Endulzar la palabra

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Por Susana Rico

Endulzar la palabra es una exposición sobre la resistencia sociocultural y los procesos de sanación que cada pueblo indígena del país adoptó como medida para la resistencia. La palabra es poderosa. Su capacidad transgresora es reconocida por estos pueblos, que construyen su identidad y su cultura alrededor de lo nombrado.

Sin embargo, para las comunidades indígenas que habitan en Colombia, la palabra se vio obligada a convertirse en un nuevo instrumento. Uno que les permitiera sanar las heridas que los conflictos han dejado en sus culturas. Con este propósito, desde hace algunos años el Centro Nacional de Memoria Histórica ha diseñado proyectos para trabajar en los resguardos indígenas. De esta manera, abren espacios para que estos grupos diversos compartan sus vivencias y estrategias para superar las adversidades que, por desgracia, tienen en común.

Esta muestra artística, creada a partir de uno de esos proyectos, es la primera en su tipo que se expone en el Museo Nacional. Ocho pueblos indígenas: Bora, Ocaina, Muinane y Uitoto M+N+KA de La Chorrera, en el Amazonas (AZICATCH); Wiwa, de la Sierra Nevada de Santa Marta (Golkushe Tayrona); Awá de Nariño, Putumayo y Ecuador (Gran Familia Awá Binacional); Nasa del norte del Cauca, Chab Wala Kiwe (ACIN), y Barí del Catatumbo (ÑATUBAIYIBARI) acercarán a los asistentes a los resultados de sus trabajos culturales en torno a la memoria y la construcción del presente.

Cortesía: Museo Nacional.

De acuerdo con Patrick Morales, coordinador del Centro de Memoria Histórica, “los pueblos presentes en la exposición logran resignificar, nombrar y de cierto modo, endulzar la memoria. Esto no significa que las comunidades se olviden de su pasado. Al contrario, la presencia del pasado es una manera para construir un presente menos hostil”. En otras palabras, estas representaciones deben visibilizarse cuando se intenta construir un país más pacífico.

La exposición integra dibujos, fotografías y relatos audiovisuales para lograr un acercamiento total a las perspectivas indígenas. Morales asegura que “el reto más grande es acercarse por primera vez a las comunidades. Aunque quieren visibilizarse más, también desean guardar muchas de sus costumbres en secreto. No quieren arriesgarse a perderlas”.

Aunque la contradicción es evidente, Amílcar Chapués Guevara, representante del pueblo Awá, afirma que «el territorio y la palabra son representaciones de la vida. Desde hace muchos siglos, nuestras tierras abundantes se cubren de sangre y miseria. A pesar de estar en marcha la construcción de una Colombia en paz, los indígenas todavía son víctimas de masacres, robo de tierras y violaciones a los Derechos Humanos».

Cortesía: Museo Nacional.

La muestra artística se divide en seis espacios diferentes creados a partir de los elementos más importantes de las culturas indígenas:

Disposición a la escucha, un lugar diseñado para que los asistentes se aproximen a los pueblos a través de sonidos propios de los lugares que habitan y relatos contados en lenguas nativas y en español que proponen ejercicios para sanar las heridas de la guerra.

Caminar el Territorio es un recorrido por los territorios de las comunidades. Los asistentes podrán aproximarse a nuevas interpretaciones sobre la memoria, el olvido y la reconstrucción de la historia.

Iluminar la memoria desde lo propio es un espacio en el que se mostrarán las acciones que los habitantes del pueblo Awá del sur han realizado luego de ser víctimas del conflicto armado.

Trazos de un territorio sagrado es una parte de la exposición en la que todas las culturas participantes convergen. A través de varios elementos visuales se mostrarán las graves consecuencias que deja la guerra, la muerte y el desplazamiento. Sin embargo, también es un espacio para conocer las propuestas y estrategias que han usado para continuar

Viva la Guardia, Viva la Minga es un espacio en el que se conocerá el papel de la Guardia Indígena en los procesos de acompañamiento para sanar las heridas de la guerra y vivir en lugares equilibrados y armónicos.

Amanecer la palabra es un espacio circular que simula los centros espirituales y de reunión de muchos de los pueblos. En él, la palabra cobrará vida para los asistentes, que podrán participar en varias actividades.

Endulzar la palabra se inaugura el 1 de diciembre. La exposición estará presente hasta el 25 de febrero en el Museo Nacional en Bogotá.

Publicado en RevistaArcadia

Endulzar la memoria para pervivir y recordar

Aunque hay recuerdos que nunca se olvidan, no es fácil darle forma a la memoria colectiva. Más aun cuando la historia duele y hay episodios que han sido cargados por décadas con tristeza.

El Centro Nacional de Memoria Histórica estuvo trabajando de la mano con miembros de ocho grupos indígenas del país durante cuatro años, en un proceso que buscaba que la juventud de las comunidades resignificara recuerdos amargos.

La reconstrucción de memoria involucró a los pueblos wiwas, de la Sierra Nevada de Santa Marta; barís (Catatumbo), awás (Nariño y Putumayo), nasas (norte del Cauca) y boras, ocainas, muinanes y uitotos M+N+K+A de La Chorrera, en el Amazonas.

