Gopal y Visnu Ibarra Roa, teatristas chilenos: «El pueblo debe exigir su lugar en las artes»

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 por Nelly Carrasco

Imágenes de Juan Castro

Gopal y Visnu Ibarra Roa, son dos jóvenes actores y directores que ya hace algunos años han comenzado a estremecer la escena teatral en Chile. Proyectos como “Víctor sin Víctor Jara”, “Numancia” y los “Coros Ciudadanos” los enfrentan con la tradicional forma de producir y disfrutar el arte en toda su expresión. Aseveran que su apuesta va en la dirección de romper el paradigma instalado a partir de la industria cultural, entendida como la expresión del modelo neoliberal en curso en lo relativo a las artes.

Todo germinó en la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos (AFEP), de la cual son los profesores del taller de Teatro y encargados del área de Cultura. Allí, junto a integrantes de esa organización, llevaron a escena “Historias de un galpón abandonado” de Ramón Griffero, para seguir con el fenómeno teatral de “Víctor sin Víctor Jara”, título que reunió a miembros de la Agrupación con actores profesionales y estudiantes de Teatro, todos de distintas generaciones.

“Así nacen los ‘actores naturales’”, señala Gopal Ibarra, y explica que “les llamamos así porque son personas que sólo tienen ganas de hacer y son ciudadanos comunes y corrientes”. “Esa experiencia nos instó a abrir espacios a temas políticos, sociales y de género, como los ‘Coros Ciudadanos Femeninos’”, agrega.

En tanto, Visnu Ibarra destaca que “trabajamos harto con el instinto, con lo visceral, con lo que nos surge en el momento, y luego vamos encontrando el sentido político o artístico y la coherencia narrativa. Han sido experiencias fundamentales para el trabajo que hacemos de la inserción ciudadana con las artes”. Y añade que el éxito de su labor puede estar en la complicidad que se tienen como hermanos en este tipo de desafíos, y que provoca en ellos una “causalidad común”, que les permite trabajar con pocos tropiezos.

¿Qué quieren demostrar con estos desafíos?

Visnu: Que el arte no es propiedad de una elite cultural, ni del que estudió más, ni del más talentoso, ni del que pertenece a una casta determinada y puede ser artista, ni del que tiene plata para hacer una película, ni del que proviene de una familia reconocida para hacer arte. Apuntamos a devolverle el sentimiento humano e instintivo a la sociedad.

¿Sienten que con estas propuestas están rompiendo paradigmas muy asentados en la actual sociedad chilena?

Gopal: Sí, la forma de desarrollar el arte está instalada desde el mismo Teatro Experimental -con todo lo valioso que fue-; desde el Teatro Universitario, que viajaban mucho pero eran los propios artistas los que tenían un peso moral y ético para poder compartir su creación, como sí los entes culturales debieran pertenecer a una elite y lo que nosotros buscamos es cambiar ese paradigma y que el arte lo hagan los ciudadanos.

V: Apostamos por entregar herramientas al pueblo, para que se comunique, transmita sus ideas, que han estado mañosamente sesgadas. En Chile, que es la copia feliz de Estados Unidos, venimos saliendo de una dictadura que marcó profundamente el quehacer artístico. Desde los años 40, siempre ha existido un teatro de divos, con alfombra roja, donde aparecen los mismos que se repiten en la televisión, y así se presentaban las compañías: la estrella del escenario y elenco. De alguna manera intentamos hacer una especie de reivindicación de las comparsas, entendiendo a éstas como el pueblo que se agrupa y puede hacer grandes transformaciones sociales. En todos los teatros del mundo existen las comparsas, nosotros queremos ayudar a rescatar ese gran elenco que es la gente y darle poder, el poder de decir lo que siente y lo que quiere, demostrar que el arte se puede devolver al pueblo y que no es para una elite.

¿Dónde se encuentran los muros más difíciles de derribar para ir avanzando en este objetivo?

G: Están por un lado las políticas de gobierno, y por otro lado la formación de las audiencias, que es un proceso guiado y de larga duración para llegar a ser parte de ellas, para luego compartir y enriquecerse con el arte. No contribuye el que existan precios exacerbados para acceder a los espectáculos y que hasta a las poblaciones se lleven obras sin crítica social. Eso es teatro comercial que solo fomenta el alejamiento de la gente respecto de las artes.

V: Todo tiene que ver con un problema cultural de base, tenemos una sociedad basada en el exitismo, toda la sociedad tiene en su ADN el “aspiracionalismo” como una regla a seguir. Buscamos ser exitosos, figurar, todo lo que hagamos tiene que tener una repercusión mediática, eso ocurre con el teatro, el cine, la televisión y con todo aquello que se relacione con las artes. No hay espectáculo sin “rostros”, incluso se ve en los centros culturales más grande del país, exigen la presencia de esas figuras a cambio del soporte financiero.

