Raúl García Zárate, guitarrista andino

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El viaje a la eternidad de Raúl García Zárate, la guitarra del Perú

Abrazado a su guitarra, Raúl García Zárate ingresó a paso lento al escenario del Teatro Nacional. Noche de verano del 2015. Los músicos de la Orquesta Sinfónica Nacional lo aguardaban todos de pie. Una fractura en el brazo izquierdo, tras un accidente ocurrido dos años antes, lo había mantenido distante, ausente. No era de extrañar entonces la tensión que se respiraba en este reencuentro, acaso histórico, con su público.

Solo frente al universo, Raúl García Zárate dejó brotar desde su alma una marinera tradicional de su natal Ayacucho. Tres minutos del sonido limpio de su guitarra. Una eternidad. Desde la galería del recinto cultural más importante del país las almas estallaron en aplausos.

El maestro ejecutó luego aquel huaino que había grabado en 1966 y que mereció el inmediato elogio de José María Arguedas, Adiós pueblo de Ayacucho. Lo hizo acompañado por la orquesta sinfónica, con la batuta de Fernando Valcárcel. Esta vez la ovación se hizo más eterna, infinita. Hubo lágrimas de pura emoción. El maestro partió a paso lento, siempre abrazado a su guitarra y a su humildad.

Aquel fue el último recital que ofreció en vida el más importante investigador y ejecutor de la guitarra del Perú, fallecido ayer en el hospital Rebagliati, víctima de un cuadro de neumonía severa.

La trascendencia

El musicólogo Camilo Pajuelo Valdez, en su tesis de maestría en la Universidad de Helsinki (Finlandia), reconoce en García Zárate al “guitarrista peruano de mayor trascendencia en el siglo XX”. Diez discos de vinilo, grabados como solista en Sono Radio y otros sellos, sintetizan una parte del vasto legado que el maestro dejó a este país de repertorio inacabable.

Nacido el 12 de setiembre de 1931 en una casona de Huamanga, Raúl García Zárate conformó con su hermano Nery el dúo de los Hermanos García Zárate. Sobre la marcha, depuró una técnica impecable y trasladó un nutrido repertorio de la música peruana a las seis cuerdas de su guitarra, cuyo sonido se hizo universal.

Conoció a Atahualpa Yupanqui. En los años ochenta participó en Hamburgo en una jornada internacional de guitarra, que también tuvo entre sus invitados a Andrés Segovia. En Francia participó en recitales de guitarra llegando a interactuar con el también célebre argentino Jorge Cardoso y con Abel Carlevaro.

Humberto Amorim, un guitarrista brasileño y reconocido investigador de la obra de Héctor Villa Lobos, confesó este año su admiración por García Zárate. “Desde niño lo escuché y para mí su nombre siempre ha sido como una leyenda”, comentó una tarde de marzo, en un café, mientras platicábamos junto con el peruano Ricardo Villanueva, a propósito del festival internacional más antiguo de la guitarra que se realiza en Lima, a instancias delInstituto Cultural Peruano Norteamericano.

Este festival tenía precisamente a García Zárate como asesor. “El solo hecho de leer su nombre para mí era un motivo suficiente para venir”, agregó emocionado Amorim.

El legado

Ricardo Villanueva fue uno de sus discípulos. Gracias al maestro ayacuchano, reflexiona, la guitarra andina tiene un sonido único que es reconocido en todo el mundo.

Abel Velásquez, concertista cajamarquino y también alumno suyo, recuerda que lo visitó en junio para tocarle unos arreglos suyos. “Caminaba más pausado”, recuerda. El maestro le pidió mantener siempre la autenticidad.

Coco Vega, guitarrista criollo que conoció al maestro a los 16 años, apunta que muy temprano lo retó a escudriñar la variedad de la música de su región, Piura. Rolando Carrasco, quien heredó su vocación por la investigación, reconoce que hemos perdido al guitarrista más influyente para el universo andino.

En 1980, cuando murió su hermano Nery, Ranulfo Fuentes compuso en su memoria El Pajarillo, un huaino de melodía y letras muy tristes. Hoy que partes abrazado a tu guitarra, ¿qué canto brotará entre las campanas de Huamanga, maestro Raúl García Zárate?

