Un llamado urgente a mantener el cese al fuego bilateral permanente y a proteger el Acuerdo Final hicieron 80 organizaciones sociales abanderadas de las campañas del Sí reunidas hoy en Bogotá,  manifestando su preocupación por el aprovechamiento partidista de la crisis y el sentimiento de incertidumbre que tiene el país tras el triunfo del No en el plebiscito.

Más de 200 personas representantes de distintas plataformas sociales que movilizaron el sí en la campaña del plebiscito se declararon en movilización permanente para instar a todas las partes a no claudicar al anhelo de paz que los votantes del sí y el no han manifestado tener. Asimismo, pidieron reconocer que 19 departamentos respaldaron el Acuerdo, en especial, en las poblaciones y comunidades más afectadas por los estragos de la guerra.

Antanas Mockus  propuso ejercicios sanadores para evitar la polarización como decirnos entre ciudadanos: “Tú también ayudaste, yo también ayudé, aunque no quieras tú también vas a ayudar” y  encontrar la solución para convocar acciones ciudadanas  por la paz y la reconciliación; también  invitó a escribir cartas a las FARC y las víctimas e incluso hacer acciones simbólicas y comunicativas para “Mandar la guerra a la mierda”.

“Quienes votamos somos una porción fundamental de la sociedad. Somos 6.377.482 ciudadanos que apoyamos el Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera y ofrecemos al país nuestra vocación de paz”, señaló Antonio Madarriaga, director de Viva la Ciudadanía.

Por su parte, varias de las representantes de organizaciones de mujeres como Sisma y Un Millón de Mujeres de Paz dieron su voto de confianza al diálogo político nacional en el que la sociedad civil y las víctimas deben incluirse y solicitaron el apoyo de la comunidad Internacional para que mantenga su acompañamiento para garantizar la seguridad de las tropas de las FARC.

Las distintas voces que se hicieron escuchar insistieron en la necesidad de mantener un espíritu unitario desprovisto de protagonismos y en no perder los aprendizajes de diálogo que las partes han demostrado y enviaron un mensaje de exigencia al Gobierno Nacional, el Congreso, a los partidos políticos, a los empresarios, a la comunidad internacional, a las FARC y al ELN, y en fin, a la sociedad en su conjunto, de la urgencia de seguir transitando el camino de la salida política, porque va quedando atrás la búsqueda de soluciones y el trámite de las diferencias por medio de la violencia.

Por otra parte, no concedieron legitimidad al Centro Democrático para llevar las riendas del proceso y advirtieron que el poder que representa el senador Álvaro Uribe quiere echar al piso los temas de verdad y la responsabilidad en los crímenes de Estado así como restringir el acuerdo de desarrollo rural y la distribución de tierras para los campesinos. “No podemos dejarle al Uribismo que administre la paz”, reiteró Nelson Linares de la campaña Sí Paz Con Todos. Todo lo contrario: “La sociedad debe participar decisoriamente en la construcción de la paz”, propuso Mesa por la Paz.

Si bien las organizaciones sociales y sus plataformas de campaña por el sí ratificaron el liderazgo del gobierno nacional para salvar el proceso de paz, mostraron su preocupación de generar acuerdos de élites sin tener en cuenta a la insurgencia, a la sociedad civil y a las víctimas. Los sindicatos y el Congreso de los Pueblos insistieron en proteger la participación ciudadana en la toma de decisiones de cara al Acuerdo Final  y no permitir que se reduzca a las élites.

En todo caso, el proceso de negociación debe ser rápido y blindado de intereses partidistas y de dilaciones con miras a la campaña presidencial del 2018.

Señalaron enfáticamente que no renunciarán al anhelo de acabar con la guerra y que seguirán del lado de las víctimas como centro de los acuerdos, porque “nosotras no aceptaremos menos verdad, menos justicia y menos reparación”.

