Dar voz poética al excluido

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En Costa Rica son varios los poetas que han recibido premios internacionales, o que han sido editados fuera del país y traducidos con seriedad, o que han recibido becas de creación importantes; así que si redujéramos la poesía a meros puntos curriculares, Luis Chaves sería un poeta como muchos.

Sin embargo, resulta que no. Pocos autores locales son tan leídos, discutidos y constantemente reevaluados como él.

A esto ha contribuido no sólo la frecuencia con la que Chaves publica o es reeditado, sino también el hecho de que sus poemas están insertados como una estaca en el corazón de un vampiro en el debate contemporáneo sobre la poesía local.

Fuera de los límites juveniles de su primer libro, El anónimo , y los hechos circunstanciales de los que se nutren las crónicas de El Mundial 2010 , absolutamente todos los demás libros publicados por este autor son memorables, relevantes y vigentes.

A consecuencia de esto, son multitud quienes guardan en la mente algunos de sus textos. Como ejemplo enojoso, aunque oportuno, el verso “¿Y qué le pasó a la moto?” se ha convertido en casi una muletilla o meme acusatorio que algunos reciclan sin cesar.

Sin embargo, cualquier lector mínimamente atento recuerda no solo los poemas de Chaves que le gustan, sino el libro específico en el que aparecieron, y es apabullante ver lo anormal que resulta esto en relación con la obra de casi cualquier otro poeta de Costa Rica.

Curiosamente, quizá aparte de Jorge Debravo el último poeta con una capacidad similar para infiltrarse de manera tan insidiosa en la conciencia de sus lectores, lo mismo entre quienes lo rechazaban que entre quienes aún hoy lo copian.

La sensación general es que, hoy en día, Luis Chaves contiene por igual las aspiraciones y los límites de lo que se escribe en Costa Rica, lo cual lo convierte también en una especie de cifra de lo que somos como sociedad y como, ejem, literatura.

La poesía de la clase media-baja. Chaves no es ni el primero ni el más radical poeta del mal llamado coloquialismo o realismo sucio costarricense. Yo pondría a Max Jiménez como el referente más antiguo en esta línea realista, y a Luis Yuré como el más radical.

Debido a esto, está claro que el éxito de Chaves no pasa por la innovación formal. Lo realmente nuevo, radical y admirable en Luis Chaves es que logra darle voz poética a una entidad que antes de él había estado claramente (aunque quizá también inconscientemente) excluida de la poesía: la clase media-baja.

Y es que no es lo mismo escribir poesía social que ser un poeta preocupado por la refri vacía y la tarjeta de crédito maximizada. Ese personaje, más o menos novedoso en nuestra sociedad, es el patrimonio literario más notable que nos lega Luis Chaves, pues es el vehículo que transporta una sensibilidad y modos de pensar que se parecen mucho a los nuestros.

En general, la poesía costarricense se ha asumido a sí misma como un recinto virtuoso donde prevalece el decoro y el meñique erguido. La mayor parte de los escolares de este país, si tienen alguna idea de lo que es la poesía, la relacionan con los fustanes, abalorios, nenúfares y jarrones decimonónicos de un arte ahíto de distinción y vacío de relevancia.

En contraposición a todo esto, Luis Chaves ha logrado darle plena ciudadanía literaria a la figura del “cualquiera”: ese personaje con“habilidad nula para la música” y “torpe para el color” que “no distingue aromas / y tiene un gusto más bien ordinario” y que, a pesar de todo eso, “escribe para contradecirse”.

Y lo hace sin siquiera intentar elevar ese personaje a la altura de un ser legendario como el del cansino poeta maldito. Es más, una de las cosas que más diferencia a Luis Chaves de sus contemporáneos es que en sus poemas casi nunca se habla ni del Poeta ni de la Poesía. Ese ombliguismo prácticamente desaparece de sus libros a partir deHistorias Polaroid, del año 2000.

Chaves es, entonces, el primer poeta-persona de nuestro país, lo cual significa que no es un poeta-artista, lo cual significa que los excelsos y pedantes lo odian sin ambages.

Imágenes entrañables. En un país donde hasta los músicos de punkcantan sosas canciones de amor y los de folk (que significa “pueblo”) cantan en inglés, Luis Chaves es un referente casi único para ver cara a cara a la realidad sin que el corazón se vuelva una cebolla y sin que las palabras normales del español de Costa Rica o el paisaje de un sitio como el Bajo ‘e Los Ledezma sean un obstáculo para las visiones más reveladoras y entrañables.

