, los restos de Pablo Neruda permanecen en el segundo piso del Servicio Médico Legal, en Avenida La Paz, en la Unidad Especial de Identificación Forense, donde también se custodian los restos de los detenidos desaparecidos. Lejos de los turistas que peregrinan a la casa de Isla Negra, lejos de Matilde Urrutia, lejos del mar.

Cuando en el año 2011 el PC presentó una querella para investigar la supuesta intervención de terceros en el asesinato de Neruda, comenzó una investigación judicial liderada por el juez Mario Carroza, que determinó que en abril de 2013 fueran exhumados los restos del poeta.
Tras largas diligencias y con una investigación aún en curso, el juez Carroza determinó que el martes 26 de abril los restos de Neruda volverán a Isla Negra. Pero esta vez se tratará de un funeral dividido, que tiene enfrentados a los parientes que antes se unían para cargar el ataúd de Neruda: Rodolfo Reyes y Bernardo Reyes. Una encendida disputa a la que se ha sumado la Fundación Neruda.

Para el lunes 25, el abogado Rodolfo Reyes ha organizado un homenaje a Neruda en el ex Congreso Nacional, en una ceremonia que inequívocamente recuerda el velorio del año 92. En la invitación del evento, Reyes menciona la colaboración del Senado, el Consejo de la Cultura, el PC y la Sech, y por la prensa ha asegurado que se tratará del “funeral del pueblo para el poeta”.

Esta convocatoria cayó como una bomba en la Fundación Neruda. Pese a que ellos representan un porcentaje mayoritario del patrimonio del poeta, ni siquiera fueron consultados. “El funeral del pueblo fue el del 25 de septiembre del 73”, dice el escritor Fernando Saéz, director ejecutivo de la Fundación Neruda.

1973

El sol no se atrevió a salir ese día. Un martes gris, el 25 de septiembre, dos semanas después del golpe de Estado, Pablo Neruda, el premio Nobel chileno, era enterrado en el Cementerio General.

—El entierro de Neruda fue el primer acto político contra la dictadura. Fue tan impactante que terminanos cantando “La Internacional” —recuerda Aída Figueroa.

Lo dice sentada en su living frente a un retrato de La Hormiguita, Delia del Carril, la segunda esposa de Neruda. En 1948, Aída y su marido, Sergio Insunza —que años más tarde se convertiría en ministro de Justicia de Allende—, conformaban un joven matrimonio de abogados comunistas cuando una ley dictada por el presidente Gabriel González Videla prohibió al PC y Neruda pasó a la clandestinidad.

Vivían en un un sexto piso frente al parque Forestal, donde solían esconder a compañeros de partido. Un día tocaron el timbre de su departamento y Aída casi muere de la impresión. Era Pablo Neruda junto a Delia del Carril. El poeta y su mujer se instalaron en una estrecha cama en el escritorio, y ahí pasaron varios meses juntos. El tiempo suficiente para que Neruda avanzara en la escritura de Canto General, para celebrarle su cumpleaños y para el nacimiento de una larga amistad.

Aída recuerda que le “arregló las manos” a Neruda, ya muerto, en la clínica Santa María. Ella formó parte de un estrecho círculo que acompañó a Matilde Urrutia, la viuda del poeta, después de su muerte, el domingo 23 de septiembre. El velorio fue en La Chascona, la casa de Neruda en el barrio Bellavista, en Santiago, que había sido saquedada días antes.

En “Aquel adiós a Neruda”, el escritor colombiano Plinio Apuleyo Mendoza describió lo que vio cuando llegó al velorio. El primer piso inundado, libros quemados, vidrios rotos. Se agachó a recoger una fotografía que estaba tirada en el suelo, manchada por el barro. Allí distinguió a unos rostros sonrientes, con ropas de los años 30, que contrastaban con lo que se encontró al subir al segundo piso de la casa:

“Aquel féretro gris, sin pompa, sin cirios, sin coronas, colocado en un extremo de la pieza y adornado sólo con dos rosas blancas que parecían cortadas de prisa, daba una sensación de soledad. Bajo el cristal, descansando sobre un raso, la cara de Neruda parecía reducida, irreal. Lo humano en aquel momento no era su cara, sino la camisa de cuadros que llevaba abierta en el cuello y el saco de tweed: una indumentaria deportiva que hacía pensar en plácidos domingos en Isla Negra”.

