La distopía trumpiana

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Por Omar Nieto y Marcos Daniel Aguilar

Parece que para Donald Trump, un migrante indocumentado es poco menos que un delincuente. En su discurso para anunciar la ampliación del muro que divide Estados Unidos de México, el nuevo presidente enarboló valores binarios donde estigmatiza al migrante como una amenaza a la paz de las familias estadounidenses. “Desde hoy, Estados Unidos retoma el control de sus fronteras», aseveró al firmar sus primeras órdenes ejecutivas que incluyen la desarticulación de las “ciudades santuario”, que brindan apoyo humanitario al migrante en la Unión Americana.

Sin duda, la ampliación del muro es apenas una metáfora de lo que realmente quiere Trump: exacerbar el sentido nacionalista gringo ubicando como enemigo a su vecino del sur. “Una nación sin fronteras no es una nación”, aseguró en su mensaje y con ello, vuelve a un discurso peligroso que podría justificar acciones graves contra los derechos humanos por actos xenófobos, racistas o discriminatorios, toda vez que con estas medidas el migrante podría ser encarcelado y enjuiciado. Por si fuera poco, contratará a 5 mil nuevos agentes de la Patrulla Fronteriza y triplicará la fuerza del ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas).

¿Cómo afecta esta agresiva política migratoria a los mexicanos y latinos que viven en Estados Unidos? ¿Qué desafíos representan las medidas dictadas por Trump para la economía y sociedad mexicanas? ¿Cuál es el impacto cultural de esta beligerante forma de gobernar?

Escritores, editores y académicos mexicanos que viven, trabajan y estudian en los Estados Unidos comparten con la revista Desocupado sus perspectivas y temores ante esta desafiante medida.

Entreguismo y desaliento

Para el poeta de origen yucateco, Manuel Iris, doctor en Lenguas Romances en la Universidad de Cincinnati, autor de Cuaderno de los sueños y Los disfraces del fuego, y quien vive con su familia en dicha ciudad del estado de Ohio, tanto de un lado como del otro de la frontera, la humillación ha llegado a ser el sentimiento común de los mexicanos.

“Soy un escritor mexicano radicado en Estados Unidos y mis preocupaciones actuales no tienen que ver con el ambiente cultural de ninguno de los dos países, sino que son mucho más elementales. Por ejemplo, llevo días sintiendo temor de que un seguidor de Trump pueda agredir físicamente a mi familia y amigos hispanos, a mí mismo, aquí en Cincinnati. Tengo miedo de esta gente armada que ahora se siente con derecho a ser abiertamente racista. Eso es aquí, de este lado del muro. En el país en el vivo con mi esposa y en el que tengo una vida que pensaba ya estable y segura”.

Pero no sólo en Estados Unidos hay nuevos peligros para los mexicanos. Del otro lado, asegura, hay que temer a la pobreza por una devaluación extrema, “esa pobreza que se anuncia en los precios actuales de la gasolina y en una inflación que parece no detenerse nunca”.

Manuel Iris, al igual que millones de mexicanos con documentación legal o sin ella, envía remesas a su familia en el sur de México. “Ayudar a mi familia con esta situación es uno de los motivos por los que no he contemplado regresar a mi país: yo soy uno de los millones de mexicanos que mandan remesas, que apoya a su familia”.

Sin embargo, ese sentimiento de amor por su patria no se ve secundado por las propias autoridades mexicanas y menos por las norteamericanas. “Estoy indignado por el muro que hoy se ha anunciado, pero creo que mayor que la indignación es la vergüenza que nos causa el entreguismo de nuestro gobierno, su falta de dignidad. Todo parece caerse a pedazos, y ahora mismo, no tengo sino desesperanza”, asegura.

