Recuerdos de Malvinas

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En la entrevista abierta que vino después del estreno londinense de Minefield, tal como se llama Campo minado en inglés, uno de los veteranos de Malvinas por el lado argentino, Marcelo Vallejo, dijo que nunca había ido al teatro hasta que fue para, justamente, protagonizar esa obra. No solo eso: ya en la obra, Marcelo cuenta que durante décadas tuvo un sentimiento de odio muy profundo contra todo lo británico y no soportaba escuchar música en inglés ni que su hijo lo hablara. Pero treinta y cuatro años después de la guerra, convive con ex combatientes argentinos y británicos en una obra de teatro en la que los seis reconstruyen el campo de batalla como un campo explosivo de recuerdos y emociones violentas, e hizo su debut teatral en un festival de teatro en Brighton y luego en Londres, ante un público angloparlante que lo miró atónito, a él y a sus compañeros, y aplaudió extasiado este experimento emocional de potencia bélica.

Después de nueve funciones a sala llena en el Royal Court Theatre de Londres, Campo minado se estrenó ahora en Buenos Aires en el Centro de las Artes UNSAM, y se pone enfrente de un público muy diferente del inglés. Los espectadores argentinos tienen un vínculo mucho más intenso y a la vez elaborado con la guerra. Para Lola Arias, en las funciones porteñas, “hay una tensión más quieta y más silenciosa. Estás metiendo un dedo en la llaga. Para todo el mundo acá las Malvinas significan algo: está más en carne viva”.
La obra está en línea con trabajos recientes de la directora, dramaturga, escritora y cantante, como Mi vida después (2009, en la que distintos actores nacidos en los setenta rastrean sus biografías familiares a través de distintos objetos) y El año en que nací (2012, en donde el foco de la obra documental está en la última dictadura chilena). También, con la muestra reciente Doble de riesgo, que acaba de terminar en el Parque de la memoria y que incluyó varias instalaciones, entre ellas, “Veteranos”, un trabajo audiovisual con ex combatientes que cuentan escenas de la guerra pero en el contexto de sus vidas y ocupaciones actuales. Para dar con los ex combatientes de “Veteranos”, en 2013 Lola Arias y sus productoras Sofía Médici y Luz Algranti iniciaron una búsqueda exhaustiva  que luego se amplió y se hizo internacional cuando se combinó con la de Campo minado. Finalmente, luego de un proceso de selección arduo, quedaron seis: del lado argentino son Marcelo Vallejo, el único que fue voluntariamente a la guerra y hoy es campeón de triatlón; Rubén Otero, sobreviviente del Belgrano y batero en una banda de tributo a los Beatles; Gabriel Sagastume, actual abogado; del bando británico Lou Armour, maestro de chicos con problemas de aprendizaje, David Jackson, psicólogo de veteranos y Sukrim Rai, gurka que peleó contratado por el ejército británico en todo el mundo y ahora trabaja en seguridad. Los tres veteranos por el lado británico eran soldados profesionales. Los argentinos, excepto Marcelo, fueron sorteados para ir a la guerra.
Cuando llegó el momento de pasar de la audición al ensayo, armaron talleres con los seleccionados de cada bando para ver cómo funcionaban entre ellos. Arias trabaja con recuerdos y relatos propios como material de sus obras y está acostumbrada a entrar en vida ajenas: “Cada persona hace de su vida un relato y después, yo como autora entro, les digo cosas como ´esto tendrías que condensarlo o contarlo de esta manera´… Reescribir la historia de otro es un trabajo muy delicado y muy difícil”.
Como en trabajos anteriores, el equilibrio quirúrgico entre los hechos históricos y los archivos íntimos y personales que los recuerdan setea un volumen sentimental bastante particular. En Campo minado, todo se complejiza: cada personaje tuvo y reconstruye su propia guerra, pero acá, además, hay dos historias oficiales bien diferenciadas entre sí. Y no solamente eso, sus idiomas, su cultura: “El malentendido era una cosa constante”, dice Lola. La posibilidad e imposibilidad de hablar la misma lengua es un motor fundamental. Cada uno habla en su idioma –hay subtítulos– hasta que los seis comparten el lenguaje de la música como catarsis colectiva. Pero hay algunos cruces sugerentes. Otero, veterano argentino sobreviviente del hundimiento del Belgrano, tiene una banda Beatle, y en la obra canta, justamente, “Get Back” (“Volvé adonde alguna vez perteneciste”). En una de las escenas más punzantes de la obra, Armour cuenta que en la guerra le tocó sostener a un chico argentino que se estaba muriendo y que, en plena agonía, el chico le habló en inglés: antes de morir, le dijo algo sobre conocer Inglaterra, estudiar en Oxford. En un contexto en el que la lengua está asociada a la patria, ese cruce de códigos -lenguas– en pleno campo de batalla lo desarmó entonces y lo siguió desarmando por años, como cuando relató esa misma escena en un documental grabado cinco años después de la guerra o cuando la cuenta sobre el escenario. Como los otros, Armour aparece en distintos momentos de su propia vida y ese vaivén desde el presente, las reinterpretaciones muy mediatizadas por videos, documentales y revistas de su propia experiencia, dibujan también una estela de tiempos múltiples y a la vez imprecisos.
Pero además de funcionar como un exorcismo grupal transnacionalista, la obra también le entrega un rol productivo a un conflicto que existe. No es una obra sobre la reconciliación de la causa Malvinas o Falklands, es decir, la declaración de que las islas se llaman Malvinas o Falklands. Hacia el final, cada grupo da su visión sobre el conflicto de la soberanía y cómo ese tema está presente o no en sus respectivas culturas. Queda en evidencia que no están de acuerdo. Campo minado también se mete ahí, en la desmitificación del consenso como única forma de coexistencia posible. “Muchas veces la idea de reconciliación está asociada a la idea de estar de acuerdo”, dice Arias. “Acá se trata de convivir en el conflicto, aceptar la historia del otro, que no significa estar de acuerdo. Es aceptar el disenso”. La relación de la obra con el conflicto de la soberanía es tangencial: no se trata de abogados discutiendo en un tribunal internacional, sino de una representación sensible, cotidiana, de los que le pusieron el cuerpo a la batalla y hoy conviven con sus heridas. Tal vez, ellos, aunque alguna vez quisieron matarse unos a otros, hoy tienen mucho más que ver entre sí que con los ciudadanos a los que hace 34 años, de alguna manera, representaron.

De jueves a domingo a las 21 hasta el 4 de diciembre en el Centro de las Artes UNSAM, Sánchez de Bustamante 75. Las entradas son gratis con inscripción previa en www.eventbrite.com.ar
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