Falleció el gran dramaturgo chileno Juan Radrigán

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A los 79 años y víctima de un cáncer al pulmón que padecía hace algunos años, falleció esta tarde Juan Radrigán, uno de los dramaturgos más destacados que ha  tenido el teatro chileno.

La muerte del Premio Nacional de Artes de la Representación 2011 y dos veces ganador del Premio Altazor, fue confirmada por twitter por el Ministro de Cultura, Ernesto Ottone.

“Una triste noticia enlutece al país. Juan Radrigan uno de los más importantes dramaturgos de nuestro país nos ha dejado”, escribió la Ottone en la red social.

El Sindicato de Actores, Sidarte, lamentó también su fallecimiento y señaló que la «pérdida atraviesa a todo el mundo del teatro chileno y nos conmueve profundamente»

Su vida y obra

Juan Radrigán Rojas (1937)  com0 varios artistas de su generación se formó como autodidacta. En su blog, Radrigán asegura «haber aprendido a leer y muchas otras cosas en los tristísimos ojos de su madre, en los maravillosos y lluviosos parajes del  sur, en las secas tierras del norte y en cientos de rostros y de cuerpos averiados por una implacable pobreza».

Escribió más de 4o obras de teatro y dice no tener idea de dónde le vino esa «necesidad imperiosa de ponerse a juntar palabras que cuentan historias, que protestan o reflexionan sobre el tiempo en que le tocó existir».

El trabajo de Radrigán se distingue en Chile por ser el primero en convertir a los marginados sociales en personajes principales dentro de una obra teatral prescindiendo de grandes escenografías y montándolas en espacios populares, reflejando sus raíces.

Irrumpe en la escena chilena el 1979 con su primera obra teatral Testimonio de las muertes de Sabina, que sería representada en muchas ciudades del país por profesionales y aficionados.

En 1980 estrenaría la trilogía Redoble fúnebre para lobos y corderos y en 1981 estrena su obra consagratoria Hechos Consumados, recientemente montada en Londres por el director inglés Robert Shaw. De ese mismo período, que la crítica especializada ha etiquetado con el rótulo de teatro social destacan El toro por las astas (1982), Las Brutas (1983) y Made in Chile (1984), Las voces de la ira (1984), Borrachos de Luna(1986) y El pueblo del mal amor (1986).

En el escenario post dictadura fue capaz de reinventar su teatro y comenzó a proponer conflictos dramáticos que exponen en escena los amores inconclusos, amores sin destinatarios, personajes fantasmales que transitan entre la vida y la muerte.

De ese período destacan Islas de porfiado amor (1994), El encuentramiento (1996),Fantasmas Borrachos (1997), Perra Celestial (1999) y Amores de Cantina (2000). Su tercer período de desarrollo teatral está cargado de contenido metafísico y existencialismo. De ese período podemos reconocer El príncipe desolado (1998),Beckett y Godot (2004), Ceremonial del macho cabrío (2012) e Informe para nadie(2012).

Si bien indagó en varios géneros, la dramaturgia fue el que lo llevó a la consagración. Impartió clases en diversas Universidades a lo largo de Chile y recibió las más altas distinciones de su área:

Mejor obra del año 1981 (Círculo de Críticos de Arte) por Hechos consumados

Mejor obra del año 1982 (Círculo de Críticos de Arte) por El toro por las astas

Premio Municipal de Literatura de Santiago 1983 por El toro por las astas

Invitado especial al Festival Internacional de Teatro de Nancy 1983

Invitado al Primer Festival Internacional de Teatro por la Paz 1989, San José de Costa Rica

Premio Altazor de Dramaturgia 2005 por Beckett y Godot

Premio Bicentenario de Dramaturgia 2010 (Círculo Críticos de Arte)

Premio Sello de Excelencia 2011 (Consejo Nacional de la Cultura y las Artes)

Premio Nacional de Artes de la Representación y Audiovisuales de Chile 2011

Publicado en El Mostrador

«Escribo como por estupor»
Juan Radrigán

Juan Radrigán Rojas exploró diversos géneros literarios como narrativa, poesía y ensayo. Sin embargo, a partir de 1979, con el estreno de su primera obra teatral, Testimonios de las muertes de Sabina, inició una nueva veta en su producción literaria: la dramaturgia. Entre sus obras más relevantes se cuenta Hechos consumados (1981), El toro por las astas (1982), Made in Chile (1984), El pueblo de mal amor (1986), La contienda humana (1988), El encuentramiento (1996) y Amores de cantina (2011).