Fue un velorio sin autoridades ni menos militares. Cuando unos uniformados llegaron a darle el pésame, Matilde Urrutia se negó a recibirlos. En su crónica, Apuleyo Mendoza consigna la presencia del ex candidato presidencial de la DC, Radomiro Tomic, y el embajador de Suecia. La embajada de Francia, donde Neruda cumplió su última misión diplomática hasta 1972, mandó una corona con una nota que decía: “Nos duele Chile”.

Después del saqueo a la casa ni siquiera había electricidad, así que fue un velorio con velas, “como un auténtico y muy triste velorio del sur”, relata Aída Figueroa en el libro Funeral vigilado. La despedida a Pablo Neruda. Tampoco había camas, cuenta, ya que habían sacado los colchones. En un rincón encontraron un par, que pusieron a los pies del ataúd, donde se recostaron Matilde Urrutia, Aída Figueroa y Laura Reyes, la hermana del poeta. El cuerpo de Neruda fue velado toda la noche, sin importar el frío de una casa que tenía las ventanas rotas.

Ese 25 de septiembre ocurrió lo impensado.

—Antes de llegar el cortejo, la gente estaba muy silenciosa y aprensiva. Deben haber sido unas 400 personas que incluía hasta niños. Apenas empezó a llegar el cortejo al cementerio la gente cambió y se escucharon consignas.

El relato es de Marcelo Montecino, fotógrafo que quizá impulsado por la juventud de esos años no tuvo miedo y no dudó en ir a registrar el funeral de Neruda. Montecino se detuvo en los rostros de las mujeres. En una imagen, vemos a una que se limpia las lágrimas de la cara, mientras que con la otra mano sostiene a un niño. En otra, destaca una joven que canta con decisión “La Internacional”, el himno de los obreros, con una guagua en sus brazos.

Son los rostros anónimos de un Santiago más gris de lo imaginable, que enfrentan el miedo con las gargantas apretadas, que se mezclan con otros rostros más conocidos, como el de Nicanor Parra. El antipoeta que despide al poeta.

El cortejo lo encabezan dos carrozas fúnebres. En medio de un silencio tenso surgen los primeros gritos espontáneos:

—¡Camarada, Pablo Neruda!

—¡Presente!

Pese a la vigilancia militar, y con gran presencia de periodistas extranjeros, el funeral se convertía en un acto de protesta contra la dictadura.

—Antes de entrar al Cementerio la multitud que había crecido a unos pocos miles de personas empezó a cantar “La Internacional”. Para mí fue unos de los momentos más emocionantes de mi vida. Era un canto desgarrador que parecía crecer y se convertía en desafío y redención. Había vigilancia afuera y al poco rato de entrar al cementerio entró un camión lleno de milicos, pero no intervinieron en nada. Poca gente se inmutó.

Para muchos de los que estuvieron ahí, ese 25 de septiembre fue el cierre definitivo de una época. Así lo resume Aída Figueroa:
—El funeral de Neruda fue la oficialización de que el golpe militar había matado una parte importante de Chile. Nuestra moralidad, nuestro humanismo.

1974

Neruda era un muerto incómodo.

Tras el golpe, enterrarlo en Isla Negra, como era su deseo inicial, se volvió una complicación y Matilde Urrutia decidió aceptar el ofrecimiento de la escritora Adriana Dittborn de sepultarlo en el mausoleo de su familia.

A los pocos meses, en abril de 1974, Matilde recibe una carta firmada por Marta Dittborn de Fierro y Elena Dittborn de Prado, hermanas de Adriana, pidiendo que saque a Neruda de esa tumba.

El tono es perentorio:

—Mucho le agradeceríamos que después de seis largos meses, en que los restos de su marido se encuentran en la cripta de nuestros padres, los retirara a la brevedad posible. Ya que precisamos de ella para proceder a algunos cambios.

A los pocos días, Matilde organizaba el traslado de los restos. El poeta Jaime Quezada, uno de los pocos testigos de este segundo entierro, interpreta la premura de las hermanas Dittborn como un signo de los tiempos que corrían:

—Neruda era un enemigo muerto, pero vivo. Cada visita era un pequeño acto político. Neruda estuvo como allegado y eso siempre molesta, por muy familiar o cercanos que sean las personas.

