Raúl Zurita, poeta chileno: “Los poemas son la historia de los conjuros que levantamos contra la muerte”

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Por Rolando Curten y Lucía Cholakian Herrera – (Foto: Poetasdelfindelmundo.com)

“Al escribir su biografía, Raúl Zurita escribió la biografía de un pueblo” dice un miembro de la editorial Audisea que acompaña al poeta chileno en la presentación de la reedición de In Memoriam en Buenos Aires. Esta frase resuena no solo por su carga poética sino por cómo da cuenta del lazo inseparable entre la palabra de Zurita y la política e historia chilena. La obra, que compila muchos de sus poemas de la época de la dictadura en Chile, sirve como puente también para pensar a la memoria en América Latina: una construcción dolorosa, en muchos casos improvisada; y que late en la herencia de las generaciones que vinieron luego. Zurita escribe acerca de su experiencia y así también relata la de tantos otros, muchos de los cuales no pudieron vivir para escribirla.

Es difícil pensar a la poesía chilena contemporánea sin volver a Zurita. Por momentos, su obra parece el origen de todo: de los paisajes de su país, del dolor del terrorismo, de las estocadas casi mortales del amor. Pero hay pausas también en las que se recuerda lo fundamental: su obra no es un origen, es una convergencia. Explica una mañana de otoño porteña entre cafés y jugos que no comprende el lugar en el que se lo pone, o la enunciación en la que se lo intenta plantar, porque no lo sabe y porque jamás lo ha pensado. Raúl Zurita ahora es un señor grande, su tonada chilena se cierra sobre sí misma y en él se ve la incomodidad que genera la resistencia a un cuerpo que, inexorablemente, envejece. Tiene un último proyecto. Seguramente, para muchos, un nuevo origen.

Nos interesa comenzar hablando del tema de la memoria, ya que atraviesa un momento difícil en la región. En Argentina, por ejemplo, se está relativizando de nuevo el número de desaparecidos y se está reviviendo la teoría de los dos demonios. ¿Qué rol pensás que puede ocupar la poesía en la construcción de la memoria?

A la poesía le ha correspondido desde siempre el gran relato de la memoria y de la culpa. Eso parte con Homero. La poesía no puede hacer otra cosa, no es que uno pueda imponerle un papel; no existe otra posibilidad que la del recuerdo. No hay otra opción, porque el problema de los pueblos y de los países es que uno no se olvida de nada: ¿qué se hace con eso?, ¿se lo aplaca? Todo intento por eludir, por minimizar, por evadir, se suma a las futuras violencias. Ellas están hechas por las violencias mismas y por todo lo que se reprimió de las violencias anteriores. Como un espiral de todas las cosas que se van acumulando. Yo creo que la poesía es casi anterior a los hechos que tiene o ha tenido que narrar. Es como si fuésemos hijos de la muerte y de la poesía.

¿Existe un vínculo inseparable entre la poesía y la muerte?

Harold Bloom dice que el humano nació con Shakespeare, con la idea de la muerte. El momento fundante del humano es reconocer la muerte. El poema es la primera respuesta frente a lo incomprensible. Con la muerte nace el lenguaje. Los poemas son la historia de los conjuros que levantamos contra la muerte. Ocurre la guerra de Troya, y luego ocurren los bombardeos a niños palestinos, entonces vuelve a pasar. No es no-recordarlo. Yo de verdad creo que cuando se mata a un ser humano, se lo mata para siempre, para siempre en todas partes. “Por quién doblan las campanas… doblan por ti”. El dolor es total. Cada niño masacrado, cada mujer muriéndose… o el niño que trabaja sacando agua, y mataron a sus madres… uno se llega a preguntar si la humanidad merece la pena de existir. Si eso que llamamos humanidad es digna del instante del universo que le tocó. Creo que hay una respuesta a esto: creo que si la gente no se suicida colectivamente viviendo en condiciones tan desesperadas es porque tienen todavía el día de mañana. Tú puedes vivir 72 hs sin agua, pero no puedes vivir ni diez segundos sin una imagen parcial del mañana. Entonces somos una raza de asesinos condenados a construir el paraíso: mientras no lo construyamos, vamos a estar acá.

