Norton Maza: «Lo más importante para mí es ilustrar la condición salvaje del ser humano»

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Estaba en Cuba cuando murió Fidel Castro y le impactó la serenidad de la gente. Su historia con la isla se remonta a su infancia en el exilio, momento en que comenzó a comprender que el poder y sus procesos son complejos. La obra de Maza no es bienvenida en sectores conservadores al ilustrar lo que considera “la condición salvaje del ser humano”. El establisment cultural tampoco lo considera, ni siquiera fue invitado a la inauguración del Centro de Arte de Cerrillos, pese a que su obra es de tal contundencia que está entre los líderes del género.

Nacido en Lautaro y con una fuerte inspiración por el trabajo que habla de los grandes conflictos y confrontaciones ideológicas de la sociedad contemporánea, la obra de Norton Maza (45) no es bienvenida en sectores conservadores y él lo sabe. Por lo mismo su creatividad no se frena, es pujante y fresca a la hora de hablar de arte, como de su trabajo que hoy lo instala en la Bienal de Marruecos, en la ciudad de Casablanca, y próximamente en Estados Unidos (Los Angeles) y México (Guadalajara) entre enero y septiembre de 2017. Junto a la curadora argentina Gabriela Salgado prepara un libro sobre su provocación El Rapto que estuvo este año en el Museo de Bellas Artes y que fue considerada la obra del año 2016.

Maza se considera un peregrino y a la vez un migrante. Si historia está marcada por el exilio de sus padres que lo hizo llegar a los cuatro años a Francia para luego emigrar a Cuba, en donde inició su formación en la Escuela Nacional de Arte de la Habana. Terminó sus estudios de especialización en Burdeos (Francia) y se instaló en la década de los noventa en Chile.

Desconfía de los aparatos que monopolizan la escena artística y no le tiene mucha fe al Centro de Arte Contemporáneo de Cerrillos. En Balmaceda Arte Joven, hace cuatro años que realiza un trabajo de formación como residente en el que su taller se convierte en un espacio de artefactos e ideas. Pero su vocación, además de netamente visual, también tiene un componente rockero que materializa a través de la banda Weichafe de la que es un cómplice, y que lo transforma en un personaje vital y necesario para la cartografía criolla.

-En tu obra claramente asumes una postura: ¿Cómo se vincula, por ejemplo, tu posición artística frente al racismo, la desigualdad y otras arbitrariedades?

-Como artista te diría que lo más importante para mí es poder hablar del mundo e ilustrar esta condición salvaje del ser humano, en cuanto a sus relaciones como el racismo, o la desigualdad que se vive día a día, o las relaciones que se dan por ejemplo con los inmigrantes y los temas de integración como es el caso de Chile, en donde el asunto se puso de moda. Deberíamos recibirlos con las manos abiertas y ser colaborativos más aún cuando hemos tenido en nuestra historia reciente a miles de personas exiliadas que fueron recibidas en otros países. En mi caso fue en Francia. Son temas globales y el arte me permite poner sobre la mesa esos temas como por ejemplo las relaciones de la iglesia como estructura de poder y no desde la fe. Ahí aparecen múltiples cosas como su doble estándar, la pedofilia, la distribución de la riqueza, en fin, muchas cosas. También está el tema del poder político y su relación con el poder económico.

-¿Cuál es tu relación con el establishment?

-He tenido confrontaciones. Hay lugares en donde estoy vetado. Por ejemplo, los espacios privados relacionados al Opus Dei en donde te dicen que no puedes hablar ni de religión ni de política. Eso es porque claramente tienen una forma conservadora de proceder y relacionarse con el arte y la gente. No se corre ningún riesgo de ningún tipo.

-¿Pero has tenido vetos explícitos?

-Sí. Hay lugares en donde no puedo participar. Si no puedo hablar de religión, de política, o no puede haber un desnudo… de qué mierda voy a hablar… no sé de una flor y la abeja maya, del propóleo y cosas así. … ahí no se puede, ahí yo no calzo.

-¿No te has propuesto exponer en el Centro de Artes de Cerrillos?

