Las mujeres de la historia

Managua, Nicaragua. 02/03/2018. Irma Galeano comparte sui historia para la revista Domingo cuando en los años 80s fue miembro de la Resistencia Nicaraguense participando como miembro del cuerpo medico en la agrupacion guerrillera. Oscar Navarrete/ LA PRENSA.
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Violeta Barrios, “Conchita” Palacios, Doris Tijerino y otras mujeres pioneras de Nicaragua

A la árbitro de home Sheyla Báez desde las gradas hombres y mujeres le gritaban que se regresara a su casa a lavarle la ropa a su “hombre”, o este la dejaría. Le decían “marimacha” y “buscahombres”, por el simple hecho de que ella decidió dedicarse a arbitrar el deporte que ama: el beisbol.

A la doctora Concepción Palacios los sacerdotes le decían que hacía mal al estudiar Medicina. La sociedad la veía mal porque era una carrera exclusiva para los varones. Sus compañeros de clases le guardaban testículos y dedos en las bolsas de su bata como bromas por ser la única mujer del grupo. Todo, solo porque quería estudiar Medicina en una época en la que las mujeres no podían hacerlo.

Estas son las historias de mujeres que dijeron “¡No!”, al papel que la sociedad les imponía. Superaron obstáculos y se convirtieron en mujeres pioneras en la medicina, el periodismo, la educación, la abogacía, la seguridad nacional, la universidad, el deporte y la política.

Conchita Palacios

Cuando “Conchita” Palacios quiso matricularse en Medicina en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, en 1918, no estaba bien visto que las mujeres estudiaran esa carrera. Para ese entonces ninguna se había atrevido a estudiarla, pues era considerada solo para varones. “No había una prohibición legal o en los estatutos de la universidad, pero socialmente no era bien visto que una mujer se expusiera al contacto con cuerpos desnudos, cadáveres, que estuviera interna y que hiciera turnos nocturnos rodeada de hombres”, dijo Carlos Tünnermann Bernheim a la revista Magazine en julio de 2016.

Eso no detuvo a Conchita Palacios, nacida en El Sauce, León, e hija de Baltasara Herrera y Pío Palacios. Se matriculó en Medicina, pero tuvo que pagar las consecuencias de haberlo hecho. Según un perfil publicado en la revista Magazine, un día tenía que soportar el agua sucia que le llovía de alguna matrona que estaba en desacuerdo con que una mujer estudiara Medicina con un montón de varones. Sus compañeros la molestaban poniendo dedos o testículos en su bata y los profesores las intimidaban hablando de aspectos sexuales.

Después de obtener una beca, se graduó como cirujano en México en 1927. Fue la primera mujer médico en Nicaragua y Centroamérica. Volvió a Nicaragua pero en 1929 fue encarcelada, exiliada bajo las órdenes de José María Moncada. Se integró a los cuerpos médicos voluntarios de Cruz Roja y Naciones Unidas, para luego recorrer Europa atendiendo víctimas de la Segunda Guerra Mundial y sobrevivientes de los campos de concentración nazi.

Volvió a Nicaragua en 1979, después del triunfo de la revolución y el 2 de mayo de 1982 falleció de leucemia en Managua.

Ángela Saballos

Ángela Saballos se convirtió en una de las primeras mujeres en ejercer el oficio del periodismo a nivel nacional y en la primera reportera en trabajar para el Diario LA PRENSA. Y a estas alturas ha publicado nueve libros y es una de las mujeres más respetadas dentro del gremio. “Estar en LA PRENSA en mi tiempo era algo maravilloso, porque de verdad te sentías la voz de los que no tenían voz”, dice Ángela Saballos.

Ella estudió Periodismo y como mejor alumna la invitaron a hablar dentro de un grupo de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). “Yo dije ahí que ¿por qué las mujeres no teníamos el mismo derecho que los hombres en periodismo? ¿Por qué en mi país no teníamos las mismas oportunidades de trabajo?”, relata la periodista. Aquella, dice, era una alusión directa a LA PRENSA, que por aquel entonces no dejaba que las mujeres trabajaran como periodistas. Al finalizar el discurso, Saballos cuenta que le ofrecieron trabajo en diversos diarios de Centroamérica y América Latina, incluida LA PRENSA y Novedades. Por estar en contra del somocismo, Saballos eligió La Prensa.

