Chile: Los archivos de Aylwin

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Cuenta el historiador Carlos Bascuñán, quien fuera su yerno, que Patricio Aylwin (1918-2016) se resistió a elaborar y a que le elaboraran un volumen de memorias. Su historia, creyó, se armaría por fragmentos en las cabezas de quienes accedieran a sus archivos.

Hoy, y como no ha pasado con otro presidente chileno, los documentos de Aylwin están disponibles masivamente para la consulta. Si desde hace un tiempo se encuentran a un clic el archivo presidencial (bit.ly/2jc0Ltn) y sus discursos como senador (historiapolitica.bcn.cl), ahora se suman cartas -enviadas y recibidas-, recortes de prensa, escritos de juventud y discursos partidarios, en su gran mayoría inéditos.

En la casa de calle Arturo Medina, donde vivió por 57 años, el líder demócrata-cristiano conservaba un kárdex con unos 5 mil documentos fechados entre el 1° de junio de 1931 y el 11 de marzo de 1990, y que hoy son propiedad de la Fundación Patricio Aylwin: es el Repositorio Digital Archivo Patricio Aylwin Azócar (www.archivopatricioaylwin.cl).

De los 5 mil documentos, ya hay 1.400 digitalizados, que cubren hasta 1973. Al decir de Magdalena Eichholz, colega de Bascuñán y autora, con él, de la investigación y del proyecto digital, en estos documentos se reconoce no solo al político, “sino también al hombre responsable, ordenado, respetuoso e íntegro”.

Fue igualmente voluntad de Aylwin que este material se diera a conocer en su integridad y por ello, destacan Bascuñán y Eichholz, “no ha sido objeto de selección alguna”. Acoge, entonces, luces y sombras, e incorpora en su texto introductorio una expresión de deseos: “Esperamos que quienes utilicen estas fuentes históricas lo hagan en forma responsable, respetando el motivo y el contexto en que fueron escritas”.

“Presidente y amigo”

En una web particularmente amistosa (permite, por ejemplo, hacer búsquedas y cruces por fechas, temas y nombres), se puede seguir al joven que escribía los estatutos del centro de alumnos y ex alumnos del Liceo de Hombres de San Bernardo. El mismo que en 1937, con 19 años y en medio de la campaña parlamentaria, se dirigía “a la juventud izquierdista de San Bernardo” a nombre del Frente Popular.

Dedicado ya a la abogacía, le escribe el 14 de octubre de 1944 a Jorge Rogers, dirigente de la Falange Nacional, nacida en 1935 de la juventud del Partido Conservador. Lo han invitado a militar. Aylwin agradece el interés y explicita una sintonía con el partido, así como una creciente desconfianza en los socialistas, a los que alguna vez sintió más cerca y a quienes ve “desintegrados por personalismos y pequeñeces”. Sin embargo, declina la militancia en términos muy formales y decidores:

“Para actuar honrada y eficazmente en la vida política (…) es preciso tener primero una verdad, creerla firmemente, sentirla con entusiasmo y con fervor. Ahora bien, yo, desgraciadamente, no tengo una verdad; todavía no encuentro la mía ni alcanzo a posesionarme de la que vosotros me ofrecéis”.

Finalmente, Aylwin se incorporó en junio de 1946. Fue presidente nacional de la Falange y más tarde, en siete períodos, del partido que la fusionó en 1957 con los conservadores social-cristianos: el PDC. Agitó con sus camaradas las banderas de la “Revolución en libertad” que en 1964 llevó a La Moneda a Eduardo Frei Montalva y al año siguiente pasó a integrar el “Parlamento para Frei”, como senador por Curicó, Talca, Linares y Maule .

La DC, tras estos dos procesos, fue la fuerza dominante. Sin embargo, las discrepancias entre el partido y el presidente -para no mencionar las pugnas intestinas- se harían manifiestas e indisimulables desde temprano. Fue entonces cuando Aylwin buscaría deshacer entuertos y construir puentes, expresándose directa y francamente al Mandatario, quien por su lado haría otro tanto.

En carta de octubre de 1965 al “Estimado Presidente y amigo”, aplaude su gestión del primer año y le señala que la directiva que encabeza desde hace tres meses ha buscado la unidad y la disciplina partidarias. Sin embargo, le plantea un problema delicado: “Se están empezando a provocar dudas en la opinión pública en torno a Ud. mismo. Y la acusación que se le hace es de debilidad”. Aylwin reconoce en Frei a alguien “muy inteligente y capaz”, pero que “carece de carácter, es indeciso y poco enérgico”. En un giro algo portaliano, le enrostra falta de autoridad frente a un país al que “le gusta que lo manden”.

Catorce meses después, es Frei quien aborda las relaciones partido-Ejecutivo, planteando que “han llegado a una situación extremadamente crítica” y que “pareciera que los problemas más graves que tiene el Gobierno no son con la oposición”. Paseándose entre la gestión del poder y el debate doctrinario, la correspondencia Frei-Aylwin ofrece otro hito en una misiva del segundo (21/08/1967), cuando los “rebeldes” y “terceristas” se han hecho fuertes. Le reconoce su sensatez y racionalidad, pero dice extrañarlas; le reprocha una “actitud alérgica” ante la DC y se pregunta con alguna exasperación: “¿Se quiere provocar una ruptura? No concibo semejante insensatez”.

La interna partidaria, con su mix de fraternidad, candor y cálculo, ofrecerá otros episodios de esta índole, algunos de los cuales harán ver las distancias con los seguidores del “socialismo comunitario”. Aylwin defiende la “vía no-capitalista de desarrollo”, pero llama, en carta de 16 carillas, a Rafael Agustín Gumucio, con copia a la Junta Nacional (9/11/1967), a evitar los riesgos de “un desarrollo capitalista que consolide la explotación de los pobres” y de “un desarrollo colectivista que ahogue la libertad”.

Ya en calidad de opositor a Salvador Allende, ejerció la presidencia del Senado entre enero del 71 y mayo del 72. En los meses previos al Golpe militar, tuvo un rol en los acercamientos informales entre el partido y el presidente socialista, mediadas por el cardenal Raúl Silva Henríquez. Las 25 páginas de la minuta que redacta el 17 de agosto de 1973, exudan frustración y molestia tras una tensa reunión. Dice Aylwin que el mandatario le reprochó no saber de lo que habla y que él retrucó diciéndole que “ha destruido las estructuras capitalistas de la sociedad chilena, pero no ha construido las nuevas”. Que “hay que poner orden en el caos”.

Para 2018 se anuncia una edición aumentada de El reencuentro de los demócratas (1998), con cinco nuevos capítulos que van del plebiscito de 1988 a marzo de 1990. Más adelante aguardan un libro sobre los años de la UP, así como una crónica de su presidencia. Incluso, cuentan Bascuñán y Eichholz, hay un archivo post presidencial que “no ha sido revisado en lo absoluto”. Material no falta.

Publicado en La Tercera
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