Dentro del abanico de propuestas, se expuso la realización de movilizaciones ciudadanas en todo el país; campamentos permanentes como presión social para que se continúe el diálogo y se actúe con prontitud; la exigencia al Congreso para que legisle por la paz; el apoyo a gobernadores y alcaldes; seguir convocando la creatividad junto a los artistas y los jóvenes. Una crítica al poder mediático que hace show de las posturas opositoras pero cierra posibilidades para la pedagogía y la conversación plural que no permite que las voces por la paz sean escuchadas.

Finalmente, la campaña Paz Completa reiteró la oportunidad del diálogo social y nacional e instó al ELN para que mantenga la tregua unilateral e hizo una invitación para que se sienten ya con el gobierno nacional para adelantar la agenda de negociación en la que la sociedad civil está presta a participar.

Publicado en RedProdePaz

Escritor colombiano, invitado a Puerto de Ideas: «La paz diseñada por las élites deja afuera las necesidades urgentes»

¿Qué rastro ha dejado la violencia en el arte y la literatura latinoamericana? Esta pregunta intentarán responder los escritores William Ospina, de Colombia, y Óscar Contardo, de Chile, cuando conversen en el marco del Festival Puerto de Ideas.

El evento se realizarán el día 11, 12 y 13 de noviembre en Valparaíso, donde se reunirán destacadas personalidades de la ciencia y la cultura para conversar de distintos temas con el público.

Los autores estarán el sábado 12 en el auditorio Independencia de la Universidad de Playa Ancha (UPLA), a las 18:30 horas.

Ospina adelanta que en Latinoamérica la literatura se esfuerza por denunciar la violencia, por contrariarla, haciendo que la gente pueda entender su historia.

«Y la literatura también procura ser un bálsamo que cure las heridas. No es algo sólo nuestro: Homero decía que ‘los dioses labran desdichas para que a las generaciones humanas no les falte qué cantar’. Pero ese cantar no es una celebración: es un ejercicio de comprensión, de superación de los duelos, de cicatrización de la memoria».

Poeta y ensayista

Sin duda será una conversación interesante, que tocará también la obra de un creador que ha transitado por diversos géneros literarios dibujando una carrera poco habitual entre los escritores de nuestro ámbito cultural latinoamericano.

Ospina es poeta, ensayista, novelista y un poco historiador.  Ha publicado ensayos como Esos extraños prófugos de Occidente (Random House Mondadori, 1994), y Los nuevos centros de la esfera (Aguilar, 2001), y las novelas Ursúa (Alfaguara, 2005), El País de la Canela (Random House, 2008), La serpiente sin ojos (Mondadori, 2012) y El año del verano que nunca llegó (Random House, 2015). Ha sido reconocido con el Premio Nacional de Literatura 2006 y el Premio Rómulo Gallegos 2009, entre otros.

Junto a Contardo explorará la manera en que enfrenta cada género, y expondrá su mirada sobre Latinoamérica, la forma en que ha sido descrita a partir de la violencia y nuestra propia idea de la paz. La imagen del descubridor y la del libertador, el sitio de los indígenas en este mundo creado y el de las ideologías como herramienta para encontrar justicia.

El objetivo es indagar en los cambios que le han tocado vivir a él como colombiano y su propia experiencia de las convulsiones sufridas por su país. ¿Cuál ha sido el lugar de los escritores en esa historia?

Las huellas de la violencia

Ospina está dichoso con la invitación a conversar. «La he aceptado con entusiasmo porque me interesa mucho el intercambio y el diálogo sobre nuestro continente», cuenta desde Bogotá.

«Me han pedido que hable de la huella que han dejado las violencias en nuestra cultura. Es un tema que he tratado tanto en mis poemas como en mis ensayos y novelas. La historia de América Latina, tan turbulenta como la de cualquier otra región del mundo, tiene sus elementos específicos. El choque de culturas, los mestizajes, los inmigrantes, la adaptación al territorio, la búsqueda de un camino propio para naciones e instituciones de composición compleja, todo es un desafío para el pensamiento y la imaginación», comenta.

En libros como Ursua y El país de la canela, Ospina habla de la colonización y la violencia, específicamente de los primeros conquistadores españoles que llegaron a Colombia. ¿Por qué le interesó abordar este tema?

