La diversidad idiomática: ¿un desafío literario y lingüístico para la diversidad cultural caribeña?

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Por Sergio O. Valdés Bernal

Cuando en el siglo XVI se inició la ocupación europea de América, las Bahamas y las Antillas estaban ocupadas por comunidades de aborígenes con diverso desarrollo socioeconómico. Estas comunidades fueron identificadas con las denominaciones de lucaya, en lo referente a las Bahamas; guanahatabey ciboney, taína, ciguaya  macorije en cuanto a las Antillas Mayores; y caribe eyeri, en el caso de las Antillas Menores.

Actualmente, gran parte de los arqueólogos acepta la posibilidad de tres vías de poblamiento de esta inmensa área insular: (a) desde Norteamérica, (b) desde Centroamérica y (c) desde Suramérica[1]. Otros, por el contrario, consideran que a las teorías migratorias desde Centro y Norteamérica se oponen la fuerza y la orientación de la corriente del Golfo, así como la distancia entre Cuba y la Florida o Yucatán[2]. Con la excepción de las comunidades guanahatabeyes, consideradas como un grupo etnolingüístico diferente al resto de los indoantillanos[3], así como las de los llamados «caribes insulares» de las Antillas Menores, todos los estudiosos del tema coinciden en asignar origen aruaco[4] a los pobladores agricultores y ceramistas que se asentaron en las Antillas y Lucayas a partir del siglo I de nuestra era, y que este poblamiento tuvo su origen en Suramérica. Para ello se basan en que todos los estilos cerámicos llamados salaloides[5] introducidos y evolucionados en las Antillas antes de la irrupción de los europeos, se originaron en regiones de la Amazonia venezolana y las Guayanas ocupadas por comunidades identificadas como aruacohablantes, en las que hoy sobreviven las de los lokonos, palikures y wapishanas. Pero estudios recientes basados en la toponimia, demuestran que los llamados «guanahatabeyes» también tuvieron un origen suramericano afín con el de los aruacos[6], mientras que los llamados «caribes insulares» también hablaban una lengua aruaca[7]. La tardía migración realmente caribe y procedente de las Guayanas, constituida por hablantes de karina de la tribu de los galibíes, se asentó en Tobago y Granada pocos años antes de la colonización europea, donde convivía en 1650 con los aruacos en comunidades separadas[8]. Así, pues, en las Bahamas y las Antillas hubo una relativa homogeneidad idiomática debido a que todos sus pobladores procedían de una misma área cultural amazónica en la que predominaban las lenguas de la familia aruaca[9].

Esta relativa homogeneidad lingüístico-cultural fue totalmente alterada por la diversidad impuesta por los colonizadores europeos con sus respectivas lenguas y culturas, quienes introdujeron también en el área diversos portadores de patrones lingüísticos y culturales subsaharanos, a lo que se sumó la introducción de asiáticos. El largo proceso de transculturación e intercambio lingüístico en esta región insular americana dio el siguiente resultado.

Si nos basamos en las lenguas oficialmente reconocidas en la actualidad por los Estados de esta porción insular americana, de un lado tenemos un área latina, o sea, hispanohablante y francófona, del otro, una germánica, representada por el inglés y el holandés. Sin embargo, si nos detenemos en cada isla, veremos que esta realidad es mucho más compleja.

Por ejemplo, Cuba y República Dominicana son territorios eminentemente hispanohablantes, aunque en la primera hay pequeñas comunidades de hablantes de haitiano y de una lengua asiática vestigial, el chino. República Dominicana, por su frontera con Haití, tiene áreas de habla créole o haitiano, además de que en el cabo de Samaná se habla inglés. Esto se debe a que en 1824 se asentaron ex-esclavos norteamericanos originarios de Filadelfia, de cuyos numerosos descendientes hoy los viejos hablan inglés, lo hijos son bilingües, y los nietos hablan español. Caso aparte lo constituye el “Estado Libre Asociado” de Puerto Rico, donde la lengua oficial es la inglesa, pero la nacional es la española.