Aquello fue una revolución. Rosario Murillo, quien trabajaba como secretaria de Pedro Joaquín Chamorro y Pablo Antonio Cuadra, le dijo a Saballos que todo aquel plan para que ella entrara a trabajar se llamó “Operación Eva”. Cuando entró a La Prensa, sorpresivamente Saballos encontró un “ambiente de cariño inmediato porque además yo estudiaba Periodismo y me veían, fui la reina de la Escuela de Periodismo”, dice Saballos.

En cuanto entró al periódico, le advirtió al doctor Pedro Joaquín que quería ir a todos los lugares donde mandaban también a los hombres. “Cuando era lo más peligroso yo levantaba la mano y decía: ‘Yo voy’. Los hombres se escondían y yo diciendo: ‘¡Yo, yo!’, porque tenía que abrirles la puerta a las mujeres, como vos”, advierte Saballos. En la época, eran pocas las mujeres que se graduaban de periodismo y muy pocas ejercían el oficio en radioperiódicos locales.

Violeta Barrios de Chamorro

En 1990 la política latinoamericana dio un giro. La figura del poder presidencial se asociaba exclusivamente a la figura masculina, pero una nicaragüense cambió esa visión en el continente. En 1990, el Frente Sandinista estaba más que confiado en que ganaría las elecciones, sin embargo, Antonio Lacayo aseguró a LA PRENSA en 2015 que si había una figura capaz de derrotar a Daniel Ortega y el Frente Sandinista, era Violeta Barrios de Chamorro, que el 25 de febrero de ese año se convirtió en la primera mujer presidente de América Latina.

Uno de los motivos por los que Lacayo creía que podía derrotar al Frente Sandinista era su relación con el Mártir de las Libertades Públicas Pedro Joaquín Chamorro. Pero también se debía a los valores que siempre demostró Barrios de Chamorro. “Su rol al frente de LA PRENSA cuando estuvo bajo censura sandinista y a sus méritos por ser miembro de la Junta de Gobierno original, cuando se tumbó a Somoza y de la que renunció cuando vio que las cosas iban para otro lado, porque doña Violeta era una persona muy comprometida con la democracia y en contra de las dictaduras, vinieran de derecha o de izquierda”, aseguró Lacayo a LA PRENSA.

Además de ser la primera mujer presidenta, lo hizo durante un periodo complicado en la historia de Nicaragua. El país estaba económicamente en quiebra y aún respiraba exasperado por las consecuencias de una guerra fratricida durante los años ochenta. Por si fuera poco, el asedio de Daniel Ortega y el Frente Sandinista como oposición era una tortura. Ortega, advirtió que el partido gobernaría “desde abajo” como oposición. Y así lo hizo.

Sheyla Báez

Cuando Sheyla Báez, de 39 años, fue árbitro de home (el árbitro principal) en el Juego de Estrellas del Campeonato de Beisbol Germán Pomares, era la única mujer que formaba parte del club. Los otros 177 árbitros que participaban en el campeonato eran hombres. Pero es normal. Apenas hace dos años, Sheyla se convirtió en la primera mujer en ser árbitro de home en la historia del beisbol nica.

Desde que Sheyla decidió dedicarse al arbitraje en el beisbol, tuvo que enfrentar un sinnúmero de comentarios solo por el hecho de ser mujer. Desde las gradas, en los comentarios la gente le grita: “¡Andá lavá!”, “¡Sos una marimacha!”, “¡Andá donde tu hombre que si no te va a dejar!” Al principio, a Sheyla le dolían ese tipo de comentarios, pero eventualmente aprendió a ignorarlos por amor al deporte que ha disfrutado desde que era una niña.

Su abuela solía vender carne asada en el estadio de Juigalpa, Chontales, de donde Sheyla es originaria. Desde los 4 o 5 años llegaba al estadio con su abuela para vender y de paso apoyar al equipo de la ciudad, los Toros de Chontales. “Cuando nosotros la vimos que comenzaba a arbitrar bases nos preguntamos que qué era eso, pero claro que la apoyamos”, dijo a la Revista Domingo el locutor juigalpino Óscar González.

Sheyla Báez es madre soltera. Alquila una casa y trabaja en el Ministerio de Salud. Durante muchos años fue afanadora, pero ahora trabaja como guarda de seguridad. Antes de que el arbitraje se convirtiera, además de su pasión, en una forma de subsistir, Báez vendía cajetas en la ciudad. Hoy, dice, es feliz ejerciendo como mujer árbitro en el deporte que ama, aunque desde las gradas siempre le toque escuchar gritos diciendo: “¡Esa anda buscando hombre!”