-¿El aeródromo no… o el ex aeropuerto? Entiendo que hay una exposición que se supone reúne lo más importante del arte contemporáneo chileno, pero no estoy ahí. Hay gente que me ha dicho, pero cómo es posible que no estés… Bueno tampoco está Juan Dávila que es un artista importante y vigente.

-¿Pero al menos fuiste a la inauguración me imagino?
-No he ido y no me han invitado… La verdad no tengo idea si invitaron directamente, aunque si vi bastante bataola por las redes sociales, pero para ser honesto no me preocupa y dudo que vaya porque es un espacio que en términos de práctica cultural no la considero viable. No creo que el país realmente lo requiera.

-¿En qué sentido?

-Lo más probable es que eso se convierta en un elefante blanco porque no tiene sentido. Primero no puedes justificar un espacio desde el minuto de la fecha de cierre de Cerrillos como aeropuerto. No hay una conexión y es un dato más cronológico que cultural. Se supone que a partir de ahí determinadas obras del Museo de Bellas Artes partirían hacia allá. Es tremendo y creo que se deberían capitalizar recursos en otras partes. Por ejemplo, acá al frente de Balmaceda hay un edificio abandonado que se podría haber comprado y convertido en un centro de artes vinculado al Mac de la Universidad de Chile, a la estación Mapocho, al propio Bellas Artes en donde se podría generar un circuito y una cadena más productiva, piensa que estamos a un paso de la Alameda y también están otros museos y el Centro Cultural Palacio de la Moneda y el GAM. Mira si se quiere descentralizar perfecto, pero no dentro de Santiago. Hay que hacerlo en las regiones. En este caso Cerrillos es a trasmano. O sea si ya tienes que tener buses para acercar a la gente es complicado independiente que después llegue el metro.

Pero quizá es un proyecto al que hay que dar tiempo

-Sí, claro, pero le queda poco tiempo al gobierno y los cargos cambian, entones no sé qué va a pasar y dudo que siga la misma gente operando en este proceso con un nuevo gobierno. Generalmente los gobiernos cambian y los cargos de confianza y los asesores se van a otras cosas. Este es un proyecto construido en base a asesores de confianza y no creo que sigan para el próximo gobierno. Es más, creo que la administración que venga debería replantear estos proyectos que se supone tienen una carga ciudadana tan potente y debería devolverle la palabra a los propios artistas que también son una expresión ciudadana y un componente social fundamental para hacer políticas serias y creíbles. Pero si se siguen haciendo cosas en cuatro paredes la gente seguirá desconfiando, los artistas van a seguir manifestando su malestar y los especialistas y los académicos permanecerán en su actitud crítica y aislada con respecto de las autoridades.

-Pero se supone que un proyecto como este responde a una política de Estado con permanencia en el tiempo…

-Sí, se supone, y debería ser lo más lógico, pero ya se ha probado que muchas cosas cambian radicalmente y a veces estas políticas no se respetan y se modifican o se borran de un plumazo. Ahí la estructura completa está en riesgo y se desmorona. Es como un edificio que está mal edificado y al primer remezón se cae o se le empieza a hacer visible sus debilidades estructurales. El Estado debería tener una mirada más clara sobre la gestión y el seguimiento de proyectos que son tan ambiciosos y que deberían ser beneficiosos para el país. Tengo dudas porque este es un proyecto que nació con demasiados problemas y mucha oposición del medio y un gran número de artistas y de no artistas, se negaron a esta idea de Cerrillos, entonces es una idea que parte cojeando y así vamos gastando recursos. Después van a tener que terminar nuevamente las obras en el Bellas Artes y eso es riesgoso. Estar trasladando obras valiosas no es sencillo y es una responsabilidad no menor porque se trata de patrimonio. Además, no puedes jugar con el patrimonio y no puedes forzar a la gente a ver el arte contemporáneo al otro lado de la ciudad si la gente no cuenta con buena movilización como mínimo, lo que ya es un problema país.

