El largo camino del artista popular

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Por Milita Alfaro

Cuando en abril de 2014 se publicó En vivo…, Jaime respiró aliviado: era el último proyecto que tenía pendiente dentro de sus armarios. Pero además, ya por entonces estaba sumido de lleno en un proceso de reorganización estructural de su vida que lo llevó a sanarse, a sentirse cada vez mejor y a salir del pozo.

Vida número tres.

En el repaso sumario de estos años desde la otra perspectiva, la personal, Jaime marca una fecha, 12 de noviembre 2013, como eje simbólico de una nueva etapa. Ese día cumplió los 60, se despidió del alcohol y festejó su cumpleaños junto a Andrea Barbeito —argentina, ocho años menor que él, divorciada y madre de cuatro hijos ya grandes— a la que había conocido poco tiempo atrás.

Fue el nacimiento de un amor tan profundo como nunca imaginé, dice, y que llegó en el momento menos pensado porque, a cierta altura de la vida, uno ya no espera que le suceda algo así. En este caso, no sólo sucedió, sino que además el amor y la afinidad se afianzaron a tal punto que, en abril de 2014, Andrea y Jaime resolvieron vivir juntos en Montevideo, inaugurando una aventura que se podría titular como «vida número tres».

Por otra parte, cuando cumplió los 61, Jaime podía proclamar con orgullo que seguía abstemio y decía: «Tengo la esperanza de que sea para siempre. En todos estos años, aprendí que hay dos clases de alcohólicos: los que toman y los que no».

«Hoy lo que yo puedo afirmar es que soy un alcohólico que no toma, y poder decirlo después de un año sobrio, me provoca una alegría casi eufórica».

Así estaban las cosas a fines de 2014, cuando con Jaime dimos por concluidas nuestras charlas y yo inicié el arduo proceso de la escritura que, entre una cosa y otra, duró más tiempo del previsto. ¿Pero cómo están hoy en que finalmente, con el libro ya pronto, mis originales están a punto de marchar a la editorial?

Tenés que darme los titulares de lo que viviste en estos dos años, le digo por teléfono, puesto que sé que ya no hay tiempo de agregar un nuevo capítulo. Entonces, me manda un mail que afortunadamente llena el vacío y que me limito a transcribir tal cual:

«Estamos a comienzos de 2017, sigo limpio desde 2013, y la claridad provoca una claridad cada día mayor. De Andrea te podría decir tantas cosas, pero resultarían excesivamente románticas o fuera de contexto. Me quedo con: Es la mujer que busqué toda mi vida, la que jamás apareció y que un día, por azar o por destino, encontré.

Con respecto a todo lo demás, te cuento que a mediados de 2014 tomé finalmente conciencia de que vivía dentro de una maquinaria desquiciada y dañina, tanto en lo profesional como en lo artístico, espiritual y cotidiano. Debía zafar. Pero no bastaba con patear el tablero o neutralizar un alfil rival. Había que desarrollar una partida de ajedrez meditada, eliminando efectivamente algunas piezas contrarias pero esencialmente cambiando todas las propias de lugar. Un interminable enroque. Y a eso lo llamé mover la montaña, la larga guerra por la liberación.

Mi liberación.

Lo primero fue dejar de tocar en vivo en 2015, desarmar mi productora, desguazar el depósito de instrumentos, dejar de hacer prensa y de participar como invitado en los diferentes proyectos a los que me invitaban. Al mismo tiempo, ordenar el caos de 20 años de mis cintas, casetes, VHS, cassettes de filmación, partituras, fotos, notas, y un largo etc.

Luego comenzaron las obras en La Floresta, donde finalmente me vine a vivir. Refaccioné una parte de la casa y demolí la otra, para allí construir un sector más grande. Cualquiera que se haya puesto a edificar algo, sabe que se convierte en una visita al purgatorio, que en este caso me llevó meses. Después se sucedieron cinco mudanzas, la última de ellas titánica. Y las obras continuaron desde entonces. Al momento de escribir, aún no llegué a colgar los cuadros en las paredes. Y todo esto con Andrea, solos contra todo.