Mucho más complejo es el mundo angloparlante. En las Bahamas, archipiélago tan caribeño como el resto de nuestras islas, el inglés es la lengua oficial, pero algunas capas de la población hablan un inglés criollo que se asemeja al inglés estadounidense, situación que se repite en las Islas Turcos y Caicos. En Jamaica, la mayoría de las personas sabe algo del criollo y algo del inglés jamaicano estándar, pero usa variedades intermedias según la situación y el interlocutor[10]. Algo similar ocurre en las Islas Caimán, antigua dependencia de Jamaica. En las Islas Vírgenes Británicas la lengua oficial es el inglés, aunque se habla también una variante criolla de este[11]. En las Islas Vírgenes Estadounidenses, adquiridas de Dinamarca en 1917, se habló el negerhollands, un criollo holandés que surgió en las Antillas Holandesas, concretamente en San Eustaquio y San Martín, hoy extinguido, pero ahora se habla inglés y una variante criolla, además de bolsones de hispanohablantes de origen puertorriqueño en Santa Cruz, y de hablantes de un francés criollo en Carénage y Santo Tomás[12].

En San Cristóbal y Nevis, así como en Anguila, la lengua oficial es la inglesa, además de que se utiliza un inglés criollo[13] y existen bolsones de habla francesa, ya que la isla fue posesión de Francia hasta 1783. En Antigua y Barbuda, así como en Montserrat, la lengua oficial es la inglesa, pero existen variantes criollas de esta[14]. Caso interesante es el de Barbados, cuyo inglés vernáculo, conocido como bajan [beyžán], comparte muchos rasgos con el inglés criollo del Caribe, pero tiene menos subsaharanismos y recuerda en mucho el inglés del occidente de Inglaterra[15].

La diversidad lingüística se vuelve mucho más compleja en Dominica, habitada por ingleses y franceses con sus esclavos hasta finalmente devenir colonia británica en 1814. Aquí, la lengua oficial es la inglesa, además de que se habla un criollo francés inteligible con los de Guadalupe, Martinica, Santa Lucía, Granada y Trinidad. En Santa Lucía, estado asociado al Reino Unido, la lengua oficial es la inglesa y se toma como modelo de la misma la hablada en Barbados, concretamente la de Castries, la capital[16]. Actualmente, entre el 50% y el 70% de la población habla inglés criollo, mientras que el 40% es monolingüe en francés criollo. Algo similar ocurre en Granada, antigua posesión francesa de 1650 a 1762, donde todavía se habla marginalmente un francés criollo que coexiste con variedades criollas y estándar del inglés, la lengua oficial[17]. San Vicente y Granadinas, por su parte, han compartido con Haití y la Guayana Francesa el francés criollo, casi extinguido en San Vicente; en ambas islas la lengua oficial es la inglesa. Trinidad y Tobago sobresalen por que se habló en Trinidad un francés criollo, hoy en extinción, además de que se utiliza un inglés criollo influido por el barbadense[18]. En Tobago, por su parte, el criollo inglés recibe el influjo de la variante jamaicana. Para colmo, en Trinidad se hablan el hindi y el urdu como lenguas familiares y comunitarias, ya que casi el 40% de la población procede de la India[19].

Ahora nos adentramos en el Caribe francófono. En primer lugar, tenemos a Haití, en la que impera una evidente situación de diglosia en la clase “alta”, ya que esta emplea el francés en situaciones formales y el criollo en las no formales, pero la mayoría de la población es eminentemente monolingüe en francés criollo, del que se identifican tres dialectos principales: occidental, meridional y septentrional[20].

No menos interesante es la situación idiomática en las llamadas “Antillas Francesas” o “Indias Occidentales Francesas”, que comprenden Martinica y las siete islas de Guadalupe. Martinica es un departamento ultramarino de Francia desde 1814, en el que la lengua oficial es la francesa, pero la mayoría de la población rural utiliza una variante criolla de esta, además de la existencia de pequeños bolsones de hablantes de inglés criollo[21]. En Guadalupe también se da el mismo caso de convivencia del francés estándar con el francés criollo. Interesante es la situación idiomática de San Martín, la isla binacional más pequeña del planeta. La porción septentrional es dependencia de Guadalupe, por lo que en ella la lengua oficial es la francesa, que convive con la variante criolla; mientras que la porción meridional pertenece a las llamadas Antillas Neerlandesas, en la que se habla holandés, francés, inglés y una variante criolla de este último. La situación lingüística de San Bartolomé, dependencia de Guadalupe, también es peculiar, pues la mayoría de sus habitantes es de origen europeo. Así las cosas, una comunidad habla una variante criolla del francés caribeño, mientras que la otra utiliza un francés con rasgos parecidos al hablado en Norteamérica. A esto se suman inmigrantes anglófonos de San Cristóbal[22].

