Gabriela Aleman: «Hay una nueva oportunidad para la literatura ecuatoriana»

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Mientras cursaba un doctorado en la Universidad de Nueva Orleans, la escritora ecuatoriana Gabriela Alemán conoció la historia de Jess Franco (1930-2013), uno de los más prolíficos cineastas españoles que, a lo largo de más seis décadas rodó centenares de filmes en los que, a través de técnicas que hoy podrían considerarse inaplicables –como hacer que tus actores rueden no una sino cinco películas a la vez sin percatarse de ello—se hizo de un nombre a nivel internacional.

Me fascinó su obsesión por hacer cine, quizás marginal o B, que nadie tomaba demasiado en serio, pero que si uno lo mira detenidamente encuentra segundos o minutos de cosas sublimes. Fue impresionante hallar cosas buenas dentro de tanta ‘basura’», dice la autora de 48 años en diálogo con «El Comercio».

Otro aspecto del trabajo de Franco que Alemán considera valioso es la posibilidad de hacer mucho con pocos recursos.

«Como tenía bajo presupuesto, en lugar de contratar a actores famosos, contrataba solo a uno. Y si necesitaba, por ejemplo, a un personaje de 85 años, no iba a contratar un actor sino que lo buscaba en la calle. Al final escogía más a ‘tipos humanos’. Eso me resultó interesante para los cuentos que yo buscaba escribir”, dice la autora de 48 años.

Descubrir estos “tipos humanos” hizo que Alemán note que, si bien muchas cosas cambian en el mundo, sentimientos como la traición, el amor, el dolor y la tristeza, permanecen. Esto último puede apreciarse en los cuentos de “La muerte silba un blues” (Literatura Random House, 2015), el más reciente libro de la escritora ecuatoriana.

Sobre este libro hablamos con ella tras su presentación en el más reciente Festival de la Palabra organizado por la PUCP.

Cambian las épocas pero que la mayoría de las cosas permanecen. Esa premisa puede notarse en sus diez relatos…

Es cierto. A pesar de que cambia la sensación del mundo, hay muchas cosas que permanecen. Tenía, por ejemplo, una historia que ocurre en Nueva Orleans después del huracán Katrina. El viejo (protagonista del relato) que sale ahí luego aparece en otro pero en México D.F en el año 2000. Se trata del mismo tipo al que le pasaron muchas cosas en la vida y que reacciona de una cierta manera. También hay una mujer que aparece en los años 30 en Ecuador, que es una migrante que huye del nazismo. Ella es la misma que aparece en otro cuento cuyo espacio es Nueva Orleans. Y luego también es parte de un relato que ocurre en Nueva York. Todas las historias siguen una línea que trazó Jess Franco: el horror, la soledad, la ansiedad. Ese fue el hilo conductor que usé para estos cuentos.

Hablemos sobre “El extraño viaje”, un relato ficticio que tiene como base un hecho real: la descripción que una emisora ecuatoriana hizo de la supuesta llegada de extraterrestres al país en 1949. ¿Cómo evitó convertir este hecho serio y real en una sátira o burla?

Esa historia era en realidad una novela de 250 páginas que escribí hace 10 años y que no me acabó de convencer porque había demasiados personajes. Lo que quise contar era el día que aterrizaron los marcianos en Quito y que provocó revuelo. Cuando armé este libro revisé las 250 páginas, edité y quedaron las 50 finales (del cuento). Quise decir lo que nunca se contó en su momento en Ecuador. Esta fue una historia transmitida de abuelos a padres y a nietos, pero que uno la busca en los anales de la radiofonía en Ecuador o del periodismo y no la encuentra. Es impresionante que una persona replicara lo que hizo Orson Welles 11 años después y que convenciera a una ciudad entera de la llegada de los marcianos. Primero, quise hacer una especie de homenaje al genio que hizo eso y, también, (dejar en claro que) ese fue el inicio del poder de los medios masivos de comunicación para infiltrarse en la realidad y trastornarla. Si tuvo tanto éxito lo de Welles en 1938, fue porque marcó el inicio de la subida del nazismo y la utilización de la radio para convencer a un pueblo entero. Eran varios los temas que quería se discutan a través de la ficción. Y no quise ridiculizar algo que ocurrió porque cuando eso pasó mi mamá era una niña. ¡Mis abuelos lo vivieron! No quise burlarme, sino presentarlo como un espejo de lo que era Quito entonces, una ciudad muy cerrada y que cuando se siente traicionada por la radio hacia la que sentía tanta confianza, la incendia. Y murieron 7 personas.

