Vaqueros de NuestrAmérica

1.353
Once huesos quebrados por caerse del caballo. Fueron costillas, muñecas y alguna que otra cosa más. En diez años, eso es al menos uno por año. Sin embargo, el fotógrafo uruguayo Luis Fabini lo cuenta como si fuera apenas un detalle más de las andanzas de una década que lo llevaron a concebir el libro Vaqueros de América y la muestra homónima.
En diez años, Fabini recorrió Uruguay, Chile, Brasil, Perú, Ecuador, México, Estados Unidos y Canadá en busca del jinete adaptado a cada tierra. Su travesía comenzó en 2003 en el norte de Uruguay. «Fue una búsqueda de mis primeros recuerdos, que fueron con los gauchos. Tengo grabadas a fuego las manos, las caras de los gauchos mateando de noche, el fuego, el olor a carne chamuscada, los facones brillando», dijo Fabini a El Observador.
De allí surgió Gauchos, el libro que recupera esa primera parte de su viaje. «Quería buscar a estos tipos que tanto me fascinaban para ver si seguían siendo auténticos como yo los recordaba», afirmó.
Fue gracias a Gauchos que Fabini dio el paso que lo llevaría a recorrer América. «El gaucho es la tierra que pisa», dijo a Fabini un gaucho. «Y eso explotó en mi cerebro. Me dije: ‘Voy a encontrar un hombre y un caballo adaptado a la realidad en la que vive'», recordó.
El viaje tuvo algo de aventura, pero los encuentros no fueron todos improvisados. Antes de sumergirse en tierras nuevas, Fabini investigó, se reunió con antropólogos, historiadores y visitó museos. Generó contactos, aunque a veces tenía que buscarlos en el lugar.
Lo importante, dijo, fue convertirse en un vaquero más. «Entrás en su mundo a través de desarrollar un interés genuino, no uno de cinco minutos. Yo estaba ahí para ellos, porque me interesaba su vida», dijo Fabini, quien agregó que, además, entrevistaba a sus personajes para saber quiénes eran realmente.
«Eso se refleja en la fotografía que hacés, porque ya sea con una persona, con un animal o con un paisaje, siempre estás colaborando, interactuando», comentó.
Especialmente, Ecuador
El que realmente llegó al corazón de Fabini fue el chagra de Ecuador, un vaquero que trabaja en el páramo ecuatoriano a una altura de entre 4.000 y 5.000 metros. Rodeados por 30 volcanes, la mitad de los cuales siguen activos, los chagras viajan a caballo para rodear el ganado salvaje. Y Fabini viajó con ellos.
«Con esa gente me involucré y mucho. Hice más de diez viajes a caballo. Me fascinaban, no podía creer lo que estaba viendo», dijo.
El primero de los viajes, sin embargo, no fue de los que animarían a cualquiera a repetir la experiencia. Por culpa de la niebla los viajeros se perdieron por dos días y tuvieron que hacer campamento con unos ponchos. «Al otro día mi caballo había desaparecido. Caminé media hora hasta que uno de los chagras me dijo: ‘Don Luis, súbase a mi caballito’, porque yo estaba hecho pedazos», contó. En diez horas y en un caballo prestado, Fabini volvió a la estancia.

Autoedición

En diez años, la cantidad de fotos que Fabini acumuló roza el límite de lo incalculable. Hasta alrededor de 2008 fotografió en película, pero cuando determinó que la fotografía digital había superado a la analógica cambió de formato.
Miles de negativos, contactos y terabytes de fotos se redujeron a las 108 imágenes que finalmente formaron parte del libro Vaqueros de América, que se consigue por Amazon a US$ 35.
«Es muy difícil porque tenés que separarte emocionalmente de lo que está pasando. Es muy interesante desprenderte de lo que estás haciendo y tener un juicio más parcial sobre tu trabajo», dijo Fabini.
La selección, como es habitual en él, la hizo prácticamente solo. «Me puedo pasar diez días mirando una y otra vez las mismas fotos, hasta que se va decantando. Lo dejo y a los dos meses lo encaro de vuelta. La diferencia entre una excelente foto y una foto muy buena es milimétrica, tenés que meterte dentro», agregó.

El libro, la muestra y más

El libro que surgió de esta travesía fue publicado por la editorial canadiense Greystone Books. Fue un año y medio de producción con Wade Davies como encargado del texto, un exexplorador de National Geographic, con el cual Fabini no dudó en reconocer que tuvo fricciones. «Es un proyecto tan personal que fue difícil, pero aprendí mucho. Davies es uno de los antropólogos más conocidos del mundo, y yo le discutía todo».
A pesar de las idas y vueltas con la editorial, las 108 fotos del libro fueron seleccionadas por Fabini. Pero además, 32 de esas imágenes (también elegidas por Fabini) estarán en exposición en el Centro Cultural de España hasta los primeros días de junio, en un recorrido en el que están representados todos los países en los que estuvo el fotógrafo. La entrada es libre.
El próximo proyecto de Fabini ya tiene nombre: Cosechas. No le llevará diez años, sino dos o tres, pero planifica recorrer las plantaciones de América, especialmente las indígenas. Ya fotografió las cosechas ecuatorianas y su próximo destino es la zona andina de Perú.
Pero, además de la fotografía, Fabini tiene otro proyecto entre manos: una residencia sin fines de lucro para artistas, ubicada en el pueblo Garzón. «Es una forma de devolverle algo al lugar, de hacer algo a través del arte. Es poder brindarle a alguien un espacio en el cual pueda crear en silencio, en paz».
Es que Fabini siente que le debe mucho a su trabajo: «La fotografía para mí fue un refugio en algunos momentos de mi vida que no fueron fáciles, y creo que ese refugio me ayudó a salir de ese enjambre mental en el que estaba. En lugar de irme a correr, que no me gusta, me voy a sacar una foto y vuelvo a mi casa interna».
Publicado en El Observador
También podría gustarte