“Fuimos y vinimos sobre la arena / mitad del continente / mitad del mar, // donde dibujaste un Saturno / que parecía una hamburguesa.”

La imagen es un bathos , es risible. Pero también es clara e irrefutable. Así dibujamos los que no somos dibujantes, y así pensamos cuando le hacemos más caso al mundo que a las falsas trascendencias.

La dicción de Luis Chaves no es folclor, sino una forma de conjugar fonética y visión de mundo. Sus poemas hablan en tico sin exagerar y sin asomarse nunca a la parodia. Su casticismo es incisivo, inteligente, y esto es algo que aún no consiguen aquí ni los cantantes, ni los actores ni, en muchos casos, los humoristas: “Diusguardi, piensa. / Diusguardi, dice.”

Leer hoy los casi veinte años de trabajo reunidos en Falso documental, la poesía reunida de Luis Chaves recientemente publicada por Seix Barral, es someterse a una intensa terapia de autorreconocimiento respecto a algunos de los signos vitales más normales y quizá por eso menos apreciados de la vida costarricense contemporánea.

Dos décadas, un libro. En este libro tienen cabida el paisaje tropical del Valle Central, el de la costa y el de las montañas. Entran por igual la fauna que vienen a ver los turistas y la que habita en San José. Están los problemas de las filas eternas en instituciones públicas y el amenazante cierre del año fiscal; el bingo del barrio; la carne asada con los amigos (piscina inflable incluida para la güilada); los buses; las drogas y el fútbol; la lluvia deprimente y el calor abotagante; las obras públicas y la música de radio:

“Queda siempre la ciencia / y el taladro de los zancudos / penetrando el sueño / de una noche de calor. / Las banderas y pitos / de la socialdemocracia, / el Datsun 120Y / desde donde asomabas / medio cuerpo por la ventana. / Una taza de café / en la que se sumerge / el pan con margarina, / las mini agujas de la garúa, / la sensación de.”

Un verso final incompleto; una aproximación a la siempre asintótica expresividad del tico.

Pensándolo así, ¿cuántos audiovisuales serían necesarios para cubrir el espectro de realidad y percepción que ofrece un solo libro de Luis Chaves? ¿Cuántas novelas nacionales habría que leer para obtener un mapa similar de los paisajes rurales, urbanos e intermedios en los que nos movemos? ¿Cuántas canciones registradas en ACAM se necesitan para excitar recuerdos tan vívidos de un verano fallido en este país donde, según la Cervecería, tenemos el mejor verano del mundo?

Las páginas de Falso documental son a nuestra poesía lo que el chiqui-chiqui fue a la música local de los años 80. Esto no es un insulto, sino un elogio a ambas cosas. Luis Chaves es, quizá, ese escaso escritor costarricense cuyos libros uno le regala a la gente que no lee y, aunque alguno pretenda decirlo con sorna, la verdad es que esto también es el sueño húmedo de casi cualquier escritor en cualquier parte del mundo.

Desde otra parte. De Luis Chaves admiramos la valentía casi mítica con la que renunció a su carrera universitaria y profesional para dedicarse a escribir. En un lugar donde la mayor parte de la literatura ha sido escrita a ratos por funcionarios, jugarse la vida por la escritura es un acto radical, poco probable.

Este gesto, que confirma todas las convicciones románticas de los beatos literarios sobre el arte como vocación, contrasta apabullantemente con el hecho de que Luis Chaves no es, ni de lejos, el bardo etéreo que uno espera ver surgir de tal sacrificio. Chaves escribe desde otro lado , por otras razones, anteponiendo su manera de pensar el mundo a nuestras maneras añejas de pensar lo que es un poema.

Falso documental es una crónica sentida de algo que, pensándolo en grande, se parece a la desazón y al candor que dejó el derrame espiritual y material de la Segunda República y la vida que conocimos en ella. Tal y como están las cosas, este libro de poemas de Luis Chaves es una lectura tan urgente y reveladora como el Informe del Estado de la Nación. Se trata, a todas luces, de un clásico costarricense absoluto, sea lo que sea que eso signifique en el 2016.

Publicado en Nación
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