Datos

– Velatorio. El Ministerio de Cultura informó que los restos del maestro ayacuchano Raúl García Zárate serán velados hoy a partir de las nueve de la mañana, en la Sala Nasca de dicha institución (Av. Javier Prado Este 2465, San Borja).

Creador de un estilo propio, por Julio Mendívil

El Dr. Raúl García Zárate ha fallecido. Nacido en Soquiaqato, Ayacucho, don Raúl se convirtió con el correr de los años en el mayor representante de la guitarra mestiza ayacuchana, hoy conocida, gracias a él, como una guitarra elegante y de técnica depurada. Junto a su hermano Neri conformó el Dúo Hermanos García Zárate y grabó varios larga duración que son hoy clásicos de la música huamanguina. Junto a la música, ejerció la abogacía y una vez jubilado se dedicó por completo a la guitarra como solista. Fue como guitarrista que tuvo sus mayores logros. A decir de José María Arguedas el doctor, como lo llamábamos cariñosamente sus discípulos, perfeccionó el dominio de su instrumento para tocar mejor la música que había escuchado desde la infancia. ¿Fue García Zárate un folclorista?

Aunque suene arrogante decirlo, creo que muy pocos han sabido valorar su gran aporte a la guitarra andina. Él, sabedor de lo que valía, solía esconderse tras el engañoso concepto de la tradición. Pero don Raúl no fue un tradicionalista, aunque haya bebido de la música tradicional de los pueblos andinos y latinoamericanos incansablemente. Como pocos fue un verdadero creador. Pero su genio creativo estuvo centrado en la interpretación y no en la composición, como se suele esperar de un artista. Por eso, erróneamente muchos lo confunden con un mero perpetuador de antiguos saberes. Nada más falso. Raúl García Zárate no repitió ningún estilo. Creó uno propio. Y al hacerlo, llevó la guitarra andina a niveles de perfección nunca imaginados.

Como nadie supo aplicar la técnica de la guitarra académica a la ayacuchana, que había aprendido en tunantadas y serenatas. Así abrió el camino para intérpretes más novatos como Daniel Kirwayo, Manuelcha Prado, Julio Humala, Rolando Carrasco y Ricardo Villanueva, e incluso para charanguistas como Boris Villegas y Federico Tarazona, quienes, emulando al maestro, se abocaron a lo que, parafraseando a Mariátegui, llamaré de “creación heroica”. Porque la guitarra andina que hoy tocan numerosos jóvenes no es el resultado de un saber anónimo, es el producto de la depuración de ese saber en la persona de Raúl García Zárate.

Yo, como músico, como etnomusicólogo, le debo mucho. Siempre le estaré agradecido por su música y por su ejemplo de vida.

Publicado en La República

Raúl García Zárate: «Mi sueño siempre fue difundir la música de mi pueblo»

Por Luis Silva Nole

Arguedas describió a Raúl García Zárate como «el ejemplo más cabal y notable del guitarrista de la clase señorial que domina el repertorio completo de una ciudad andina, en la cual están, asimismo, representados todos los estratos sociales y culturales del Perú andino».

En junio del 2013, luego de sufrir una caída que le provocó una fractura en el brazo izquierdo que lo alejó de los escenarios, el concertista autodidacta de guitarra de música andina recibió al periodista Luis Silva Nole  en su casa en Surquillo y le concedió la que sería su última entrevista con «El Comercio»:

-¿Qué le dicen los médicos? ¿Volverá a tocar como antes?
Depende, me dicen. Hay que seguir con la rehabilitación. Es un proceso lento y largo porque han sido afectados los nervios. Eso dificulta el movimiento.

-Obviamente usted hará todo lo posible por recuperarse.
La verdad, mi ambición no es económica ni nada por el estilo. Para mí el arte ha sido una terapia valiosa en mi vida, un relajamiento, un placer. Me ha ayudado enormemente a superar problemas. Lo mismo pasa ahora. Digo: «Será la voluntad de Dios». No me siento deprimido, estoy resignado.

-¿No se obsesiona con volver a brindar conciertos?
No estoy con ansiedad ni desesperación, tampoco preocupación. Si me recupero, los daré.