En el ínterin se concretó un proyecto importantísimo, yo diría que vital para mí: la reedición por parte del sello Bizarro de mi obra completa discográfica (20 volúmenes), con el sonido restaurado, re-digitalizado en alta resolución, y vuelto a remasterizar.

Todo esto con los artes de tapa originales y la invalorablecuraduría de Guilherme de Alencar Pinto. Al comienzo pensé que mi labor consistiría únicamente en supervisar los discos terminados antes de su publicación, pero no fue así. Por distintos motivos que no viene al caso enumerar, en plena obra y mudanza tuve que encerrarme 500 horas en el estudio de sonido para la remasterización concienzuda de los primeros quince volúmenes, además de las 150 horas dedicadas, junto al equipo de trabajo, a la revisión de textos, fotos y diseño definitivo de los ejemplares. O sea, un segundo purgatorio en paralelo. Con Andrea intercalamos un viaje europeo de un mes por año, lo cual nos permitió recuperar energía para poder continuar.

Hoy llegamos a la libertad. Desde mi primera época en París que no me siento tan liviano. Y eso fue hace 40 años. Básicamente hago sólo lo que quiero hacer y punto. La vida cotidiana marca sus límites y lo acepto. Pero por lo menos no me encadeno a mí mismo. Vivimos en la vereda del sol, dijera Hugo, tu papá. Esto se parece a la felicidad. Me quedan 150 horas pendientes de trabajo en Montevideo para los últimos volúmenes de la obra completa. No pasa nada.

Con respecto a la actividad en vivo, al igual que James Bond nunca digo nunca jamás. Pero por el momento, no se me ocurre ningún motivo por el cual me subiría nuevamente a un escenario. Y con respecto a la composición, ya he dicho que si tuviera una tumba, elegiría el epitafio Sólo quería escribir canciones. Ahora, finalmente, después de tanto desgaste, puedo dedicarme a… escribir canciones. Parece mentira.Y parafraseo la muletilla repetida hasta el cansancio: Si algún día siento que tengo algo nuevo para decir…».

«Hagan de cuenta que me morí».

Como venía ocurriendo desde los lejanos tiempos de Sur, durante todo este período el reclamo por la publicación de material nuevo fue una constante. Cuando le pregunto cómo vive o cuánto lo afecta esa presión, me responde que, a nivel personal, el tema nunca existió. «Desconocen la esencia del arte y sus procesos creativos», dice. «Siempre sentí que no saben dónde está la pelota».

De todas maneras, reconoce que, efectivamente, la presión exterior es permanente e incluso irritante. En respuesta a ello, no hace mucho llegó a declarar: «Señores, hagan de cuenta que me morí». Y retomando una idea a la que ha vuelto una y otra vez a lo largo de nuestras charlas, agregaba: «Me produce pánico borrar con el codo lo que escribí con la mano. No quiero que mañana alguien bucee en mis canciones y tenga que estar separando los períodos creativos de aquellos en los que el artista ya no hizo más que copiarse a sí mismo, como sucede con tantos buenos músicos que no saben parar».

Tanta vida y tanta obra, por Fernán Cisnero

Mezclando influencias (la murga, el candombe, el rock) Jaime Roos le construyó una identidad musical a su país con una obra tan genial que abarca canciones-himnos (cada uno tiene su favorito) y grandes discos. Roos, además, ha sido consecuente con su arte no cediendo a tentaciones que lo aparten de un camino bien claro y es celoso de su vida privada. Es por eso que este es un libro fundamental para entender su obra y su peripecia que ha sabido de grandes momentos y contratiempos de los que acá no se evita hablar. La prosa de Milita Alfaro, quien tiene confianza con Roos y se nota, es fluida y el libro, que tiene detalles desconocidos y otros que no tanto, se lee de un tirón. Y sirve para darnos cuenta de cuánto se lo echa de menos.

Publicado en El País
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