«Todos estamos fumigados»

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Fernando “Pino” Solanas: “El monocultivo trajo concentración de la tierra, latifundio y un enorme éxodo rural.”

Por Daniel Cholakian, NodalCultura

Fernando “Pino” Solanas ha hecho de la militancia política su cine, y de su cine una herramienta de militancia política. Hace 50 años se ha hecho conocido en todo el mundo por la película “La hora de los hornos”, que filmó junto a Octavio Getino y es reconocida como una bisagra en el cine documental y político. Fue candidato a presidente en Argentina, y actualmente ocupa una banca como senador nacional por la ciudad de Buenos Aires.

A partir de la crisis social, política y económica que vivió Argentina durante los años 2001 y 2002, Solanas retomó el cine documental, y recorrió el país con su cámara para dar cuenta de diversos conflictos, estrategias de supervivencia populares, problemas en la explotación minera o petrolera y las consecuencias de la creciente concentración económica.

El pasado 3 de mayo se estrenó en Buenos Aires su película “Viaje a los pueblos fumigados”, en la cual analiza el impacto en las economías regionales  de la aplicación de agro tóxicos desarrollados para multiplicar el rinde de las cosechas y disminuir los costos de explotación, que incluye desplazamientos de pueblos originarios y daño ambiental, como también el envenenamiento invisible al que son sometidos los argentinos, aún cuando creen estar alimentándose sanamente.

“Las consecuencias sociales del cultivo intensivo de soja transgénica con agrotóxicos, fueron el desmonte de millones de hectáreas de monte nativo, monocultivo, éxodo rural. La población quedó expuesta a la contaminación de las fumigaciones. Los testimonios recogidos demuestran que una parte de la población está contaminada con agrotóxicos, a lo que se suman los efectos nocivos de alimentos producidos con sustancias químicas: conservantes, colorantes, antibióticos, hormonas. Hoy se produce con pesticidas no solo cereales, sino hortalizas y frutas. La más inocente ensalada ha sido rociada con 10 a 15 pesticidas y no hay control. Aunque se coma en casa, el peligro de contaminarse existe porque nadie sabe qué está comiendo ni cómo o con qué se hizo», afirma el senador argentino.

La película, que fue aclamada en el último festival de Berlín, articula de un modo insoslayable la relación entre el modelo de super explotación del actual régimen capitalista (expropiación de tierras, deforestación salvaje, uso inapropiado de pesticidas, maximización de la tasa de ganancias aún a costa del sacrificio de la productividad del suelo), el daño ambiental y el empeoramiento de la calidad de alimentación de todos las personas. Solanas deja absolutamente claro que solo hay un sector que se beneficia (el pool agrario-financiero), pues cada uno de los habitantes que se alimentan de estos suelos se ven sometidos a un descuido absoluto, respecto de la toxicidad de los productos que consumen.

En la película, Solanas se somete a un análisis de laboratorio que confirma la presencia de diversas sustancias tóxicas, como el glifosato, que están presentes en su sangre aunque él viva en una ciudad, completamente alejado de cualquier territorio fumigado.

Nodal dialogó con Solanas a propósito de los temas que despliega en su nueva película.

Más allá de los pueblos directamente fumigados, la cadena de este modelo de producción  impacta entonces en cualquier persona a través de los alimentos. De alguna manera todos seríamos parte de esos “pueblos fumigados”

Si, por supuesto que somos todos. Además son todos los cultivos. La película tiene casi una hora cuarenta, pero tuve que hacer un recorte grande de temas. De modo que no está la producción lechera, no está la producción de frutales, no está la yerba mate, porque todo se fumiga. Tampoco está la producción de tabaco. Hoy todo lo que es vegetal se fumiga. Lo hacen como si estuvieran tirando perfume. Como si estuvieran tirando, como lo llaman las empresas que hacen negocios con esto, productos fitosanitarios. Los llaman fitosanitarios, pero son agrotóxicos!. Y en esas dosis, que son muy importantes, enferman y matan.

Berlinale 2018 Fernando Solana A Journey to the Fumigated Towns (DW/E. Usi)

Uno de los entrevistados en la película plantea que hubo un cambio de paradigma, ya que los alimentos pasaron de considerarse un bien socialmente necesario a concebirse como productos para un mercado. Con ese cambio, advierte, se habilitó este nuevo régimen de producción.

Si, claro. Es un ingeniero en Sierra de los Padres, que habla de la responsabilidad social del productor de alimentos, que no puede producir de cualquier manera. Apela a la ética del productor de alimentos. La búsqueda de renta hace que al productor de alimentos lo que le importa es hacer la mayor renta posible en el menor tiempo posible. Le exigen de arriba que sea así. Es toda una cadena de complicidades y el simple consumidor no sabe cómo se está produciendo el alimento que se va a meter en la boca. No sabe ni con qué elementos, ni en el estado que están esos alimentos, ni qué otras sustancias le colocan en la boca para que pueda conservarse más tiempo.
La publicidad ha hecho que el consumidor delegue en las grandes marcas sinónimo de responsabilidad y de ética productiva. Si es de tal marca esto es bueno. Y, en realidad, no es así. Todo esto cuenta con la complicidad del Estado, que no ha dispuesto investigaciones en los hospitales sobre las consecuencias en la salud que tiene este sistema de agrotóxicos, más la invasión de la industria química en la industria alimentaria.
Porque cada producto que comemos, cualquiera sea, tiene conservadores, saborizantes, colorantes y varios componentes que separados en pequeñas dosis son inofensivas. Pero lo que no hay estudios es del combo diario de los 40 o 50 alimentos que te comes y tienen «algo» para los cuáles el organismo no elaboró autodefensas.
El organismo humano durante miles de años elaboró defensas orgánicas, los anti-cuerpos, para defenderse del universo de bacterias en el cuál vivimos. Pero para el impacto de los tóxicos que respiramos todo el tiempo, de la contaminación de las aguas y de los alimentos, incluso del glifosato, que son recientes ya que no tienen más que 50 o 100 años, el cuerpo humano no tuvo tiempo de generar defensas. Por eso estamos en problemas grandes.

La película va más allá de la mera discusión sobre la contaminación, pues mira la totalidad del régimen de producción agraria.

El sistema de producir en escala llevó a expandir la frontera agropecuaria, voltear millones de hectáreas de bosque nativo y profundizó la concentración propietaria. El monocultivo trajo concentración de la tierra, latifundio y un enorme éxodo rural. Todo eso está marcado en la película. Por supuesto que de cada uno de esos temas habría que hacer una película en sí misma. Acá está apenas mencionado.
Me parecía que lo más interesante era tocarle la campana al ciudadano diciéndole, en general, de qué se trataba y que eso estaba afectando su salud sin saberlo. Porque seguramente tiene alguna enfermedad que cuando va al médico no sabe bien que decirle y le dice: «es tal cosa» y no es exactamente eso, está incubando una enfermedad que con el tiempo le va a estallar. De ahí la multiplicación de canceres, de hipertiroidismo, leucemias, diabetes, y las malformaciones en los nacimientos, de los cuales se denuncian apenas un tercio.

¿Hay vínculo en lo que ocurre en producción agrícola en el sur del mundo, los propietarios de las patentes y los circuitos de comercialización?

Sí, claro. Fíjate vos que estamos en un mundo donde todos los genes están patentados, o la mayor parte. «-Está planta yo la patento, la descubrí», no boludo, está planta existe desde millones de año. Pero es así, hay una degradación muy grande en los conceptos y  los principios en este sistema de producción.

 

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