.Zip: poesía sobre la muerte diaria

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Por Emilia Fallas

El poemario .Zip, recién publicado por Luisiana Naranjo, presenta una poesía que a veces nos hace enojar con la realidad y emociones que apela. Otras veces entristece, pero también es capaz de sacarnos una sonrisa. Además, nos sorprende como si regañara a la consciencia. Nos invoca con nostalgia, o con impotencia u olvido ante lo que no encuentra contestación de lo que urge comprender: “uno es una pregunta que olvida responder”, dice uno de los versos, tal como si estableciera una conversación directa con el lector. Pero también con el ser interno dudoso, solitario y con incertidumbre que cada uno tiene.

Usualmente el libro nos convoca en un espacio de preguntas que emergen de su poesía con distintas formas. Casi siempre es la hablante profundamente aguda que camina por distintos escenarios captando todo lugar, momento o emociones, desde la inmediatez hasta lo penetrante del sentimiento humano, que busca, camina y rastrea como una forma de encontrarse y de encontrar la profundidad en los otros. Sin embargo, cuyas respuestas sobre la existencia y el extraño quehacer humano, parecieran supeditadas a lo efímero.

En .Zip el mundo y las emociones se convierten en un reto: una necesidad de entender por qué nada permanece; todo es tan transitorio, hasta un Dios distante de la realidad que es efímero también: “No más a ciegas con el trigo o los peces de colores,//tanto barrio con lluvias en sus cuerpos,//tanto abandono en tantas profecías. //Así dormimos cada noche con la mínima aproximación de Dios”, dice un fragmento.

Entre tantos temas que toca el poemario, la muerte es una constante. La vida y la muerte caminan juntas. Van de la mano como un efecto inevitable de sobrevivencia. Existir o el pasar por la vida es una muerte diaria, que se da en la espera de lo definitivo.

De esta manera, encontramos un desdoblamiento entre la vida y la muerte que acecha: el ser se mueve entre la muerte maldita y la muerte bendecida, como sugiere uno de los poemas.

Se vive para incitar a la muerte que se disfraza de distintos modos cada día. O sea, parafraseando, hablamos de la muerte disimulada entre absurdos, paradojas, lamentos, encuentros, entropía, hastío, orgasmos, desbordes, fragilidad, o amor, entre otros temas y momentos.

También se muere en las creencias, en las ideas, en las condiciones sociales o de etnias y hasta en la misma fe. Así, la muerte es ese destino último que se va cumpliendo poco a poco, por momentos, mientras llega la culminación: “La vida que siempre es muerte y nace para morir”.

Hay una particularidad en la poesía de Luissiana –muy de ella– que no pierde en algunos de los poemas de .Zip y es que hace que los poemas se conviertan en una especie de juego interactivo. Ya conocemos desde antes de este poemario algunas de sus diatribas que se convierten en ese discurso hablado, que apela al lector de muchas formas provocadoras, pero también, estos juegos de palabras recurren a juegos fonéticos, algunas veces irónicos y hasta jocosos, por su forma, mas no por su contenido. Pues, aun así, siempre conlleva una doble intención que atiza para cavilar.

De esta manera, entre los bello o creativo del lenguaje –tal y como es la construcción poética– nunca se escapan las dualidades vividas desde un mundo de incertidumbre por el cual transita el individuo, pero que siempre encuentran abrazo en la poesía: “La vida se endurece como el pan de hace tres días// Uno no sabe si botarlo o //hacerlo migas para los pájaros que nos recorren el abandono (…)// La poesía me resuelve todo //-migas de pan que debo recoger-//o panadera de universos”.

Si pensáramos en un hilo de sentido en .Zip podríamos tejerlo con distintos elementos que sobresalen; por ejemplo, con la disconformidad desde la voz hablante, de los otros y del mundo que cambia de sentido con la construcción poética. O bien, desde la realidad íntima y emocional, como es la sensibilidad del “demente que ama todas las cosas, hasta su dolor, su olvido, su vergüenza. Desata todas las furias con el manejo de la luna sobre un río. Perdona su ingenuidad, su clamor, de ostra cerrada para siempre”.

Podríamos decir también que en el poemario hay una voz femenina: la mujer tan mujer, la mujer que ha evolucionado y ya no es una, sino que es la voz que representa a muchas mujeres: “Ya no somos como éramos, se ha traspasado la sucesión en una continuidad distinta, ser desde todos los ángulos, desde todos los silencios que nos daban miedo, ya la voz tiene otro sonido plural de mujer”. Rezan unos versos del poema “lo que no somos”.

Es notable la voz femenina libre, amante y sensorial; o sea, con todos sus sentidos abiertos a los espacios externos e interno. Esa voz se nota siempre ansiosa de encontrar la luz. Escudriña con detalle cada percepción del mundo y de los otros. Siempre se esmera por sacar a la luz lo oculto y lo perdido que llegó al límite como una forma de encontrar y de encontrarse.

Ese encuentro y esa luz son quizás las ansiadas respuestas que nacerán entre tantas preguntas en medio de su camino y de lo que logra ver. Esa luz se debate entre el dolor y la liberación, para alcanzarla en un campo de batalla: los miedos, la guerra íntima, las decisiones diarias.

Vemos una voz sensata ante la una realidad que nunca es segura. Por el contrario, es consciente de lo improbable y lo poco certero. Siempre está abierta a lo que no se espera. Incluso la fe se reduce cuando se busca –dice un verso–. Una voz proponente del exilio propio y de los otros para alcanzar el encuentro. Las búsquedas se convierten en posibilidades inciertas: “hay enojo por el filo de la muerte que se disfraza de absurdo.

La poesía de Luissiana va más allá de la bonita conjunción de las palabras en el lenguaje poético. Esta poesía es, sin duda, algo así como una secuencia de alfileres de punta fina metidos en la piel de los lectores. No, la poesía de Luissiana no es la típica poesía bonita de flores y mariposas; por el contrario, es una poesía con palabras sensibles, pero que detrás de ellas, nos lleva al ver el dolor de la muerte diaria. Es una poesía que punza y que se afana por que el lector vea la realidad oscura de las emociones, de la soledad y de la espera. De la incertidumbre y de la indiferencia. Total, es la realidad de lo inhumano.

Aquí la metáfora y las formas se doblegan y se rinden ante una voz que es más fuerte y exigente. Una voz que demanda reacciones del lector. Una voz que camina sola, pero busca cómplices, en la palabra, que vean con la misma sensibilidad e inquietud ante la vida y ante las emociones. Una voz que busca lectores que se encuentren ante la muerte de cada día que nos habla el poemario, que no es ni más ni menos, que también la muerte diaria de cada lector que es convocado por estos poemas.

Publicado en CulturaCR
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