García Márquez, presente en América Latina a tres años de su muerte

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Se fue apagando aquel 17 de abril de 2014, mientras la música de un vallenato de Rafael Escalona, que le había puesto su esposa, para animarlo, se fue con él, a la eternidad.

Los macondos, esos inmensos árboles descubiertos por el alemán Humboldt en el amanecer del siglo XIX en Turbaco, se desnudan en abril y dejan volar  sus flores doradas. He descrito eso en el capítulo final de mi libro La rosa amarilla del prestidigitador, intentando descifrar el misterio que acompaña el final de los grandes seres humanos. Gabo plantó su macondo en el corazón de su casa de Cartagena, un pequeño árbol que le regalaron en el Jardín Botánico de Turbaco, y cuando él murió el árbol era tan grande e incontenible que Mercedes lo sacó de la casa, después de su muerte.

La última vez que vino pasó la más larga de sus temporadas en Cartagena, celebró su cumpleaños 86 con una parranda vallenata. y siguió celebrando tres meses más, con música. En la última parranda bailó al escuchar “La diosa coronada”, cantada por Ivo Díaz, junto a su padre, Leandro Díaz. La escena de los dos genios bailando: Leandro y Gabo, es una escena inolvidable. Su hermana Aída me contó que sus hermanos y hermanas se reunieron con él, en Manga. Fue un encuentro muy sensible y premonitorio de su partida.

Un Midas eterno

Todo lo que tocó y nombró García Márquez  a lo largo de sus 87 años, se volvía maravilloso. Supersticioso por sus ancestros guajiros y sucreños, García Márquez era una criatura clarividente. En su novela “Cien años de soledad”, se anticipó a la dramática realidad del olvido, una peste terrible que heredó de sus ancestros maternos. Su abuela Tranquilia Iguarán perdió los límites entre la realidad y el sueño. Su madre, Luisa Santiaga Márquez, también se sumergió en el olvido.

Él se preparó desde muy joven para desafiar el olvido. Con su memoria prodigiosa, fue el genio que nos devolvió la memoria a todos los Caribes y a los colombianos en general, no solo como periodista, como narrador de no ficción,  sino también como novelista y cuentista. García Márquez creó un universo personal a partir de sus propias realidades. Y sus ficciones supremas como Remedios la bella, están relacionadas con recuerdos de infancia.

Rescató del olvido la más grande masacre vivida en la zona bananera en diciembre de 1928 y contó los conflictos de las guerras civiles del siglo XIX y los dramas de la intolerancia entre los dos partidos políticos tradicionales. Su reportaje periodístico Relato de un náufrago, publicado en 1955, es una obra maestra del periodismo moderno. Toda su obra periodística y su autobiografía: Vivir para contarla, demuestran que el narrador de ficciones investigó con el mismo rigor implacable cada escena que imaginó y construyó.

Nuevas celebraciones

El mundo conmemora hoy tres años de partida de García Márquez (1927-2014), noventa años de su natalicio, setenta años de la aparición de su primera columna en El Universal, sesenta años de la aparición de   su novela “El coronel no tiene quien le escriba”, medio siglo de la novela “Cien años de soledad”,  treinta y cinco de la entrega del Premio Nobel de Literatura, ochenta años de la muerte de su abuelo el coronel Nicolás Márquez Mejía.

En Cartagena se preparan actos para el segundo semestre, como un congreso mundial sobre la obra de Gabo,  organizado por la Universidad de Cartagena. Los peregrinos del mundo buscan el Claustro de la Merced en donde están sus cenizas. El delirio de Gabo no cesa.

Publicado en El Universal

“El archivo de la magia”, primer documental del acervo García Márquez, por Canal 22

El cineasta Gabriel Santander se propuso filmar el archivo histórico del Premio Nobel de Literatura 1982, Gabriel García Márquez, que se encuentra en el Harry Ransom Center de la Universidad de Texas, en Austin, Estados Unidos.

El resultado es el documental El archivo de la magia, producido por Noemí Cadena. Su director, Santander, subraya que es el primer filme sobre el acervo del autor de Cien años de soledad y destaca que su equipo y él se propusieron no presentar un material aburrido o que no atrajera a la gente:

“Tratamos de encontrar los ángulos más atractivos del archivo y no nos costó trabajo, porque García Márquez es un personaje tan grande que realmente puede darnos por sí mismo todo lo que necesitábamos”.

El archivo de la magia se proyectará en el Canal 22 este lunes 17 de abril a las 20 horas, día en el que el novelista cumple tres años de fallecido.

A decir de Santander, el título del documental es porque “se debe convocar a la magia” cuando se habla de un escritor como él. “Espero sintetice, atrape y muestre toda la riqueza del autor”, manifiesta.

La cinta, explica, ofrece un acercamiento al archivo del creador de El coronel no tiene quien le escriba y El general en su laberinto, integrado por más de 75 cajas con documentos. El realizador expone que en esos documentos se encontró a García Márquez en varios personajes: el público, el amigo que fue fundamental para Fidel Castro y Cuba, pero también para la Casa Blanca; así como al padre de familia y al esposo.

“Existe material epistolar, fotográfico, manuscritos de sus novelas y objetos personales, como sus máquinas de escribir y computadoras. Hay mucha correspondencia de sus lectores y fans. Ahí se puede ver cómo la gente imaginaba al escritor”.