El resultado fue la exposición ‘Endulzar la palabra, memorias indígenas para pervivir’ que se exhibe hasta el 25 de febrero del 2018 en el Museo Nacional de Colombia.

La muestra está construida a partir de seis momentos o estaciones que reúnen fragmentos de la memoria de estas comunidades. Su propósito fue dar un paso hacia adelante para curar, sin olvidar nunca los momentos que marcaron la construcción de su propia historia.

“Al principio fue un proceso de investigación local de estos ocho pueblos que estaban trabajando en perspectiva de hacer un proceso de memoria histórica y documentar sus afectaciones y resistencias durante el conflicto armado”, contó el antropólogo Patrick Morales, coordinador del equipo de enfoque étnico del Centro de Memoria Histórica.

Aunque el Centro acompañó los procesos y estuvo presente en algunos de los recorridos por los territorios indígenas, gran parte de la investigación se desarrolló en el interior de las comunidades.

Los jóvenes escucharon a sus mayores y conocieron las historias de sufrimiento de sus pueblos para darles una nueva interpretación. 

“Nadie va a sentir el dolor ajeno como el propio y es difícil que un visitante sienta como suyos todos los hechos negativos que pasaron en nuestra cultura, pero la idea que queremos transmitir es que hay algo que hay que reparar y que de alguna forma tenemos que sanar. Debemos endulzar ese hecho indebido, transformar algo negativo en algo bueno”, dijo Gil Farekatde, vocero de la comunidad uitoto M+N+K+A del Amazonas.

Los pueblos pertenecientes a la Asociación Zonal de Cabildos y Autoridades Tradicionales de La Chorrera (Azicatch), entre ellos las comunidades Uitoto M+N+K+A y Ocaina, han cargado con el dolor de la esclavitud y la matanza de sus ancestros por más de cien años.

A finales del siglo XIX, los indígenas de estos grupos fueron sometidos a trabajar bajo condiciones inhumanas en centros caucheros cercanos a los ríos Putumayo y Caquetá. Fueron torturados, heridos y asesinados en un episodio que por poco asegura la extinción de las comunidades de La Chorrera.

Uno de los momentos de la exposición es ‘Caminar el territorio’, que según María Luisa Moreno, curadora de la exposición, significaba reconocer que el territorio también fue violentado. “Los grupos indígenas siempre nos hablaban del territorio como un sujeto y lo que nos decían es que las personas de afuera veían el territorio simplemente como un objeto”, dijo.

“En esta sección de la muestra se relatan las memorias sobre lo que pasa en el territorio, cómo ha sido herido y cómo también es una víctima. No solo por la extracción petrolera o minera, sino por los animales que desaparecen y las plantas que ya no se pueden usar para la medicina tradicional”, contó la curadora.

Dibujos hechos a mano por miembros de las comunidades wiwa y barí muestran animales y plantas que han desaparecido de sus territorios ancestrales o que se encuentran en peligro por la guerra.

“Queremos transformar la visión de la memoria que a veces se concibe en el país a partir del sufrimiento y la tristeza. Queremos mostrar una memoria que habla de sanación y equilibrio”, contó Yeismith Armenta, perteneciente al pueblo wiwa de la Sierra Nevada de Santa Marta.

En otra sección de la exposición, ‘Iluminar la memoria’, se brindó un espacio para recordar y observar la resignificación de dos de los hechos más violentos que han sufrido las comunidades indígenas en Colombia: el genocidio de La Chorrera y la masacre de Tortugaña, en Telembí, Nariño, en territorio del pueblo awá.

“Esa masacre incluso cambió de nombre. Ese evento ahora se conoce como ‘¡Ñambí, Telembí viven!’ en homenaje a dos niños que fueron arrancados del vientre de sus madres en el acto perpetrado por las Farc”, contó Patrick Morales, del Centro de Memoria Histórica.

El recorrido está acompañado por ilustraciones de Juan Carlos Gittoma, quien pertenece al equipo de investigación del pueblo uitoto y decidió representar los relatos orales de sus mayores a través del dibujo.

Las comunidades indígenas tomaron este espacio también como una oportunidad para hacer denuncias, a veces no muy conocidas, sobre lo que ocurre en sus territorios.

“Hemos querido mostrar las distintas olas de violencia que nos ha traído la gente externa desde el tiempo de la conquista española. Nosotros hemos defendido la tierra, pero la guerra nunca ha sido nuestra. La guerra nos la han traído a nuestros territorios, así que defendemos el territorio para pervivir”, afirmó Acucuara Bashuna, líder del pueblo Barí, que en su historia recibió ataques de las Farc, el EPL y los paramilitares.

‘Endulzar la palabra’ está complementada con el lanzamiento de la investigación ‘Maleta de memorias étnicas’, que arroja luces sobre el tema en otras regiones del país y que se puede encontrar en la página web del Centro de Memoria.

La exposición finaliza con un espacio circular llamado ‘Amanecer la palabra’ que se presta como un lugar de diálogo y reflexión donde habrá distintas actividades hasta febrero con la participación de los pueblos indígenas y el Centro de Memoria.

Publicado en El Tiempo

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