Por último, tenemos la unidad autónoma del Reino de los Países Bajos llamada Antillas Neerlandesas u Holandesas, constituida por seis islas que geográficamente se diferencian en dos partes, Curazao y Bonaire, próximas a las costas venezolanas, y San Eustaquio, Saba y la porción meridional de San Martín, distantes a 900 km hacia el nordeste. A este conjunto hay que sumar la isla autónoma de Aruba. En esta última y en Curazao se habla holandés, inglés y papiamento, un criollo de origen portugués, que es la segunda lengua oficial junto con el holandés desde 1956. El papiamento, debido a su cercanía con Venezuela, actualmente está muy hispanizado. Esta lengua vehicular se deriva del criollo portugués aportado por esclavos africanos e inmigrantes holandeses que habían vivido en Brasil y que se asentaron en estas islas durante la segunda mitad del siglo XVII[23].

A modo de resumen, resaltamos que las lenguas aruacas de las Bahamas y de las Antillas fueron extinguidas, pero dejaron su palpable huella en el léxico de todas las variantes regionales de las lenguas europeas y sus derivados criollos en esta región. Caso sumamente interesante es el de los caribes negros de San Vicente y Dominica como resultado de la mezcla de los llamados caribes insulares con negros africanos esclavos de las Antillas a inicios del siglo XVII. Los descendientes de este mestizaje preservarían el color de sus padres, quienes adoptarían el nombre y la cultura caribe llamada calípona en la lengua antigua y garífuna en la actualidad[24], variante de kalífuna[25]. En 1797 los garífunas fueron deportados por los ingleses hacia la isla de Roatán, desde donde se extendieron por la costa atlántica de Honduras, Belice, Guatemala y Nicaragua. Su lengua se extinguió en San Vicente en 1925, lo mismo ocurrió en Dominica, donde fue sustituida por el francés criollo[26].

Por otra parte, donde predominó el componente etnolingüístico subsaharano sobre el europeo, surgieron modalidades criollas de las lenguas aportadas por los colonizadores procedentes de Europa, no así en el caso de las Antillas hispanohablantes. En Puerto Rico, República Dominicana y Cuba llegó a surgir un medio de comunicación entre los esclavos africanos de diversa procedencia lingüístico-cultural que fue conocido con el nombre de bozal, también utilizado para la comunicación con la población de ascendencia europea. Pero esta habla o especie de pidgin decayó con el cese de la trata negrera, además de que no tuvo continuidad entre los hijos de los africanos, por lo que se extinguió totalmente[27]. Por el contrario, en el resto de los países del área tenemos el papiamento de Aruba y Curazao, así como las variantes criollas del inglés y del francés en las Bahamas y las Antillas colonizadas por Inglaterra y Francia. Interesante es resaltar que el francés criollo de Guadalupe, Dominica, Martinica, Santa Lucía, Granada y Trinidad comparte rasgos afines, además de guardar similitud con variantes criollas francesas del Océano Índico[28]. Las variantes regionales[29] del inglés criollo, por el contrario, son muy heterogéneas. Otro elemento etnolingüístico no menos interesante en el área es el asiático, constituido por indios y paquistaníes en Antigua, Bahamas, Islas Vírgenes y Haití; por chinos en las Antillas Holandesas, Trinidad y Tobago, quienes conservan sus respectivas lenguas en función familiar o comunitaria. Finalmente, tenemos a los árabes, numerosos en Guadalupe y Saint Kitts.

No debemos olvidar que la lengua es el soporte idiomático de la cultura. No puede existir una cultura sin una lengua que le sirva de sustento y difusión, como tampoco puede haber una lengua sin la cultura que la enriquezca y desarrolle. La función cultural representativa de la lengua es la que permite a esta ser un rasgo del proceso de formación y desarrollo de la cultura del pueblo o nación que la habla. Todo lo que la cultura posee, en cierta medida se expresa mediante una lengua. Por tanto, la lengua en sí es un hecho cultural. Pero esto no significa que una cultura no se pueda manifestar mediante varias lenguas o que varias culturas posean una misma lengua como medio de expresión. Por otra parte, la lengua también puede tener una función nacional representativa, ya que sin una lengua nacional común a todos no puede existir la nación, o sea, un conjunto de personas de un mismo origen y que poseen una tradición común. En un territorio geográficamente delimitado por fronteras o fenómenos naturales pueden convivir varias lenguas, pero para que exista la comunidad nacional, la nación, una de ellas debe satisfacer las necesidades de la comunicación interétnica, transcultural de todos los habitantes[30].