El director de Canal 22, Pedro Cota Tirado, informa que a lo largo del documental se abordan las razones por las que la familia de García Márquez decidió conservar en el Harry Ransom Center el archivo único. Además, varios miembros del instituto comentan la importancia que tiene para ellos el que una colección de tal magnitud esté en sus instalaciones.

El archivo del narrador –nacido el 6 de marzo de 1927 en Aracataca, Colombia, pero que residió en México desde principios de los 60– pasó a ser parte de la Universidad de Texas el 24 de noviembre de 2014, a siete meses de su fallecimiento.

La prensa difundió que esa respetada casa de estudios estadunidense lo había comprado. Durante los últimos años, la institución ha adquirido archivos artísticos y literarios latinoamericanos.

El Harry Ransom Center es una biblioteca y, a la vez, un museo dedicado a la investigación de las humanidades. Desde octubre del 2015 están disponibles documentos de Gabo en inglés y español, así como una selección de material digitalizado.

“Este archivo fortalece la colección de clase mundial en las humanidades que alberga la Universidad de Texas. No sólo ofrece oportunidades de investigación a nuestros estudiantes y ciudadanos en Texas; al mismo tiempo, atrae a una comunidad internacional de investigadores a Austin,” dice el presidente de esa instancia, Gregory L. Fenves, en un video en la página de internet de la biblioteca.

También en dicho espacio se informa que el Ransom Center ya está complementando el archivo, por medio de la adquisición de materiales adicionales que darán luces acerca de las actividades personales como profesionales del autor.

Una reciente adquisición incluye 48 cartas escritas por García Márquez y enviadas al escritor colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, entre 1961 y 1971. Las cartas revelan algunas opiniones de García Márquez sobre su vida y trabajo, incluyendo las dificultades y logros con la escritura.

También se lee que otras adiciones a la colección incluyen una copia mecanografiada con tinta al carbón de la novela El coronel no tiene quien le escriba, notas escritas a mano en tarjetas personalizadas, cartas mecanografiadas y una copia de El general en su laberinto, con más de una docena de enmendaduras de la mano del autor.

Publicado en El Proceso

García Márquez y el eterno retorno

Por Piedad Bonnett

Nadie como García Márquez  ha sabido mostrar la entraña de Colombia, la idiosincrasia de sus gentes y las trágicas paradojas de nuestra historia. Lo que parece increíble es que muchas de las realidades sociales y políticas que aparecen en su obra siguen siendo las mismas hoy. Porque aquí, como descubre Úrsula, alarmada, todo es eterno retorno.

Veamos: en el centro de esa novela encontramos el testimonio de cómo la United Fruit Company, que trajo a Macondo la fiebre del banano, lo único que dejó una vez desmanteló sus instalaciones fue una ciudadela en ruinas y un pueblo que a duras penas sobrevivió a la catástrofe. El saqueo de las riquezas naturales a manos de las empresas extranjeras va a tener posteriormente, en El Otoño del Patriarca, su metáfora suprema, cuando los ingenieros náuticos del embajador Ewing se llevan el Caribe “en piezas numeradas (…) con todo lo que tenía adentro”. Inevitable pensar en estas páginas cuando leemos sobre los estragos causados por las grandes mineras y por la minería ilegal, que buscan carbón, oro y petróleo a cualquier precio, pintando pajaritos de oro —o un rugiente león dorado, según contó en su crónica Alfredo Molano— sobre las dichas del porvenir de los habitantes de territorios que viven apaciblemente de la agricultura, y de pronto ven, aterrados, cómo las exploraciones disminuyen sus aguas, contaminan sus ríos y cambian violentamente el curso de su historia. Para convencerlos de que minería es progreso, y de que “todo lo que no se cultiva surge de la minería”, compañías como la Anglo Gold acuden a estrategias diversas, que no son otra cosa que la versión moderna de aquellas otras, las de los conquistadores españoles, que “nos cambiaban todo lo que teníamos por estos bonetes colorados y estas sartas de vidrio que nos colgábamos en el pescuezo por hacerles gracia (…) y hasta querían cambiar a uno de nosotros por un jubón de terciopelo para mostrarnos en las Europas”.

Los campesinos de Cajamarca o de El Bagre saben que detrás de las compañías mineras viene eso que García Márquez llamó “la hojarasca”, una avalancha de aventureros entre los que se cuentan las putas y ladrones a los que temen los campesinos de Jericó que hablaron con Molano. Y saben también que terminar una guerra no siempre significa acabar con la violencia, pues las fuerzas oscuras permanecen al acecho, atajando a todo el que se atraviese en sus planes, como sucedió con Falver Cerón, líder comunitario que se oponía a un estudio de prospección minera adelantado por el Grupo CI SAS en la parte alta de San Joaquín, Cauca, y que fue asesinado de la misma manera que casi medio centenar de líderes sociales en los últimos 15 meses en Colombia. Y es que tampoco en Cien años de soledad el armisticio significó la paz, pues el odio siguió causando víctimas, entre ellos los 17 hijos del Coronel Aureliano Buendía, “que fueron exterminados uno tras otro en una sola noche”. Y todo eso mientras en la capital los luctuosos abogados y los políticos persistían, sin inmutarse, en su “blablablá histórico”. Que a veces ni siquiera es blablablá, como el domingo 9 de abril, cuando 86 senadores no llegaron mientras las víctimas exponían sus reclamos.

Publicado en El Espectador
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