El escritor Francisco Coloane fue uno de los que participó en la discreta ceremonia, casi secreta, que se realizó en 1974, antes de que el cementerio abriera sus puertas. Sin prensa ni público ni discursos.

El segundo entierro fue otro martes, el 7 de mayo de 1974. Apenas se levantó el toque de queda, a las seis de la mañana, Quezada partió a buscar a Ester Matte. Ella, junto a Teresa Hamel, amigas íntimas de Matilde Urrutia, fueron parte de un cortejo mínimo, que completaban el escritor Francisco Coloane y Manuel Solimano, amigos de Neruda.

La discreta ceremonia, casi secreta, se realizó antes de que el cementerio abriera sus puertas. Sin prensa ni público ni discursos. Ese día tampoco hubo militares ni resguardo policial.

“Mañana tristísima para un acto funeral tristísimo”, escribirá más tarde Quezada en El año de la ira, un diario que llevó del primer año de la dictadura. Allí cuenta que alojó en su casa a un joven Bolaño, que estaba seguro que daría que hablar —como le dijo al taxista que lo llevó a la embajada de México, cuando al fin pudo salir de Chile— y entrega más detalles de este segundo entierro.

—Sobre la urna, intacta como el día primero, la bandera chilena aun sin el más mínimo deterioro. Nadie habla en ese lento y muy ritual e íntimo traslado-procesión. Ni una palabra que rompa la fría mañana, ni un piar de gorriones. Matilde, con un abierto clavel rojo en sus manos, silenciosa y reconcentrada en lo profundo.

El recorrido termina en el nicho 44 del módulo México, en una tumba mucho más sencilla. “Más cerca de la tierra y del pueblo”, apunta Quezada. Aún queda toda una dictadura por delante antes de cumplir su deseo de descansar en Isla Negra.

1992

“Neruda vuelve a su casa”. Así titulaban los diarios la noticia de este tercer entierro, el sábado 12 diciembre de 1992. Las fotos son elocuentes. Una carroza fúnebre con los restos de Neruda recibe el homenaje de las floristas, durante su traslado al ex Congreso Nacional. Ya se asoma el verano y serán dos días de fiesta, en un país distinto y con nuevos rostros.

El día de la exhumación, el 11 de diciembre, se realizó una ceremonia en el cementerio general. Jaime Quezada, que en el entierro de 1974 se había mantenido en discreto segundo plano, esta vez da un discurso como presidente de la Sociedad de Escritores de Chile, Sech.

Ante la ausencia de Matilde Urrutia, que murió en 1985, empiezan a tomar protagonismo otros miembros de la familia de Neruda. Su sobrino, Rodolfo Reyes Muñoz, lee otro de los discursos ese día. Después, los restos de Neruda y Urrutia son velados en el ex Congreso Nacional con toda la solemnidad imaginable. Esta vez el PC está representado por su Secretario General, Volodia Teitelboim.

Al día siguiente, durante el funeral en Isla Negra, otro Reyes aparecerá en escena: se trata de Bernardo Reyes, sobrino nieto y el único poeta entre los herederos del Nobel. Juntos, Rodolfo y Bernardo cargarán el féretro ese soleado día de diciembre. Se unen a ellos el presidente Patricio Aylwin, que encabeza la ceremonia, y Juan Agustín Figueroa, presidente de la Fundación Neruda, institución creada por Matilde Urrutia para resguardar el legado del poeta.

Casi tres mil personas llegan al funeral. Muchos observan desde la playa o las rocas. En un momento, Aylwin es abucheado por los comunistas. Cuando las urnas son sepultadas, se escucha “La Internacional”, esa misma canción que fuera el grito ahogado de protesta en 1973.

La democracia ha vuelto y Neruda descansa junto al mar. Aunque no para siempre.

2016

—Consideramos que esto es un aprovechamiento. La entrega de los restos es un trámite de algo que está pendiente, de una investigación judicial que no ha concluido —reclama Fernando Sáez, respecto al homenaje programado para el próximo lunes 25.

Rodolfo Reyes es el más mediático de los parientes de Neruda. Es un firme defensor de la tesis del asesinato de Neruda, y como abogado hasta el año 2013 fue el representante legal de la familia. Y aunque en la prensa suele aparecer como el portavoz de la familia, lo cierto es que ahora sólo representa a sus hermanos.