Indudablemente, los criterios lingüísticos son importantes a la hora de trazar el panorama histórico-cultural de esta familia de pueblos que vive en esta porción insular de América. Realmente, no podemos negar la especificidad lingüística mediante la cual se expresan nuestros pueblos. Sin embargo, por encima de ella se erigen las condiciones sociales e históricas, los aspectos culturales que integran el conjunto de lo que llamamos el Caribe insular, del que las Bahamas forman parte indudable.

De este lado azul del Atlántico, como lo llamara José Martí, las Bahamas y las Antillas constituyen una región de gran diversidad lingüística y cultural, que debe ser preservada. Como dijera el famoso escritor español Miguel de Cervantes y Saavedra en una oportunidad, «cada lengua es una ventana que se abre al mundo», por lo que no debemos cerrar estas ventanas, sino mantenerlas abiertas de par en par, estudiarlas, fortalecerlas, para que el maravilloso arco iris cultural de nuestra región continúe embelleciendo lo real maravilloso de estas afortunadas islas.

Cuba ha dado sustanciales pasos para vincularse más a este rosario de islas y, en general, al el resto de América. Ejemplo de ello es la fundación de la Casa de las Américas hace 49 años, el 28 de abril de 1958, y la constitución del Premio en la Categoría de Literatura Caribeña. No menos importante fue la creación, en 1979, del Centro de Estudios del Caribe de Casa de las Américas, así como la publicación de sus Anales del Caribe a partir de 1981, en los que han visto la luz trascendentales trabajos sobre la región. También ha sido significativo el establecimiento de la Cátedra de Estudios del Caribe de la Universidad de La Habana mediante resolución rectoral del 10 de diciembre de 2004.

Como estudioso de las funciones del lenguaje en la gestación de la cultura y de la nación, quisiera aportar a este coloquio sobre la diversidad cultural del Caribe una serie de ideas-propuestas. Considero imprescindible reforzar la información respecto de cuánto se ha podido avanzar en el conocimiento que existe sobre nuestros respectivos países y definir en lo posible y con exactitud las raíces lingüístico-culturales que todos compartimos. En este sentido, valdría la pena pensar en la creación de una red de información que contase con diversas bases de datos que recojan lo ya publicado y lo que se publica sobre la región y que permita un flujo de intercambio de información entre nuestros respectivos pueblos[31]. Por ejemplo, sería muy útil saber si existen diccionarios regionales que recojan las características del léxico de las lenguas habladas en cada área lingüística[32]; si hay gramáticas sobre las variantes regionales de las lenguas europeas utilizadas en área cada área lingüística y sobre los criollos. Asimismo, ameritaría la pena elaborar algunos proyectos de investigación que propiciaran conocer qué lenguas amerindias incidieron en la conformación de nuestros respectivos idiomas, influjos que compartimos todos, lo que también se haría extensivo al legado subsaharano y norteafricano o árabe-bereber, así como de otras lenguas no europeas. Por otra parte, un profundo estudio comparado de las variantes criollas arrojaría interesantes resultados, así como el análisis y descripción de los patrones lingüístico-culturales aportados por los europeos, en el sentido de definir la procedencia sociolingüística de estos pobladores, o sea, qué tipo de español, inglés, francés u holandés trajeron consigo, y cuánto influyó en esto la jerga marinera o el habla portuaria, pues la colonización fue a través del océano.

La intención de nuestra ponencia ha sido recordar la gran diversidad idiomática que nos caracteriza, que si bien constituye un desafío literario y lingüístico, no es una barrera infranqueable que no podamos superar, pues precisamente en nuestras manos están las posibilidades para su estudio y descripción, en aras de conocernos mejor, viabilizar la comunicación y unirnos más, aunque todavía quedaría por establecer algún día qué cosa es el Caribe, ya que no todas las disciplinas coinciden en su definición[33].

Sergio O. Valdés Bernal.  Doctor en Ciencias Filológicas e investigador del Instituto de Literatura y Lingüística José Antonio Portuondo de Cuba. Profesor adjunto de la Facultad de Artes y Letras de La Universidad de La Habana y Académico de número de la Academia Cubana de la Lengua, y de la Academia Norteamericana de la Lengua Española.