-Pero ya han quedado grabados todos sus éxitos en discos.
Incluso antes del accidente edité un video tutorial, en formato DVD, sobre las afinaciones de la guitarra andina. Lo presenté el mes pasado en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, donde también se montó una exposición de mi guitarra, cuadros con recuerdos de mis viajes y muchos objetos relacionados a mi actividad musical.

-¿Si al final ya no pudiera volver a dar conciertos, seguirá practicando la digitación en su hogar?
Sí. Para mí es un entretenimiento. Todo esto sucede por los años, que pasan, pesan y pisan. Y ya me están pisando.

-¿Al margen del accidente, siente a sus 81 años que ya dio todo lo que podía en la música?
Nunca he dejado pasar alguna inspiración. He logrado editar y grabar lo suficiente. Mi sueño siempre fue tratar de difundir la música de mi pueblo y de los demás pueblos andinos.

-¿Siente que lo logró?
Sí, porque cuando vine a Lima, a la San Marcos, noté un rechazó de los costeños hacia la cultura andina. Me dije que algún día iba a imponer la música andina. Comencé a dar conciertos hasta que me oyeron en Sono Radio y pude grabar con ese sello. He hecho también cuadernos de guitarra y hoy tengo seguidores que siguen difundiendo la música ayacuchana.

-¿Cómo hizo para poder estudiar Derecho, servir 25 años en el Poder Judicial y nunca apartarse del arte?
Con disciplina. Siempre sentí el arte como un placer, pero nunca dejé de estudiar. Me titulé de abogado porque seguí una enseñanza sabia de mi padre. Cuando yo tenía 12 años nos dijo: «Hijos queridos, en la sociedad actual, el que no tiene título no vale nada. Hagan un esfuerzo y les va a ir bien en la profesión que les guste». Él moriría dos años después.

-¿Entonces, siempre quiso ser abogado?
Yo quería ser médico, pero éramos siete hermanos y mi madre no iba a poder sostener los estudios de todos. Medicina iba a costar mucho. En Huamanga, mi padre nos enseñó su negocio de venta de productos de la región. Ahí yo trabajaba y a la par practicaba guitarra. Y me decidí por Derecho para defender los derechos de mi familia. Estudié dos años de letras en la Universidad de San Antonio Abad del Cusco, luego vine a Lima. Pero nunca dejé el arte.

-¿Tampoco durante su paso por el Poder Judicial?
Tampoco. Ahí era secretario y relator del tribunal.

-¿Cuántas condecoraciones ha recibido?
Ya perdí la cuenta.

-¿Y por cuántos países ha paseado su música?
También perdí la cuenta. América, Europa, Asia. Tantos países. Tuve el honor de compartir escenarios con los más grandes concertistas clásicos, como Andrés Segovia en Alemania, y tantos otros.

-¿Se valora la música andina más afuera que dentro de nuestro país?
Así parece. Por eso le digo a los jóvenes que no tengan el prejuicio social que los españoles nos dejaron. Nuestra música tiene un mensaje auténtico de nuestro pueblo. Y hay que respetar sus características. No hay que distorsionarla. Hoy lamentablemente se hacen mezclas.

-¿Con cuáles de sus etapas se queda como músico: cuando quería romper prejuicios, con la fama o la tranquilidad que dan los años?
Nunca tuve ambición económica o de figuración. Lo que viene a mi mente es más bien el inicio. A los 7 años comencé a tocar a escondidas de mi padre porque él creía que los guitarristas eran bohemios. Aprendí oyendo a otros. Cuando tuve 13 años, un tío le contó a mi padre. Recuerdo que papá me pidió que tocara para él, le gustó y me regaló una guitarra. Y me dijo que en la música siguiera mis raíces andinas. Y eso hice.

-¿Alguna anécdota que nunca olvidará?
Cuando de niño di mi primer concierto como solista, la gente se rio. Supe después que fue porque como era chiquito pareció que la guitarra entró sola al escenario y porque mis pies colgaban de la silla.

-¿Tiene pensión de gracia?
No. Bueno fuera. Ya no me quedan muchos años. Mi pensión de jubilado es de 1.200 soles y por ser Amauta, el Estado me da apenas 200 soles al mes.

Publicado en El Comercio
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