Lugares de la memoria como escenarios para una pedagogía pública

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Por Martha Cecilia Herrera

Al lado de una de las cubas descansaba boca arriba una pequeña cara de tono marfileño de un muchacho que al morir tendría unos dieciocho años. Sus ojos oscuros, ligeramente oblicuos, no estaban cerrados, sino apenas entornados. Los labios carnosos, del mismo color que la cara, habían adoptado la expresión de una sonrisa triste y paciente. Las cejas regulares y bien dibujadas se alzaban hacia las sienes como con incredulidad. En esta situación singularísima, que habría superado su capacidad de entendimiento, esperaba el veredicto del mundo
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La serie de acontecimientos referidos a violencia política enmarcados en la historia reciente latinoamericana muestran la emergencia de instancias de socialización relacionadas con los sitios de la memoria, los cuales aluden a lugares que, por lo general, fungieron como escenarios de represión, desaparición y muerte de opositores políticos. Estos han sido reivindicados, posteriormente, durante el advenimiento de regímenes democráticos, como instancias de recordación, verdad, justicia y reparación, con base en las luchas emprendidas por las víctimas y las organizaciones en torno a su defensa, en los casos de Chile, Argentina, Uruguay, Perú y Colombia, entre otros países.

Estos espacios, en los períodos más oscuros, mostraron la sevicia y la voluntad de escarmiento por parte de fuerzas políticas que, a través de estrategias de punición sobre el cuerpo, se dedicaron a desubjetivizar a quienes pensaban de manera diferente y soñaban con un mundo otro, basado en un ideario de igualdad y justicia social. En estos lugares quedaron las huellas de modalidades formativas execrables que hicieron carrera durante estas décadas y en torno a las cuales las sociedades contemporáneas deben tomar distancia.

Como dice Alicia Partnoy, la escritora argentina que habitó en uno de ellos en Bahía Blanca, denominado la escuelita por los militares: “Yo conocí una pero hay muchas plantadas en los ignotos lugares de nuestro continente. En esas Escuelitas los maestros enseñan a fuerza de tortura y humillaciones a perder la memoria de uno mismo y a que restemos la voluntad de lucha por cambiar la ecuación de la injusticia” (2006). Pero también Partnoy alerta sobre la agencia de los sujetos y su capacidad para reconfigurarse, para “quitarse la venda”, movimiento que reclama la resignificación de los sitios de represión como espacios que al tiempo que recrean el dolor y la injusticia también pueden hablarnos de las resistencias, del futuro de la memoria herida que ahora se reivindica como memoria en busca de verdad y justicia y proclama, al mismo tiempo, otras formas de educación y subjetivación de índole democrática.

La institucionalización progresiva de estos lugares como parte de una estrategia de pedagogía pública ha permitido conocer las formas como operaron los dispositivos represivos, al tiempo que confrontar la historia oficial que negó la existencia de los mismos; lugares que no tendrían significación si no fuese por la acción deliberada de colectivos de derechos humanos y organizaciones de víctimas que llevan a cabo un trabajo persistente para obtener su reconocimiento como sitios de interés público, en muchos casos como monumentos nacionales, lograr su reconstrucción, mantenimiento y financiación, así como el acopio y preservación de archivos orales y objetos de la cultura material referentes a la represión y la resistencia que allí tuvo lugar. A esto se aúna el diseño de materiales pedagógicos que permiten formas de mediación y transmisión para la formación ciudadana en torno a este pasado reciente. Todo ello como parte del cumplimiento del mandato de la política pública de Nunca Más el terrorismo de Estado y, en general, la violencia y exterminio del opositor político, desiderátum que se ha consolidado en las sociedades latinoamericanas a lo largo de las últimas décadas.

En la instauración de estos lugares han estado presentes múltiples debates y luchas por la memoria en torno a lo que se debe recordar y cómo recordar, quiénes deben o pueden participar en la gestión y administración de estos espacios, así como garantizar su continuidad. Luchas en las que se ponen en juego los intereses de los grupos sociales y de los poderes hegemónicos y contra-hegemónicos a ellos asociados, así como el grado de tolerancia y respeto a la diferencia en las sociedades democráticas contemporáneas.

Para señalar algunos ejemplos, podemos mencionar que en el 2010, solo en el área metropolitana de Santiago de Chile, había 241 lugares de la memoria alusivos a la dictadura que tuvo lugar en Chile entre 1973-1990, dentro de los que se destacan Londres 38, Villa Grimaldi, el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, entre otros (Stern y Winn, 2014): “El museo en su rol educativo busca ser un lugar de significativo diálogo intergeneracional sobre las memorias y los derechos humanos en la dictadura chilena” (Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, s.f.).

En Argentina, también se han dado un sinnúmero de iniciativas a través de las cuales lugares como la ESMA (Escuela de suboficiales de Mecánica de la Armada), uno de los mayores centros clandestinos de detención y tortura que funcionaron en la época de la dictadura entre 1976 y 1983, han sido instituidos como sitios de la memoria, a partir de las reivindicaciones de las víctimas alrededor de la identificación de estos sitios y su reconocimiento como modalidades del terrorismo de Estado (actualmente se habla de la existencia de unos 600 centros clandestinos). En el caso de la ESMA se ha dado pie a la creación del Espacio de Memoria y Derechos Humanos, el cual está integrado por distintos archivos, centros culturales y organizaciones de víctimas e hijos de víctimas, que llevan a cabo un esfuerzo denodado por preservar la memoria sobre la represión y la lucha en su contra, como parte de la educación que deben recibir todos los ciudadanos argentinos (Espacio de Memoria y Derechos Humanos, 2016, Material para prensa).

