Pasión, dolor y arte: el amor de Frida Kahlo y Diego Rivera

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Historias de pasión, locura y muerte: Diego Rivera y Frida Kahlo

Por Juan Carlos Boveri

 

En 1913, una niña de seis años sufre un ataque de poliomielitis. No es más que el comienzo de una larga lista de desgracias que tendrá que vivir. Queda con una pierna más delgada que la otra y, ya en la adolescencia, se inscribe en la Escuela Nacional Preparatoria de la Ciudad de México, la más prestigiosa del país. Es el año 1922.

Pronto se hace famosa en la escuela. No por sus dotes de estudiante sino por su rebeldía y por ser la jefa de un grupo de alumnos díscolos que todo el tiempo toma a los profesores como centro de bromas.

Unos años después, en 1925, cuando ya ha estudiado técnica de grabado porque le atraen las artes plásticas, sufre un accidente con el tranvía. Se le rompe la columna vertebral. varias costillas, el cuello; la pelvis y un pie se quiebran. A partir de entonces, su vida queda ligada a la enfermedad. Para que pueda sostenerse en pie, en los próximos años y hasta el último de sus días, será operada más de treinta y cinco veces.

Pero es una muchacha de carácter enérgico. No se deja vencer muy fácilmente. En la cama, casi sin poder moverse, se dedica a pintar . Con los años, llegará a ser una pintora famosa en todo el mundo y su vida se convertirá, casi, en una leyenda. Ella es Frida Kahlo.

Mientras a Frida le pasan estas cosas, un pintor llamado Diego Rivera recorre el mundo aprendiendo pintura y conociendo a gente como Picasso o Valle Inclán. Como es muy enamoradizo, en París se casa con una pintora rusa talentosa, Angelina Petrovna Belovna, que obtendrá fama con el seudónimo Angelina Beloff. Diego tiene un hijo con ella. Le ponen su mismo nombre, pero también él pasa sus malos momentos: el niño muere al año de nacer.

Rivera no es la clase de hombres que se caracterizan por ser fieles. Estando casado, mantiene relaciones con otra pintora rusa muy destacada, Marevna Vorobe-Stebelska y tiene una hija con ella. Marevna es una mujer adelantada a su tiempo, independiente y acostumbrada a hacer lo que se le dé la gana. Al terminar su romance con Rivera, no dejará de repetir el resto de su vida que él ha sido el gran amor de su vida.

Después de acabar con sus apasionados romances europeos, Diego regresa a México. En 1922 lo contratan para pintar el que será su primer mural en la Escuela Nacional Preparatoria. Justamente la escuela donde estudia Frida.

Rivera tiene 36 años y Frida 15. No es mucho lo que pasa entre ellos, apenas algunas conversaciones mientras él pinta. Hacia fines de ese año, Diego se casa por segunda vez. Ahora, la esposa es Guadalupe Marín, una indígena de largos cabellos negros y enormes ojos oscuros, a la que llaman “La Gata Marín”. Tiene dos hijos con Guadalupe pero no dura mucho con ella. Diego se reencuentra con Frida, que ya está un poco más crecida. Los dos son comunistas y militantes activos en el partido. Como Diego es muy creyente en el matrimonio, después de su separación, se casa con Frida en 1928.

El matrimonio tiene bastantes altibajos. Frida no puede tener hijos por sus problemas de salud y las operaciones que ha tenido. Diego siempre ha sido un hombre de andar detrás de las mujeres. Así que tiene unos cuantos amoríos, incluida la hermana de Frida. Por supuesto, Frida no los ignora. Algunas veces, se enoja y, en otras, es tan infiel como él. Ella es muy amplia: tiene relaciones sexuales tanto con hombres como con mujeres.

El matrimonio, llamado “el de un elefante con una paloma” por el voluminoso cuerpo de Rivera y la pequeñez de Frida, fue exitoso en el arte y, seguramente, algunos días, en otros asuntos más íntimos. Diego ya se había hecho muy famoso en todas partes, especialmente en Estados Unidos. En este país, Rivera muestra algunas contradicciones: es comunista militante, combate al capitalismo pero es amigo de magnates y de artistas de Hollywood, con los que comparte fiestas muy divertidas y con los que gana dinero haciendo obras a pedido.