Trump, un oscuro Hoover o un Andrew Jackson

El escritor bajacaliforniano Omar Villasana, quien radica junto a su familia en Weston, Florida, compara a Donald Trump con la parte más oscura de Herbert Clark Hoover, quien a consecuencia de la gran depresión instituyó un programa de deportaciones (“repatriaciones”) masivas de cerca de un millón mexicanos (programa que se extendió hasta principios de la administración de Franklin D. Roosevelt).

Villasana, editor general de la revista Nagari Magazine y quien en 2017 publicará su poemario Árbol de tu olvido, recuerda asimismo que durante la campaña de Trump también se le comparó con Andrew Jackson, ex presidente populista que expandió la frontera del país a base de masacrar a las tribus nativas, siendo uno de sus legados el camino de las lágrimas (“Trail of tears”).

Para Villasana, el muro físico debería ser la menor de las preocupaciones para los hispanos dado que las autoridades locales fungirán como agentes migratorios y las detenciones que efectúen tendrán como base un perfil racial.

Ante esto, relata: “Llevo poco más de 14 años viviendo en los Estados Unidos, a diferencia de muchos de mis compatriotas tuve la fortuna de que una empresa norteamericana me tramitara una visa de trabajo para residir en el país. Hace dos años que obtuve la residencia permanente. En todo este tiempo, nunca había sentido frustración, incertidumbre o temor por mi condición migratoria. Las primeras señales de alarma se me presentaron mientras veía noticias por cable, con cierta frecuencia aparecían anuncios del Heritage Foundation denunciando que las visas de trabajo H1B estaban robándole los puestos de trabajo a los ciudadanos norteamericanos”.

Pero no sólo eso, antes de obtener su residencia permanente en sus continuos viajes de trabajo entre Estados Unidos y el extranjero, más de un agente de migración le manifestó su desdén por su visa de trabajo. Aquello, asegura, ya prefiguraba lo que Trump está formalizando: un desprecio hacia los mexicanos.

Ausencia de una estrategia intelectual y política

Guillermo Fajardo, estudiante de doctorado en Minneapolis, Minnesota, y autor de las novelas Lo que no aprendí de la vida, Los inocentes también, así como del libro de cuentos Cara o cruz, considera que el anuncio de la construcción del muro es un gesto que no necesita de nuestra indignación sino del despliegue frío de una estrategia intelectual y política como la que nunca hemos tenido.

Para Fajardo, el arribo de Trump a la presidencia de los Estados Unidos representa la división profunda de nuestra era en la manera en la que entendemos el tiempo: para algunos, éste se mide en los ciclos tecnológicos de compañías como Apple o Microsoft; para otros, en el cheque gubernamental que a duras penas logra completar la jornada.

La distinción urbano/rural -donde se erige la propia división entre quienes apoyan a Trump y quienes lo reprueban- solamente completa esta fractura, dice Fajardo. Trump fortalecerá a otro tipo de élite que no conoce ni quiere saber de la pobreza rural en Ohio o Pensilvania.

Justo para Fajardo ese es otro problema. El Estados Unidos rural, aquel que apoyó a Donald Trump hasta llevarlo a la Casa Blanca, es también la facción más fanática del americanismo, más xenófaba y racista. Son ellos los que se verán beneficiados con la política migratoria antimexicana. Algunos norteamericanos de las ciudades, por el contrario, dice Fajardo, incluso están avergonzados con lo que está pasando.

Sin embargo, para México esto podría volverse una oportunidad. “Trump nos está haciendo un favor”, repara el autor acapulqueño al señalar que el problema no es tanto lo que Trump hará sino que nos ha hecho ver la debilidad de nuestro pacto institucional en México, los cuellos de botella económicos y las palmaditas por la espalda que vertebran, desde la oscuridad, a una sociedad demasiado frágil y que ha pagado demasiado caro la complacencia política y económica de un sistema que le funciona a los de siempre.

“El punto central es que las nuevas generaciones debemos evitar los mismos errores cometidos en otras áreas: la reproducción de una casta -que no élite- que no ha generado los réditos que prometía. Es hora de diversificar nuestras opciones”.