Chepita Toledo

A Josefa Toledo de Aguerri se le atribuye el mérito de ser la primera feminista y la primera educadora en Nicaragua. A su cargo, “doña Chepita”, como era llamada cariñosamente, tuvo a alumnas ejemplares como Concepción Palacios, quien fue la primera mujer en graduarse de Medicina, y como Olga Núñez Abaunza, la primera mujer en graduarse como abogada y que también fue la primera diputada del país.

En el portal web Heroínas, donde se destaca la vida de mujeres pioneras, Toledo es considerada la forjadora de la Pedagogía Moderna en Nicaragua. En 1924, Toledo de Aguerri fue nombrada directora general de Instrucción Pública. Era la primera vez que una mujer se encontraba en ese cargo público. Sin embargo, fue removida de este por ser “muy independiente y cuestionadora”. Durante su vida, dirigió varios centros de educación públicos, fundó su propio colegio y también la Escuela Femenina de Prensa. Toledo, también es considerada la primera feminista de Nicaragua.

“En 1950, se le otorgó el reconocimiento continental de Mujer de las Américas, convirtiéndose —hasta ahora— en la única nicaragüense merecedora de este honor, que antes solo lo habían merecido Gabriela Mistral, Minerva Bernardino, Eleonor Roosevelt y Carrie Capman”, indica el portal Heroínas.

Josefa Emilia Toledo de Aguerri nació en Juigalpa, Chontales, el 21 de abril de 1866 y murió el 27 de abril en 1961.

Olga Núñez Abaunza

“Olguita”, como era conocida en su natal Masaya, destacaba por escribir versos rítmicos y novedosos que se publicaban en la revista del Ateneo en Masaya. Sin embargo, por lo que Olga Núñez Abaunza pasaría a la historia de Nicaragua por convertirse en la primera mujer abogada del país.

Por más que se le dijo que aquello era un escándalo y que mejor escogiera una profesión más femenina, la joven decidida siguió su sueño de estudiar Derecho. Según un artículo publicado en la revista de temas nicaragüenses, escrito por Francisco-Ernesto Martínez, miembro Correspondiente de la Asociación Genealógica de Galicia, estudió Derecho y Ciencias Sociales en la Facultad de Derecho y Notariado de la Universidad Central de Nicaragua. Y mientras terminaba la Segunda Guerra Mundial, en 1945, Olga Núñez se convertía en la primera mujer abogada de Nicaragua, 144 años después que se graduara el primer abogado del país, Miguel Larreynaga. Su tesis fue sobre la posición de la mujer en la Constitución y el Derecho Penal en Nicaragua.

Olga Núñez Abaunza también fue la primera mujer electa popularmente como diputada de la Asamblea Nacional, en 1957. “En el año 1963 fue electa por el Congreso Nacional para ocupar el alto cargo de vicepresidenta de la República de Nicaragua, que posiblemente por razones de género no logró asumir oficialmente”, dice el escrito.

Núñez falleció en Masaya a los 51 años, el 12 de septiembre de 1971.

Doris Tijerino Haslam

Francisco Bautista Lara confirma que la primera mujer en ocupar el cargo de jefa de la Policía fue la comandante Doris Tijerino Haslam. En la década de los 80, en la entonces Policía Sandinista existió un acuerdo de situar el nivel de participación femenina en el 35 por ciento de las fuerzas policiales en total, según el documento “Modernización Institucional y Equidad de Género en Policía Nacional de Nicaragua”.

En 1980 también se creó la primera Compañía de Mujeres Reguladoras de Tránsito integrada por cien mujeres. “En este mismo período se dio un hecho importante en la historia de la integración de las mujeres a la Policía, novedoso en el país, en Latinoamérica y probablemente a nivel internacional: la Policía de Nicaragua fue dirigida por una mujer, la comandante Doris Tijerino Haslam, por un quinquenio, desde 1984 hasta 1989”, detalla el documento.