—Neruda se merece este homenaje, el pueblo quiere saludarlo. Neruda trasciende a la fundación y a la familia —dice, para justificar este acto.

En la Fundación Neruda aseguran que no asistirán al homenaje en el ex Congreso y que están convocando a su propia ceremonia, el martes 26, cuando los restos de Neruda vuelvan a ser inhumados en Isla Negra. Han invitado a alcaldes del “litoral de los poetas”, y a senadores y diputados de la zona. Aún es un misterio qué autoridades asistirán al homenaje del lunes. Desde el Consejo de la Cultura aclaran que no está considerada la participación del ministro de Cultura, Ernesto Ottone, y que la colaboración del Consejo en este evento se limitó al diseño de la invitación.

Bernardo Reyes, quien asegura representar a cerca de un 60% de la sucesión de Neruda, ha iniciado su propia batalla. Desde un blog se ha lanzado a denunciar diariamente una serie de incoherencias en la tesis del asesinato del poeta.

—Esto es un complot mediático —acusa el escritor, quien además es biógrafo de Neruda.

“Las gestiones de Mario Carroza han sido ejemplares, pero también han permitido ver las fisuras del caso”, dice. También asegura que el principal testigo del caso, Manuel Araya, chofer de Neruda que afirma que el poeta recibió una inyección letal, es un “mitómano” que sólo estuvo unos pocos meses al servicio del premio Nobel.

Por su parte, Rodolfo Reyes retruca:“Que no queden dudas ni para Chile ni para el mundo, ese es nuestro interés, el único que mueve a los sobrinos directos de Pablo Neruda”, dice, insistiendo en la tesis del asesinato.

Pero en paralelo a esta investigación, otra guerra subterránea se ha vivido entre la sucesión de Neruda. En este conflicto no sólo están enfrentadas distintas posturas frente a las causas de su muerte, sino que también hay una pelea por las ganancias que reciben los herederos de Neruda por concepto de derecho de autor.

El año pasado, el abogado Edinson Lara, quien es parte de la sucesión como heredero de Laura Reyes, la hermana de Neruda, presentó una denuncia por el delito de apropiación indebida contra Rodolfo Reyes por un monto cercano a los 50 mil dólares, luego que miembros de la sucesión, tras indagar en los registros de la agencia Carmen Balcells en Barcelona, descubrieran que no se les habían pagado los correspondientes derechos de autor. Esa disputa judicial aún está siendo investigada, y significó el quiebre definitivo entre Rodolfo Reyes y el resto de la sucesión.

Ajena a esta disputa familiar, Aída Figueroa recuerda una de las últimas conversaciones con Neruda. “Lo único que yo no quiero es que me vejen”, le dijo el poeta. Por eso, le indigna todo este tiempo que los restos de Neruda han permanecidos insepultos:

—Este juicio nace de la retórica mentirosa del chofer, de la voluntad de dañar a la Fundación y a Matilde. Yo encuentro que es una vergüenza histórica para el partido Comunista. Es un crimen que se ha cometido contra el físico de Pablo, que no quería que lo vejaran. Es odioso, vergonzante.

Publicado en Qué pasa

Abogado Eduardo Contreras: “Pablo Neruda fue asesinado por la Dictadura”

El abogado querellante en el caso por la muerte del poeta afirmó en conversación con Radio Universidad de Chile que existen datos y evidencia que llevan a la convicción de que fue asesinado por agentes del régimen militar. Precisó que hay grandes similitudes con la muerte de Eduardo Frei Montalva.

Después de 42 años de su muerte el 23 de septiembre de 1973, la ciencia y los tribunales esperan develar la causa que provocó el deceso del poeta Pablo Neruda, quien este martes volverá a descansar frente al mar en Isla Negra.

Sin embargo, para el abogado querellante en la causa, Eduardo Contreras, existe convicción de que el escritor, diplomático y parlamentario comunista fue asesinado por agentes de la naciente Dictadura mientras estaba en la Clínica Santa María, a punto de partir al exilio rumbo a México donde se presupuestaba que se convirtiera en la principal figura de la resistencia al régimen que encabezó Augusto Pinochet.

