Colombia: las puertas de Medellín

1.414

A las 7:30 a.m. la mayoría de almacenes y edificios del corazón de Medellín siguen cerrados.

La iglesia de La Candelaria ya recibe a sus feligreses, mientras que a la derecha se observa aún cerrada la puerta dorada que daba ingreso a la antigua Bolsa de Valores de Medellín.

El cóndor negro que se posa sobre la puerta ya no les da la bienvenida a los corredores de bolsa, sino a transeúntes y trabajadores que desde las 8:00 a.m. ven desaparecer entre sus muros aquella puerta dorada que fuera representante del poder económico de Medellín en 1961, cuando se inauguró la entidad.

Una puerta que como muchas en Medellín cuenta historias desde sus bisagras de grandes proporciones o simboliza el poder que todavía tienen sus dueños.

Las hay coloridas y de dos alas, como las que todavía se aprecian mayormente en los pueblos, pero de las que Prado Centro conserva varias.

Otras de aluminio y grabados interesantes hablan de una ciudad en la que el comercio también tuvo que ver con la pesca, los barcos y el mar, a pesar de estar enclavada entre las montañas.

Mientras que las de grandes dimensiones, como las de iglesias y catedrales, simbolizan la inmensidad del personaje que se viene a visitar.

En búsqueda de las puertas

A tan solo una cuadra del cóndor se encuentran dos de las puertas que tuvieron la oportunidad de estar en las manos del artista antioqueño Bernardo Vieco.

Fabricadas en aluminio fundido y cada una con seis grabados que explican la función de la que por ese entonces era la Naviera Fluvial Colombiana, estas puertas hablan de ríos, mares y el comercio naval de un país que aprovechaba en los años 30 y 40 este modo de transporte.

Algunos de esos grabados, a pesar de ser arte y patrimonio de la ciudad, se encuentran deteriorados por los rayones que personas sin oficio les realizan.

“Primero que todo, son puertas únicas en la ciudad y segundo, eternizan esa historia de Antioquia. Como docente les he mostrado a mis alumnos en varias ocasiones el arte de esos portones que representan al edificio y lo que quería dejar plasmado en el tiempo”, dice Pedro Pablo Lalinde, arquitecto y docente de la Universidad Santo Tomás.

Con un poco más de 2,0 metros de largo, estas puertas se abren y cierran desde 1949, fecha en la que se inauguró el edificio que también acogió las Rentas Departamentales y que ahora administra y usa la Universidad de Antioquia.

Ahora bien, cerca de allí, bajando a Plaza Botero se encuentran unas de las puertas más emblemáticas de la ciudad: las que dan paso al arte que acoge el Museo de Antioquia.

Estas, a diferencia de las de la Naviera, son tres cuerpos adornados por grabados igualmente tallados por Vieco que hablan del colonizador español y el nativo que se encontraron en estas tierras.

Un trabajo hecho en 1932, época en que inició la construcción del edificio que sería en 1937 el Palacio Municipal de Medellín.

“Las puertas del Museo son uno de los iconos del edificio. Lo son, porque si se mira bien, el Museo es un conjunto de puertas que se abrían al espacio público como una vocación de servicio y comunicación. Hoy queremos revisar esa invitación misma”, manifiesta María del Rosario Escobar, directora del Museo de Antioquia.

Al cielo

Medellín está llena de puertas que llevan consigo una fuerte carga simbólica a pesar de no tener grabados o detalles como las anteriores.

Su importancia radica en el edificio que vigilan, como nos lo recuerda el arquitecto Mauricio García Villalobos, quien cree que el pórtico debe siempre transmitir ese cambio de nivel, el paso de un ambiente a otro.

Ejemplo de esto son las puertas de la Catedral Basílica Metropolitana de la Inmaculada Concepción de María, ubicada en el Parque Bolívar.

“El simbolismo de puertas como las de la Catedral Metropolitana, que tienen dimensiones monumentales y sobrepasan la escala normal, es fuerte. Su uso como ingreso y salida queda en un segundo plano y manifiestan el paso de un mundo mundano a uno divino”, explica el arquitecto.

Su grandeza también se debe, agrega el arquitecto Pedro Pablo Lalinde, al edificio y su proporción, el cual envuelve un volumen de 97 mil metros cúbicos y en el que utilizaron cerca de 1.120.000 ladrillos, explica la Arquidiócesis de Medellín.