Las obras teatrales de Juan Radrigán hablan de la marginalidad social, asociadas al contexto político, económico y cultural de la dictadura militar chilena. La crítica especializada ha comparado la obra de Radrigán con la dramaturgia de Samuel Beckett y Arthur Miller y, en el plano nacional, con el teatro social de Antonio Acevedo Hernández y de Isidora Aguirre; debido a la selección de sus personajes -subproletarios, vagabundos, protitutas, entre otros- y su atmósfera existencial que evidencia el destino trágico del ser humano y su desesperanza.

Inscrito en la tradición de un teatro chileno que reflexiona sobre los desposeídos, Radrigán se distinguió por ser el primero en convertir a marginados sociales en personajes principales y únicos dentro del espacio dramatúrgico de sus obras, prescindiendo, incluso, de grandes escenografías con la intención de poder montarlas en distintos espacios populares. Para María de la Luz Hurtado y Juan Andrés Piña, el éxito de esta propuesta radica en que el eje que organiza y articula estas obras es el lenguaje oral: «la utilización de una estructura y de un lenguaje no lineal, y la permanente recurrencia a historias y relatos concretos en la obra de Radrigán, la hacen homologable a la forma habitual de producción de conocimiento y de generación de conciencia de sí y del entorno de la cultura popular». Por estas características, la dramaturgia del autor es considerada como teatro popular.

Sus obras han sido reconocidas en distintos certámenes nacionales e internacionales como, por ejemplo, el premio a la mejor obra del año, otorgado por el Círculo de Críticos de Arte, en 1981, por Hechos consumados, y en 1982, por El toro por las astas; y el Premio Municipal de Literatura, mención teatro, por esta misma obra. Como premio a su labor creativa fue invitado especial al Festival Internacional de Teatro de Nancy, en 1983, y participó del Primer Festival Internacional de Teatro por la Paz en San José de Costa Rica, en 1989; en ambas instancias fue destacado como el gestor de un cambio en la escena teatral chilena. Como reconocimiento a su labor recibió en el año 2009 el Premio Nacional de Artes de la Representación. Además, recorrió distintos continentes en exitosas giras. Incluso, el cineasta chileno Luis Vera realizó una versión cinematográfica de Hechos consumados y Soledad Cortes realizó un documental sobre su vida y obra, La tierra señalada (2010).

En 1984, la Universidad de Minnesota y CENECA publicaron una antología teatral titulada Teatro de Juan Radrigán (11 obras), que contiene dos estudios críticos de la producción del autor.

En 1996, después de años de silencio, estrenó su ópera-teatro El encuentramiento, con música de Patricio Solovera y dirección de Willy Semler. Para algunos críticos, esta obra marcó un cambio en la dramaturgia del autor, ya que no está circunscrita al espacio marginal que tenían sus creaciones anteriores y demostró su constante búsqueda creativa. Sin embargo, el propio Radrigán señaló: «Los temas siguen siendo los mismos. Es posible que ahora los personajes ya anden tirillentos y que el lenguaje haya cambiado un poco. Tal vez ahora la marginalidad es más existencial que material».

Juan Radrigán falleció el 16 de octubre del año 2016, a los 79 años de edad.

Publicado en Memoria Chilena

Muere Juan Radrigán, el mayor dramaturgo chileno

Quería tres años más. Solo tres no más, decía, para escribir una crónica satírica sobre las indignidades y ridiculeces que enfrenta un paciente avejentado, un paciente como él, internado en un hospital. Juan Radrigán acababa de salir de la Fundación Arturo López Pérez, después de semanas internado debido a un cáncer al pulmón, y demostraba que su humor e ironía estaban en perfectas condiciones.

A su buen ánimo colaboró el homenaje que se realizó a fines de septiembre en el Teatro Nescafé de las Artes, organizado por Rodrigo Pérez y Claudia di Girolamo, donde se montaron dos de sus obras más populares, Fantasmas borrachos y Amores de cantina. “¿A quién no le gustaría que sus colegas actores y directores se acordaran de uno, más si es haciendo teatro del bueno?”, dijo aquella vez a La Tercera, al teléfono desde su casa en el centro de Santiago.

Juan Radrigán, nacido en Antofagasta el 23 de enero de 1937, mostraba signos de recuperación según quienes lo visitaban. Estaba en plena lucidez; tenía ganas de investigar y de escribir nuevamente.

Por eso su muerte, ocurrida ayer al mediodía producto de complicaciones derivadas del cáncer, sorprendió al medio teatral. “Una triste noticia enlutece al país. Juan Radrigán uno de los más importantes dramaturgos de nuestro país nos ha dejado”, escribió en su cuenta de Twitter el ministro de Cultura, Ernesto Ottone.