Usted conversó con varios testigos del hecho antes de escribir este cuento ¿Qué sensación tienen hoy aquellas personas que vivieron la falsa llegada de los extraterrestres a Quito?

De alguna manera hay cierto orgullo porque los marcianos escogieron Ecuador. ¡No sentían vergüenza! Sintieron que lo hicieron tan bien que los convencieron. Y ya fue más allá de la radio porque en algún momento de la locución, la persona que representaba la voz del arzobispo de Quito, que hablaba igual a él, pedía a las iglesias y a los párrocos que toquen las campanas para que la gente implore clemencia al cielo. Y eso efectivamente ocurrió. Los curas salieron a tocar campanas. Más allá de la radio, fue un fenómeno en el que la gente vivió una experiencia fuera de la realidad.

Es usted una basquetbolista que ha terminado como escritora. ¿Qué hizo que cambie tan drásticamente sus intereses?

Existe la idea errada de que a los deportistas no les gusta la lectura, pero yo siempre fui una gran lectora. Ocurrió que cuando yo jugaba en el club Olimpia entrenábamos cinco horas al día. Una vez me lesioné y decidí dedicar esas 5 horas a escribir. No fue un cambio repentino, sino que ya llevaba leyendo muchísimo tiempo y de pronto comencé a escribir.

¿Qué libro le hizo pensar ‘quiero escribir así de bien’?

Siempre he tenido una fascinación especial por H.G Wells. Me encanta la ciencia ficción. Él tiene una conexión muy particular con Ecuador. Escribió una novelita de 80 páginas llamada “En el país de los ciegos”, y a pesar de que nunca visitó Ecuador, citó su historia allí. Luego está “La guerra de los mundos”, que es una historia de H.G Wells que Orson Welles adaptó y que (tiempo después) ‘ocurrió’ en 1949 en Ecuador. Por último, si uno lee “La isla del doctor Moreau” y presta atención a las coordenadas que da en el texto, son las coordenadas de las islas Galápagos. Hay una conexión con mi país que siempre me fascinó.

“Beautiful but Dangerous” es el relato que hace una extranjera que vive en Ecuador, imposibilitada de desligarse de la relación con su marido. ¿Cómo surge esta historia?

Una vez entré a la librería de la editorial Abya-Yala y encontré un libro llamado “Dónde queda Ecuador”, escrito por una nieta de una migrante alemana al Ecuador de los años 30 que se convirtió en historiadora e hizo su tesis doctoral sobre toda esta migración que llegó a Ecuador. Entonces descubrí este mundo de gente de la que no se ha hablado mucho. Llegaron húngaros, checos, alemanes, que trastornaron la vida de esta ciudad andina y cerrada en la montaña. Busqué imaginar cómo llegaba una mujer en una ciudad tan cerrada, con una curiosidad inmensa y con ganas de vivir mucho. Así que se me ocurrió este cuento en formato de un diario, en el que ella no solo observa al país sino también a sí misma en su relación de amor con su marido.

Injustamente da la impresión de que la literatura ecuatoriana se ha invisibilizado. ¿Es correcta esta presunción? ¿Qué autores de su país nos recomendaría leer?

Son muchos los factores que intervienen aquí. Recién existe un Ministerio de Cultura hace nueve años. No hay una campaña nacional de lectura, la biblioteca nacional desapareció en los años 50, etc. Estos y otros factores hicieron que la literatura ecuatoriana no se lea dentro del país y menos aún fuera. Pero hay mucha producción últimamente. Hay varias mujeres que están escribiendo, como Cristina Mancero, María Paulina Briones. También está Edwin Alcaráz, Juan Fernando Andrade. Varios vienen surgiendo y, asimismo, existe un lindo movimiento de editoriales independientes. Existe una nueva posibilidad para circular dentro, y gracias a la Internet, también fuera del Ecuador.

Finalmente, en Perú se dice que hay un exceso de literatura sobre la violencia política. ¿Ocurre lo mismo en su país? ¿Hay algún tema común?

Leyendo lo que he leído, creo que todavía no. Quizás llegará el momento en el que se escriba sobre la migración terrible que hubo cuando se dolarizó la economía. Durante casi cinco años un millón de ecuatorianos se fueron a Estados Unidos, España e Italia. Y muchos de ellos, por la crisis financiera, han terminado regresando. Eso ha enriquecido mucho a Ecuador pero también ha traído muchísimos problemas.

Publicado en El Comercio
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