Una vez dijiste que los muertos están fuera del lenguaje. ¿Creés que tu trabajo le ha dado lenguaje a los muertos de todos?

Creo que todos hacemos eso todo el tiempo, no lo podemos evitar. Le damos lenguaje a los muertos. Cada uno es como el puerto de llegada de un río inmemorial de muertos. Y estamos acá. La existencia de uno es la existencia de todo lo que ha hecho posible que uno sea. Entonces cuando hablas, interpretas la partitura que te han dejado los muertos y la modificas un poquito. Las lenguas son como grandes mares, el mar del lenguaje. Y solamente allí se resucita, en el lenguaje, y es una experiencia. Cuando uno ve, está viendo también por todos los que han visto.

¿Creés que a vos se te adjudica ese rol, el de hablar con la voz de los muertos en Latinoamérica?

No tengo idea de qué se me adjudica. Soy un ingenuo. Yo me he preguntado quién es el que toma la voz que a uno lo hace escribir, o expresarse con una voz distinta a la que uno usa para ir a comprar pan. ¿Qué pasa ahí? ¿Quién ocupa tu cuerpo? ¿Quién te ocupa? No tengo respuesta, pero sé que en lo que escribo no hay deliberación, no hay opción de elegir. No elijo yo. Tengo respuestas pero son tardías: aparece Chile, aparecen las playas, aparecen las montañas. Es como si yo tuviera un abrigo que nunca me ha importado. Cuando viene el golpe de estado en Chile, de Pinochet, empezaron con las cosas patrióticas estúpidas: los soldados desfilando por el mar, el aire, la tierra: ese traje está en mis miedos. ¿Cuál será el significado de las cosas: el significado de la palabra Chile, el significado de la palabra patria, el significado de las cordilleras; el que le quiere dar el fascismo, o el que le da Víctor Jara o la Violeta Parra?

Hablás de una resignificación de los elementos que componen Chile…

Entonces se comienza a renombrar todo, ¿te fijas? Por eso lucha por el significado. Creo que eso tiene que ver mucho, porque no soy solo yo: con el último discurso de Allende, cuando sabe que se va a morir y deja abierto el futuro (“Mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor…”). Entonces es una lucha tremenda al nivel del lenguaje. Porque existió ese discurso, el fascismo no triunfó completamente.

¿Escribís poemas sueltos o siempre dentro de un marco mayor?

Siempre me han dado gracia los tipos que andan con libretas abajo del brazo, porque si es importante te vas a acordar. Claro que escribo a veces poemas sueltos, pero siempre estoy detrás de una obra mayor.

Pablo De Rokha, otro poeta chileno de militancia comunista como Neruda, afirmó que él era religioso en el alto sentido de la palabra, no por ir a misa o tragar hostias, sino en un sentido más profundo. Diana Bellessi, poeta argentina, dice que la poesía no es un hecho comunicacional, sino comunional, crea comunión. Me sorprendió enterarme que vos no eras religioso, porque en tu obra tu yo lírico usa el tono de los salmos. ¿Cómo ves esa faceta religiosa de tu poesía?

Yo creo que Dios es inseparable de la historia de la lengua castellana. El castellano es la lengua de la inquisición, de la reconquista, de la conquista de América. Hablar es también repetir o reiterar la historia de una lengua. Cuando tú escribes es como que dos fuerzas luchan: una, lo que tú quieres decir; y otra, lo que la lengua quiere decir a través tuyo. Ella tiene su historia. Y generalmente las grandes obras son cuando triunfa la voluntad de la lengua, no del que escribe. Si tú sacas Dios de la lengua castellana, queda un agujero más grande que la Cuenca del Pacífico. No seríamos nosotros, diríamos otras cosas.

Mira, tú nombraste a De Rokha. De Rokha es un poeta que yo admiro profundamente, y él es fundamentalmente una revolución de las formas, una revolución formal.

¿Esto lo relacionás con el trabajo que hiciste con CADA (Colectivo de Acciones de Arte)?

El trabajo con CADA fueron 10 años de mi vida, fue una experiencia bonita y fuerte.

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CADA (Colectivo de Acciones de Arte) (Raúl Zurita; Fernando Balcells; Diamela Eltit; Lotty Rosenfeld; Juan Castillo): El fulgor de la huelga

Y ahora, tu experiencia más reciente es con la música junto a “González y los Asistentes”.

