Instrumentos que hacen instrumentos

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Cuando tenía solo diez años de edad, una enfermedad afectó a Carlos Uliambre en una de sus piernas. Muchas veces, los choferes de buses ven sus muletas y se niegan a alzarle en ese recorrido de 65 kilómetros que Carlos realiza dos veces por semana, entre Paraguarí y Asunción. Sin dudas, ignoran que su misión es llegar hasta el Taller de Lutería que el proyecto Sonidos de la Tierra tiene en el local de la Fundación Tierranuestra, desde donde se fabrica el sueño de crear instrumentos y hacer música para comunidades de todo el país.

En una visita al taller, el jueves último, Carlos relata que llegó a aprender a andar en bicicleta a los 9 años, y que, en la actualidad, le enseñó a su esposa, Zoraida Pera de Uliambre, a andar en moto. Anécdotas que reflejan que el ímpetu de aprender y de enseñar siempre fueron las constantes para este matrimonio, cuando hace 15 años se decidió a inscribirse para aprender sobre lutería en la primera convocatoria que hizo Sonidos de la Tierra, bajo la dirección del maestro Luis Szarán; y que hoy se materializa en guitarras convencionales, así como en violines, contrabajos y violonchelos, construidos con materiales reciclados como botellas de agua, dentro del programa de orquestas H2O.

“¿No querés aprender lutería?”, fue la pregunta del hermano de Carlos, Cecilio Uliambre, quien tenía una escuela de música y que falleció hace dos años; esa pregunta cambió todo, y todos los sábados, durante 4 años, viajaron hasta Itá para seguir las clases. “Siempre nos gustó el arte, nos gustó trabajar con madera”, explica Zoraida. “Al principio siempre cuesta, pero gracias al profesor que teníamos, nos tenía paciencia, nos iba mostrando y nosotros empezamos a entusiasmarnos. Hasta de madrugada y todo nos levantábamos, cuando nos venía la inspiración”. Y, como personas de almas abrazadas, se complementan las oraciones en sincronía: “A las 2:00, a las 4:00, nos levantábamos, tomando mate, trabajábamos hasta que nos salía, así nos perfeccionamos”, agrega su marido.

“Somos instrumentos para hacer instrumentos, y que esos instrumentos vayan a los chicos, eso es emocionante”, define Carlos, quien aparte ya era docente de inglés y sigue enseñando en varios colegios del noveno departamento. “Nos dedicamos a esto. Dejé inclusive un colegio para poder venir y dedicarme a esto. Nos gusta demasiado, y a la vez enseñamos”. En otro momento, acota: “Nos permite progresar, no solamente en lo económico, si no en lo social, en conocimiento, porque nos esforzamos en cómo hacer; y a valorar las cosas, eso es muy importante. Y en comunicar esas cosas a los chicos”.

También los músicos de Paraguarí, muchos de ellos empíricos, están felices con los Uliambre, y les suelen decir: “Qué suerte que están acá, ya no nos vamos más a ir hasta Luque o hasta Asunción”.

Concurso reciclado

“Si yo fuera un músico, me dedicaría todo mi tiempo a la música, pero también me gusta la construcción. Es como decidir una carrera”, indica Carlos, al responder que saben lo básico sobre música. “Está en nuestros planes aprender a tocar”, confirma Zoraida. No obstante, sus tres hijos ya empezaron a estudiar música desde este año.

Para los instrumentos reciclados, Sonidos de la Tierra les provee de materiales, aunque ellos también se rebuscan tras botellas de plástico y maderas de su Paraguarí natal. “Les pedimos a nuestras familias”. Por su tamaño, el instrumento más complicado es el contrabajo, pero “también los violines tienen su trato especial”

“Estamos experimentando”, cuenta Carlos. “En principio hacíamos violines de botellas; y si las botellas son muy blandas, suenan menos. Luego fuimos incorporando la faja de madera, donde va ir sentado el puente, y ponemos lo que se llama el alma que tienen los cuerpos de los violines normales. Entonces esa técnica utilizamos y suena mucho mejor”.

La pareja lleva tres años formando a becados del proyecto, desde jóvenes hasta adultos, y mucha gente se dedica hoy a la lutería. “Ahora hay un premio de G. 5 millones para aquellas personas que hacen su propio instrumento relacionado al agua. Ya hay, por ejemplo, un arpa, otras personas están haciendo más instrumentos y están trayendo; y se cierra el 30 de junio”, advierte Carlos, y su esposa indica: “Hay muchos jóvenes entusiasmados, y en el arpa se están enfocando más”.

Los penales

Otra faceta especial que protagonizó Carlos fue llevar esta formación hasta el Penal de Emboscada, que ahora va por el tercer año: “Como siempre digo, en principio cuando te mencionan la cárcel: parás un poquito, pero luego uno va allá y uno ve que son personas como nosotros, que alguna vez tuvieron algún percance en su vida, un error, y muchos están arrepentidos realmente, y les ves como personas, y ellos quieren aprender algo importante, quieren ser todavía algo en la vida, quieren tener, como ellos dicen: el sueño de libertad, de salir algún día, y con una profesión. Hay varios que ya salieron. Ellos mismos se valoran, hasta grabaron un disco”. El año pasado hicieron 20 guitarras, y las veces que hicieron presentaciones a la prensa, los periodistas preguntaron dónde estaban las guitarras, pero no había ninguna, porque se vendieron todas.

Por su parte, a Zoraida le tocó desde marzo de este año a visitar el penal de mujeres “El Buen Pastor”: “Comencé este año, también con un poquito de miedo de no saber cómo actuar, pero cuando llegué me encontré con personas como acá afuera, y pude percibir el mundo de ellas”. Empezaron haciendo ukeleles, ya que no tenían tantos materiales al comienzo. Pero también, las reclusas comenzaron a aprender violín, y Zoraida les orientó a conocer las partes del instrumento, a poner y cambiar las cuerdas, y las capacitó para que sepan repararlos. El miércoles último arrancaron con la construcción de guitarras, y a mediados de julio podrían estar listas las primeras. “Siempre les digo yo: ‘Este oficio les va ayudar a no volver a lo que eran antes’”.

“Gracias a Sonidos de la Tierra que estamos en esto. Realmente el maestro (Luis Szarán) abrió muchas puertas a mucha gente, y una de ellas somos nosotros. Y rogamos por él para que continúe, que tenga salud”, expresa Carlos y, naturalmente, Zoraida amplía: “Líderes hay muy pocos, y él es uno de nuestros grandes líderes, que revolucionó todo lo que es la cultura de ejecutar un instrumento. Que vos veas en manos de uno de nuestros indígenas que estén ejecutando un instrumento. Cosa que yo diga siempre: era cosa de gente adinerada que podía tener el privilegio de estudiar violín, violonchelo, contrabajo. Sin embargo, con Sonidos de la Tierra a todos los que quisieron ejecutar, ejecutaron. Y hoy en día muchos de ellos son nuestros propios profesores”.

Publicado en La Nación
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