Esta forma de mirar las artes en el actual modelo no es casual, es una línea editorial que lleva años aplicándose y que les ha resultado. Y no se va a terminar si no cambiamos la educación, si no le enseñamos a nuestros niños que lo más importante es aprender a convivir, a relacionarse, y el arte puede ayudar a lograr eso, el arte entrega sensibilidad y da sentido a la vida.

¿Han podido evaluar los resultados de este camino de incorporar a hombres y mujeres comunes al trabajo artístico? ¿Qué dice esa evaluación?

G: Es gratificante y le ha dado significado a la profesión que escogí. Las respuestas llegan de manera inmediata: un participante de la tercera edad nos ha dicho que ha vuelto a encontrarle sentido a la vida; un niño que tenía problemas motrices y no podía abrazar a su padre, luego del trabajo con su cuerpo para el canto hoy sí puede. Esas son reacciones instantáneas; al producirse un encuentro ciudadano, porque es una actividad que permite integrar a personas que vienen de mundos distintos, se pierden los miedos, los traumas, y los niños cultivan una gran ilusión y se desarrollan entre personas adultas que tienen los mismos gustos.

V: Violeta soñaba con la Universidad del Folclor, ella creía firmemente que cualquier persona podía pintar, cantar, tocar la guitarra, y creo que en cierto modo estas experiencias nuestras han ido formando una pequeña escuela que demuestra que eso es posible. Lo importante es generar las instancias para que eso sea realidad, la vida actual no da espacio para ello. Hay personas que tienen 30 minutos para almorzar y se trabajan más de 10 horas diarias, ¿a qué hora ellos pueden pintar o cantar? El modelo no da tiempo para el arte.

Lo que ustedes impulsan tiene mucha relación con el quehacer cultural de Luis Emilio Recabarren en las primeras décadas del siglo pasado. ¿Tan atrasados estamos en este tema?

G: Estamos poniendo un granito de arena para que esto pueda resultar en unos años más, y no tengamos que esperar décadas. Debe cambiar la forma en que los gobiernos otorgan financiamiento en el área de las artes, y hay que trabajar para que con las transformaciones se pueda empoderar a la ciudadanía en estas labores.

V: Hay que apostar a los niños en esto, quizás tendremos que perder un par de generaciones y comenzar a educarlos de manera distinta. Debemos hacernos cargo de nuestra historia y las deudas que tenemos en este aspecto. Nosotros llevamos los temas de derechos a los “Coros Ciudadanos” y no buscamos, como algunos creen, hacer adoctrinamiento, porque el arte es sensitivo, es particular, es individual. El oficio puede ser colectivo, pero las artes son individuales, uno pinta o canta lo que quiere. El arte respeta la individualidad, pero te enseña a coexistir con el resto respetando su propia individualidad. Recabarren tiene una significancia tremenda en esta materia, lo hizo todo cuando no existía nada, con cero adelantos tecnológicos enseñó a leer y enseñó teatro a los trabajadores.

De los “Coros Ciudadanos” y el teatro al cine.

Un nuevo proyecto mantiene ocupados a los hermanos Ibarra Roa, que se encuentran preparando su incursión en la pantalla grande. Para los próximos meses tienen programado el rodaje de su primera película, “Un Domingo de Julio en Santiago”, que plantea tres historias que se cruzan a partir de un accidente automovilístico: las de Santiago, un abogado drogadicto y alcohólico, que no logra hacerse cargo de su hija; Domingo, un adolescente millonario carente de cariño paterno; y Julio, un viejo viudo, quien el mismo día que encuentra un nuevo amor es asesinado en un lugar al sur del mundo.

La trama aborda las “carencias fraternas”, los encuentros, desencuentros, justicias e injusticias de los humanos que habitan en un país llamado Santiago, en una ficción filmada en plano secuencia y que los creadores definen como cine con energía teatral.

Ambos recalcan que es un proyecto que han desarrollado sin financiamiento, y que quienes participan de él lo han hecho sin exigir dinero a cambio, a modo de colaboración. Se incluyen nombres como los de Catalina Saavedra, Grimanesa Jiménez, Alejandro Castillo, Hugo Medina y Oscar Hernández, entre otros destacados de la escena nacional.

El cronograma establece que el primer corte sea exhibido durante este año, y esperan llevarlo a algunos festivales, mostrarlo en centros culturales y compartirlo con organizaciones sociales. Para ayudarse económicamente han abierto un sitio en Internet: www.idea.me/proyectos/49055/un-domingo-d-julio-en-santiago, donde los ciudadanos pueden hacer sus donativos.

Por otro lado, Gopal y Visnu mantienen vigentes las convocatorias para integrar los “Coros Ciudadanos”. La próxima audición, para quienes quieran participar en “Violeta Ciudadana” -que será estrenada a fines de año en el Centro Cultural Gabriela Mistral-, está fechada para el 13 de marzo a las 19 horas. La invitación es abierta para todos y todas, incluyendo a los inmigrantes.

Publicado en El Siglo
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