No son cosas que piense, solo las hago. No es una búsqueda consciente. Me encanta hacerlo, lo paso bien. Ellos me escucharon recitar y surgió hacer algo juntos. Pero estoy mucho más comprometido creativamente con el arte visual. Pero trato de estar en todo, al mismo tiempo.

Hablando de experimentación, en tu libro INRI tenés un poema escrito en braille…

Sí, pero tiene un sentido. Hay un poema en braille, ¿pero qué dice?: “Te palpo, te toco, y las yemas de mis dedos buscan en la oscuridad las tuyas porque si yo te amo y tú me amas, tal vez no todo esté perdido”. Si uno supiera braille podría sentir eso.

¿Y ahora qué se viene, tenés nuevos proyectos?

Tengo un proyecto, sí, son 22 frases proyectadas sobre un acantilado. Sobre el acantilado de la costa chilena, unos tremendos acantilados: yo lo llamo el último proyecto. Es un poema, son 22 líneas. Se proyecta en la noche, y es un poema que solo puede ser visto en la noche. Cuando yo hice las locuras autodestructivas, quemarme la cara y eso, eso no fue performance, no había fotógrafos ni nadie, lo hacía solo, y luego le encontré un sentido. Después hice cosas que creo que tienen que ver más con la luz del día, la escritura sobre el cielo o en el desierto. Y esta obra sobre los acantilados la pienso como una obra nocturna, como la obra del fin. La última frase es “Verás no ver, y llorarás”. /mientras nos cuenta su nuevo proyecta Raúl musita los versos que componen el poema, como si la boca se le hiciera agua al pensar en los acantilados chilenos y en su obra proyectada /. El “llorarás” será la única frase que quedará junto al ruido del mar, ya que solo se verá de noche y con la luz del día la obra desaparecerá.

¿Cómo recibe la comunidad chilena este tipo de intervenciones? ¿Hay una relación cotidiana con la palabra?

Mira, en mi caso particular hubo una época en que fue muy buena, luego anduvo todo mal, y luego comencé a encontrar todo bien de nuevo. En nuestros países estamos muy atontados, el neoliberalismo nos tiene muy atontados. No digo que Chile sea más resentido que otros países… pero no hay mucho apoyo.

¿Tenés contacto con poesía nueva, con poetas jóvenes?

(Menciona al poeta chileno Héctor Hernández Montecinos, quien escribió la contratapa de su libro INRI). A partir de él surgieron escrituras ambiciosas, se corren riesgos. La máxima ambición artística para mí es el Ulises de James Joyce, una novela que va desde las 8 de la mañana hasta la noche en que el protagonista vuelve a su casa. Y relata un día y no se da cuenta que ese día es igual a los años que Ulises tarda en volver a su hogar, y esa relación es tan importante como la teoría de la relatividad. Y luego Joyce dice: “ya hice el día, ahora voy a hacer la noche”, y escribe Finnegans Wake, que la tradujo un argentino y es increíble, y en esa ambición se hizo real su sueño: enloqueció. La única forma de enfrentar tu ambición artística es negarte a reconocer los límites que te imponen los demás, pero puede ser un fracaso rotundo… y eso creo que se ve también en la forma, yo no tengo nada contra las formas, bien podría aparecer un soneto increíble, pero no me gusta aquel que usa un verso sin cuestionárselo; es una cárcel, es como decir “qué bonita es mi cárcel.” Para eso rómpanla. Salgan de la cárcel, rómpanla.

Siento que si tú trajeras un marciano y lo colocas aquí, y está condenado a leer únicamente los últimos 50 años de poesía, puros libros de poesía, creería que aquí no ha pasado nada (ríe). La poesía se volvió una cuestión tan autista, tan del yo, tan centrada en sí misma que es insoportable. Nicanor Parra, que es un tipo al que admiro también, escribió la famosa consigna “los poetas bajaron del Olimpo”, para ocupar el rol de los seres de la calle, nuevas experiencias… lo hicieron, qué bien. Ya se lo comieron todo, lo hicieron todo. Ahora, es hora de que vuelvan al Olimpo a trabajar de nuevo y a tomárselo en serio.

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