 


[1] Ver: Lourdes Domínguez, Jorge Febles y Alexis Rives («Las comunidades aborígenes de Cuba». En Historia de Cuba. La Colonia. Editora Política. La Habana. 1994. Pp. 5-57), José Ulloa Hung («Migración en el Caribe precolombino» En El Caribe Arqueológico. Santiago de Cuba. 2000. No. 4. Pp. 14-19) y Julian Granberry y Gary S. Vescelius (Languages of the Pre-Columbian Antilles. The University of Alabama Press. Toscaloosa. 2004).

[2] Ver: Marcio Veloz Maggiolo («Las Antillas precolombinas: ecología y población». En Revista Dominicana de Arqueología y Antropología. Santo Domingo. 1971-1972. Año II. Vol. 2. Nos. 2-3. Pp. 165-168) y Enrique M. Alonso (Fundamentos para la historia del guanahatabey en Cuba. Editorial Academia. La Habana. 1995).

[3] Ver: Ramón Dacal Mouré y Manuel Rivero de la Calle (Arqueología aborigen de Cuba. Gente Nueva. La Habana. 1984).

[4] Llamamos aruaco a un conjunto de pueblos amerindios relacionados lingüísticamente, que se hayan actualmente dispersos por amplias zonas de Venezuela, las Guayanas, Colombia, Perú, Bolivia y Brasil.

[5] De Saladero, nombre del residuario prototipo, en Venezuela, en el delta del Orinoco.

[6] Ver: Sergio Valdés Bernal («Visión lingüística del Caribe insular precolombino». En Catauro. La Habana. 2003. Año 5. No. 8. Pp. 159-177).

[7] Ver: Douglas Taylor («The place of Island-Carib within the Arawakan family». En International Journal of American Linguistics. Baltimore. 1958. No. 24. Pp. 153-156; Languages of the West Indies. The Johns Hopkins University Press. Baltimor. 1977).

[8] Ver: Antoine Biet («Voyage de la Françe Equinoxiale en l’Ile de Cayene». Citado por J. Granbery y G. S. Vescelius. 2004. Ob. Cit.), Piére Pelleprat (Introduction a la langue des galibis. S. & Cramoisy. París. 1665), Douglas Taylor (Ob. Cit. 1977 : 89) y Louis Allaire («The Caribs in the Lesser Antilles» En Samuel M. Wilson [Ed.] The indigenous people of the Caribbean. University Press of Florida. Gainesville. 1997. Pp. 179-185 [ver p. 185]).

[9] Llamamos familia de lenguas al conjunto idiomático que deriva de una misma lengua, como es el caso, por ejemplo, de la familia de origen latino, que comprende el español, francés, portugués, gallego, catalán, italiano, y otros idiomas.

[10] David de Camp (1971):  «Introduction: The study of  pidgin and creole languages» En  Dell Hymes (Ed.). Pidginization and creolization of languages. Cambridge University Press. Cambridge. Pp. 13-39.

[11] Ian F. Hancock (1977):  «Repertory of creole and pidgin languages». En Albert Valdman (Ed.). Pidgin and creole linguistics. Indiana University Press. Bloomington. Pp. 362-391.

[12] Albert Valdman (1978): Le créole: structure, status et origine. Éditions Klincksieck. París.

[13] Ian F. Hancock: Op. Cit.: P. 374.

[14] Ian F. Hancock: Op. Cit.: P. 374.

[15] Robert Le Page y Andrée Tabouret Keller (1985): Acts of identity: Creole-based approaches to language and ethnicity. Cambridge University Press. Cambridge.

[16] Robert La Page et Andrée Tabouret Keller. Op. Cit.

[17] Albert Valdman. 1978.

[18] Robert Le Page y André Tabouret Keller. Op. Cit.

[19] Lawrence D. Carrington (1976): «Determining language education policy in the Caribbean sociolinguistic complexes». En Linguistics. Nueva York.No. 175. Pp. 17-43.

[20] Albert Valdman (1977): Pidgin and creole linguistics. Indiana University Press. Bloomington.

[21] Albert Valdman. 1977.

[22] Albert Valdman. 1978.

