Gualajo, el rey de la marimba

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Luto por muerte de Gualajo, el maestro de la marimba

Nació sobre una marimba. Francisca, una partera de un solo brazo, no encontró dónde poder cortarle el cordón umbilical al bebé, en medio de guasas, bombos, cununos y maracas. Por eso, José Antonio Torres Solís decía que esos instrumentos se volvieron su cuna.

Gualajo, como era más conocido el maestro Torres, vio la luz un 31 de diciembre de 1939 en Sansón, Guapi, en el Cauca, y este miércoles al atardecer se despidió del mundo en Cali, pero dejó esa sonrisa y esa generosidad para enseñar a fabricar y tocar la música del Pacífico, algo que no quería que muriera jamás.

Para llegar a ser llamado ‘padre de la marimba’, grabar una veintena de discos y escribir un libro, el artista pasó más de un tropiezo. Interpretaba música y fabricaba instrumentos. En 1983 se hizo conocer cuando puso su marimba para la primera serie documental colombiana. Fue la propia Gloria Triana quien lo buscó en Guapi para convencerlo de un recorrido por Francia, España y Suiza.

En Cali ganó el Festival Petronio Álvarez del 2004 en versión marimba.

Pero no dejaba los aprietos. Fue a buscar apoyo a Bogotá, y su amigo Luis Carlos Osorio se volvió director de la Fundación Gualajo, en la capital colombiana. Una de sus metas era lograr que la casa de los Torres en Guapi se convirtiera en bien inmaterial. Pero el tiempo y el río la fueron tumbando.

En enero de 2008 resonó porque siendo el marimbero más reconocido, tuvo que dejar su marimba de chonta “secuestrada” en una casa del barrio Guabal, en Cali, donde debía dos meses de arriendo.

El Ministerio de Cultura le otorgó el premio vida y obra en 2013, y en el acto protocolario se entregó el libro sobre la vida musical del maestro.

Fue amoroso, decían sus amigos. Tuvo tres hijos con Cristina Grueso; con Rosario Alomía tuvo otros cinco. Y con Eloisa Caicedo, tal vez su primera novia, solo pudo estar 40 años después de haberla conocido, pero no se soportaron tanto tiempo. Así pasó a la soltería.

En los últimos años, en compañía de la Secretaría de Cultura de Cali, extendió la enseñanza de fabricar y tocar instrumentos tradicionales del Pacífico. Decía que sus ancestros le enseñaron que había que seguir dando a conocer ese arte, “porque la música es como una mata, sino se riega, se muere”.

Gualajo tenía el sueño de volver a Sansón, a su amado Guapi. Soñaba montar una academia en donde se forjaran maestros en marimba, con ese sonido selvático y acuático, para que no muriera la historia de su pueblo.

Publicado en El Tiempo

“No se olviden de la marimba”, adiós a Gualajo

Las baquetas de José Antonio Torres no se volverán a levantar. Este miércoles a la una de la tarde, Gualajo, el intérprete de marimba más importante del país, perdió la batalla contra la leucemia que enfrentaba hace ya varios años. Además de la música, su vida la marcó la enseñanza. Su trayectoria como artista y como profesor en Colombia y Nueva York, deja hoy un legado de folclor y tradición que puso a los sonidos del Pacífico en el escenario mundial.

Nació en Guapi, Cauca, en una casa llena de marimbas que fabricaba su padre. Y fue él su primer maestro, dentro de una dinastía de músicos que comenzó el abuelo, Don Leonte. Desde entonces, y hasta ahora, no hay quién supere sus interpretaciones que han hecho de la marimba, uno de los instrumentos más representativos de la música del Pacífico. No solo hizo de ella su forma ideal de expresión, también inventó formas propias para perfeccionar su técnica y para enseñar a tocarla.

Gualajo reconocía con orgullo cómo podía tocar con las teclas de su marimba todos los aires del Pacífico; que si le pedían sonar merengue, salsa, o pasillo, también lo hacía. Y recordaba con una felicidad particular cómo acopló este instrumento del sur del Pacífico a un grupo de jazz en Estados Unidos mientras dictaba clases allí. En 1988 creó en Cali el grupo Gualajo, que continuó con la adaptación y la difusión de las músicas ancestrales afrodescendientes con canciones como Primitivo,Camarón de agua salada y Pango Tumbarrancho.

Fue un hombre de mística y tradición. Le atribuía a su instrumento una relación sobrenatural con los espíritus que habitaban las noches del Pacífico, entre la selva y el mar. Contaba que esa oscuridad y ese silencio guardaban una sabiduría innata para los intérpretes; que era allí donde se encontraban los pasos para ese ritual tan sagrado que es hacer música.

Heredero de la cultura africana que llegó a Colombia, su virtuosismo alcanzó niveles insuperables. Su trabajo por el país desde el arte y la enseñanza, le valieron el Premio Vida y Obra del Ministerio de Cultura en 2013. En una de sus últimas entrevistas para Radio Nacional de Colombia, aseguró que la fama y los escenarios no le interesaban; su mayor preocupación era enseñar para dejarle un legado musical al país.

“No olviden la marimba”, decía con insistencia. En la misma entrevista, dijo, quizá como una premonición, que después de su muerte no solo quedaría la música, sino que dejaría muchos recuerdos a través de sus historias y de las enseñanzas con las que guió a cientos de alumnos para darle vida a la marimba, ese instrumento que siempre comparó con una mujer.

Fue rey de la marimba en el Festival Petronio Álvarez y recibió la Medalla al Mérito Cultural entregada por el Ministerio de Cultura. Hizo vida para ser reconocido como uno de los músicos más importantes del país. Ahora, su legado queda en un nombre que es sinónimo de música, en las manos de sus alumnos, y en la memoria de un país que, tarde o temprano, reconoce sus raíces.

Publicado en Semana

 

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