Ecuador: El uso del telar se olvida con el tiempo

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Oculta entre montañas y cerros, en el barrio Tocte, perteneciente a Vegaspamba, Gualaceo, la casa del artesano Florencio Flores guarda uno de los tesoros artísticos más ricos de la cultura del tejido azuayo, el telar.

Esta es una herencia que se ha mantenido por cuatro generaciones en su familia, pero tiende a perderse dado que solo una de sus hijas conserva el arte de manejar el telar de cintura.

Aunque por ahora urde, tiñe y ayuda en otros aspectos del proceso creativo, “manejará el telar tarde o tempano”, dijo su padre, tal como él empezó luego de observar y escuchar a sus progenitores y abuelos.

Tras la muerte de su padre, Flores se encargó de elaborar las prendas.

Desde que empezó a trabajar en el telar, las ventas de sus creaciones superaban las 60 o 70 piezas por mes, mientras que ahora apenas llega a los siete u ocho productos, algo que lamenta, porque la motivación para seguir con la tradición decae con el paso del tiempo.

Sin embargo, cree que una posible forma de salvaguardar el conocimiento es reunir e invitar a los artesanos a exhibir sus creaciones en ferias y espacios comunitarios dentro y fuera de la provincia.

 

Trabajo

Florencio Flores hoy trabaja criando animales, específicamente pollos, ya que no puede dedicar todo su tiempo a hacer lo que más le gusta: ponchos, chompas, colchas y otras prendas tejidas en un telar elaborado por él mismo con postes de capulí “para que dure años y aguante las fuerzas que se usa”.

Con la herramienta crea diseños heredados por sus abuelos como la “M” u hojas de chacra, pata de perro y la V en colores blanco, rosado, negro, azul o lacre. Por otro lado, recordó que el costo de cada prenda depende de su tamaño. El costo puede reducir en caso de llevar el hilo.

En definitiva, con el apoyo de su esposa, Dolores Zambrano, amarra, tiñe, urde y teje distintas prendas utilitarias.

  Bayeta

A 20 kilómetros de Jadán, siguiendo la ruta carrozable antigua a Gualaceo, en el barrio Yanacocha, de la comunidad de Cahuazhún, Gualaceo, un telar de pie yace abandonado en la vivienda de Leandro Chillogallo, un artesano de 83 años que dejó su trabajo creativo porque la venta de sus creaciones son nulas.

Ahora mantiene a su familia gracias a la agricultura, mientras el telar, calcula, debe tener más de 100 años, y se empolva y pierde funcionalidad con el paso del tiempo. Chillogallo cuenta que aprendió el arte de su padre, sobre todo viendo.

Ha tejido y teje únicamente bayetas (…) “No he tejido otra cosa que no sea esto”, agregó. Lamenta que su trabajo ya no sea reconocido, pues “ahora no hay quien compre, no se quiere usar cosas de bayeta, ahora hay pantalones, blusas, chompas y sacos con otras telas”, lamentó.

Chillogallo explicó que antes de que las prendas modernas invadieran el mercado, la bayeta se usaba para vestir, para hacer polleras, crear pantalones y otras prendas. (FCS) (F)

Publicada en El Tiempo
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