-Podría ser interesante como polo de desarrollo desde un sector que está en los márgenes para vincular a la población colindante a que se introduzcan en las artes visuales, que se dice están tan monopolizadas por una élite

-Están administradas y monopolizadas más por el poder que por una élite. Poder y élite no son lo mismo, porque acá en Chile cualquiera se hace de poder como operador y eso no lo convierte en alguien de la élite. Entonces es fácil que exista una colusión entre esferas políticas, empresariales y gente que usa el arte como excusa para hacer sus propios negocios. Piensa que este proyecto que está ahí en Cerrillos en forma tan arbitraria, sin consulta, sin estudios colectivos te deja la sospecha que ahí se trabajó y se articuló para un determinado grupo de personas y no para la mayoría de los artistas visuales. Ellos no son la élite de las Artes Visuales ni de nada, son simplemente un grupo de personas asociadas al poder. Ojalá me esté equivocando, pero a muchos nos queda esa terrible sensación que está lejos de cualquier virtud democrática y de equidad cultural y social.

-¿Pero hay una mesa para la política de las artes visuales?

-Lo que pasó después de que se desató la polémica, es que se abrió un debate en el ex Congreso para escuchar a los artistas. La típica reunión en la onda vamos a escucharlos y en realidad es absurdo porque ya estaba todo cortado, las decisiones estaban tomadas. Pero la verdad es que el asado ya estaba prendido y no tenía ningún sentido. La cosa se hizo a puerta cerrada. Las decisiones muchas veces se toman en forma privada y se difunden públicamente como si fueran una decisión colectiva y participativa con la aprobación unánime de la gente y el medio. Eso no es real y todos lo sabemos. En el fondo es que te están pasando gato por liebre porque al menos yo y muchos artistas no hemos sido invitados a participar. Entonces todo este tema de la participación también se convierte en una caricatura y nada más porque cuando realmente se participa es cuando existen proyectos sociales y culturales en donde los actores estén involucrados de verdad.

-¿Compartes la idea de que la crítica institucional es corrosiva, que no ayuda?

-Hay mucha gente que piensa que lo de Cerrillos no tiene sentido y no hablan por temor a quedar fuera de algo. Creo que lo importante es escucharse. Mira hay que escuchar a (Justo Pastor) Mellado y a las autoridades, debe existir un diálogo, un puente por donde podamos transitar y comunicarnos. Lo que es enfermizo es eso de no escuchar y no aceptar críticas, esa actitud nociva de estás conmigo o en contra de mi. Eso es antidemocrático y también una tontera. Acá hay que abrir más diálogo y ser muy tolerantes porque el medio no es fácil.

-¿Crees que los cargos públicos en el caso de áreas tan especializadas como las artes visuales deberían ser seleccionados por concurso público?

-Creo que sí y en todas las áreas ya sean públicas o privadas porque si uno quiere que realmente las cosas funcionen se deben buscar a las personas adecuadas para los proyectos y ahí claro juegan un rol importante la formación, la experiencia y la trayectoria. Pero muchas veces se cumple solo con el protocolo y después ya sabemos lo que viene. Hay mucha gente con capacidad que está afuera y no está en la toma de decisiones o círculos de poder. Es chocante que las cosas se resuelvan en cuatro paredes o que no sean realmente los más preparados los que estén en los lugares que se necesitan.

-¿Será un signo de los tiempos que corren?

-Claro porque hoy lo que realmente importa sin mediar reflexión de ningún tipo son los resultados. Los contenidos, el conocimiento, la preparación no son vistas hoy como un valor o como un capital importante porque en una sociedad de consumo, lo que impera es la inmediatez. Y claro las instituciones terminan siendo permeadas por estas lógicas de la cultura de consumo en donde justamente no somos visualizados como ciudadanos sino como objetos. Entonces, como resultado tenemos a muchas instituciones que más que funcionarios con carreras dedicadas y con una verdadera especialización se convierten en burócratas que simplemente responden a programas y objetivos funcionales a las metas y logros políticos o fines que las autoridades establezcan.

-¿Y cómo te sientes tú en este contexto como artista?

