Leoncio Bueno: «Sueño con seguir jodiendo»

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Es el poeta más longevo del Perú. Pasó por el anarcosindicalismo, el aprismo y el comunismo. Pero sobre todo fue un dirigente sindical. Un obrero poeta. Ayer recibió merecidamente el Premio Casa de la Literatura Peruana y antes lo entrevistamos. Leoncio Bueno nos recibió en su casa de Tablada de Lurín, con una sonrisa amplia; una lucidez, locuacidad y vigor envidiables; con la palabra precisa y la sabiduría de los 96 años. “Dime de qué se trata para oponerme”, rebuznó.

¿Le puedo decir poeta, Leoncio?
Si tú le decías poeta a Martín Adán te agarraba a puñetazos. Se cree que el poeta es un tipo ido, que está pensando en las musarañas, que no pisa el suelo. Cuando es todo lo contrario, gracias al poeta tenemos el huso de la palabra. Somos el único animal que habla. ¿Te das cuenta del valor que tiene eso? La palabra es un invento de los poetas, Dios es una figura literaria. Sin la poesía no se puede vivir.

¿Qué es la poesía, entonces?
Es la excelsitud de la palabra, la excelencia de la palabra. Lo más alto. Es la producción no solo del pensamiento, sino del sentimiento y de los momentos especiales, cuando estás enamorado. Siempre es un momento crítico, especial. Martín Adán parece que fue uno de los más grandes poetas que ha tenido el Perú y a él no le gustaba conversar así nomás con nadie de poesía.

Pero a Leoncio Bueno sí.
Yo converso de todo porque soy un hombre común y corriente. Si fuera poeta, uy carajo, los agarraría a pedradas a ustedes: “a qué han venido, yo no quiero reportajes”.

¿Todos podemos ser poetas?
En un momento de la vida todos los hombres son poetas. Pero para ser un poeta vital, tienes que entregarle tu vida. Grandes poetas decían: el objetivo es que la poesía sea hecha y sentida por todos.

¿Y cómo llegar a ese nivel?
La fórmula: pensar alto, sentir profundo y hablar claro.

¿Cómo se hace usted poeta?
Desde muy chico soy un amante de la poesía, de la literatura, de la filosofía, de la sabiduría, gracias a mis maestros anarcosindicalistas. Yo quería ser un gran orador y escritor, como eran ellos.

Usted es muy locuaz.
Gracias, cholo, que Dios te oiga. No creía tanto (Risas). Me gustaba ser un buen parlador, experto en la palabra, un buen polemista, para poder luchar en los sindicatos, en los partidos. He sido aprista. Me llamo Bueno, pero he sido un hombre muy malo, porque he sido aprista, que es como decir ahora que he sido senderista, un asesino a sangre fría, un fanático. Los apristas éramos así en los años 31, 32, 33. Haya de la Torre planeó grandes crímenes. Para nosotros, él era un Dios.

¿Y cuándo deja de ser aprista?
Cuando vengo a Lima, no tengo contacto con los apristas, más que con mis patas trabajadores, que queríamos ser escritores y ser dirigentes e incorporarnos a los gremios. Pero salí sorteado para servir a la patria y nos daban academia, y el capitán don Luis Bonifaz Díaz despotricaba contra el Apra.

La política lo lleva a escribir.
Con el Apra sacamos un periódico, Senda, donde comencé a escribir y empecé a leer.

¿Siente que su obra ha sido reconocida?
Desde que publiqué Al pie del yunque, mi obra ha sido reconocida. Los primeros contactos que tuve fueron Rafael Méndez Dori y Emilio Adolfo Westphalen, que eran lo mejorcito. Y también Moro y Xavier Abril. Luego publicaron mis primeros poemas por recomendación de César Miró Quesada, quien me vinculó con lo más alto. Empecé a publicar en el año 43. Pero no faltan algunos como José Miguel Oviedo, Mirko Lauer, que son mis amigos, pero no me dan bola, pero así es la vida, pues.

Y ahora la Casa de la Literatura Peruana le otorga su máxima distinción.
Lo recibo en mi nombre y en nombre de todos los que me han ayudado. He sido amigo de Arguedas, de Washington Delgado, de Alejandro Romualdo, de Gustavo Valcárcel, Manuelito Escorza, Juan Gonzalo Rose, patas del alma con César Calvo, ¡cómo me puedo quejar!

El premio que ha recibido primero se le otorgó a Mario Vargas Llosa. ¿Qué opina de él?
Él está sobrado de premios. Es una especie de titán de la literatura, porque ese hombre no se cansa de escribir, es una máquina.

¿Cómo nace su gran poema Rebuzno propio?
Quería ser un poeta de élite, no me daba cuenta. Veía que siempre era una bestia; en lugar de hablar, grito, rebuzno. Soy un burro para enamorar, para trabajar. Entonces, escribí ese poema. A Arturito Corcuera y Carlos Germán Belli les gustó mucho. Fueron a visitarme a mi taller de baterías y me dijeron: “Hay un poema donde está tu voz, tu porvenir, tu aporte”.

¿Se escribe mejor cuando uno sufre, con rabia?
Los chinos tienen un axioma: la poesía es más profunda cuando se sufre y se tiene golpes fuertes en la vida. La pobreza es un aliciente de la belleza, de la poesía, de la creación. La poesía es más hermosa cuando uno está en el abandono.

¿Qué está escribiendo?
Siempre escribo en mi lenguaje. He vuelto a la anarquía. Estar bajo los efectos del eros y no del ego ni de tánatos. Estoy escribiendo ahora un libro de poemas que se dedica a exponer este drama de eros y civilización. Es muy posible que el año entrante ya pueda publicarlo.

¿Cómo ve el momento político?
El político más nefasto que ha tenido el Perú es Víctor Raúl Haya de la Torre. El aprismo nunca existió, eso fue un palabreo. Acá no hay partidos políticos. Y sería una deshonra que gane Keiko Fujimori.

¿Nunca se le pasó por la cabeza postular al Congreso?
No tengo concha para eso. Soy un hombre soñador, vulnerable.

¿Con qué sueña ahora?
Con seguir jodiendo, haciendo ver a la gente que la civilización que tenemos no es civilización, sino una engañifa que nos hace creer que somos civilizados. Trabajo contra el establishment. De repente soy ácrata.

AUTOFICHA
■ “He nacido en La Constancia, en el distrito de Chocope, en Trujillo. En mi familia son de un metro ochenta y yo soy el único que me arrastro por el suelo. A mi mamá le decían: este chico se va a morir”.

■ “Para vivir 96 años hay que comer poco y sano, no beber, no usar drogas y trabajar físicamente. Las desesperaciones se curan con un pico y una lampa y haces una chacra”.

■ “Actué en Fitzcarraldo. Herzog buscaba un actor que no fuera profesional, que fuera de medio pelo. Me vio a mí, le gustó y nos hicimos amigos. Me pagaron mil dólares. Había comida y farra, se bailaba casi calato”.

Publicado en Perú 21

 

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