México celebra 40 años de la Casa de la Cultura de Tijuana

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Ubicada en un punto estratégico que le permite absorber influencias de ambos lados de la frontera, la Casa de la Cultura de Tijuana celebra 40 años de existencia en los que se ha convertido en una cantera para nuevos talentos en el norte del país y en un símbolo de la conexión entre México y EE.UU.

La cantante Julieta Venegas, la soprano Mónica Abrego o la actriz Naomí Romo son algunas de las figuras que han pasado por las puertas del edificio ubicado escasamente a un kilómetro de la línea que divide la concurrida ciudad del estado de Baja California con San Diego (EE.UU.).

Sentado en la escalinata que da acceso al edificio, de ladrillo y estilo neoclásico, Ramón Amezcua «Bostich» recuerda cómo en la Casa de la Cultura empezó su pasión por la composición y por la música electrónica, que más tarde fusionó con los sonidos norteños de la mano del grupo Nortec Collective.

En los años 80, «Tijuana era una ciudad muy pequeña y el único espacio para aprender música era aquí», apunta Amezcua, quien subraya que esta urbe «siempre ha sido un laboratorio donde convergen muchas culturas y naciones», debido a su carácter fronterizo.

Recuerda cómo él pudo disfrutar del contenido de las estaciones de radio estadounidenses de música electrónica, ya que las antenas californianas se colocaban en el lado mexicano porque así podían tener más potencia; también rememora cómo el club Iguanas acogió los directos de grandes bandas, como Nirvana, a los que se podía asistir por precios irrisorios.
«Todo ese flujo cultural entre las dos fronteras vino a enriquecer mucho, quedó reflejado en el aspecto musical», asevera el integrante del Nortec Collective.
Actualmente, la Casa de la Cultura es sede de la Escuela de Música del Noroeste, alberga cursos y talleres de diversas disciplinas artísticas y presenta exposiciones de pintura y escultura.

Una de la curiosidades que guarda el centro es que tiene un edificio gemelo ubicado en Yuma (Arizona). El de Tijuana fue construido en 1930 siguiendo como modelo al estadounidense y la única diferencia entre ellos es el color del ladrillo, rojizo en el mexicano y de un amarillo mostaza en el estadounidense.

La iniciativa de su creación fue «parte de un proyecto muy importante de la ciudad de iniciar una escuela donde los hijos de la población tuvieran acceso a una educación de excelencia», y fue financiada tanto por el gobierno de la ciudad como por los propios habitantes, comenta Miriam García, coordinadora del Museo de Historia de Tijuana.

Recorrer las aulas del edificio es ir descubriendo piezas de su historia, dado que este fue cambiando su función en varias ocasiones con el paso de los años hasta que en 1977 se convirtió en la Casa de la Cultura.

Una sala destinada actualmente al aprendizaje de arte todavía conserva su aspecto original a modo de una gran cocina, donde las jóvenes aprendían las tareas domésticas cuando el centro era una escuela femenina; en una esquina de la fachada se esconde una cápsula del tiempo que data de su fundación y no se abrirá hasta 2030.

El edificio incluso sirvió como centro de comunicaciones durante la II Guerra Mundial; hasta ese lugar llegaban telegramas que más tarde eran llevados a San Diego a través de un mensajero.

Toda su historia ha culminado en un edificio que, también por su aspecto externo, representa el mestizaje de la ciudad en el campo de la cultura.

«Hay una influencia de distintas visiones del mundo, distintas cosmogonías, que están presentes en diferentes construcciones y no solo en la Casa de la Cultura, también en los proyectos culturales de la ciudad; es un imaginario muy complejo», concluye García.

Publicado en HidroCalido
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