-A ver… para mí no fue fácil insertarme en el mundo de las artes visuales. Por ahí por el año 96` cuando ya tenía la película más clara empecé a definir mejor mis proyectos y me percaté que el sistema en Chile básicamente a través del sistema de concursos, estaban muy ligados a las universidades. Me refiero a los jurados o quienes estaban en la evaluación de los concursos que eran muy emblemáticos. Se notaba que los premios estaban muy ligados a ciertas casas de estudios y eso era por ciertas escuelas. Bueno, eso sigue sucediendo porque las universidades ganan prestigio cuando alumnos de sus escuelas son beneficiados por el Fondart por ejemplo. Eso me marcó bastante porque yo no estudié en Chile y no estaba vinculado a ninguna escuela por lo que se me hizo inicialmente más difícil. Pero a su vez me permitió tener libertad y no le debo nada a nadie. Mi trabajo es autónomo y no tengo que pedirle favores a nadie para realizar mis proyectos. No lo digo en forma pedante, bajo ningún motivo, sino más bien con mucho orgullo porque el trabajo vale y se validad por lo que es. El resto son solo relaciones sociales.

-¿Desde tu perspectiva entonces el sistema de concursos públicos merece una revisión?

-Creo que los fondos son fantásticos y necesarios. Haría algunas modificaciones. Creo que mucha gente con justa razón espera los fondos y también dependen sus proyectos de los resultados. Entonces resulta que sí me gano el fondo puedo hacer mi proyecto y si no, quedo paralizado. Eso genera un limbo en la producción del trabajo. En ese sentido aún no existe la experticia para conseguir recursos con la empresa privada y cuando recurres al privado muchas veces te mandan al Fondart. Yo me he ganado tres veces los fondos en años diferentes, pero creo que una persona debe buscar recursos también por otras vías o de lo contrario se genera una dependencia que puede ser nociva a la larga.

-Pero el mundo de las artes visuales tiene su mercado…

-Claro y ha ido creciendo. Hay galerías y coleccionismo. Creo que la feria Chaco es un aporte, aunque venga del sector privado. Mucha gente me va a matar por decir eso porque dicen que uno se vende al sistema, pero es una tontera porque los contenidos y el trabajo existe y se deben dar a conocer. Ahora las ferias deben ir mejorando y subiendo el nivel. También hay mini ferias que hacen que la gente se instruya desde diferentes perspectivas. El mercado para las artes visuales en Chile es incipiente y bastante humilde, pero existen propuestas arriesgadas y otros no tanto que merecen ser conocidas, divulgadas y tener una circulación. Ahora para que exista realmente un mercado debe existir una oferta real, una producción concreta y un circuito con características que permitan que las artes visuales se instalen en el medio. Pero también debe existir una cultura, una educación en torno al valor del arte y su transversalidad en la vida cotidiana de todos. Si le dejamos el arte completamente al mercado entramos en un problema, pero si se lo entregamos completamente al estado también. Entonces acá debe existir un equilibrio que permita realmente que este espacio sea un espacio que se abra a la gente.

-Aunque la Ley de Donaciones, al parecer, sí ha aportado en este sentido

-No tengo idea como funciona porque nunca nadie me ha donado nada. Lo que pasa es que el mundo de las marcas toma poco riesgo. En ese sentido las empresas en Chile son muy conservadoras y creo además que quienes están detrás de las decisiones editoriales no son personas que tengan una vinculación muy fuerte o cercana con el arte. Pero en general el mundo empresarial no quiere comprometer a las marcas. Algo pasa, pero es poco y en este caso muy conservador.

-Has tenido una vida de peregrinaje desde tu infancia como me dijiste al inicio ¿te sientes un artista migrante?

-Bueno este tema está de moda porque es algo que no tiene freno e involucra a países importantes y que, en algunos casos, son claves estratégicamente como es el caso de Siria. Entonces uno se pregunta cómo es posible que seamos testigo de esta tragedia como los naufragios y las muertes de cientos de personas y niños ahogados en el mediterráneo. Y pasa lo mismo con barcos de procedencia africana que se han hundido y no pasa nada. Es parte del paisaje que es lo peor aún y parece que nadie se asombra.

Está todo tan conectado y es todo tan salvaje, acuérdate lo que pasó en el Bataclán en Francia que tiene una relación y un trato muy fuerte con los emigrantes y Bachelet va allá y acá en Chile, en ese entonces, aparece Burgos estrenando tanquetas que se le compraron quizá a Mirage, que de seguro son para alimentar un conflicto. Imagínate el negocio que hay detrás porque no son juguetes de cartón, es armamento de última tecnología que pareciera es para enfrentar a tropas de élite. Todo eso es impresionante, ver cómo se establecen y se relacionan los poderes en el mundo. En ese sentido siempre me he sentido un emigrante porque tengo un fragmento de mi cabeza en Cuba, otro en Francia, en Chile y mi familia está distribuida en diferentes países y uno creció con un vecino marroquí, por ejemplo.