“Toda la familia del teatro nacional está conmocionada”, comentó la presidenta del Sindicato de Actores (Sidarte), Alejandra Gutiérrez. “Hemos estado al lado de él en su hospitalización, en el homenaje en el Teatro Nescafé, que tuvo una recepción muy buena y nos permitió costear toda la deuda hospitalaria. Estamos tranquilos por eso, a pesar de que perdemos a uno de los cronistas más importantes del Chile de los últimos 30 años y que deja un legado muy grande en formación, porque es uno de los dramaturgos que tiene más discípulos. Sentimos su partida, pero sabemos que su legado va a estar vivo por mucho tiempo”, agregó.

Las muestras de tristeza y pesar se multiplicaron ayer por redes sociales. “El teatro chileno está de luto. Con la muerte de Juan Radrigán se va uno de nuestros autores más destacados. Mi sentido pésame a su familia”, twitteo la Presidenta Michelle Bachelet.

El dramaturgo de El loco y la triste es velado desde ayer y hasta hoy a las 20.00 horas en la sede de Sidarte, en Ernesto Pinto Lagarrigue 131. Mañana será trasladado al Teatro Nacional Chileno, en Morandé 25, donde recibirá un homenaje del mundo teatral a las 12.30. Sus funerales se realizarán en el cementerio El Manantial, de Maipú.

“El era total, un punketa, un rebelde”, dijo su hija, la dramaturga Flavia Radrigán, profundamente afectada.

Nuestro Shakespeare
“Siempre he sido rebelde y eso me ha jugado en contra. Aún me sorprende que me hayan dado el Premio Nacional”, solía decir. Tal reconocimiento no parecía el destino natural para el hijo de un mecánico y una profesora de una salitrera, quien nunca recibió educación formal y aprendió a leer leyendo la Biblia, el único libro que había en su casa.

Pese a ello se convirtió en un lector curioso, y mientras trabajaba de cargador en La Vega o como obrero textil, escribía cuentos y poemas. Tras el Golpe Militar instaló un puesto de libros usados y encontró el medio para canalizar su voz: el teatro. En 1979 estrenó Testimonios de la muerte de Sabina, montada por el Teatro del Angel.

A través de la dramaturgia, Radrigán se rebelaba contra la dictadura y le daba voz a los marginados, a los huérfanos y perseguidos. Formó la compañía El Telón, con la que montó sus obras en poblaciones, antes de llegar a las salas. Sus textos se volvieron emblemas de la resistencia al régimen, como Las brutas (1980), El loco y la triste (1980), Hechos consumados (1981) y El toro por las astas (1982).

Tras el retorno a la democracia, continuó su búsqueda expresiva. Su obra, cruzada por el aliento de la tragedia, la poesía popular, los personajes desamparados, la compasión y la búsqueda de justicia, vino a ocupar un lugar insustituible en el teatro chileno. Ganó reconocimiento, aplauso crítico y la admiración de las nuevas generaciones. Así, en 1997 llegaba al Teatro Nacional Chileno con Fantasmas borrachos, dirigida por Rodrigo Pérez, y volvía dos años después con una versión de Hechos consumados por Alfredo Castro.

Perra celestial (1999), Medea mapuche (2000) y El exilio de una mujer desnuda (2001) marcaron el cierre de una etapa, que sería seguida por un ciclo donde escribió Beckett y Godot (2004) y Amores de cantina (2009).

El año pasado estrenó El príncipe desolado, en un montaje de gran producción dirigido por Alejandro Quintana, y su versión de La tempestad de Shakespeare con Claudia Di Girolamo y dirección de Rodrigo Pérez.

“Radrigán es al teatro chileno lo que Arrau es a la música docta, lo que Violeta Parra es al folclor, lo que Raúl Ruiz al cine o lo que Neruda y la Mistral son a la poesía. Esa es su magnitud”, dijo Ramón Núñez en 2011, al otorgarle el Premio Nacional.

Autor de más de 40 obras, Radrigán fue también un generoso maestro para las nuevas generaciones. El escritor Marcelo Simonetti fue su tallerista y destaca tres lecciones aprendidas de él: “1. Que la vocación o la inspiración son leseras, que lo que importa es el trabajo. La escritura para él era lo más importante. Vivía para eso y nada más que para eso, sin importar lo que ésta le diera o le quitara. 2. Que ser artista también implica un compromiso. En medio de un país que ignora al desamparado, él escribió sobre ellos y para ellos, sin hacer alardes ni posando de intelectual. 3. Que en el dolor y en la marginalidad hay una belleza que no todos quieren ver, pero que necesitamos, no para compadecernos, sino para intentar un país más justo”.

Publicado en La Tercera
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