Frida, entre tanto, es considerada como una pintora surrealista. Sobre esa clasificación, tan propia de los hombres que necesitan tener cada tarro con su rótulo, ella les responde: “Me consideran surrealista y jamás pinto mis sueños. Solamente pinto mi vida”. Aceptando los consejos de su marido pasa el tiempo vestida como él quiere: de mexicana típica y sin depilarse las cejas ni las axilas. Rivera sabía hacer publicidad con sus productos: los vestidos largos y coloridos, los collares y las cejas cejijuntas forman parte de la imagen característica de Frida. Claro, a ella le gustaba vestirse a la europea pero, igual que la mayoría de las mujeres, por más Frida Kahlo que se sea, renuncia a lo que prefiere para darle el gusto al marido.

León Trotsky era uno de los principales hombres de la revolución rusa de 1917. Él y Lenin fueron los teóricos y organizadores del plan que llevó a los comunistas al poder. Hasta la muerte de Lenin, todo fue bien para Trotsky y, sin duda, tenía los méritos para sucederlo. Pero Stalin no pensaba igual. Se opuso a él y terminó encerrándolo en una prisión y, luego, echándolo de Rusia.
Trotsky recorrió unos cuantos países hasta que llegó México, en 1937. Lo acompañaba su esposa, Natalia Sedova. Ella era una revolucionaria completa y formaba con León una pareja inseparable. Un modelo de matrimonio para todos los comunistas.

El matrimonio se hospedó en la casa de Rivera y Frida, “Casa Azul”, en Coyoacán. Trotsky tenía cerca de sesenta años y Frida unos treinta. Rivera viajaba mucho y Natalia confiaba en su esposo. No había nada que se opusiera al romance. Una mujer comunista no podía desaprovechar la oportunidad de acostarse con alguien así. Y para un hombre siempre es atractivo acostarse con una mujer más joven. Aún mejor si es una pintora famosa. Más todavía, si se piensa que en la misma casa anda la propia esposa. Claro, está el detalle de que Trotsky era un refugiado político y que Rivera le había abierto la puerta de su casa dándole albergue. Pero el sexo no se fija en estas cuestiones y la moral que se pregona suele meterse en un cajón según sea la ocasión.

El final fue que León y Frida se dieron el gusto. Él regreso a su matrimonio ideal con Natalia Sedova; se fue a vivir a unas cuadras, en otra casa de Coyoacán; resistió un atentado a balazos encabezado por el pintor David Siqueiros; hasta que, en una trama mucho más elaborada; Ramón Mercader le partió la cabeza con un pico. Trotsky fue asesinado en 1940. El año antes, Frida se había divorciado de Rivera. Cuando Trotsky murió, la metieron presa. Fue acusada de asesinato. Rivera también fue detenido. No habían sido los culpables ni cómplices, como sí lo habían sido muchas de sus amistades y celebridades mexicanas.

A pesar de las acusaciones policiales y el mal momento, todo eso fue bueno para la pareja de Diego y Frida. Como si nada se interpusiera ya entre ellos, volvieron a casarse.

Los dos siguieron con su matrimonio sin cambiar demasiado sus estilos de vida. Cada día se hacían más famosos mientras la salud de Frida desmejoraba sin pausas. Para los comienzos de los años 50, los problemas de Frida comenzaban a ser bastante graves. En todos los años de su vida, desde su parálisis infantil y el accidente de tranvía, había entrado y salido de los hospitales. Había tenido suficiente temple para soportar todo. Pero, tarde o temprano, se llega al límite.

En 1953, Frida está en un hospital. Una pierna sufre de gangrena. Le cortan la pierna. Después, Frida ya no es la misma. Por primera vez, en público, se la ve deprimida. Rivera se mantiene en todo momento a su lado, por lo menos, en todos los momentos en los que puede. La lleva a “Casa Azul”, en Coyoacán, y la ve dedicándose a escribir poemas. Ella no tiene ganas de hacer otra cosa. Para esos días, Rivera, en una conversación privada, le dice a una vieja amiga: “La veo sufrir tanto que, a veces, pienso en matarla para acabar con ese sufrimiento”.

Escribiendo poemas sobre el dolor y el remordimiento, Frida parece saber su final. Escribe: “Espero alegre la salida y espero no volver jamás”.

No era la clase de mujer que hubiera vacilado en suicidarse. En esos días, lo intentó un par de veces. Quizás, logró hacerlo. O no. A lo mejor, todo fue natural y el mismo destino que decidió para ella una vida de sufrimiento decidió acabar con eso.
Frida murió en julio de 1954. No se hizo ninguna autopsia y su cuerpo fue rápidamente incinerado.
Diego Rivera, al otro año, se casó con Emma Hurtado. No duró mucho el matrimonio. Rivera se murió en 1957.

Publicado por Entretanto Magazine
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