«Lo que buscaba no era la violencia, sino entender cómo se formaron nuestras naciones, cómo llegamos a ser lo que somos», responde. «Pero cuando uno se inclina hacia la historia le llega enseguida un antiguo rumor de guerras y de mitologías. La Conquista de América es un hecho terrible pero también grandioso: lo más parecido que podamos encontrar al descubrimiento y la conquista de otro planeta».

Aunque para Ospina la conquista fue una época de enorme barbarie, un gran genocidio, a lo largo de la Colonia nuestro continente fue, se diría, más tranquilo.

«Cuando pasaron por aquí los grandes viajeros de la Ilustración, sus problemas eran con los insectos y con la naturaleza», dice. «Claro que estaba la discriminación de los nativos y la esclavitud, pero no encontraron una violencia social, sino más bien cierta resignación, que tampoco era muy admirable».

Independencia y decepción

Para el colombiano la violencia recomenzó con la Independencia y ha sido muy marcada en la era de las repúblicas.

«Yo se la atribuyo en parte a unas promesas que no se cumplieron. Nos hablaron de libertad, igualdad y fraternidad, pero más bien perpetuaron un modelo de discriminación y de negación de los derechos de mucha gente», dice. «Y la gente soporta la pobreza, pero no la humillación, ni la extrema desigualdad: eso produce resentimiento».

Además, agrega, para tener sociedades pacíficas hay que hacer un esfuerzo de dignificación, de educación, de inclusión en un orden civilizado.

«Nuestro continente trata a los pobres como si no fueran humanos, pero espera que se comporten como lectores de Séneca y de Montaigne», señala. «Y lo que les da mínima tranquilidad a las sociedades modernas es un esfuerzo de justicia, un orden cultural que se ofrezca a todos por igual, unos proyectos históricos de los que todo el mundo pueda participar».

El caso colombiano

En la región, por desgracia, Colombia se destaca por la violencia. Ospina trató el tema en su libro Pa que se acabe la vaina (Planeta, 2013). Allí escribió que «después de siglos de repeticiones, donde una cultura, un pueblo y un territorio fueron persistentemente borrados y ninguneados por poderes arrogantes, una realidad enorme está emergiendo, un pueblo desconocido está descubriendo su propia existencia, un territorio está brotando a la luz».

«Tarde o temprano lo que era guerra aprenderá a ser diálogo, lo que era violencia aprenderá a ser exigencia y reclamo, lo que era silencio podrá convertirse en relato”, señala esa obra.

«Mi argumento es que en todos nuestros países se requería un esfuerzo por ajustar la realidad al discurso liberal en que se fundaron las naciones», dice.

«Ese discurso fue al comienzo un pretexto, un argumento para expulsar a España, pero aquí se perpetuaron los racismos, los clasismos, las castas señoriales. Después los países hicieron ese esfuerzo de realizar reformas liberales, salvo Colombia. En Colombia fracasó la reforma liberal, que en otras partes se hizo siquiera a medias. Y en 1948, cuando (el líder Jorge Eliécer) Gaitán encarnaba la ilusión de esa reforma liberal, su asesinato fue una gran frustración que Colombia está pagando todavía».

«Desde entonces hemos vivido en la violencia, e incluso ahora, cuando se nos ofrece la paz, ésta tiende a ser apenas un factor de rivalidad entre facciones distintas de la dirigencia política. La dirigencia colombiana es incapaz de asumir la modernidad, de debatir sin violencia, de permitir el acceso de otros sectores al manejo del país. En nuestra democracia todavía imperan el clientelismo, la manipulación de electorados y una gran corrupción», afirma.

Por eso mismo, respecto al proceso de paz en Colombia, Ospina cree que sólo cuando el pueblo colombiano ingrese de verdad en la leyenda nacional, hasta ahora monopolizada por castas señoriales, será posible una paz verdadera.

«La paz diseñada por las élites siempre deja por fuera los intereses más urgentes de la comunidad. Como dijo Lampedusa, quieren que todo cambie para que todo siga igual», afirma.

Publicado en El Mostrador