«The killer Tomato» ska-punk guatemalteco

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Por Jenner Santos

Me atrevo a decir que todos hemos estado a la deriva de la incertidumbre, introducidos en lo más profundo y desolado de ese mar de tristezas y desesperanza, esperando esa ola perfecta que nos succione para siempre o nos devuelva a una orilla en la cual la luz cálida de la reflexión y el confort nos haga despertar.

Los Días Como hoy de la banda de ska/punk guatemalteca: The Killer Tomato es un disco que narra a la perfección la crónica de un viaje al inconsciente, navegando en la oscuridad y la autodestrucción para finalmente, tomar conciencia de que existe algo mucho más grande que todos nosotros, y que por ende, vale la pena pelear con el puño firme y levantado hacia el cielo.

Desde El túnel del tiempo, la primera rola de este material podemos sentir la sutileza de su música. La batería, acompañada de unos vientos que inyectan solidez y movimiento, la apertura perfecta para que la guitarra dé el banderazo de salida a una historia desgarradora; la noción de percibir el mundo derrumbado, reducido a escombros y cenizas en tan solo un instante, ese es el eje que despliega el dolor indómito que se apodera del cuerpo al saber que existe una herida en forma de nudo en la garganta, que nos recuerda a cada paso que damos, que todo está perdido en el dolor.

Los Tomates son una banda que, en la casi década que llevan de existir, han crecido de manera considerable musicalmente hablando. Pasando por la experimentación y la jovialidad, han despertado un sentimiento que solo la sonoridad y la armonía envuelta en caos y furia nos pueden dar. Sin embargo el disco guarda mucho más que una composición musical muy buena. Si nos fijamos en Dino Espumoni una rola que a todas luces muestra la fiesta de alguien confundido, perdido en la ciudad, arrullado por sus tentaciones y que se deja llevar en la fiesta suave e interminable de una noche de farra… Tal como Dino Espumoni lo haría.

El introducirse a la inconciencia es una tarea peligrosa; sumirse a lo más oscuro del pensamiento, sin saber que lo que salga de ese túnel despiadado tal vez y no sea lo mismo que entró es algo que solo el valiente de la lotería estaría dispuesto a hacer. El viaje es la canción que nos pone en perspectiva lo que significa estar ante las fauces de lo más profundo del ser. En un surf experimental que calma las ansias de un punk violento y retraído de a ratos, congenian a la perfección con la bestialidad de una lírica que llama a explorar esos rincones olvidados de la mente.

Inmediatamente después de ese viaje arduo suena Naranja Lázaro, una rola impregnada de nostalgia y optimismo que advierte que no todo lo que pasa en el mundo, es guiado por un destino inmutable y desgraciado porque existen momentos que valen la pena conservar, existen pequeños dejos de felicidad que hay que defender con corazón y el puño levantado. Unos vientos suaves, las guitarras que tienen la justa aparición al igual que el bajo, que no está demás decir, no se cae en ningún solo momento, y la batería que con unos cambios y remates soberbios, crean la melodía perfecta para una letra que te deja sin aliento. – Es imposible no creer en algo que es tan real. –

Todos nos podemos sentir identificados con la naranja que resucita de entre los muertos; nos hace reflexionar que, a pesar de las ausencias y la amargura de un recuerdo, las historias son interminables y se funden en la identidad de un ser que se llena de ironías y contradicciones, porque la vida que gusta de esas jugarretas, te devuelve invariablemente a esos momentos llenos de alegría y felicidad donde probablemente, hubo una dolencia inexplicable.

Patiño, Volviendo a suceder y 10-34 son las rolas que marcan la influencia innegable del punk; no solo en el ritmo violento y acelerado, sino también en letras que estallan con una crítica inconfundible a los detractores del mundo y su armonía. Con vientos que se baten a muerte en una lucha de máscara contra cabellera, la banda no deja nada en la garganta y vomita toda la rabia de un perro que no quiere morir bajo el puente de la indiferencia colectiva.

Justo antes de terminar el disco existe una joya llamada Noche de Ska; una rola que demuestra el talento de esta banda. Vientos sublimes con un sax que el mismísimo Charlie Parker quisiera imitar, un solo de bajo que lleva el paso de este baile dejando que las guitarras y la batería hagan lo propio. Una exquisitez que nos hace preguntarnos ¿Por qué no hacen más canciones así?

El disco termina con Toda La vida (Champiñón); un himno tomatero que estaría demás explicarlo. Si bien en su último material, La Gran Mudanza, se nota el salto gigantesco en inteligencia y facetas rítmicas, Los Días Como Hoy es el disco perfecto para conocer a los Tomates. Lo que les falta en producción del material, lo compensan en adrenalina y letras fenomenales.

El reto más grande de esta banda es sin duda el seguir presentando nuevas propuestas, arriesgarse y ser como Cara Cortada, es decir, tomar el mundo porque les pertenece. Al escucharlos podemos decir con certeza que van por muy buen camino.

Publicado en La Hora

 

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