-Naciste en Lautaro que es territorio Mapuche ¿incide eso en tu obra?

-Efectivamente y yo ahora voy a empezar a sacar la palabra Chile de mis proyectos y como postura identitaria en mis trabajos dirá Lautaro, Sudamérica. Por ejemplo, El Pueblo de los Pensamientos es una obra que ahora se expone en el Museo de Bellas Artes del Mall Plaza Vespucio termina así. Además, yo creo que existe un problema porque se está instalando un fuerte racismo en Chile y eso representa obviamente un problema de integración. Hay que ser consciente de las raíces que tenemos porque de lo contrario no vamos a poder jamás comprender a los otros. No se puede renegar de lo que somos porque es un asunto nefasto para el desarrollo.

-¿Cómo fue estudiar en Cuba y Francia?

-Llegué chico a Francia el año `75 producto del exilio de mis padres. Ahí comenzaron mis primeros vínculos con el arte porque me lo pasaba dibujando e ilustraba dibujos sin tener que hablar. Me portaba tan bien que no hablaba con nadie. En Francia tuve mi primer acercamiento con un museo porque mis padres me llevaron al Louvre y fue tan grande el impacto que fue ahí cuando entendí que esto era lo que quería hacer. Después el año `80 nos fuimos a Cuba y ahí entre a una escuela en la Habana durante un año mientras estaba en el colegio y eso me permitió postular a la Escuela de Artes en Cuba en donde recibí inicialmente mi formación. Después regresé a Francia al Bellas Artes de Burdeos.

-Entonces eres una mezcla entre Cuba y Francia y ahí se dan dos realidades muy distintas y estéticamente muy divergentes.

-Cuando vengo a Chile siento que estamos entre Cuba y Francia. Por una parte, está la economía o ciertos barrios neoclásicos que aparentan ser parecidos a Francia y también hay lugares más precarios. Ahí está la ecuación entre el primer y el tercer mundo que es en donde nos movemos finalmente como muchos artistas o creadores. Lo importante para mí es procesar y comprender esta representación entre estas dos realidades planetarias que se unen a pesar de sus abismales diferencias porque por lo demás una cosa es lo que podemos aparentar como país y otra bien diferente es reconocer realmente que somos. Por otra parte, se da el fenómeno de una sociedad que tiene carencias como la cubana y otra en donde sobran las cosas como la francesa, pero para un artista muchas veces la carencia se transforma en una necesidad creadora.

-¿Y en Chile como sociedad de consumo tuviste que adaptar las realidades?

-Cuando llegué a Chile se me hizo presente el conflicto de tener o no tener porque uno trabaja con pocos recursos y es ahí en donde debe surgir el ingenio y si tienes mucho pierdes brillo. Yo no creo en la inspiración sino en la consecuencia del trabajo. En Chile me doy cuento de que estoy al medio entre Cuba y Francia y tomé conciencia que no hay que ocultar nada y que hay que trabajar con materiales nobles con lo que se tiene y ser consecuente con ello. Si uno tiene mayor acceso no implica hacer obras con mayores recursos. Por ejemplo, el Rapto es un trabajo colectivo con materiales de cartón que se hizo colectivamente y no en forma individual. Así se sigue atado a la realidad.

-Ahora fuiste a Cuba después de 25 años y te encontraste con el funeral de Fidel Castro ¿Cómo fue vivirlo allá?

-Efectivamente no iba hace 25 años así que debo aclarar que no estoy al tanto completamente en cuanto a sus prácticas culturales. Eso lo digo porque me parece importante ponerse en contexto. Tengo amigos artistas cubanos a los que les va muy bien, pero son artistas que están en el circuito internacional y hablan desde otra perspectiva. Pero volviendo a la pregunta a dos días de haber llegado allá apareció la noticia. Al principio dije me están hueveando y no lo podía creer, pero cuando vi la televisión y luego se acabó la trasmisión me di cuenta que era verdad. Pero como fue en la madrugada y estaba todo el mundo durmiendo no pasaba nada. Al día siguiente me sorprendió la paz, la calma y la tranquilidad de la gente, me refiero en el barrio en donde la gente estaba paseando o comprando fruta. Pero bueno también se sabía que iba a suceder.