[23] Morris Goodman (1987): «The portuguese element in the American creoles». En Gleen G. Gilbert (Ed.). Pidgin and creole languages: Essays in memory of John E. Reinecke. University of Hawaii Press. Honolulu. P. 361-405.  

[24] Salvador Suazo (2001): De caribe a garífuna. Un estudio comparado de la lengua caribe del siglo XVII y del garífuna actual. Association d’Ethnolinguistique Amérindienne. Suplemente 1 del No. 25 de Amerindia. París.

[25] Del caribe insular kali- ‘yuca’+ -fu- ‘clan’+ –na sufijo pluralizador = ‘miembros del clan de la yuca’, según Douglas Taylor (1977): Languages of the West Indies. John Hopkins University Press. Baltimore.

[26] Charles J. M. R. Gulllick (1976): The exiled from St. Vincent: The development of Black Carib culture in Central America up to 1945. Malta Progress.

[27] Ver: Sergio Valdés Bernal (1987): Las lenguas del África subsaharana y el español de Cuba. Editorial Academia. La Habana.

[28] Douglas Taylor. Op. Cit.1977.

[29] Llamamos variante regional de una lengua a las diferentes formas de manifestarse una misma lengua en un área lingüística. Por ejemplo, las variantes cubana, dominicana y puertorriqueña de la lengua española.

[30] Ver: S. Valdés Bernal (2000): Antropología lingüística. Fundación Fernando Ortiz. La Habana. P. 104 y ss.

[31] Acaso sería posible escoger en cada área lingüística, o sea, francesa, inglesa, española y holandesa, un centro que se responsabilizase por compilar toda la información sobre el área en específico y sobre el Caribe en general, publicada en forma de libros y revistas. Estos centros mantendrían contacto con un centro general, que recibiría esta información y que compartiría con las instituciones o individuos interesados en esta problemática.

[32] Utilizamos el concepto de área lingüística en el sentido de ‘área en que predomina una lengua estatal’.

[33] Por ejemplo, según el concepto del Buró Internacional Hidrográfico, el Caribe comprende las Antillas, y su límite por el norte está dado por la línea que une a las Antillas Mayores y Yucatán, o sea, el Golfo de México queda fuera de los límites del Caribe, concepto que no aceptan geógrafos como A. Núñez Jiménez («El Caribe en su ámbito geográfico y cultural». En Del Caribe. Santiago de Cuba. 1987. No. 9. Pp. 92-95), quien se apoya en las ideas de los guyaneses S. Ramphal (comprende las Antillas Mayores y Menores, Centroamérica y parte de Sudamérica, o sea, desde México hasta Venezuela) y R. Preiswerl (considera su extensión desde la Florida hasta la Guayana Francesa) y del jamaicano M. Manely (incluye en el concepto de Caribe a Centroamérica, Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam, Guayana, Brasil, las Antillas, las Bahamas y las Bermudas). El geógrafo A Dembicz («Definición geográfica de la región del Caribe». En Premisas geográficas de la integración socio-económica del Caribe. Editorial Científico-Técnica. La Habana. 1979. Pp. 1-29) entiende «…por región del Caribe desde México hasta la Guayana Francesa, sobre todas las entidades de las Antillas Mayores y Menores, más las Bahamas». En esta concepción J. Bosch («El Caribe a la hora de los hornos». En Del Caribe. Santiago de Cuba. 1984. No. 3-4. Pp. 9-15) puso su granito de arena discordante en parte. Si recurrimos a la lingüística, esto se complica más, pues el «español caribeño» solamente comprende los países insulares hispanohablantes (Cuba, República Dominicana y Puerto Rico) y las costas caribeñas de Colombia, Panamá y el litoral de Venezuela. Pero para un lingüista francés, el Caribe está conformado por Haití, las Antillas Menores francófonas, la Guayana y la Luisiana, como señala D. Taylor («Use and disuse of languages in the West Indies». En Caribbean Quarterly. Port of Spain. 1958. Vol. 5. No. 2. Pp. 67-77). Asimismo, un anglicista se interesará por el «inglés caribeño» de Jamaica, Antillas Menores, Guyana, así como el utilizado en la llamada costa atlántica –caribeña- de Costa Rica, Guatemala, Honduras y Nicaragua, apunta R. B. La Page («The language problem in the British Caribbean». En Caribbean Quarterly. Port of Spain. 1955. Vol. 4. No. 1. Pp. 40-49).

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