Obras de Violeta vuelven a Chile

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Por Pedro Bahamondes

Tres obras que la artista regaló a la periodista Marie-Magdeleine Brumagne, incluida una arpillera que aparece en la carátula de su disco grabado en Ginebra en 1965, fueron donadas desde Suiza al Museo Violeta Parra y el 8 de marzo serán expuestas junto a una cuarta que quedó en manos de Raquel Barros: un óleo pintado ni más ni menos que sobre un cartón corrugado.


El 3 de julio de 1965, la periodista de origen belga y radicada en Suiza, Marie-Magdeleine Brumagne, llegó hasta el final de un estrecho callejón en la 15 Rue Voltarie, en Ginebra, conocido como el Patio de los Milagros. Artesanos, pintores, poetas y músicos vivían allí, entre ellos el antropólogo suizo Gilbert Favre, entonces pareja de Violeta Parra. Dos golpes en la puerta y la hermana del antipoeta se asomó por la entrada del apartamento: tenía la mirada perdida entre sus mechas azabache y llevaba puesto uno de sus vestidos hechos de trocitos de tela. “Preparé tortilla y mistela”, le dijo antes de invitarla a pasar.

La crítica de arte y reportera freelance de la Sociedad Suiza de Radiodifusión y Televisión, quien conoció a la cantautora y artista chilena un año antes, en su paso por el pabellón Marsan del Museo del Louvre de París, había conseguido permiso para filmar un documental sobre su obra. Así apareció Violeta Parra, Bordadora chilena, registro que hasta hoy flota en el ciberespacio y al que se le considera un manifiesto sobre su trabajo y único registro además de sus intermitentes años en Ginebra. “Usted es poetisa, músico, hace arpilleras, canta… si le doy a elegir solo uno de estos medios de expresión, ¿cuál elegiría?”, le preguntó Brumagne. “Yo elegiría quedarme con la gente”, contestó ella, así nada más, revolviendo pintura sobre su paleta.

“De su estadía en la Suiza francesa, no me queda más que recuerdos borrosos, algunas cartas, fotos, una arpillera, dos telas que ella me dio y también una película de televisión que en esa época no interesaba a nadie por ser un tema ‘folclórico, como otros miles’”, anotó Brumagne en su libro ¿Quién se acuerda de su vida? (1992), en el que dedicó un capítulo a su amiga, titulado Violeta azul.

“Fueron muy cercanas, incluso después de que Violeta retornó a Chile -a menos de un mes de filmar el documental-, siguieron escribiéndose cartas”, cuenta desde Suiza Francisco González (1962), fundador de Artísticamente, colectivo que desde su agrupación en 2014 se ha empeñado en dar a conocer las obras de artistas chilenos y latinoamericanos en Suiza, como Víctor Jara y, desde luego, de la autora de las décimas y Gracias a la vida.

Lo que nadie advirtió, sin embargo, fue que en la casa de la ya fallecida Brumagne (1920-2005) en la ciudad de Lausana, donde hasta hoy vive su marido -el periodista y ex director de la Cinemateca suiza, Freddy Bauche (94)-, de sus paredes aún colgaban las tres obras que Violeta Parra les había obsequiado. “No se tiene registro exacto de cuándo fueron hechas, pero debió ser ese mismo año, 1965”, dice González. “Lo que sí es seguro es que fueron un regalo para los dos como pareja. No pagaron por ellas, y eso que a Violeta siempre le faltó dinero, aquí y en cualquier parte”, agrega.

Una ronda de niños hecha de papel maché; una pintura en la que se ve una festiva escena, con copas de vino, guitarrón y música, y una arpillera en la que retrató a uno más de sus seres imaginarios y que curiosamente aparece en la carátula del disco Violeta Parra en Ginebra, de 1965, las tres obras sin título ni fecha acaban de ser donadas por Bauche a la Fundación Violeta Parra por medio del colectivo encabezado por Gonzalez, quien nació en Chillán en 1962 y partió al exilio en Suiza en los 70. “Yo mismo las delcolgué de las paredes de la casa de Freddy. Te imaginarás la emoción que sentí al verlas y en buen estado, pero él sabe que en la casa de Violeta en Santiago, que es el museo, estarán más a salvo”, dice.

Un avión aterrizará en Chile con las tres piezas el lunes 5 de marzo al mediodía, gracias a la gestión de los ministerios de Relaciones Exteriores y de Cultura. Primero se recibirán en la Cancillería, y el jueves 8, para el Día Internacional de la Mujer, serán exhibidas a público en el Museo Violeta Parra. “La arpillera que tantas veces vimos en la tapa de ese famoso disco -y en cuya imagen se ve a la compositora tocando guitarra en el Parque Inglés de Ginebra junto a la misma obra-, la dábamos por perdida”, dice Cecilia García-Huidobro, su directora.

Arte en frío

A fines de 1965, ya de vuelta en Chile e instalada en su carpa ubicada en La Cañada 7200, en La Reina, Violeta Parra compró un refrigerador con la ayuda de su hermano Nicanor. Sin una sola chaucha en los bolsillos, ni para comprar telas para pintar, comenzó a trazar con su pincel sobre el cartón corrugado en el que venía envuelto el aparato electrodoméstico, hasta que otra de sus escenas apareció en el improvisado lienzo.

Tampoco la firmó ni tituló, mucho menos consignó la fecha. Ni siquiera quiso venderla. “Violeta Parra no llevó registro de sus obras. Regaló muchas, vendió otras tantas en diferentes ciudades del mundo, por lo que no conocemos a cabalidad lo que existe ni en qué manos están”, dice García-Huidobro. La cuarta y última pieza, sin embargo fue dada a conocer y donada por la familia de Raquel Barros (1919-2014), folclorista chilena y, al igual que la propia Violeta, recopiladora y difusora de la música y danza folclórica.

“Ese óleo lo vi por primera vez en Recoleta, cuando la Raquel trabajó en la U. de Chile, a fines de los 60, por lo que debe ser una de sus últimas obras”, dice Magdalena Barros, Manena, una de las hermanas menores de la fundadora de la agrupación folclórica que lleva su nombre. “Cuando Raquel murió, la dejó en manos de un sobrino que también murió muy joven, y luego pensamos como familia que lo correcto era donarla al museo. Es lo que mi hermana hubiese hecho”, agrega.

Cubierta por un plástico para evitar que los hongos siguieran invadiéndola, la misma obra estará disponible al público durante un mes en el Museo Violeta Parra a partir del mismo 8 de marzo, antes de pasar al proceso de conservación. “En el caso de Raquel Barros, estábamos en conversaciones con la familia para realizar un homenaje a su vida y obra cuando nos comunicaron, para nuestra emoción, que habían decidido que el cuadro que Violeta le regalara debía estar en el museo y ser donado el día del homenaje”, dice la directora del espacio, quien concluye: “Las obras serán analizadas en su estado de conservación y se discutirá, con los expertos del área, la restauración de ellas. Luego, se planificará su exhibición”.

Publicado en La Tercera

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