-¿El arte, ciertos casos, tiende también a apegarse al poder?

-Siempre han existido períodos históricos con apego al poder como fue el arte del bloque socialista, por ejemplo, en donde están todos cantando y cosechando trigo. Se narra el poder. Mira la Iglesia que a través del arte también ha desarrollado en la historia una labor evangelizadora. Ahora el arte tiene un poder discursivo y es transformador y transversal. En silencio se analiza una obra y el arte genera conexiones que además nos hablan de nuestra sociedad y su funcionamiento. Te lleva a distintas posibilidades y variantes del mundo real. Por ejemplo, en El Rapto se dan esas conexiones con las diferentes esencias de la realidad y las diversas poéticas que la gente expresa desde un empleado de una empresa cualquiera, pasando por un estudiante de arte y un gerente de una empresa que se ven sorprendidos y entran en la evocación de la obra y las preguntas que esta genera. El arte es eso, es ese poder trasformador y dialogante que nos muestra realidades.

-¿Bueno y todo esto también se aprovecha de hacer acá en Balmaceda a través de tu residencia me imagino?

Claro acá se hace ese trabajo que pone énfasis en lo formativo y también muchas visitas guiadas y les muestro el trabajo y fundamentalmente los procesos porque hay que explicarles a los jóvenes que se trata de una disciplina que implica método y que hay que consagrarse. Acá se descubren sensibilidades muy importantes y se van generando nuevos espacios. Creo que Balmaceda en ese sentido es un espacio increíble que ojalá pueda contar con todo el apoyo porque lugares como este son necesarios para el país y son nuevas ventanas que se abren y nuevas formas de pensamiento que se desarrollan. Es imposible no pensar el arte desde una dimensión no formativa y Balmaceda lo que hace es no solo aportar con el espacio físico, sino además con la voluntad política para crear, desarrollar obras, poner en práctica ejercicios creativos y hacer dialogar a los jóvenes y la gente que viene. Lo valoro mucho.

-Tienes una faceta rockera con tu participación con la banda Weichafe ¿De qué se trata?

Lo que pasa es que soy parte de la junta y del apoyo. Pero canto mal, toco mal, todo mal. Tengo un hermano músico que es Carlos Maza del mundo del Jazz que vive en España y él me dijo de chiquitito, maestro usted no tiene oído. Ahora que me gusta el rock, sí, siempre me ha gustado. Por ejemplo, en los años `80 en Cuba era difícil por los prejuicios y uno chascón escuchando metal medio panqueta eras considerado contra revolucionario para el común. Me acusaron incluso de diversionista ideológico, mira el término rebuscado. Siempre mi vínculo y mi trabajo visual tiene esa carga. Entonces cuando los chicos de Weichafe me invitaron a participar y hacer una carátula me sentí honrado y bueno hemos ido desarrollando diferentes proyectos.

¿Cómo es poner en una liturgia rockera poner en escena tu trabajo visual?

-Es fantástico. Cuando lo vi por primera vez en el Caupolicán es emocionante. Ver un trabajo que hiciste en el living de tu casa hace cinco años atrás en un escenario proyectado y ampliado es muy potente. Pero independiente del trabajo visual nos unen discursos. Por ejemplo, el disco Mundo Hostil habla del tema inmigrante y del racismo. También hay otro tema que se llama Me estai’ hueveando en donde don Francisco dice textualmente que la gran virtud de los gobiernos que continuaron después de Pinochet es que fueron capaces de mantener la misma política económica. En fin, es un trabajo colectivo que para mí es un privilegio porque estamos en contra de las grandes injusticias que se dan en el mundo en todos los ámbitos.

Finalmente somos un grupo de amigos rockeros, pintores, escritores con una misma columna vertebral de contenidos y eso es lo importante.

*Patricio Olavarría, periodista especializado en crítica cultural y docente.

Publicado en El Mostrador

 

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