Diamela Eltit, escritora chilena: «no me declaro feminista, soy feminista»

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El ensayo tiene razones que la ficción desconoce. Cuando la escritora Diamela Eltit (1947) se aleja de la novela, ya sea en apuntes, presentaciones, conferencias, reseñas o artículos, refleja sus intereses, tanto en su variedad como en su recurrencia. No sólo los juicios (como análisis o discernimiento) éticos, estéticos y políticos, sino también los juicios (como procedimientos judiciales) parecen ser objeto de su atención.

Su libro Puño y letra (2005) daba cuenta de su asistencia al proceso en Argentina contra un miembro de la Dina  acusado de participar en el asesinato del general Carlos Prats. En uno de los juicios más emblemáticos del conflicto mapuche -en Cañete, el año 2011, contra varios comuneros acusados de delitos terroristas-, también estuvo presente. En la crónica del suceso, recogida en Réplicas, la más reciente de sus recopilaciones de “escritos sobre literatura, arte y política”, cuenta que le hubiera gustado recordarle al tribunal el refrán sobre el ladrón que roba al ladrón. En otro ensayo, uno que recuerda sus años de participación en el CADA, Colectivo Acciones de Arte (que funcionó entre 1979 y 1985), señala lo que el grupo pretendía: “Modificar los signos y los códigos, abrir nuevas redes de significación y complejizar las operaciones conceptuales”.

En Réplicas cohabitan los dichos populares y los rebuscamientos de ciertos tecnolectos, Pedro Lemebel y Nicanor Parra, autores nobeles (como Faulkner o Beckett) y noveles (desconocidos jóvenes escritores chilenos o extranjeros, a quienes presenta), referencias que van desde Michel Foucault o Antonio Negri hasta la oficina del programa Jappening con Ja.

¿Es muy distinta su disposición al escribir ensayo que al escribir ficción?

Sí, para mí lo es, pero no en el sentido de su intensidad, sino más bien en que tengo que ingresar en el terreno movedizo de la coherencia.

¿Y es distinto escribir para una publicación masiva que para una académica?

No, la verdad es que el nivel de exigencia que me impongo es exactamente el mismo, a pesar de que el horizonte es diverso porque tengo que recorrer textos que no me pertenecen y hacerlos míos para habitarlos.

¿Con qué criterio reúne sus escritos dispersos como en Réplicas?

A lo largo de años ya acumulaba una serie de escritos dispersos en distintos espacios, como señalo en la presentación, y otros textos inéditos. El criterio o descriterio -finalmente nunca se sabe- fue posible por los relatos kawésqar que me permitieron organizar el viaje por diversos espacios culturales.

Por los títulos de sus recopilaciones (Emergencias, Signos vitales, Réplicas) parecen responder a una urgencia…

Me interesa lo polisémico, la diversidad de sentidos que portan algunas palabras, su doblez y hasta su paradoja, en ese sentido el título Réplicas, al igual que los anteriores que menciona, reúne varios sentidos, es múltiple y en ese sentido fue interesante para mí.

Aborda temas diversos, pero uno recorre el libro: la noción del cuerpo. ¿Podría resumir su perspectiva?

Para mí el cuerpo es una ficción y, a la vez, una imposibilidad, cambia de siglo en siglo, especialmente el cuerpo de mujeres que hoy es escrito, descrito e impuesto por el estado y el mercado especialmente por normativas dictadas por las industrias médicas y químicas que contribuyen de manera considerable a incrementar las ganancias del capitalismo global.

¿Se declararía feminista?

En realidad no me declaro feminista, soy feminista.

En un ensayo destaca la “mano” de una escritora. ¿Considera que hay algo particularmente significativo en las mujeres que escriben?

No, no creo eso, lo que busqué, precisamente, es romper el binarismo asimétrico entre escrituras de hombres y de mujeres porque como todo territorio binario produce jerarquías y ¿adivine lo qué pasa en esa ecuación? En cambio quise poner, como corresponde, la mano como arma, como extensión del cerebro y toda la potencia que contiene.

Hay autores a los que vuelve una y otra vez (Marta Brunet, Gabriela Mistral, Carlos Droguett, por ejemplo). ¿Son inagotables?

Para mí hay un grupo de escritores chilenos del siglo XX, entre los que usted nombra, que me parecen inagotables, en el sentido de que más allá de mi deseo de entender sus figuras o sus problemáticas, siempre hay algo pendiente, un nuevo sentido, una renovada actualidad en ellos que me asalta.

Más de una vez se refiere a la homogeneidad y la monotonía de los ensayos académicos. ¿Se aburre al leerlos?

No, no es que me aburran los ensayos (yo soy lectora), sino que me irrita el formato impuesto que, desde mi perspectiva, constriñe totalmente el texto por la normativa común a las que deben someterse.

¿Cree que hayan podido salpicar su vocabulario, con palabras como “epocal” o “constructo”, que figuran en su libro?

No me cabe duda que son palabras más “técnicas” y pueden resultar inadecuadas y hasta cursis, pero también son eficaces, porque, por ejemplo, el formato entrevista es un “constructo”.

Camila Vallejo, en 2012, le parecía ejemplar pero prevenía que podría ingresar a las “élites” políticas y perder sintonía ciudadana. ¿Qué opina de ella hoy?

En realidad, prefiero no referirme a la actualidad de Camila Vallejo en un espacio tan sintético, pero ella es, a mi juicio, hasta hoy, la dirigente estudiantil más poderosa por su capacidad de liderazgo en toda la historia de los movimientos estudiantes.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más esperanzadora?

Como utopía, “venceremos”.

¿Y la más peligrosa?

Exclusión.

¿Cuán importante ha sido la literatura para usted?

La literatura ha sido el único (total) espacio de libertad que me ha acompañado a lo largo de toda mi vida.

 

Publicado en La Tercera
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