El texto de la Policía destaca que durante la gestión de Tijerino Haslam —la histórica miembro del Frente Sandinista—, se hizo el primer estudio para determinar el modelo policial apropiado para el país y logró el regreso de la Escuela Policial a las estructuras de la Policía. Además, durante su periodo como directora general de la Policía, Tijerino llegó a tener hasta al 30 por ciento de su personal estudiando en universidades. “En este sentido puede explicarse que actualmente haya hombres policías de alto rango que expresan que la jefatura femenina de la comandante Doris Tijerino probó que las mujeres son capaces de asumir cualquier responsabilidad”, asegura el texto.

“En aquel momento era extraño porque no solo era la primera mujer en la Policía de Nicaragua, sino que a nivel del mundo no se había visto una jefa de policía mujer”, dice el fundador de la Policía, Francisco Bautista Lara. Actualmente, Tijerino es diputada del Parlamento Centroamericano

Elba Ochomogo

Elba Ochomogo fue la primera mujer en la historia de Nicaragua en obtener un título universitario. Ella también fue alumna de Josefa Toledo, considerada la primera educadora del país.

Según la reseña histórica de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, UNAN-León, los primeros graduados con el título de Doctor en Farmacia surgieron en 1922, “distinguiéndose la doctora Elba Ochomogo Portocarrero, quien fue incorporada como miembro de la Facultad de Medicina, Cirugía y Farmacia, en representación de la Escuela de Farmacia”, detalla la reseña universitaria.

“Elba Ochomogo comenzó sus estudios de Farmacia en la Nacional Universidad de León en 1918. Terminó su licenciatura en 1923, convirtiéndose así en la mujer ‘profesional’ de Nicaragua en primer lugar. Doctor Ochomogo, como se llamaba ella, se casó con otro farmacéutico, Justo Hernández, y juntos abrieron una farmacia en Managua. Su farmacia permaneció abierta bajo la administración de Ochomogo por más de cincuenta años, y todavía estaba en funcionamiento a mediados de la década de 1970”, detalla manfut.com.

Publicado en La Prensa

Las mujeres que lucharon en la Contra de Nicaragua

—¿Tenés el valor de disparar un arma?, — fue lo primero que le cuestionó uno de los comandantes de la Contra a Julia Peralta.

En ese tiempo, 1982, ella tenía 16 años y hasta entonces nunca había tomado un arma en sus manos. Por eso cuando la agarró, comenzó a disparar como si estuviera desequilibrada.

“Me dio ataque de nervios y me dio disparadera. Me tuvo que quitar la pistola el comandante”, dice Peralta, 36 años después de aquel incidente.

Ella junto a una de sus hermanas llegó a la base militar siguiendo a cuatro de sus hermanos que se habían unido al entonces Frente Democrático Nicaragüenses (FDN), que luego se conocería como Resistencia Nicaragüense o como la Contra, ante la persecución que habían recibido por parte del ejército.

Y en la Contra vivieron hasta que en 1990 inició el desarme. Ellas no fueron las únicas. Muchas de las mujeres que se integraron a la Resistencia Nicaragüense aprendieron a disparar para sobrevivir. Se enamoraron. Tuvieron hijos en la montaña. Vieron morir a miles de soldados, incluyendo familiares. Y muchas guardan secuelas de la guerra de guerrillas de los años ochenta.

Lucha por el ideal

Ángela Castro tenía 13 años cuando decidió unirse a la Contra en 1982. Nadie de su familia lo había hecho, pero muchos de sus amigos en San Juan de Río Coco, Madriz, habían abandonado sus casas para irse a la montaña y pelear contra el ejército sandinista. Ella lo único que sabía era que a su familia la habían tratado de asesinar porque se sabía que eran liberales. Entonces cuando tuvo la oportunidad se fue.

Ese viaje en la Contra le duró casi 10 años y durante ese tiempo pasó muchos años de sufrimiento al ver a los nicaragüenses matarse unos entre otros, dice vía telefónica desde la comunidad El Horno, Pueblo Nuevo, municipio de Estelí. En la Resistencia inició siendo operadora de radio y luego se capacitó para ser paramédico. Y aunque dice que la primera vez que estuvo en un combate los nervios la invadieron, después que disparó no volvió a sentirse así. Es más, hasta le hacía falta disparar.

Julia Peralta, quien también es originaria de San Juan de Río Coco, Madriz, igualmente tuvo que irse a la Contra. Ella tenía 16 años y estaba terminando el bachillerato en Managua cuando supo que sus hermanos habían sido perseguidos por la fuerza de seguridad y por eso huyeron y se unieron a la Contra. Después de eso ella se fue junto a su hermana. Por eso, a su papá lo acusaron de ser contrarrevolucionario y lo mantuvieron preso por los siguientes siete años.