En Colombia, la Ley 1408 de 2010, reglamentada en el 2015, declaró como Santuarios de la Memoria los lugares donde existan indicios de cuerpos de desaparecidos y la edificación de un monumento en torno a ellos. Varias instituciones oficiales de reciente creación han coadyuvado con el respaldo a sitios ya existentes y a la creación de otros. Algunos son el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y la proyección del Museo Nacional de la Memoria (MNM), el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación en Bogotá (CMPR), y el Museo Casa de la Memoria en Medellín (MCMM), entre ellos.

En el plano nacional se creó la Red Colombiana de Lugares de la Memoria, a la cual se adscribieron varias iniciativas en conexión con la Red Internacional de Sitios de Conciencia y la Red Latinoamericana de Lugares de la Memoria. La preocupación central de esta iniciativa es que “a la fecha ninguno cuenta con un marco normativo que garantice su autonomía y sostenibilidad en el tiempo, y que los proteja de los vaivenes de las voluntades políticas y los gobiernos de turno”. Esta Red ha enfatizado, además, en la importancia de que la estructura organizativa del Museo Nacional de la Memoria incluya en su dirección a las víctimas y sus organizaciones, así como a los gestores de los lugares de la memoria en Colombia (Red Colombiana de lugares de Memoria, 2017).

El libro Lo que le vamos quitando a la guerra. Medios ciudadanos en contextos de conflicto armado en Colombia (Bayuelo, et.al, 2008), es una muestra, dentro de varias, del trabajo ciudadano en torno a la resistencia cultural frente a la guerra en el que se visibilizan diversas iniciativas para dotar de sentido sitios de la memoria, iniciativas que incluyen desde volver a habitar un espacio del que se ha sido desplazado o ha tenido lugar una masacre, con el propósito de restaurar lazos de confianza a nivel de la comunidad y formas de trabajar con la memoria de manera colectiva.

En términos generales puede decirse que:

Algunos de estos lugares convocan comunidades pequeñas, familias, vecinos, circuitos locales; otros aglutinan audiencias más amplias y por sus características de mayor visibilidad, en el plano nacional e internacional, tienen como reto ampliar las estrategias de interpelación para conseguir que sus visitantes comprendan los fenómenos de violencia política que allí se recrean como asuntos ciudadanos de interés general. En este sentido, dentro de las modalidades a través de las cuales se ha puesto en despliegue una pedagogía de la memoria, los lugares de la memoria cobran gran importancia y representan quizás uno de los mayores retos que en el campo de las políticas públicas y del campo de la memoria pública tienen sociedades, como la chilena, la argentina y la colombiana, afectadas por un pasado reciente traumático del cual todavía no se ha logrado dar cuenta de manera cabal (Herrera y Pertuz, 2016, p. 285).

En este orden de ideas, es preciso enfatizar cómo las estrategias referidas a una pedagogía pública de la memoria y la potenciación de las múltiples iniciativas referidas a los lugares de la memoria señalan la importancia de que exista una política pública oficial que, además de avanzar en materia de justicia y reparación frente a las violaciones a los derechos humanos y respaldar la construcción de monumentos, memoriales y marcas territoriales, permita delinear políticas del recuerdo oficiales, que no estén a la zaga de los esfuerzos hechos en otros escenarios de lo social sino que, por el contrario, los respalden y potencien, en la búsqueda de relatos que trasciendan los ámbitos locales y ayuden a la comprensión de nuestro pasado y sus huellas sobre el presente, en aras de superar sus aspectos más dolorosos y antidemocráticos, dentro de un horizonte de futuro que nos viabilice como sociedades en las que quepamos todos con nuestras similitudes y con nuestras diferencias.

Bibliografía

Bayuelo, Soraya, et.al. (2008). Lo que le vamos quitando a la guerra. Medios ciudadanos en contextos de conflicto armado en Colombia. Bogotá: Centro de Competencia en Comunicación para América Latina.

Espacio de Memoria y Derechos Humanos. (2016, 25 de mayo). Jornadas educativa en la ex ESMA. Espacio de Memoria y Derechos Humanos (Ex ESMA). Buenos Aires, Argentina. [En línea]. Recuperado el 26 de mayo de 2016, de http://www.espaciomemoria.ar/noticia.php?not_ID=777&barra=noticias&titulo=noticia

Herrera, Martha Cecilia y Pertuz, Carol. (2016). Educación y políticas de la memoria en América Latina. Por una pedagogía más allá del paradigma del sujeto víctima. Bogotá, Universidad Pedagógica Nacional.

Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. [En línea]. Recuperado el 20 de octubre de 2016, de https://ww3.museodelamemoria.cl/recursos-educativos/

Partnoy, Alicia. (2006). La Escuelita: Relatos testimoniales. Argentina: La Bohemia.

Red Colombiana de lugares de Memoria. [En línea]. Recuperado el 10 de mayo de 2017, de http://redmemoriacolombia.org/

Stern, Steve; Winn, Peter. (2014). El tortuoso camino chileno a la memorialización (1990-2011). En Stern, Steve J.; Winn, Peter; Lorenz, Federico; Marchesi, Aldo. No hay mañana sin ayer. Batallas por la memoria histórica en el Cono Sur. Santiago: LOM.

Nalkowska, Zofia. (2009). Medallones. Editorial Minúscula, Barcelona.

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