En conversación con Radio Universidad de Chile, el abogado apunta a una serie de elementos que han sido aportados en cinco años de investigación judicial, los que surgieron a raíz de las dudas planteadas por quien fuera el chofer de Neruda, Manuel Araya, y que provocaron primero una indagación del propio Partido Comunista que luego derivó en la querella que representa Contreras.

El jurista recuerda que Neruda fue llevado a la Clínica Santa María, la que estaba intervenida por un militar ecuatoriano y que también se ocultó la ficha clínica, a pesar que en un primer momento sostuvieron desde el recinto que no existía “por el paso del tiempo”, pero que finalmente fue encontrada por funcionarios de la Policía de Investigaciones.

“Pero es una ficha clínica muy curiosa”, sostiene Contreras, ya que “registra el ingreso y la salida de Pablo, pero no qué médicos lo atendieron, no qué medicamentos se le aplicaban, etcétera. Hoy sabemos que el médico que firmó su certificado defunción, que dice ‘de caquexia’, nunca lo vio, nunca lo examinó. Entregó un certificado a pedido de los familiares para poder hacer el funeral, pero no examinó a Neruda, no constató efectivamente la causa de su muerte”.

La invención del “doctor Price”

Durante la investigación en estos cinco años del caso de la muerte de Neruda, el testimonio de uno de los médicos que lo atendió, Sergio Draper, apunta a la existencia de otro facultativo que habría estado con el poeta antes de morir. Se trata de un supuesto doctor Price.

Eduardo Contreras precisa que primero Sergio Draper “declaró al diario La Terceraque él estaba ahí cuando murió Neruda; ahora en el expediente dice que en realidad el que estaba era el doctor Price. Ese doctor Price no existe sino en su imaginación. Buscado por la PDI a nivel nacional e internacional, nunca hubo un médico en esos años con tal apellido”.

Por otra parte, el abogado afirma que existen puntos en común respecto a otra muerte ocurrida también en la Clínica Santa María y que todavía intriga a la historia de Chile: la del ex Presidente Eduardo Frei Montalva.

Contreras comenta que durante su trabajo en este proceso se reunió con el ahora fallecido ex diplomático demócrata cristiano Eugenio Ortega, esposo de la ex senadora Carmen Frei, quien le mostró documentos y el expediente judicial del caso Frei, donde reconocieron coincidencias en la muerte de Neruda y del ex mandatario.

“Frei Montalva fue asesinado, están procesados varios médicos y varios de esos mismos médicos fueron los que atendieron a Neruda. Igual ocurre con las enfermeras, igual estaban ambos en el piso cuarto de la misma clínica. Es decir, son coincidencias que no se dan de esta manera en la vida”, subraya Contreras.

La huella de Eugenio Berríos

A mediados del año pasado, el grupo de expertos internacionales que analiza los restos de Pablo Neruda dio una noticia que abrió aún más la puerta a la posibilidad de un crimen en su caso. La presencia de la bacteria “estafilococo dorado” fue un nuevo antecedente que se sumó al expediente que lleva el ministro Mario Carroza.

De todas formas, aún queda por conocer si efectivamente se trató de un elemento inoculado por quienes accedieron a Neruda o si se trató de una bacteria presente en el recinto asistencial.

“Si fuéramos personas con menor rigor científico respecto de los procesos judiciales, nos hubiera bastado eso para pedir que se procesara a médicos y enfermeras”, sostiene Contreras.

Pero, explica el abogado “surge la duda si ese tipo de estafilococo pudo habérsele contagiado en el hospital en esa época, porque hubiera existido en esos años. Lo que están precisando los laboratorios en este momento es precisamente saber si ese estafilococo era uno que pudiera habérsele contagiado a Pablo porque estaba en el hospital o bien si el ADN de ese estafilococo nos permite determinar que fue preparado específicamente para asesinarlo, como ocurrió en otros casos”.

Y es que desde su inicio la dictadura utilizó todos los medios para eliminar a sus opositores, entre ellos bacterias y químicos, como los que preparaba el especialista de la DINA Eugenio Berríos, quien luego fuera asesinado en Uruguay por orden del propio Augusto Pinochet.

Ahora se espera que a mediados de mayo se conozca el resultado de las pericias y se determine, al menos judicialmente, si hubo terceros involucrados en la muerte de Pablo Neruda.

Publicado en Radio U. de Chile
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