Muros o trenzas

La editora mexicana Georgina Rodríguez, y Fernando Pérez Montesinos, profesor del Departamento de Historia de la Universidad de California, ambos residentes en Los Ángeles, concuerdan con las visiones anteriores.

“Como Álvaro Enrigue sugería hace unos días, apenas Trump publica un tuit y mueve montañas”, reflexiona Georgina Rodríguez. “Con la orden para la construcción del muro Trump sigue la tendencia que trazó desde el primer día de su gobierno, y que ya había dejado clara en su campaña: hablarle a los suyos. Otro golpe propagandístico para demostrar a sus seguidores que por supuesto va a cumplir esto que les prometió: el muro y la persecución de los migrantes”.

Para Rodríguez, la palabra muro se ha vuelto la síntesis de un programa conservador, continuador de las políticas de Bush y republicanas -aunque también en parte demócratas-, que sirve a Trump para mantener la lealtad de sus votantes, asegura la editora y correctora de estilo de la prestigiada casa Pearson.

Para el profesor Pérez Montesinos, en cambio, el muro es la representación material de la indisposición de los Estados Unidos por entender la realidad de los millones de migrantes, más bien desplazados y refugiados, así como de la absoluta incapacidad del gobierno mexicano para la negociación con su vecino del norte.

“Más pronto o más tarde, ya sea por el muro o por el ambiente de intolerancia y miedo que Trump fomenta, las consecuencias pueden ser devastadoras para millones de personas cuyo futuro depende del paso por la frontera. Trump ignora también, y el gobierno mexicano hace mucho que dejó de escuchar, que hay tanta gente cuyas vidas se mueven a diario a los dos lados de la frontera”.

Ante este panorama desolador ambos coinciden en que en la gente está la última esperanza. “El viernes pasado un grupo de mujeres se manifestaron en el puente que une Ciudad Juárez con El Paso, trenzando sus cabellos como símbolo de los lazos que unen a las dos comunidades”, recuerda el académico mexicano.

Al respecto, Georgina Rodríguez agrega: “Las protestas del día siguiente, sábado, mostraron a Trump lo que piensa la otra mitad del país que no votó por él. Quizá todavía falta que los mexicanos nos hagamos escuchar más fuerte con el gobierno de Enrique Peña Nieto. El camino todavía no está escrito, pero los detalles de las políticas discriminatorias tampoco”.

Un presente distópico

Raúl Diego Rivera Hernández, profesor de la Villanova University, en Pensilvania, considera que la orden de Donald Trump para la construcción del muro marca el comienzo de un presente distópico que muy pocos anticiparon.

Lo que parecía una fantasía de un candidato presidencial, y sus millones de seguidores, dice el académico, es ahora una realidad que comienza a materializarse inciertamente. Los discursos de Trump contra inmigrantes, especialmente los mexicanos indocumentados, legitiman una narrativa racista y xenófoba.

Para Rivera, también doctor en Literatura y Cultura Latinoamericana, Trump reactivó una ansiedad colectiva que había permanecido reprimida, o encerrada en una caja de pandora. “Al mismo tiempo rehabilitó un imaginario social donde la identidad norteamericana se ha construido históricamente en oposición a la inmigración mexicana, vista como una amenaza a los valores culturales y la pureza identitaria blanca, anglosajona y cristiana”.

“A miles de mexicanos que vivimos en los Estados Unidos, la distopía trumpista nos ha sacado a las calles y nos ha impulsado a organizarnos y a crear comunidad con otros grupos agraviados y amenazados por el trumpismo. Ahora más que nunca estamos aprendiendo a acompañarnos en nuestras luchas y reconociendo nuestras diferencias políticas”.

Arte en fotografías: Ian Sebelius (Montreal, 1990) estudió Comunicación Social en la UAM Xochimilco. Es postproductor en Efekto TV. Vive en un mundo de mentiras fabricando fantasías.

Publicado en Revista Desocupado
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