Las puertas de la Catedral fueron fabricadas en madera y revestidas en lámina de hierro pegadas por grandes clavos en forma de botón que tienen un dibujo de flores en su cabeza del tamaño de un pomo.

“Otra puerta de iglesia que vale la pena conocer es la de Nuestra Señora del Rosario, en Bello. Se parece a la del Baptisterio de Florencia por su tallado en el que muestran escenas de la vida de Jesucristo”, indica el arquitecto Lalinde.

Al arte

Hay puertas que son testigos del teatro que se hace en la capital antioqueño.

Una de ellas es la que da paso a las actuaciones que cada fin de semana se realizan en el Teatro Oficina Central de los Sueños.

Situado en la carrera 43, entre las calles Maracaibo y La Playa, la puerta del teatro es la única “fachada” de la Oficina y también la única en su color y estilo sobre esa calle.

Su historia se remonta más o menos unos 70 años atrás, dice Jaiver Jurado, director del Teatro, “cuando la casa era de unos familiares de Gloria Tobón, esposa del doctor y maestro Gilberto Martínez. Por azares de la vida allí nació la Casa del Teatro en 1986, que transformó la vivienda en su interior pero la puerta quedo intocada”, expresa Jaiver, quien agrega que allí la Casa del Teatro duró 17 años continuos hasta que se trasladó.

En ese momento, aquella puerta estuvo cerrada por unos meses pero luego se convirtió otra vez en la entrada a la dramaturgia, pero en este caso, la que hace el Teatro Oficina Central de los Sueños que ya lleva 13 años allí ofreciendo su arte.

“Lo más importante de toda esta historia, es que esta puerta, no solo se abrió para nuestros sueños, si no que se abre permanentemente para los de otros: los espectadores. Miles han visto cientos de obras y soñado con esas vidas e historias. Eso es lo bonito y, por eso, la puerta es bondadosa y resistente, maciza y también bonita, porque guarda la ilusión de muchos”, dice Jaiver.

La puerta cambió

Abrir y cerrar es lo que hace una puerta de ahora, nada más. O por lo menos en eso concuerdan los arquitectos, quienes indican que el diseño de las mismas se convirtió en algo sencillo, que solo piensa en lo práctico.

En lo funcional, cumplen su destino de enmarcar lo externo de lo interno, lo público de lo privado.

“La puerta ha perdido importancia desde finales del siglo XX. Uno ya ve en los barrios que se han estandarizado los diseños, ya son muy pocas las que tienen un significado. Se fue el color y los materiales en que se fabrican también. La puerta debe decirle a la gente ‘yo soy la entrada a esta edificación señores, por aquí se entra’, pero ya no es así”, explica el arquitecto Lalinde.

También es necesario pensar en la seguridad, un elemento que en este momento importa más que lo estético, lo que también dejó en segundo plano lo simbólico.

Los materiales en los que se fabrican las puertas también cambiaron.

Cedro y Roble eran maderas perfectas para su fabricación. Sin embargo, para la protección del medio ambiente y sus recursos estas se reemplazaron por madera prensadas o artificiales.

El vidrio, que antes era impensable para este elemento de la casa, por dejar ver el interior de la misma, ahora se usa en mayor proporción en la arquitectura actual.

“Sobre todo en edificios públicos, lo que también cambia la función de la misma e invita al ingreso. Es como si se borraran los límites”, aduce el arquitecto García.

Y entonces, ¿qué es lo que la convierte en un símbolo? Es una conjugación de la estética, el diseño y el edificio al que representa.

“Su importancia radica tanto en lo simbólico como en lo funcional. Los dos están estrechamente ligados. La puerta es el punto de quiebre entre dos realidades y es necesario sacarle partido a la misma”, concluye Mauricio García.

En fin, el Valle de Aburrá tiene todavía muchas puertas de las qué hablar, que exhiben en sus grabados y colores la vida de sus ciudadanos, sus actividades, el comercio y el diario vivir.

Si deja un poco el corre corre de la vida y se detiene a observar su ciudad, puede encontrar que algunas puertas no solo se abren al empezar el día y se cierran en la noche.

Búsquelas, ellas están allí esperando a que las lean, toquen y conozcan cómo llegaron a ser el lienzo de la historia. Las llaves para esas puertas son su curiosidad.

Publicado en El Colombiano
También podría gustarte