“La vida de la mujer allí fue triste. No había privacidad. No tenía las comodidades que puede tener una mujer. En el campo es otro mundo y tenés que aprender a vivir con eso”, dice Peralta.

Cuando andaban en su periodo o debían defecar debían hacerlo en el monte, buscando un poco de privacidad. Para bañarse se iban en grupo de mujeres procurando dividirse para que nos las vieran.

En la Contra, Julie, el seudónimo de Peralta, tuvo la protección del comandante 380, pues él conocía la historia de su familia. Según cuenta, su abuelo fue general en tiempos del presidente Moncada. También es familia del general Benjamín Zeledón y es sobrina del coronel Agustín Peralta, de la Tercera Compañía de la Guardia Nacional de Somoza.

—¿Había machismo?

—Machismo siempre hay en Nicaragua y en todos los ejércitos. Pero el comandante 380 ordenaba a sus comandantes que no maltrataran a nadie, pero sí se dieron cosas con comandantes que hicieron delitos de lesa humanidad que hoy están ocupando cargos en el gobierno —dice refiriéndose a casos de violaciones.

Amor en la montaña

En La Contra fungió como paramédica. Según narra desde su llegada fue preparada en Honduras y en Estados Unidos para socorrer a los heridos. LA PRENSA/ CORTESIA

Lucila Galeano, conocida como Irma, dio a luz en la montaña, casi al final de la guerra, en 1988. Para ese tiempo ya tenía siete años de pertenecer a la Contra, pues se unió a los 14 años, en 1981. Se fue siguiendo al primero de los cuatro hermanos que luego se unirían al FDN. Ella es prima del comandante Franklin.

En las bases militares aprendió a defenderse a punta de armas, se capacitó para ser paramédico y también fue operadora de radio. Y fue en medio de los enfrentamientos que se enamoró y luego crió a su hijo. Su hijo pasó sus primeros cinco años de vida en la base militar, durmiendo en el día en hamacas mientras ella ayudaba a los heridos.

Ángela Castro y Julia Peralta también dieron a luz en la guerra. A Peralta le vinieron los dolores de parto durante un combate en Ocotal. “Me tuvieron que sacar en camilla y después me llevaron a la clínica”, recuerda.

Secuelas de guerra

En la pierna izquierda de Lucila Galeano aún hay restos de charneles que quedaron incrustados en su piel durante los combates. Casi la dejan en silla de ruedas, dice. Julia también tiene uno en la pierna, por eso tienen problemas para caminar. Lo mismo le ocurre a Ángela, pero ella asegura que su mayor problema de salud es la artritis, pues durante la guerra debían caminar grandes distancias, cruzar ríos y se mantenían con la ropa y zapatos mojados. Esto le ha provocado artritis reumatoide.

La familia de estas combatientes también resultó afectada, pues la mayoría de ellas perdieron las propiedades que tenían y pasaron algunos años en prisión. Tal es el caso de Julia y Lucila.

“No me arrepiento de haber participado en esa lucha”, concluye Julia Peralta.

El desarme

El proceso de desmovilización inició con la llegada del nuevo gobierno en 1990. Según datos estadísticos del Ejército de Nicaragua, entre 1991 y 1994, se desmovilizaron a 25,419 rearmados y se destruyeron 15,450 armas y 14,943 explosivos.

Fue hasta entonces que Ángela Castro, Julia Peralta y Lucila Galeano regresaron a sus casas después de vivir en la montaña casi una década. Cuando volvieron, Castro supo que varios de sus hermanos se habían convertido en sandinistas. La familia Peralta había perdido gran parte de sus propiedades por las confiscaciones y pasó de ser una familia acomodada a dormir en los parques de Managua con sus hijos.

Galeano se integró a proyectos de salud de la Comisión Internacional de Apoyo y Verificación de la Organización de Estados Americanos (CIAV-OEA). Sin embargo, de los cinco hermanos que se habían ido a luchar en la Contra solo dos regresaron, incluyéndola.


Lucila Galeano, conocida por el seudónimo de Irma, ingresó a La Contra en 1981 cuando tenía 14 años. Esta foto fue tomada cuando tenía 16 años. LA PRENSA/ CORTESÍA

 

 

 

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